El Presidente Calderón en la Reunión Hemisférica de Alto Nivel contra la delincuencia organizada transnacional. (Cancillería) Ciudad de México, 1 de marzo del 2012
Muy buenos días.
Señor Embajador Adam Blackwell, Secretario de Seguridad Multidimensional de la Organización de Estados Americanos.
Estimado doctor Antonio Luigi Mazzitelli, Representante Regional para México, Centroamérica y el Caribe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
Embajador Néstor Méndez, Presidente de la Comisión de Seguridad Hemisférica de la Organización de Estados Americanos.
Estimados colaboradores, Secretarios, Procuradora General de la República.
Señoras y señores Embajadores y miembros del Cuerpo Diplomático acreditado en México.
Muchísimas gracias por estar esta mañana en este importante foro.
Señoras y señores Procuradores y Ministros de Justicia de la región.
Muy distinguidos representantes de organismos internacionales.
Distinguidos invitados especiales.
Muy estimados colaboradores.
Señoras y señores:
Me es muy satisfactorio estar aquí con ustedes en esta Reunión Hemisférica de Alto Nivel contra la Delincuencia Organizada Transnacional.
Saludo a todos los Fiscales, a todos los Ministros de Justicia del Continente, que hoy nos acompañan. A los Funcionarios de la Organización de los Estados Americanos. A la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
A los señores Embajadores, a todos los invitados de organismos y mecanismos de cooperación internacionales. Todos ustedes sean muy bienvenidos a México.
A lo largo de nuestra historia como naciones independientes, los países de América hemos enfrentado enormes desafíos, y hemos trabajado, también, intensamente para superarlos.
Hemos luchado por forjarnos regímenes democráticos e instituciones que cumplan con el deber elemental de cualquier institución del Estado, que es garantizar la justicia y la seguridad para los ciudadanos, el respeto a sus derechos elementales.
Hoy, el mundo entero y, particularmente, nuestro Continente Americano, enfrenta el reto enorme que representa el crimen organizado transnacional.
Qué entendemos por ello.
Déjenme esbozar, si no una definición, un concepto que hemos venido moldeando, a través de nuestra experiencia en el combate al crimen organizado en nuestro país.
El crimen organizado, la delincuencia organizada es el o los grupos delincuenciales que, a través de la violencia o la amenaza, buscan apoderarse de las rentas lícitas o ilícitas, de una comunidad o de una región.
Es decir, se trata de grupos que, a través de un elemento esencial, que es el control territorial, el control de una región, de una ciudad, de un poblado, de un estado, buscan, precisamente, a través de medios obviamente ilícitos y violentos, a través de la violencia misma, o la amenaza de violencia, apoderarse de las rentas, es decir, de las ganancias, primero las ilícitas y, luego, las lícitas de una comunidad.
Cómo se da este proceso que hoy está viviendo nuestra región, y que se ha acelerado en la última década y media, el crimen organizado va desplegando una estrategia territorial de control, es decir, va mostrando y marcando su presencia en territorios crecientes en la medida en que se le permite avanzar territorialmente.
Llega a un lugar, se asienta. Y, a través de la intimidación o la cooptación, lo que llamamos a través de la ley de plata o plomo, se apodera de la autoridad de ese lugar. Es decir, toma el control de la vida comunitaria, sustituyendo, reemplazando y, por desgracia, en el peor de los casos, utilizando a la propia autoridad legalmente constituida.
Una vez que logra eso, hace lo que cualquier grupo criminal organizado ha hecho en el último siglo, cualquier mafia. Lo mismo en Italia, lo mismo en Chicago, lo mismo en Miami de los 80, lo mismo en Somalia ahora mismo, en muchísimas partes, que es tomar el control de esas vidas y empezar a asumirse como el dueño de la plaza, el jefe de la plaza, el jefe de la ciudad.
Una vez asumido como jefe de plaza un criminal o un grupo de criminales, comienza a establecer su propia regla de criminalidad sobre otros grupos delincuenciales; es decir, comienza a cobrar renta a otros criminales para permitirles hacer sus actividades delictivas en ese lugar, al que roba automóviles, se le cobra cuota; al que vende alcohol adulterado, se le cobra cuota; al que es tratante de personas, se le cobra cuota para seguir operando ahí.
Pero luego, más allá de esta falacia, a mi juicio, o por lo menos esta presunción de que existen ciertos códigos entre los criminales. La verdad, es que más pronto que tarde, los criminales pasan del control de las rentas ilícitas al control de las rentas lícitas.
