AMLO, ni juarista ni de izquierda.- Silva-Herzog
Roberto Zamarripa entrevista a Silva Herzog
Reforma, Cd. de México (29 septiembre 2021).- "Hombre de instinto, terco, perceptivo, audaz, misteriosamente elocuente donde arraiga la intensidad y el temor que provoca. El político más raro y talentoso que se ha conocido". Así define el ensayista Jesús Silva-Herzog al Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Una pieza de "La casa de la contradicción", su reciente libro apenas en circulación. Adelante apunta que López Obrador es "un cirujano con machete que desprecia instrumentos de la acción política".
En entrevista con REFORMA, el analista explica una de sus tesis centrales del libro: lo que hace López Obrador en el gobierno no es erosión es demolición. Dinamita.
Desde Washington, en comunicación por zoom, Silva-Herzog define:
"En la concepción democrática de López Obrador hay esta idea de que existe un pueblo que tiene una dirección, que tiene un origen que encarna en un líder político y que es él mismo. Todo lo que hay de confrontación de ese proyecto, de duda de ese proyecto, no solamente es detestable sino que está podrido. Es una convicción profundamente antidemocrática que hay en López Obrador.
"Lo estamos viendo hoy con gran dramatismo cuando viene esta furia en contra de todos los actores independientes, críticos, autónomos, dentro de la sociedad mexicana que tienen una visión distinta del país.
"Lo vemos en estos días con este embate a la comunidad científica, a estos académicos que tienen una visión distinta de la visión hiperideologizada de la ciencia del régimen. No es que en este momento estén sufriendo recortes presupuestales. No es que estén escuchando el hostigamiento de sus conferencias diarias, sino que están siendo acusados de ser parte de un grupo de delincuencia organizada y de estar recluidos en los penales de máxima seguridad en el País.
"Esto no es solamente una desviación democrática; es un atentado político a estos principios donde debe haber distintas fuentes de reflexión, independientes, en una sociedad plural como la mexicana".
El populismo como síndrome de una democracia inepta, dices en el libro. ¿No ves en el régimen del Presidente López Obrador ningún rasgo democrático? Hay elecciones competidas, alta participación, crítica abierta...
México vive en un régimen democrático amenazado; no es una dictadura. No se ha establecido un régimen dictatorial. Apuntas un elemento que me gustaría subrayar: la llegada del populismo lopezobradorista debe explicarse y debemos empezar la crítica del lopezobradorismo con su precuela, con el régimen que se ha dado en llamar el régimen de la transición que fue terriblemente frustrante, que no produjo los resultados que ofreció. Que generó enormes niveles de corrupción, que ensangrentó el país, que no le ha dado respuestas a la gente. Eso fue lo que alentó el ascenso de López Obrador. En términos generales, el régimen es un régimen democrático bajo amenaza.
Y en efecto, podemos estar hablando, haciendo críticas al régimen actual. Tenemos prensa que tiene espacios para la crítica; en tres años habrá elecciones para renovar la Presidencia de la República.
Hay que registrar que sí hay elementos profundamente corrosivos en términos institucionales, en términos discursivos, que hay que denunciar. No puede haber un régimen democrático si no hay contrapesos sólidos y saludables, si no hay respeto a la discrepancia. Y respeto no significa simplemente que se le permita a otros opinar, sino que debe haber dentro de los centros del poder la capacidad de advertir que a lo mejor el otro puede tener algo de razón, puede tener algún valor defendible, algún interés legítimo.
Venimos de un neoliberalismo rapaz, con poderes fácticos que intentaron apropiarse del Estado, y pasamos a un populismo que empieza a ser dinamitado en sus instituciones, según defines. ¿Estamos en una democracia sin Estado?
Es la gran carencia del proceso democrático mexicano en los últimos lustros. Es precisamente eso que identificas: el hecho de que no hemos construido históricamente una plataforma de Estado; no hemos construido una plataforma en donde existan reglas que se apliquen inequívocamente para todos. En ese sentido, las reglas de convivencia se están negociando todo el tiempo. Donde quienes tienen el poder político y tienen el poder económico, tienen la capacidad de vivir en un país distinto al del resto de los mexicanos.
Este es un principio que debemos seguir identificando como un principio oligárquico de la política mexicana, que denunció con gran certeza y con tino innegable el populismo. El populismo las denuncia, aunque no me parece que tenga una receta adecuada para resolver, más allá de la dimensión simbólica, esas inequidades que nos han marcado históricamente.
