Pese
a que el gobierno federal recibió sin críticas los resultados de la
investigación sobre el caso Iguala realizada por el Grupo Interdisciplinario de
Expertos Independientes, conformado por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, nos dicen que existen importantes desacuerdos con algunas de las
partes del informe, en especial la referente a la calcinación o no de los
cuerpos de los 43 normalistas en un basurero de Cocula. La conclusión a la que
llegó la PGR, desde que estaba bajo las órdenes de Jesús Murillo Karam, es que
los estudiantes fueron calcinados y sus cenizas fueron dispersadas en un río.
Los expertos aseguran que técnicamente es imposible que los hechos hayan
sucedido como dijo el entonces procurador Murillo.
Funcionarios de la PGR aseguran que los peritajes presentados por don Jesús son muy defendibles, y que al someterlos a una revisión de expertos internacionales en materia de fuego podrían ser validados. ¿Murillo salió del gabinete para evitar una confrontación entre un secretario de Estado con los investigadores de la CIDH?
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Funcionarios de la PGR aseguran que los peritajes presentados por don Jesús son muy defendibles, y que al someterlos a una revisión de expertos internacionales en materia de fuego podrían ser validados. ¿Murillo salió del gabinete para evitar una confrontación entre un secretario de Estado con los investigadores de la CIDH?
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AYOTZINAPA, MÁS
ALLÁ DEL CRIMEN/Editorial El Universal
Una
pregunta en apariencia tan simple, ¿qué pasó en Iguala?, a casi un año de
distancia del ataque que dejó 43 normalistas desaparecidos, debería ya tener
respuesta. El hecho de que todavía no exista esa certeza en el más importante
caso criminal de los últimos años, implica dejar también en duda el resto de
las conclusiones gubernamentales en esta y otras investigaciones. Por el bien
de las víctimas y de las instituciones encargadas de explicar lo ocurrido a la
ciudadanía en general, la verdad del 26 de septiembre pasado debe ser pulcra;
tan sólida, que hasta para los más incrédulos sea incontrovertible.
Ayer
fueron dadas a conocer las conclusiones de un estudio de un grupo de expertos
independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El informe desacredita la investigación del
gobierno mexicano sobre la desaparición de 43 estudiantes, cuyo resultado era
que las víctimas habían sido calcinadas en un basurero.
¿Por
qué tomar más en cuenta las declaraciones de estas personas que las de
organizaciones civiles y activistas quienes previamente ya habían cuestionado
la versión oficial? Porque el grupo internacional tuvo acceso a la
investigación oficial e incluso hizo indagatorias propias. Por algo el
presidente Enrique Peña Nieto, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel
Osorio, y la procuradora general, Arely Gómez, declararon ya que tomarán en
cuenta las recomendaciones.
Lo anterior no
significa que lo declarado por el grupo formado por la CIDH sea irrebatible. En
la ciencia también hay discrepancias entre especialistas. Sin embargo, en el
caso de México no ayuda la incredulidad acumulada en la población tras décadas
de impunidad en toda clase de crímenes, incluso aquellos donde el Estado se
compromete a aplicar “todo el peso de la ley”.
Cabe
la posibilidad, desde luego, de que en verdad no existan las evidencias para
tener algo más que declaraciones de detenidos y testigos. Desafortunadamente
para el gobierno federal, la credibilidad de la gente en sus instituciones no
le alcanza para cerrar casos con base en deducciones. Y si no hay certeza ni
siquiera acerca de qué pasó con las víctimas, ¿se puede esperar que familiares
y ciudadanía crean que quienes están siendo enjuiciados por el crimen son de
verdad culpables? Los cabos sueltos son un lujo que la Procuraduría no puede
darse en esta investigación.
México necesita
resolver el caso Ayotzinapa cuanto antes y convencer a los expertos de otros
países, así como a la población en general, de que todo lo que puede hacerse se
hizo.
No sólo para resolver este crimen, sino para probar al mundo que hay luz al
final del túnel de la impunidad mexicana.
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