Y en consecuencia, comienzan a extorsionar ya no sólo a quien tiene un centro nocturno ilegal con trata de personas, sino a quien tiene un establecimiento legal y a plena luz del día. No sólo al que opera una gasolinera que vende gasolina robada, en nuestro caso a PEMEX, sino al de la gasolinera de enfrente, que vende gasolina totalmente lícita.
Y de esta manera, el crimen organizado absorbe las rentas y, de hecho, sustituye al Estado. Yo tengo una metáfora. Si de acuerdo con los libros o las teorías que todavía alcancé a aprender en la escuela de Derecho. Lo que define al Estado son algunos elementos esenciales, por ejemplo, el monopolio de la fuerza pública, llega un momento en que los criminales son quienes tienen el monopolio de la fuerza en ese lugar.
Si lo que define al Estado es el monopolio de la recolección de impuestos, son los criminales los que, verdaderamente, recolectan impuestos en un lugar. Si lo que define al Estado es el diseño e imposición de una sola ley, son los criminales los que van poco a poco imponiendo sus leyes.
Por eso, si una región o una comunidad permite que prevalezca ahí el crimen organizado, casi por definición, la autoridad legítima en ese lugar o región le ha cedido el lugar o probablemente ha desaparecido.
De ese tamaño es el fenómeno que hoy se discute, y de ese tamaño es el riesgo, dado que el crimen organizado representa el mayor desafío al Estado, creo que en este momento en el mundo y, en particular, en nuestro adolorido Continente Americano.
La criminalidad y la violencia constituyen la principal amenaza para los regímenes democráticos que hemos construido en nuestra región continental, con un gran esfuerzo y con un enorme sacrificio.
Y, por esa razón, todos los países debemos hacer un frente común para poner un alto a ese enemigo que no reconoce fronteras, perseverar en la lucha para combatir a los criminales con todo el peso de la ley, no sólo porque así lo exigen los ciudadanos, no sólo porque así lo mandatan nuestras constituciones, sino porque, también, es la única manera de superar este flagelo, con todos los costos que implica.
Estoy convencido, y me parece una verdad tautológica, que los ciudadanos merecen vivir libres de violencia y en paz, y eso significa vivir libres de los criminales y la delincuencia organizada. Merecen vivir fuera de la impunidad criminal y convivir en la tranquilidad que sólo la justicia y el derecho establecido y cumplido por el Estado pueden dar.
En México estamos enfrentando este enorme desafío con determinación, a través de una estrategia que tiene, básicamente, tres componentes principales o que resumiría sus líneas en tres componentes principales, a los cuales me quiero referir muy brevemente.
Primero. Estamos enfrentando y sometiendo a los criminales. Y lo estamos haciendo con las herramientas que nos da la democracia, dentro de la ley, con apego al respeto a los derechos humanos.
En ningún punto del país se ha, por ejemplo, cancelado o suspendido, en ningún momento, las garantías individuales o se ha establecido, en lo absoluto, un estado de excepción.
Hemos combatido a la criminalidad con las reglas de la democracia y en el marco de un Estado de Derecho.
Y para darnos una idea de la magnitud del esfuerzo que ha hecho México, voy a dar algunos datos. Por lo pronto, dos.
Uno. En 2009, la Procuraduría General de la República publicó una lista de los 37 criminales más buscados y más peligrosos de todo el país.
Dos años y medio después, de esos 37, 22 han sido capturados; capturados la gran mayoría de ellos, algunos han fallecido resistiéndose a la operación de arresto, pero, con lo cual, hemos ya avanzado en más de la mitad de los objetivos que nos habíamos planteado para combatir a los criminales.
El segundo dato, por ejemplo, es el tamaño de, por un lado, de la estructura económica y de la capacidad operativa, pero, también, del daño que se le ha infringido a esa estructura operativa. Y entre muchos, sólo tomo un dato. En cinco años de mi Administración hemos decomisado 562 aeronaves en nuestro país.
Es decir, un esfuerzo importante que ha debilitado y vulnerado fundamentalmente las estructuras criminales. Sin duda, al enfrentar de manera decidida la amenaza del crimen organizado transnacional, México está haciendo la parte que le corresponde para fortalecer la seguridad de este hemisferio.
Segundo. Estamos fortaleciendo a nuestras instituciones de seguridad y de justicia. Este punto de la estrategia, aunque no es tan visible como el primero, es mucho más importante que el primero.
Es decir, más que combatir a los criminales, la parte fundamental, la que construye futuro institucional, es fortalecer las instituciones de seguridad y justicia. Las agencias encargadas del cumplimiento de la ley, sin las cuales no puede haber Estado de Derecho.
