El
Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Federico Lombardi, señaló
que el llamado del papa Francisco para que las parroquias y comunidades acojan
a las miles de familias migrantes que huyen de la guerra y el hambre, es un
apelo que alcanza a “toda Europa” y no solo a unas realidades aisladas.
El
vocero vaticano dio una declaración ayer domingo, luego del llamado que hizo el
Pontífice en la Plaza de San Pedro al término del rezo del Ángelus.
Ayer,
ante los miles de fieles, Francisco dijo que “en la proximidad del Jubileo de
la Misericordia, dirijo una petición a las parroquias, a las comunidades
religiosas, a los monasterios y a los santuarios de toda Europa para expresar
la concreción del Evangelio y acojan una familia de refugiados”.
Indicó
que se trata de “un gesto concreto como preparación al Año Santo”. “Que cada
parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de Europa
hospede a una familia, comenzando por mi diócesis de Roma”, añadió.
Según
informó Radio Vaticana, el P. Lombardi dijo que el Santo Padre está instando a
las comunidades católicas a tomar la iniciativa de dar la bienvenida a los
refugiados en un momento en el cual la gravedad de su situación representa la
cuestión más urgente que actualmente debe abordar el continente.
El
vocero vaticano destacó que el llamado de Francisco a la solidaridad generosa
responde a cómo nos estamos preparando para el Jubileo de la Misericordia, una
preparación que debe llegar a través de obras concretas de caridad. “Él no está
refiriéndose a preparaciones logísticas u organizacionales”, señaló.
En
ese sentido, explicó que cuando el Papa habla a las parroquias, dirige su
llamado a las comunidades parroquiales, las cuales están incrustadas en
realidades locales, y no solo a los párrocos y sus casas. El P. Lombardi indicó
que las comunidades parroquiales serán capaces de encontrar las mejores formas
de dar la bienvenida.
Cuando
habla a las “comunidades religiosas”, el P. Lombardi señaló que Francisco usa
las mismas palabras fuertes que utilizó cuando visitó el “Centro Astalli”, que
los jesuitas administran en el centro de Roma, y donde habló de los “conventos
vacíos”.
El
10 de septiembre de 2013 el Papa Francisco invitó a las instituciones
religiosas de la Iglesia a convertir los conventos vacíos en centros de acogida
organizados para dar refugio a las personas más necesitadas y devolver al mundo
el sentido de la solidaridad.
"Queridos
religiosos y religiosas, los conventos vacíos no le sirven a la Iglesia para
transformarlos en hoteles y ganar dinero. Los conventos vacíos no son nuestros,
son para la carne de Cristo, que son los refugiados", dijo el Papa.
Finalmente,
el P. Lombardi explicó que las “dos parroquias” a las que el Papa se refirió
dentro del Vaticano, son la parroquia de Santa Anna y la Basílica de San Pedro.
El vocero dijo que son realidades extremadamente diferentes y cada una de ellas
encontrará sus propias maneras de responder al llamado de Francisco.
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El
Papa en el Ángelus: 'Nuestro pecado es crear islas inaccesibles e inhóspitas'
Texto
completo. Francisco explicó este domingo que Dios no está cerrado en sí mismo,
sino que se comunica con la humanidad a través de su Hijo
Como
cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus desde la ventana de su estudio
en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San
Pedro.
Dirigiéndose
a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un
largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:
"Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de hoy relata la curación de un sordomudo por parte de Jesús, un
acontecimiento prodigioso que muestra cómo Jesús restablece la plena
comunicación del hombre con Dios y con los demás hombres. El milagro está
ambientado en la zona de la Decápolis, es decir, en pleno territorio pagano;
por lo tanto, aquel sordomudo que es llevado ante Jesús se transforma en el
símbolo del no creyente que cumple un camino hacia la fe. En efecto, su sordera
expresa la incapacidad de escuchar y de comprender no solo las palabras de los
hombres, sino también la Palabra de Dios. Y san Pablo nos recuerda que “la fe
nace de la escucha de la predicación”.
La
primera cosa que Jesús hace es llevar a aquel hombre lejos de la multitud: no
quiere dar publicidad al gesto que va a realizar, pero no quiere tampoco que su
palabra sea cubierta por el estruendo de las voces y las habladurías del
entorno. La Palabra de Dios que Cristo nos transmite necesita de silencio para
ser acogida como Palabra que sana, que reconcilia y restablece la comunicación.
Se
evidencian después dos gestos de Jesús. Él toca las orejas y la lengua del
sordomudo. Para restablecer la relación con aquel hombre “bloqueado” en la
comunicación, busca primero restablecer el contacto. Pero el milagro es un don
que viene de lo alto, que Jesús implora al Padre; por eso, levanta los ojos al
cielo y ordena: '¡Ábrete!' Y las orejas del sordo se abren, se desata el nudo
de su lengua y comienza a hablar correctamente.
La
enseñanza que sacamos de este episodio es que Dios no está cerrado en sí mismo,
sino que se abre y se pone en comunicación con la humanidad. En su inmensa
misericordia, supera el abismo de la infinita diferencia entre Él y nosotros, y
sale a nuestro encuentro. Para realizar esta comunicación con el hombre, Dios
se hace hombre: no le basta hablarnos a través de la ley y los profetas, sino
que se hace presente en la persona de su Hijo, la Palabra hecha carne. Jesús es
el gran “constructor de puentes” que construye en sí mismo el gran puente de la
comunión plena con el Padre.