López Obrador lo ha hecho brillantemente. Ha conformado una idea de pueblo mexicano, de un nosotros en movimiento que no tiene contraparte, que no tiene respuesta en ningún otro referente simbólico e ideológico en la política de nuestro País.
A lo mejor no hemos llegado a donde queríamos llegar, pero esa persona que nos habla todos los días con un idioma que entendemos y, además, es uno de los nuestros en la medida que siga teniendo esa conexión, el Presidente López Obrador es, en este escenario, imbatible. Es imbatible porque no hay nada en el otro campo; no hay alternativa opositora que pueda desafiar ese mensaje simbólico, ese mensaje ideológico que sigue siendo eficaz a la mitad de su trayecto presidencial.
Desaparece al contrario...
Más que desaparecerlo lo instrumentaliza con gran eficacia. El adversario es lo que López Obrador quiere que sea. Quizás desde la crítica tenemos enorme responsabilidad porque hemos convertido toda nuestra conversación alrededor de él, de lo que él nos dice todas las mañanas. Nos manda una pelotita a la derecha y vamos todos corriendo por esa pelotita, cuando deberíamos plantear una conversación distinta, sobre asuntos diferentes que él trata de fijarnos todas las mañanas desde Palacio Nacional.
Eres muy severo en el libro: "No es juarista ni maderista ni cardenista ni liberal ni de izquierda. Encabeza un proyecto de restauración autoritaria, militarista y mocha".
Con la constante invocación del discurso religioso, con su constante referencia a un libro que él considera sagrado que está por encima del libro cívico normativo que es nuestra Constitución; con su coqueteo constante a los líderes religiosos, no puede considerarse un juarista. Un hombre que no tiene una noción de Estado, como tenía Benito Juárez, no puede considerarse juarista, así sea invocado todas las mañanas desde Palacio Nacional. No puede decirse maderista quien ha concedido tantos espacios al poder militar.
Cómo puede decirse maderista un hombre que ataca al Instituto Nacional Electoral. No es un político de la vertiente cardenista de la Revolución Mexicana porque Lázaro Cárdenas fue un gran constructor de interlocutores. Fue un arquitecto, un ingeniero, de estos vehículos, no particularmente liberales, pero que eran vehículos de negociación con la pluralidad mexicana, con los distintos sectores a los que debería escuchar el nuevo régimen.
Lo que veo en el gobierno lopezobradorista es exactamente lo contrario. Es la pulverización de estos interlocutores para convertir al Presidente de la República en la persona que firma esos cheques que llegan directamente a estos átomos dispersos que están en el territorio nacional y que han de carecer de representantes. Eso es anticardenista.
¿Será que en los militares encontró a la única Secretaría de Estado que le obedece ante las ineptitudes en otras dependencias?
Es posible que esa sea su propia legitimación. Así lo defienden sus promotores. Pero tiene que ver con la manera que ha conformado a la Administración Pública. A las personas que ha invitado a conformar su gabinete. Al ataque que ha hecho del servicio público que considera que era un nido de corrupción. Si puede tener mayor eficacia es porque ha torpedeado la eficacia de otras instituciones de la República.
Tiene también ese principio muy preocupante de que ese espacio militar es el espacio de la lealtad absoluta , no de la deliberación, no de la discusión, en donde las órdenes del superior se acatan de manera directa sin ningún cuestionamiento. Además de que es el espacio de mayor opacidad del poder público. Esos dos elementos son importantísimos para la conducción política del Presidente López Obrador: lealtad ciega, opacidad absoluta.
¿La demolición tiene reparación?
No hay fatalidad en la política; la fatalidad no se escribe en la política obligándonos a un resultado catastrófico. De lo que hablo es de una gran amenaza. Tiene que ver con dinamitar las instituciones del pluralismo; tiene que ver con corroer las bases del diálogo público, y con el hecho de las responsabilidades en otras plazas que no hay voces alternativas y críticas que asuman su responsabilidad, por ejemplo en el Congreso.
A mi juicio, lo más importante es que despierten las oposiciones, que despierten los contrapesos. Hemos visto señales que no son del todo catastróficas; señales en ámbitos del Poder Judicial que permiten decir que aquí hay ciertos retenes de legalidad.
Frente a las arbitrariedades que vienen desde la ideología del régimen, también tenemos una sociedad pluralista que, en términos regionales, debe reasumir su policromía y sus centros de identidad ante esta aplanadora que hemos visto en los últimos años.
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