Y para ello, hemos tomado varias acciones. Por ejemplo, déjenme platicarles en el ámbito Federal. Estamos reconstruyendo la Policía Federal. Cuando llegué a la Oficina de la Presidencia había, más o menos, seis mil policías a nivel Federal, Federales preventivos, la gran mayoría eran, fundamentalmente, Policías de Caminos; es decir, no estaban habilitados o preparados, o capacitados para hacer las tareas de combate a la criminalidad plena.
Y ahora tenemos 36 mil elementos, la gran mayoría elementos muy jóvenes. Una buena parte de ellos elementos graduados, casi 10 mil de ellos jóvenes graduados de universidades, que no están en una patrulla, en una esquina, sino están haciendo labores de colección de datos, de información y de inteligencia, que nos ha permitido superar extraordinariamente las capacidades que teníamos y, claramente, superar las capacidades de inteligencia y operación de la criminalidad.
Y lo mismo hemos hecho este esfuerzo de escalamiento de capacidades de inteligencia en las Fuerzas Armadas, y lo estamos ahora haciendo en la Procuraduría General de la República.
Se trata, en este caso, por ejemplo, de la policía civil, de una nueva generación de policías profesionales, honestos, comprometidos, que cuentan con la tecnología más avanzada del mundo.
Nos propusimos crear, por ejemplo, la Plataforma México, una gran base de datos que pudiera reunir, por ejemplo, huellas dactilares, placas de automóviles, partes de policía, fotografías de policías, ex policías, reclusos, modus operandi, reportes de tránsito. En fin.
Hoy, la Plataforma México, a pocos años de haber sido creada, tiene ya más de 500 millones de datos, con lo cual nos ha permitido operar, por ejemplo, y nos está dando una capacidad de escalamiento en la investigación criminal.
Por ejemplo, los causantes de este brutal, absurdo, estúpido, atentado contra el Casino Royale, en Monterrey, fueron, precisamente, capturados, en su mayoría, precisamente, a través de datos que estaban en Plataforma México.
Y, por otra parte, este proceso de fortalecimiento institucional lo estamos siguiendo, a través de lo más importante, que es el elemento de confianza de los agentes de cumplimiento del orden público.
A nivel Federal, además del proceso constante que llevan las Fuerzas Armadas de depuración y Control de Confianza entre sus elementos, particularmente, entre sus mandos, a nivel Federal ya está casi el 90 por ciento de los integrantes, tanto de Policía Federal como de la Procuraduría, han pasado por exámenes de control de confianza.
Y a nivel de las entidades federativas donde, ciertamente, no es nuestra jurisdicción, sino jurisdicción de los gobernadores, más del 50 por ciento de los mandos han pasado por control de confianza. Y va avanzándose más lento a nivel operativo, donde está el 20 por ciento, 21 por ciento, de los elementos operativos han pasado por Control de Confianza.
Y tercero. El componente más importante, todavía más importante que el de fortalecimiento institucional y, obviamente, más importante que el del combate a los criminales, aunque otra vez mucho menos espectacular que los anteriores, es la reconstrucción del tejido social.
Nuestras sociedades en América, particularmente en América Latina son, por fortuna, sociedades muy jóvenes. En México, la mitad de los mexicanos tienen 26 años o menos, con lo cual nos da un potencial social y económico y extraordinario; un bono demográfico que verdaderamente encierra la posibilidad de nuestro desarrollo.
Sin embargo, también, lleva implícito el riesgo de que las estructuras estatales, los gobiernos, a lo largo ya de mucho tiempo, han sido incapaces de ir proveyendo las oportunidades que los jóvenes necesitan; oportunidades de educación, oportunidades de esparcimiento, oportunidades de trabajo, oportunidades de desarrollo.
Y también, por fenómenos asociados, no sólo a migración externa, sino fundamentalmente migración externa, recomposición de la sociedades, cambios en el núcleo familiar, etcétera.
También, hemos ido viviendo un proceso de transformación en nuestras sociedades, con una transformación en los valores, por ejemplo, o una pérdida de centralidad de algunos valores elementales.
Qué hay que hacer en materia de reconstrucción social.
Necesitamos forzosamente, por una parte, proveer de manera acelerada de oportunidades a esos jóvenes y adolescentes y, por la otra, reconstruir, también, de manera decidida los valores sin los cuales una sociedad no puede ser, no puede repeler por su propia naturaleza a la criminalidad.
Valores de respeto a la vida, de respeto a sí mismo, de respeto a los demás, de respeto al trabajo como único medio de salir adelante, de respeto a la legalidad, etcétera.
