PEDERASTIA
»
Obispos
bajo lupa en México
Las
sombras del episcopado mexicano ante el nuevo tribunal vaticano contra
encubridores
El
Papa crea un tribunal para juzgar a los obispos que encubran la pederastia
Nota de PABLO
DE LLANO/El País, 11 JUL 2015.
El
cardenal mexicano Norberto Rivera en 2013 en Roma en el cónclave papal. / V.
PINTO (AFP)
El
25 de junio, el obispo Gonzalo Galván dejó su cargo sin hacer ruido. En abril
había saltado en su diócesis (Autlán, Estado de Jalisco) un caso de pederastia.
La madre de una niña acusó a un cura de abusar de su hija. Galván, que ya
cargaba con la sospecha de haber protegido a otro sacerdote pederasta, presentó
su renuncia al Papa dos meses después y —lo que pudo ser más determinante— dos
semanas después de que llegase una noticia desde Roma. El 10 de junio se había
anunciado la orden de Francisco de constituir un tribunal contra obispos
encubridores. El 27 de junio, a los dos días de que el obispo renunciase, el
cura acusado fue detenido. Los tiempos del affaire Galván parecen marcar un
aviso contra la impunidad para una Iglesia, la mexicana, con un episcopado que
tiene puntos densos de sombra.
Empezando
por la máxima autoridad eclesiástica en México, el cardenal Norberto Rivera,
protector en su día de su compatriota Marcial Maciel, fundador de la
congregación de los Legionarios de Cristo que terminó corroída por la
pederastia. Rivera defendió a Maciel desde que en 1997 salieron las primeras
acusaciones contra él. "Son totalmente falsas, son inventos. ¡Y tú nos
debes platicar cuánto te han pagado!", le respondió entonces al periodista
que empezó a dar voz a las víctimas, Salvador Guerrero. Maciel, violador de
menores consumado y consentido de Juan Pablo II, murió en 2008 sin haber sido
procesado por la justicia civil ni castigado por la Iglesia, que en 2006 le
pidió que se retirase a la vida privada para hacer oración. Dos años después de
su muerte, Roma reconoció oficialmente los "graves delitos" del padre
de los Legionarios.
"Rivera
tenía en sus archivos toda la información del mundo sobre Maciel", dice
Alberto Athié, un exsacerdote que se salió del ministerio para convertirse en
un aglutinador de denuncias de víctimas. "Lo encubrió incluso después de
que fuese declarado criminal por los obispos que hicieron la investigación de
2010. Eso no es sólo un delito moral aberrante sino un delito civil grave. Y hasta
la fecha Rivera no ha reconocido su error ni ha pedido perdón". De cara a
la puesta en marcha del nuevo tribunal de Bergoglio, los grupos de víctimas
mexicanas, liderados por Athié, tienen preparadas sus pruebas de cargo contra
los supuestos obispos encubridores de su país. A Rivera le corresponden otras
dos a mayores de la de Maciel. Las de los padres Nicolás Aguilar y Carlos López
Valdés.
"Fue
quizás un exceso de cariño"
P.
DE LL. | MÉXICO
—A
mí me jodió toda mi vida, padre —le dijo Jesús Romero Colín entre golpes de
llanto—. ¡Yo quiero saber por qué lo hace! ¿Por qué me hizo esto y por qué le
hizo eso a todos los demás?
—No
te puedo dar una explicación —respondió, hierático, el cura Carlos López Valdés
sentado en un sofá sin mover un pelo—. Se fue dando todo simplemente así. Fue
quizás un exceso, si tú quieres, de cariño o lo que sea.
Es
una escena del documental Agnus Dei (Cordero de Dios), en el que Romero Colín
descubrió donde oficiaba misa su antiguo abusador y consiguió grabar su
conversación con una cámara oculta.
Hoy
Romero Colín tiene 32 años y es psicólogo. López Valdés abusó de él desde que
tenía 11. El cura, expulsado del sacerdocio por la Iglesia, sigue libre y su
víctima continúa luchando por que lo juzgue un tribunal civil.
No
confía en la capacidad punitiva de la Iglesia. "Si ellos mismos juzgaz a
sus propios delincuentes no creo que sus sanciones sean severas. Los obispos
implicados deberían sentarse en el banquillo de las autoridades civiles para
que los juicios sean autónomos, para que sean juicios como es debido".
Aguilar
fue párroco en los años ochenta en la diócesis de Tehuacán, de la que era
obispo Rivera antes de llegar a la cúspide de la Iglesia mexicana. Los abusos
de este sacerdote salieron a la luz un día de 1987 cuando lo encontraron
ensangrentado en la casa parroquial después de una orgía con unos muchachos que
acabaron asaltándolo, según el informe Pederastia Clerical de Mexicanos
presentado en 2013 por organizaciones civiles ante el Comité de los Derechos
del Niño de la ONU. El documento relata que en 1988 Aguilar fue trasladado a la
arquidiócesis de Los Ángeles y que allí abusó de 26 niños en sólo nueve meses,
hasta que fue denunciado y huyó de vuelta a México —donde lo pusieron a cargo
de los monaguillos de una parroquia—. Se estima que abusó de más de 100 menores
y está prófugo desde principios de los 2000.
Carlos
López Valdés fue denunciado en 2007 por Jesús Romero Colín por haber abusado de
él durante cinco años desde que tenía 11. El cura oficiaba en una parroquia de
la Ciudad de México, perteneciente a la arquidiócesis primada de México, ya
bajo responsabilidad de Rivera. "La arquidiócesis le pidió a López Valdés
que atendiera sus "conductas inadecuadas" y evitara el
"escándalo"", indica el informe Pederastia Clerical. Las
autoridades eclesiáticas lo expulsaron del sacerdocio en 2011 pero hay
testimonios de que ha seguido oficiando en parroquias pequeñas.
Rivera
a un lado, hay más obispados en cuestión. El de San Luis Potosí carga con el
caso del sacerdote Eduardo Córdova, acusado de haber abusado de al menos 20
menores desde 1985, expulsado del ministerio en 2014 por el Vaticano y en la
actualidad prófugo. Córdova, que según sus víctimas adormecía a los niños con
pastillas para poder someterlos, llegó a ser encargado de relaciones
Iglesia-Estado en la arquidiócesis de San Luis. Entre otros también destaca el
caso del padre Gerardo Silvestre, acusado de abusar de unos 45 menores
indígenas en el Estado de Oaxaca. Si bien fue arrestado en 2013, en su momento
el obispo José Luis Chávez Botello lo defendió diciendo que los compañeros
sacerdotes que lo denunciaron eran esbirros de la "teología india".
En
un futuro cercano estos casos podrían pasar por el nuevo tribunal vaticano.
Tanto para los mexicanos como para el resto de eventuales acusados de otros
países, quedaría por ver si además de juzgarlos de acuerdo al Derecho canónico
la Iglesia daría el paso de facilitar su entrega a la justicia civil, como le
pidió en 2014 el Comité de Derechos del Niño en una inédita comparecencia del
Vaticano ante la ONU. Para el sociólogo de las religiones Bernardo Barranco la
iniciativa del Papa, para empezar, ha puesto en la mira a una casta eclesial
que en México parecía intocable: "Hasta hace unas semanas nuestros obispos
dormían tranquilos. Hoy no deben de dormir tan bien".
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