12 jul 2015

«Lo esperamos de toda la vida». Francisco con los últimos de Paraguay

«Lo esperamos de toda la vida». Francisco con los últimos de Paraguay
El Papa con las familias del Bañado Norte(©Ansa)
Alegría, conmoción y fe en la visita del Papa Francisco al Bañado Norte, uno de los barrios marginados de Asunción
Vatican Insider, 12 de julio de 2015
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ

“Lo espero de toda la vida”. Hermida estaba emocionado cuando pronunció esas palabras, a sus 85 años no podía creer que iba a ver al Papa en su casa, en el corazón del Bañado Norte, uno de los barrios más pobres de la capital paraguaya. Hablaba con voz tenue, sentada en su silla de ruedas al final de un largo pasillo. Su cara exhibía los surcos de unas arrugas marcadas a fuego, pero su mirada expresaba la alegría de quien está a punto de vivir un momento inolvidable.
Ella fue una de las tantas personas que Francisco saludó hoy en el bañado, que visitó en la última jornada de su visita apostólica a Paraguay. Llegó muy temprano por la mañana y atravesó ese pasillo, donde todas las casas hablaban de una pobreza con dignidad.
En la casa de Carmen, otra habitante del barrio, se detuvo un momento e ingresó a saluda. La conmoción podía sentirse a flor de piel. Después se dirigió a un escenario montado temporalmente, desde el cual saludó a cientos de personas que se encontraban en una plaza de tierra.

 No importó el barro de las callejuelas, ni la precariedad de las casas, muchas de las cuales fueron pintadas para la ocasión. En el bañado sólo imperó la alegría, la emoción por recibir al obispo de Roma. En aquella plaza, junto a una valla y con su hijito en brazos estuvo Miguel Rizaldi, un joven de 21 años que demostraba en su rostro la emoción contenida por vivir aquel momento histórico.
 Llegó hasta ahí desde la víspera, por la noche. Lo acompañó su mujer, también conmovida. “Esta visita es lo más, algo inexplicable, estamos desde las 10 con mi bebé luchando pero vale la pena”, contó al Vatican Insider.
  “Esta gente se lo merece en serio, es una gente luchadora, pasaron por muchas cosas. Yo hace poco que estoy acá, desde que conocí a mi señora pero es algo que se merece desde hace tiempo porque siempre fueron un poco marginados y el Papa, al decidir venir acá, los llenó de ilusión”, agregó.
 Mientras hablaba, un grupo de rock católico animaba con ritmos pegadizos a la multitud y los presentes respondían agitando al viento sus banderas.  
  “Estoy vibrando de alegría, de amor y de fe por supuesto. Ni ellos creen todavía esto, ojalá con esta venida cambie el país porque creo que necesitamos ese cambio, hay mucha gente que no tiene trabajo, que necesita de esa ayuda que le puede dar el Papa. Muchos están hundidos en las drogas, en este barrio hay muchos jóvenes hundidos, ojalá que con esto todo cambie y creo que va a cambiar, porque el Papa es lo más y estoy súper feliz”, siguió Rizaldi.
 En sus brazos, Donovan, de un año, dormía ignorando el ruido ensordecedor de la música. Su padre lo mantenía calmo con besitos en la frente. Por un momento dejó de pensar en sus estudios de informática y los problemas de su trabajo en un estudio contable privado, tampoco reparó en lo difícil que es vivir en el bañado, donde reside desde hace dos años por amor a su mujer.
 Y cuando se le preguntó sus sensaciones por la visita papal, respondió cándidamente: “No se ni qué pensar, no es algo que se puede explicar con palabras, sólo el sentimiento que uno puede tenerle al Papa y es inexplicable. Para esto nos preparamos psicológicamente, porque te juro que ahora que lo vea (al Papa) me voy a poner a llorar, soy un tipo grande pero me voy a poner a llorar, y más mi hijo está compartiendo esto conmigo”, insistió.
 A unos metros, con una pechera blanca, estaba María Ramírez. En la previa rezó con externo fervor el rosario y después se dedicó a su labor, la de “servidora”, como le llaman los organizadores de la visita papal a los voluntarios.
 Vecina del Barrio Jara, a sus 35 años estuvo en la misa que Juan Pablo II celebró en el parque Ñu Guazú (y que también fue usado por Francisco esta vez) y ahora, con 59 años, confesó estar vibrando por ver a otro Papa.
 Y apuntó: “Tengo un taller de costura de ropa y a los clientes les encantó que el Papa haya decidido venir para acá, muchos se hicieron ropa para la venida de Francisco, a todos nos emociona y nos pone la piel de gallina su presencia”. Para ellos todos los discursos quedaron de lado cuando vieron aparecer ante ellos aquel hombre vestido de blanco.

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