Qué es lo que estamos haciendo para reconstruir el tejido social en materia de oportunidades.
Por una parte, hemos trabajado muy fuertemente para darles, oportunidades educativas a los jóvenes. En estos cinco años, hemos construido desde cero, greenfield, como se dice en otros países; en otros idiomas, 105 universidades nuevas, universidades, tecnológicos superiores. En fin.
Y hemos, estamos llegando a la cifra de mil nuevos bachilleratos. Y, aparte de ello, estamos ya este año, si en el año 2000 había dos millones de becas para jóvenes o niños mexicanos, un apoyo económico para que sigan estudiando, este año llegaremos a ocho millones de becas.
Eso quiere decir que más de la mitad de los jóvenes en los bachilleratos públicos tienen una beca del Gobierno Federal.
Qué ha generado esto.
Ha generado, entre otras externalidades positivas, aparte de darle oportunidades a muchos jóvenes, ha generado, por ejemplo, que hoy se estén graduando en México más de 110 mil ingenieros cada año; es decir, más ingenieros ahora en México cada año, que en Alemania o que en Inglaterra, o que en Canadá, más del doble que Brasil, por ejemplo, aunque tiene el doble de nuestra población. Y, si medimos ingenieros por cada 100 mil habitantes, es casi el doble de ingenieros que los que se gradúan en los propios Estados Unidos.
Eso nos está dando un potencial, además, enorme en materia económica y científica.
En materia económica, por ejemplo, que ha hecho que México avance ahora a ser el quinto exportador más importante del mundo en automotriz.
En materia científica, que hoy ingenieros mexicanos estén diseñando, por ejemplo, la turbina de General Electric, del Airbus 380, el avión más grande del mundo.
O un reportaje muy interesante que vi ayer, por cierto, que hay 30 ingenieros mexicanos trabajando en el Centro de Investigación Nuclear más avanzado del mundo a, no sé, 70 metros bajo tierra entre la frontera de Suiza y de Francia. En fin.
Ese es un ejemplo de cómo estamos tratando de proveer oportunidades. Por supuesto, que esto no es suficiente y tenemos que ampliar aún más ese esfuerzo.
Lo hemos hecho en materia de salud, estamos alcanzando ya la cobertura universal de salud.
En el año 2000, sólo 45 millones de mexicanos tenían garantizado un seguro médico de alguna forma de cobertura. Hoy, ya son 106 millones de mexicanos, con lo cual estamos alcanzando cobertura universal de salud: médico, medicinas, tratamiento y hospital para quien lo necesite, incluyendo, por ejemplo, en algunas enfermedades más complejas, como cáncer, tratamiento y medicinas, gratuito hasta los 18 años. O en el VIH/SIDA, por ejemplo, que es medicinas gratuitas y tratamiento en México para cualquier paciente. En fin. Estos son los componentes de la estrategia.
Ahora, yo quisiera referirme a esta amenaza a las instituciones, que es el crimen organizado, y qué hacer frente a él, porque ningún país puede hacer frente solo a este problema, no puede con acciones individuales combatir y menos terminar con una amenaza que es organizada y transnacional.
Qué necesitamos.
En particular, creo que debemos poner atención a diversos temas. El primer tema, obviamente, es el tráfico y el consumo de drogas. Para mí, es importante subrayar que nosotros entendemos claramente que no es lo mismo narcotráfico, que crimen organizado. Obviamente, están vinculados.
De hecho, la expansión territorial de los criminales se da en gran parte en razón de la droga; es decir, mientras América Latina fue un exportador neto de droga hacia Estados Unidos, la logística de los criminales, era una logística de exportación y transporte, y se concentraba en fronteras y en rutas.
En la medida en que nuestros países en América Latina comienzan a tener un ingreso per cápita mayor, merced al desarrollo y al crecimiento que, afortunadamente, estamos teniendo, también comenzamos poco a poco a volvernos, en parte, consumidores.
Y aunque es mínima la proporción del consumo en nuestros países respecto del consumo en Estados Unidos, el hecho es que eso ha dado lugar a una estrategia de expansión de la droga a través del narcomenudeo; es decir, estamos pasando del narcotráfico, al narcotráfico, más narcomenudeo.
Y eso qué implica.
Una lógica totalmente distinta. Por ejemplo, el narcotraficante busca controlar una ruta y una aduana, y sobornar a un agente aduanal en el país de importación; es decir, en el propio Estados Unidos.
