«Lo
esperamos de toda la vida». Francisco con los últimos de Paraguay
El
Papa con las familias del Bañado Norte(©Ansa)
Alegría,
conmoción y fe en la visita del Papa Francisco al Bañado Norte, uno de los
barrios marginados de Asunción
ANDRÉS
BELTRAMO ÁLVAREZ
“Lo
espero de toda la vida”. Hermida estaba emocionado cuando pronunció esas
palabras, a sus 85 años no podía creer que iba a ver al Papa en su casa, en el
corazón del Bañado Norte, uno de los barrios más pobres de la capital
paraguaya. Hablaba con voz tenue, sentada en su silla de ruedas al final de un
largo pasillo. Su cara exhibía los surcos de unas arrugas marcadas a fuego,
pero su mirada expresaba la alegría de quien está a punto de vivir un momento
inolvidable.
Ella
fue una de las tantas personas que Francisco saludó hoy en el bañado, que
visitó en la última jornada de su visita apostólica a Paraguay. Llegó muy
temprano por la mañana y atravesó ese pasillo, donde todas las casas hablaban
de una pobreza con dignidad.
En
la casa de Carmen, otra habitante del barrio, se detuvo un momento e ingresó a
saluda. La conmoción podía sentirse a flor de piel. Después se dirigió a un
escenario montado temporalmente, desde el cual saludó a cientos de personas que
se encontraban en una plaza de tierra.
No
importó el barro de las callejuelas, ni la precariedad de las casas, muchas de
las cuales fueron pintadas para la ocasión. En el bañado sólo imperó la
alegría, la emoción por recibir al obispo de Roma. En aquella plaza, junto a
una valla y con su hijito en brazos estuvo Miguel Rizaldi, un joven de 21 años
que demostraba en su rostro la emoción contenida por vivir aquel momento
histórico.
Llegó
hasta ahí desde la víspera, por la noche. Lo acompañó su mujer, también
conmovida. “Esta visita es lo más, algo inexplicable, estamos desde las 10 con
mi bebé luchando pero vale la pena”, contó al Vatican Insider.
“Esta gente se lo merece en serio, es una
gente luchadora, pasaron por muchas cosas. Yo hace poco que estoy acá, desde
que conocí a mi señora pero es algo que se merece desde hace tiempo porque
siempre fueron un poco marginados y el Papa, al decidir venir acá, los llenó de
ilusión”, agregó.
Mientras
hablaba, un grupo de rock católico animaba con ritmos pegadizos a la multitud y
los presentes respondían agitando al viento sus banderas.
“Estoy vibrando de alegría, de amor y de fe
por supuesto. Ni ellos creen todavía esto, ojalá con esta venida cambie el país
porque creo que necesitamos ese cambio, hay mucha gente que no tiene trabajo,
que necesita de esa ayuda que le puede dar el Papa. Muchos están hundidos en
las drogas, en este barrio hay muchos jóvenes hundidos, ojalá que con esto todo
cambie y creo que va a cambiar, porque el Papa es lo más y estoy súper feliz”,
siguió Rizaldi.
En
sus brazos, Donovan, de un año, dormía ignorando el ruido ensordecedor de la
música. Su padre lo mantenía calmo con besitos en la frente. Por un momento
dejó de pensar en sus estudios de informática y los problemas de su trabajo en
un estudio contable privado, tampoco reparó en lo difícil que es vivir en el
bañado, donde reside desde hace dos años por amor a su mujer.
Y
cuando se le preguntó sus sensaciones por la visita papal, respondió
cándidamente: “No se ni qué pensar, no es algo que se puede explicar con
palabras, sólo el sentimiento que uno puede tenerle al Papa y es inexplicable.
Para esto nos preparamos psicológicamente, porque te juro que ahora que lo vea
(al Papa) me voy a poner a llorar, soy un tipo grande pero me voy a poner a
llorar, y más mi hijo está compartiendo esto conmigo”, insistió.
A
unos metros, con una pechera blanca, estaba María Ramírez. En la previa rezó
con externo fervor el rosario y después se dedicó a su labor, la de
“servidora”, como le llaman los organizadores de la visita papal a los
voluntarios.
Vecina
del Barrio Jara, a sus 35 años estuvo en la misa que Juan Pablo II celebró en
el parque Ñu Guazú (y que también fue usado por Francisco esta vez) y ahora,
con 59 años, confesó estar vibrando por ver a otro Papa.
Y
apuntó: “Tengo un taller de costura de ropa y a los clientes les encantó que el
Papa haya decidido venir para acá, muchos se hicieron ropa para la venida de
Francisco, a todos nos emociona y nos pone la piel de gallina su presencia”.
Para ellos todos los discursos quedaron de lado cuando vieron aparecer ante
ellos aquel hombre vestido de blanco.
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