Pero
este Evangelio nos habla también de nosotros: a menudo nosotros estamos
replegados y encerrados en nosotros mismos, y creamos muchas islas inaccesibles
e inhóspitas. Incluso las relaciones humanas más elementales a veces crean
realidades incapaces de apertura recíproca: la pareja cerrada, la familia
cerrada, el grupo cerrado, la parroquia cerrada, la patria cerrada. Y esto no
es de Dios. Esto es nuestro. Es nuestro pecado.
Sin
embargo, en el origen de nuestra vida cristiana, en el Bautismo, están
precisamente aquel gesto y aquella palabra de Jesús: '¡Effetá! - ¡Ábrete!'. Y
el milagro se ha cumplido: hemos sido curados de la sordera del egoísmo y del
mutismo de la cerrazón, y del pecado, y hemos sido insertados en la gran
familia de la Iglesia; podemos escuchar a Dios que nos habla y comunicar su
Palabra a cuantos no la han escuchado nunca, o a quien la ha olvidado y sepultado
bajo las espinas de las preocupaciones y de los engaños del mundo.
Pidamos
a la Virgen Santa, mujer de la escucha y del testimonio alegre, que nos
sostenga en el compromiso de profesar nuestra fe y de comunicar las maravillas
del Señor a los que encontramos en nuestro camino".
Al
término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:
Angelus
Domini nuntiavit Mariae...
Al
concluir la plegaria, el Pontífice se refirió a la crisis de los refugiados en
Europa:
"Queridos
hermanos y hermanas, la
Misericordia de Dios viene reconocida a través de nuestras obras, como nos ha
testimoniado la vida de la beata Madre Teresa de Calcuta, de la que ayer se ha
conmemorado el aniversario de su muerte.
Ante
la tragedia de decenas de miles de refugiados que huyen de la muerte por la
guerra y el hambre, y que han emprendido una marcha movidos por la esperanza
vital, el Evangelio nos llama a ser “próximos” a los más pequeños y
abandonados. A darles una esperanza concreta. No vale decir solo: '¡Ánimo, paciencia!...'
La esperanza cristiana es combativa, con la tenacidad de quien va hacia una
meta segura.
Por
tanto, ante la proximidad del Jubileo de la Misericordia, hago un llamamiento a
las parroquias, a las comunidades religiosas, a los monasterios y a los
santuarios de toda Europa para que expresen la concreción del Evangelio y
acojan a una familia de refugiados. Un gesto concreto en preparación al Año
Santo de la Misericordia.
Que
cada parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de
Europa acoja a una familia, comenzando por mi diócesis de Roma.
Me
dirijo a mis hermanos los Obispos de Europa, verdaderos pastores, para que en
sus diócesis apoyen mi llamamiento, recordando que Misericordia es el segundo
nombre del Amor: 'Todo lo que hayáis hecho en favor del más pequeño de mis
hermanos, a mí me lo habéis hecho'.
También
las dos parroquias del Vaticano acogerán en los próximos días a dos familias de
refugiados".
El
Papa prosiguió su discurso recordando los problemas fronterizos entre Venezuela
y Colombia:
"Ahora
diré unas palabras en español sobre la situación entre Venezuela y Colombia.
En
estos días, los Obispos de Venezuela y Colombia se han reunido para examinar
juntos la dolorosa situación que se ha creado en la frontera entre ambos
Países. Veo en este encuentro un claro signo de esperanza. Invito a todos, en
particular a los amados pueblos venezolano y colombiano, a rezar para que, con
un espíritu de solidaridad y fraternidad, se puedan superar las actuales
dificultades".
Francisco
también recordó la beatificación en Gerona de tres religiosas mártires:
"Ayer
en Gerona, en España, han sido proclamadas beatas Fidela Oller, Josefa Monrabal
y Facunda Margenat, hermanas del Instituto de Religiosas de San José de Gerona,
asesinadas por su fidelidad a Cristo y a la Iglesia. A pesar de las amenazas y
las intimidaciones, estas mujeres permanecieron valientemente en su lugar para
asistir a los enfermos, confiando en Dios. Su heroico testimonio, hasta la
efusión de la sangre, conceda fortaleza y esperanza a cuantos hoy son
perseguidos por su fe cristiana. Y sabemos que son muchos".
Sobre
la XI edición de los Juegos Africanos, el Pontífice dijo:
"Hace
dos días se han inaugurado en Brazaville, capital de la República del Congo,
los undécimos Juegos Africanos, en los que participan miles de atletas de todo
el continente. Deseo que esta gran fiesta del deporte contribuya a la paz, a la
fraternidad y al desarrollo de todos los países de África. Saludo, saludemos a
los africanos que están haciendo estos undécimos Juegos".
A
continuación llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el
Santo Padre:
"Saludo
cordialmente a todos ustedes, queridos peregrinos que han venido de Italia y de
varios países; en particular, al coro "Harmonia Nova" de Molvena, a
las Hijas de la Cruz, a los fieles de San Martino Buon Albergo y Caldogno, y a
los jóvenes de la diócesis de Ivrea, que han llegado a Roma a pie por la Vía
Francígena".
Como
de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención diciendo:
"A
todos les deseo un buen domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí.
¡Buen almuerzo y hasta pronto!"
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