El narcomenudista, en cambio, lo que busca no es una ruta, sino busca un territorio para vender, cosa que hace cualquier minorista en el mundo, lo mismo venda lavadoras, que chicles, o que refrescos de cola, o que cerveza. Necesita puntos de venta y controlar esos puntos de venta territorialmente.
Por eso, hemos sufrido en la década y media una expansión territorial de estos grupos, los cárteles sobre todo.
Y en esa expansión territorial, por cierto, si antes las rutas no se cruzaban, claramente, en México había una ruta en El Golfo y otra en el Pacífico, en la búsqueda de control territorial hay un cambio hasta de geometría analítica, si me permiten, hay una dimensión más. Pasamos de la línea a la superficie; y esa expansión territorial es lo que provoca el choque de los grupos, y en el choque de los grupos está la violencia de los grupos.
Una violencia despiadada, porque cada grupo quiere un comportamiento monopólico en su región. Y la manera de sostener el monopolio es, precisamente, chocando contra otro grupo de manera violenta.
Cuando vemos las competencias que hay, aun en los mercados legales. Por ejemplo, cuando había botellas de leche, que se dejaban frascos de cristal en las casas; si un distribuidor veía botellas de su competencia en una casa, las tomaba y las destruía. Y llegaba a esa casa.
O lo mismo ocurre en las empresas de gas butano, como conocen en otras partes. Si llega un distribuidor, y encuentra el cilindro de la competencia, va, lo toma, y se lo lleva, y lo destruye.
O si es una empresa refresquera o cervecera. Llega a una tienda y les dice: Yo te regalo el refrigerador, pero aquí sólo vendes mi cerveza. Y llega la otra y dice: Yo te pongo el estadio, pero aquí sólo vendes la mía. Y así. Imaginen ustedes con armas y con poder.
Eso es un poco, quizá, metáforas inadecuadas, pero pueden ser ilustrativas, lo que yo observo de este cambio del modelo del negocio.
Ahora, qué es lo que hay que hacer en este tema del tráfico y el consumo de drogas.
No es, no es sinónimo de crimen organizado. Cuando el crimen organizado ya está en un lugar, entonces, controla todo, insisto, todas las rentas, las ilícitas, las que nos preocupan, además, por su bestialidad.
El tráfico de personas. El reclutamiento de estas jovencitas de 13, 14 años para prostituirlas. El tráfico de migrantes. Y si el migrante no paga, se le asesina. El tráfico de mercancías ilícitas, etcétera, etcétera, etcétera.
Esa es, precisamente, la dimensión del crimen organizado. Y, obviamente, la amenaza sobre el ciudadano de trabajo, la extorsión, el secuestro.
Me asombraba este dato, que dos terceras partes del secuestro en el mundo son nuestra región. Creo que este debilitamiento de la autoridad que también provoca el crimen organizado da pie a este comportamiento.
Entonces. Las drogas no son sinónimo del crimen organizado, el narcotráfico no es sinónimo del crimen organizado, pero sí hay un punto poderoso, explica el narcotráfico gran parte de la expansión de los criminales, primero.
Y segundo. Más allá de los negocios distintos a las drogas, el narcotráfico, por supuesto mucho más que el narcomenudeo mismo, es la renta número uno del crimen organizado; es decir, el suministro de dinero y de recursos a los criminales proviene, en nuestra región al menos, fundamentalmente del narcotráfico todavía hacia la economía más consumidora del mundo que es Estados Unidos.
Un mercado que se puede calcular, según distintas metodologías, que puede ir desde los 20 mil millones de dólares hasta los 60 mil millones de dólares, según el caso, tan sólo hablando de las repercusiones en nuestro México.
Los cambios que hemos hecho en lavado de dinero, por ejemplo, nos han permitido reducir el dinero que fluía de nuestros bancos hacia Estados Unidos en dólares, por ejemplo, y que no tenían una explicación sensata, a partir de que pusimos restricciones en el manejo de dólares, bajó de 15 mil millones de dólares, hace tres años, a cuatro mil millones de dólares el año pasado.
Entonces. Pero ese es el tamaño del problema.
Qué debemos hacer entonces.
Como he señalado en muchos foros, la clave es perseverar y tener éxito en la reducción del consumo de drogas; es decir, es una ecuación elemental de carácter económico.
De un lado de la ecuación es la demanda y del otro lado de la ecuación es la oferta. Y la variable que cambia es el precio. Si uno reduce la oferta, como lo estamos haciendo, combatiendo a los criminales, pero no se reduce la demanda, lo único que va a ocurrir es que se incremente el precio.
