El
regreso de “El General”
"Nosotros
los agarramos y ustedes los dejan ir".
JORGE
ALEJANDRO MEDELLÍN | OPINIÓN |
La Silla Rota, 2015-07-12 18:15:00
Los
tuits de la supuesta cuenta de Iván Archivaldo, hijo de Joaquín Guzmán Loera,
ya son virales. Al medio día de ayer, su cuenta estaba en 72 mil seguidores.
Para las cuatro de la tarde llegaba casi a 85 mil followers.
Fotos aeroespaciales demuestran que en febrero de 2014, cuando El Chapo fue capturado y recluido en el penal del Altiplano, no había construcción alguna en los terrenos aledaños al penal de máxima seguridad.
En
esa cuenta, el hijo de El Chapo anunciaba en mayo que “el general pronto estará
de regreso”.
En
el tuit más reciente, del 7 de julio, cinco días antes de la nueva fuga, se lee
ahora como un hecho contundente: “Todo llega para el que sabe esperar”.
Ese
regreso es el resultado de múltiples factores inherentes a la estructura de un
Estado rebasado –por acción y omisión– por el crimen organizado y es
consecuencia, por supuesto, de una aguda lectura, por parte de la organización
criminal de Guzmán Loera, de las debilidades de un gobierno carente de una
auténtica comunidad de inteligencia (CISEN, Marina, Sedena, Segob, PGR, CNS) en
la que sus integrantes siguen descoordinados, sin instrumentos, metodología,
agenda, liderazgo e imaginación adecuadas para hacerle frente a un mínimo de
riesgos y amenazas detectadas y anunciadas por la prensa, por analistas por
políticos y por el sentido común más básico.
Pero
el factor que posibilitó ésta y otras fugas, y otras burlas al sistema
político, judicial y todo el aparato de justicia de país, es el de la
corrupción.
Sólo
así pudo haberse construido una sección extra añadida al Sistema Cutzamala para
hacerla pasar por debajo de la zona de reclusión destinada al jefe del cartel
de Sinaloa.
Sólo
así pudieron comprarse conciencias y voluntades para hacer que una construcción
de tamaño regular (aproximadamente 200 m2), de una planta, con acceso por
caminos asfaltados y de terracería y sin obstáculo alguno que le impidiera la
visibilidad hacia los muros del penal del Altiplano obtuviera los permisos necesarios
o, peor aún, se hiciera sin ellos y sin que las autoridades locales, estatales
y federales se preguntaran quién habría autorizado la obra, desde cuándo y
quien viviría ahí.
Datos
de ingenieros civiles indican que el túnel de kilómetro y medio de extensión
por el que Guzmán Loera llegó desde las regaderas correspondientes a su celda,
pudo ser construido en casi un año de labor, con una cuadrilla de albañiles
laborando entre 8 y 10 horas diarias para sacar un camión de 3 toneladas y
media con escombros.
Los
cálculos son conservadores y mínimos.
Pero
si el personal hubiera sido el doble en turnos continuos, la casa y el túnel
habrían podido construirse en seis meses, con 8 o 10 albañiles en turnos dobles
y moviendo dos camiones diarios con más de 8 metros cúbicos de escombro. Sólo
así se hubiera podido avanzar en la obra de albañilería y en la instalación
eléctrica que la soportó.
Para
febrero de este año, cuando comenzaron los tuits y las visitas a El Chapo de
personas con documentos apócrifos, ya había comenzado la obra.
¿Cuáles
son los protocolos de seguridad perimetral en el Altiplano? ¿Cómo debe
procederse cuando se tiene a personajes de tal calibre recluidos en una zona
que debería estar controlada o al menos supervisada constantemente para evitar
fugas “imperdonables”, como lo dijo en 2014 el propio Peña Neto?
Otra
prueba de que la coordinación en lucha anticrimen es desastrosa, está en las
acciones de inteligencia conjuntas y por separado que instancias como el
Ejército Mexicano deberían realizar a manera de controles mínimos para mantener
un panorama integral básico, sobre todo si ha habido claras señales de
inestabilidad y amenazas veladas en el penal del Estado de México.
Lo
anterior porque el ciudadano de a pie supone que en donde hay instalaciones
militares, navales y aéreas deben existir medidas de control, de inteligencia y
contrainteligencia mínimas, especialmente si se trata de una nación que sigue
bajo una guerra antinarco con matices nebulosos.
Esto
se aplica con mayor razón si se trata de instalaciones militares que también
funcionan como unidades de apoyo a las de otras fuerzas federales, tales como
las prisiones de máxima seguridad.
¿Qué
hicieron en los últimos nueve o diez meses los mandos del 8vo Regimiento
Mecanizado que operan en Almoloya de Juárez bajo el mando del General Brigadier
David Enrique Velarde Sigüenza? ¿Qué veían? ¿Qué informaban? ¿Qué se les pedía
informar? ¿A qué mandos llegaba esa información y que se hizo con ella?
Las
mismas preguntas aplican para las unidades de Marina y especialmente para las
de la Policía Federal. La intervención más a fondo de las instancias
norteamericanas como la DEA, el FBI, el ICE y la NSA, es ya un hecho.
La
presión mediática desde los Estados Unidos en plena etapa de precandidaturas a
la presidencia de ese país, encontrará material de sobra para exhibir las
falencias, corruptelas y desorden en lo que queda de la estrategia de seguridad
e inteligencia nacionales.
El
Chapo y sus jefes retoman zonas, territorios y niveles de acción que el Cártel
de Jalisco Nueva Generación (CJNG) pretendía ocupar por la mala.
La
misión para la Marina, para el Ejército y la Fuerza Aérea, así como para la
Policía Federal, no consistirá sólo en detener por tercera vez a Guzmán Loera;
deberán también contener eventuales ondas expansivas del narco y el reinicio de
una fase más violenta de la guerra contra el crimen organizado en la que el
máximo capo de las últimas décadas no volverá a dejarse atrapar.
Curiosamente,
lo ocurrido con la fuga de El Chapo viene a reforzar uno de los alegatos del
general Cienfuegos y de sus antecesores Galván y Vega, y de almirantes como
Saynez, Peyrot y hoy Soberón: Nosotros los agarramos y ustedes los dejan ir.
Poderoso
caballero.
@JorgeMedellin95
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