“Querido hermano.
En el vínculo de la unidad y de la paz que vivimos como obispos, te envío mi carta Laudato Si’ sobre el cuidado de nuestra casa común, acompañado por mi bendición.
Unido en el señor y por favor no te olvides de rezar por mí”.
Papa Francisco
Vatican Insider, 06/18/2015
Laudato
Si’. No es “verde”, es encíclica social
El
Papa Francisco aclara cómo considera él mismo al documento sobre “el cuidado de
la casa común” difundido hoy por el Vaticano
ANDRÉS
BELTRAMO ÁLVAREZ
Una
encíclica social, no “verde”. El mismo Papa aclaró cómo considera él a “Laudato
Si’, sobre el cuidado de la casa común”. Mientras en el Aula Nueva del Sínodo
del Vaticano se presentaba oficialmente el documento pontificio, Francisco
cumplió una visita privada a diversos organismos de la Curia Romana. Y a los
trabajadores del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales les hizo
una aclaración para nada superficial: Porque su texto articula, casi de manera
magistral, decenas de documentos de Papas y
obispos del mundo.
Ya
el miércoles, durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro, el líder
católico había precisado que su escrito “se coloca en la línea de la doctrina
social de la Iglesia”. De hecho, el documento parte de importantes discursos y
encíclicas de sus predecesores pero, al mismo tiempo, representa una sensible
novedad: Aborda la preocupante situación del desastre ambiental con crudo
realismo, identifica las causas últimas y las pone en contexto.
En
resumen: “Todo está interconectado”, “la degradación ambiental va aparejada a
una crisis social” y “nadie puede decirse ajeno o indiferente” al problema
ecológico. Una visión de conjunto aguda y provocadora, porque afecta no sólo a
quienes contaminan efectivamente la naturaleza sino a toda la humanidad, que se
encuentra ante una angustiosa encrucijada: Necesita con urgencia modificar un
sistema de “superdesarrollo derrochador y consumista”.
Y
este cambio debe comenzar por una nueva mirada sobre el hombre y todo lo que le
rodea. Una reforma de los corazones, de gran envergadura e impacto. Un proceso
que debería manifestarse, sobre todo, en el modelo económico actual. Porque “ya
se han rebasado ciertos límites máximos de explotación del planeta”, sin que se
haya resuelto el problema de la pobreza y la desigualdad.
“Debido a una explotación inconsiderada de la
naturaleza, (el ser humano) corre el riesgo de destruirla y de ser, a su vez
víctima, de esta degradación”. Esa frase, sí, pertenece al Papa pero no a
Francisco. La pronunció Pablo VI en el lejano 1971 (Carta apostólica
“Octogésima adveniens”). Ya ese mismo pontífice había constatado, un año antes,
la “urgencia y la necesidad de un cambio radical en el comporta miento de la
humanidad”.
Una
preocupación que manifestó su sucesor, Juan Pablo II, en numerosas ocasiones.
Él mismo convocó a una “conversión ecológica global” y pidió “salvaguardar las
condiciones morales de una auténtica ecología humana”. En su aportación,
Francisco retomó ese concepto y fue más allá, amplió los horizontes y las
implicaciones de aquella “ecología humana”. Tomó distancia de quienes usan el
cambio climático como excusa para imponer políticas de “salud reproductiva” y
el aborto en los países emergentes. Y criticó a los movimientos ecologistas que
defienden el ambiente por un lado, y apoyan la experimentación con embriones
por otro.
Ya
en su carta encíclica “Centesimus annus” (1991), Karol Wojtyla estableció la
urgencia de modificar en manera sustancial “los estilos de vida, los modelos de
producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la
sociedad”. No por casualidad, Bergoglio recuperó esas consideraciones al inicio
de Laudato Si’. También evocó el llamado de Benedicto XVI a “eliminar las
causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial y corregir los
modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio
ambiente” (Discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 8 de
enero de 2007).
Pero
Francisco no se quedó únicamente en lo aportado por sus predecesores, echó mano
a otros múltiples textos: Desde le
Catecismo de la Iglesia Católica y el Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia hasta el Documento de Aparecida del Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano.
También
incluyó citas del Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes) y de comunicaciones
realizadas por las conferencias episcopales del Asia, del Sur de África, de
Filipinas, Alemania, Canadá, Japón, Brasil, Argentina, Bolivia, México,
Australia, República Dominicana, Paraguay, y Nueva Zelanda.
En
un gesto de deferencia con los obispos de todo el mundo, el pasado 16 de junio
el Papa mandó la encíclica a cada uno con una nota de puño y letra que decía:
“Querido hermano. En el vínculo de la unidad y de la paz que vivimos como
obispos, te envío mi carta Laudato Si’ sobre el cuidado de nuestra casa común,
acompañado por mi bendición. Unido en el señor y por favor no te olvides de
rezar por mí”.
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