Por esa razón es fundamental que se reduzca la demanda en los países consumidores que proveen el flujo de dinero.
Ahora bien. Si se da como una restricción dada, que no es. Ha bajado la demanda en el caso de algunas drogas, sí, en el caso de cocaína, por ejemplo, un poco, pero ha subido notablemente en el caso de otras, que son metanfetaminas.
Si tomamos, entonces, ese dato, algo tenemos que cambiar en la reducción del consumo de drogas.
Ahora bien, si la reducción no es posible, al menos en la dimensión que se necesita, o si para un país, un Estado, no es su objetivo de política pública, que puede ser una decisión discutible, pero respetable, lo que hay que, urgentemente, reducir, por lo pronto, es el flujo de dinero a nuestros países.
Por qué razón.
Porque sin ese flujo de dinero hace rato que hubiéramos terminado la tarea de someter, claramente, a los criminales.
Pero mientras haya esas cifras exorbitantes de dinero fluyendo hacia México, hacia Centroamérica, hacia el Caribe, hacia América del Sur, la tarea de combate al crimen organizado se vuelve una tarea lenta, peligrosa y muy, muy larga; es decir, tenemos que cortar una fuente de financiamiento interminable, si no queremos que esta lucha, también, se vuelva interminable.
Cómo puede cortarse esa fuente de financiamiento interminable.
Obviamente, a través de políticas mucho más eficaces en materia de lavado de dinero, con tecnología de investigación financiera, de la cual muchos de nuestros países carecemos, con controles que deben asumirse donde nace el dinero.
O, también, a través de políticas públicas que reduzcan sensiblemente el flujo de dinero que proviene a las organizaciones criminales; es decir, si no se reduce el consumo de drogas en los países consumidores, la clave es buscar y encontrar alternativas de política pública, que permitan reducir las estratosféricas ganancias económicas, que obtienen los criminales de ese mercado negro.
Es obligación de todos, pero, fundamentalmente, de quienes consumen la droga y proveen ese dinero, de encontrar la manera de cortar esa fuente de financiamiento, y buscar todas las opciones de política pública posibles, incluyendo opciones de política pública alternativas, que eviten que el mercado negro de drogas siga siendo el origen del dinero y, en consecuencia, el origen de la violencia y de la muerte en América Latina y en el Caribe.
Ahora bien. Más allá del debate de drogas, más allá de la búsqueda de mecanismos alternativos para reducir el flujo, incluyendo la exploración de alternativas de mercado o regulatorias, el hecho es que, independientemente del combate a las drogas, el combate al crimen organizado en sí mismo, en cualquier escenario, tiene las mismas características esenciales.
Es decir, en cualquier escenario de política pública de drogas, qué hay que hacer. Combatir a los criminales, depurar y fortalecer las instituciones, y reconstruir el tejido social. En cualquier escenario necesitamos eso. Y en esa razón, está la perseverancia de una estrategia que sabemos que es de largo plazo.
El segundo tema es el tráfico de armas. Hay estudios. Esto es muy importante y no lo habíamos observado, honestamente, en su justa dimensión. En mi Gobierno estamos haciendo un estudio, y yo invito a todos los países a hacerlo, que recaba la información académica de la disponibilidad de armas con respecto al número de homicidios.
Es decir, hay estudios muy acabados que demuestran que la disponibilidad de armas en una región tiene una correlación positiva, obvia yo diría, con el número de homicidios en esa región.
Por ejemplo, no entraré en detalles de econometristas, pero el hecho es que después de una guerra civil, por ejemplo, en una región o en un país de África, la presencia de homicidios en ese país se mantiene durante equis número de años.
Lo mismo ocurrió en El Salvador después de la guerrilla o en otras partes donde se ha presentado, en Guatemala. Es decir, la presencia extraordinaria de armas en un momento determinado de tiempo explica, en una parte, y yo diría en una muy buena parte, el número de homicidios que ocurren en esa región.
A qué punto voy.
Hay estudios a nivel internacional que demuestran que cuando en un país o en una región existe un incremento excepcional en la disponibilidad de armas, como ocurre, perdón que repita, con alguna guerra civil, la disponibilidad extraordinaria produce incremento significativo sobre los niveles de violencia y sobre los homicidios en la región, incluso varios años después.
Esto es lo que está, se los aseguro, ya demostrado por varios analistas.
Ahora bien. Qué tiene que ver con nuestro problema.
En mi opinión, y antes de comentarles. Quiero agradecer mucho el apoyo que hemos recibido de la Administración del Presidente Obama, de la cooperación con la propia Embajada de Estados Unidos en México, para el combate a este flagelo, creo que sin precedentes, además.
Sí debo decir, porque es mi deber, lo que consideramos una hipótesis poderosa, y es que la decisión que se tomó en la anterior Administración en Estados Unidos, de no prorrogar la legislación que prohibía la venta de armas de asalto, digamos la llamada Assault Weapons Ban, que estableció el Presidente Clinton y que no se prorrogó bajo la Administración del Presidente Bush.
Prohibía a esta legislación que se vendieran armas de asalto en el mostrador, en las armerías de Estados Unidos. Al expirar la Assault Weapons Ban, en 2004, provocó un incremento notable de armas y de venta a nuestra región.
Nosotros tenemos detectado que en lado americano, en la frontera con México, hay cerca de ocho mil armerías, tan sólo en las ciudades fronterizas o en los estados fronterizos.
Eso significa, amigas y amigos, que hay, por cada Wal-Mart en esas ciudades, hay nueve armerías por cada Wal-Mart. Y nosotros estamos viendo esa repercusión.
Si ustedes observan, hay una correlación muy clara en una serie de tiempo, en el tiempo, entre la expiración de la Assault Weapons Ban y el incremento de armas y de violencia, también, en México, en Centroamérica y en otras partes. Es decir, es una tendencia creciente no sólo en nuestro país, la tendencia creciente de muertes en Guatemala, por ejemplo, en Honduras, en El Salvador, corren prácticamente al mismo tiempo, hacia arriba, y tiene que ver, en parte, con esta disponibilidad extraordinaria de armas que, en este caso, no los da una guerra civil, sino las da un cambio regulatorio en Estados Unidos.
Qué vemos nosotros.
Tan sólo en los últimos cinco años, hemos decomisado a los criminales 140 mil armas, de las cuales 84 mil son rifles de asalto. Son AR-15, son AK-47, ciertamente, no todas de manufactura americana, pero más del 80 por ciento de ellas, demostradamente, vendidas en armerías americanas.
Y no sólo eso. Yo recuerdo el anterior Vicepresidente de Colombia, un periodista, me decía: Nosotros estábamos muy preocupados en Colombia el día que encontráramos que la guerrilla, por ejemplo, tuviera fusiles Barret, de esos que tienen un poder destructivo inmenso, que penetran blindajes, que tienen un largo alcance de tiro, etcétera, etcétera. Y, afortunadamente, no nos hemos encontrado ninguno. Digo: Oye, compa, nosotros llevamos como 240 Barrets decomisados.
Lanzamisiles. No sé cuántas granadas. 12 mil granadas o algo así. Casi 10 millones de cartuchos en cinco años. Con lo cual, amigas y amigos, estamos ante un tema estructural que, como países amigos, socios, tenemos que enfrentar, también, conjuntamente.
Perdón que me extienda en este punto.
Por último, el asunto al que me quiero referir. Dos asuntos más.
Primero. El lavado de dinero. Aquí, en esta reunión hemisférica, tenemos que afinar la puntería en materia de combate al lavado de dinero. Es una tarea pendiente para todos.
El día en que logremos cortar el flujo de dinero, estamos al otro lado de la lucha contra el crimen organizado. Y el flujo de dinero es a través de políticas públicas que deben, quizá, discutirse, en todas, sus pros y sus contras, por supuesto. Pero, también, a través de controles financieros sobre el lavado de dinero en nuestros países.
Eso implica una tarea indispensable. Hay que hacer un frente común contra el lavado. Porque el dinero, como dijera alguna vez Juan XXIII: El dinero no tiene Patria. El dinero es de lucro. Es un elemento sin lealtad. Y, precisamente, en los flujos financieros está una tarea enorme.
Y el otro comentario es sobre la violencia en sí misma. Una de las discusiones más importantes, que se dan es: la lucha contra el crimen organizado genera la violencia.
Eso es lo que verdaderamente genera la violencia.
Nosotros sostenemos que no. Que es al revés.
Lo que genera la intervención del Estado es la violencia, no la violencia se causa por la intervención del Estado.
A qué me refiero.
También, invito a los países participantes y a la academia a investigar este tema. Hay un debate, que está, también, por investigarse, que afirma que la violencia es consecuencia de la intervención del Estado. No es así.
En este caso, valdría la pena ver las evidencias, no sólo públicas, sino un análisis científico, que no vendría mal a este tema.
Por qué hay, como dijo el señor Blackwell, 150 mil homicidios, según entiendo, en el último año en nuestra región.
Yo pienso, amigas y amigos, porque estamos viendo, sobre todo, en México, Centro América, el Caribe y varios países de América Latina, un crecimiento exponencial en la violencia. Pero este crecimiento, ojo, examinemos, no se da en los países donde tenemos intervención sólida contra la delincuencia. Se da en todos.
Y no es la causa la violencia. Es más, también, en los estudios que estamos realizando se demuestra, en regresiones. En fin. En regresiones que estamos corriendo. Que si dividimos en dos variables, países que tienen una política de combate al crimen y países que tienen política acomodaticia, vamos a llamarlo así, para no entrar en detalles ni en juicios de valor.
Primero. En los dos casos hay presencia de violencia y de homicidios crecientes. Pero lo sorprendente es: Hay mucho más violencia y homicidios crecientes en los países que tienen una política acomodaticia; es decir, política de no confrontación, que en los países que tenemos política de confrontación.
Y segundo plano de mi argumentación. La evidencia que nosotros tenemos en México. Salvo alguna excepción, pero en todos los casos donde ha intervenido el Estado a nivel Federal a través de operativos conjuntos de Fuerzas Federales, en la gran mayoría, si no es que casi en todos, todavía estamos por darle la curva a uno último, pero en la mayoría de los casos que hemos intervenido, primero, la violencia precede a la intervención.
Es decir, no van las Fuerzas Federales y luego se causa la violencia. Al contrario. Como hay violencia, como nos lo piden los Gobernadores, va la intervención Federal, la violencia es la causa de la intervención y no al revés.
Segundo. Después de un breve lapso de la intervención del operativo, la violencia empieza a declinar, y en algunos casos, consistentemente.
Qué casos.
Es el caso de Tijuana, y el caso de Tamaulipas, y el caso de Veracruz, y el caso de Acapulco, y el caso de La Laguna, tan sólo por citar los que tienen operativo ahorita.
El caso de Ciudad Juárez, que fue muy difícil de dar la vuelta, y todavía tenemos un gran reto, pero los homicidios después de la intervención Federal se han disminuido en 57 por ciento entre 2010 y 2011. Y así, sucesivamente.
Esto es. Voy a mi punto. La intervención y el combate al crimen organizado, contra lo que algunos dicen, no es la causa de la violencia, sino, precisamente, es el factor de solución para reducir la violencia.
Termino, amigos, y les pido una disculpa por haberme extendido en mi intervención, agradeciendo a todos ustedes su confianza en México para organizar esta importante reunión, que nos lleva a analizar el fenómeno del crimen organizado.
Para mí, el que tenga la Reunión Hemisférica de Alto Nivel lugar en nuestro país, la Reunión Hemisférica contra la Delincuencia Organizada, es un motivo de gratitud y de oportunidad, también, para México, para conocer la experiencia de todos y compartir la nuestra.
Pero me queda una reflexión clara para mí, y creo que clara para todos. Debemos hacer un esfuerzo hemisférico para identificar tanto esquemas novedosos y prácticos, como para tener una estrategia conjunta para combatir y derrotar al crimen organizado.
No aceptemos que América y, particularmente América Latina, sea la región más violenta del mundo. Esto tiene solución, pero sólo tiene solución si abordamos el tema con objetividad, con seriedad y conjuntamente.
Es decir, frente a la delincuencia organizada transnacional opongamos un frente organizado internacional, donde sociedades y gobiernos no sólo enfrentemos este desafío, sino que lo resolvamos y cualquiera que sea la dificultad que implique hacer frente a este desafío en el corto plazo, porque por supuesto que lo implica, y los costos que implica en el corto y mediano plazo, los frutos y los beneficios de largo plazo serán sólidos y serán permanentes.
Es éste, el enfrentar el crimen organizado, uno de los desafíos, precisamente, que marcan una dimensión generacional en las decisiones de los pueblos.
No, no son para el corto plazo. Y no, no son para resultados efectistas en materia electoral. Son decisiones para el largo plazo que implican beneficios permanentes, no sólo y quizá no fácilmente, para las generaciones presentes, pero sí claramente para las generaciones futuras.
Es en ellas en quien debemos pensar y es en ellas, pensando en ellas, en que hemos inspirado y concretado nuestro esfuerzo para derrotar a este flagelo.
Les agradezco mucho la confianza en México, y la mejor de las suertes en esta reunión.
Muchas gracias.
Y siendo hoy, 1 de marzo de 2012, siendo las 10 horas con 15 minutos, declaro formalmente inauguradas las actividades de la Reunión Hemisférica de Alto Nivel contra la Delincuencia Organizada Transnacional.
Muchísimas gracias.
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