Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán; No comen lumbre
Publicado en El Universal, 26/07/2007;
- Sensatez en el PRD; informe negociado y amarrado a reformas
Ya alguna vez citamos aquí una frase de(l Senador) Carlos Navarrete, respecto al arrojo político de Andrés Manuel López Obrador. “De Andrés se puede esperar cualquier cosa… pero pueden estar seguros que no come lumbre”. De nueva cuenta la traemos a la memoria porque, otra vez, cuando todos esperaban que el PRD “comiera lumbre”, apareció en alguna parte una luz de sensatez que hará posible que se lleve a cabo el primer Informe, de acuerdo con lo que marca la Constitución y la Ley Orgánica del Congreso.
Eso no quiere decir, por supuesto, que diputados federales y senadores del partido amarillo se quedarán “quietecitos” en su curul el 1 de septiembre. Acaso abandonen el salón plenario en protesta por la presencia del “espurio” en el Congreso, acaso desplieguen mantas alusivas, acaso entonen cánticos o abucheos, acaso le den la espalda… Pero no impedirán que se cumpla con un mandato constitucional y con la propia ley del Congreso.
Lo que está descartado es la posibilidad de diálogo entre poderes en San Lázaro ese 1 de septiembre, pero es casi un hecho que el presidente Calderón llegará al pleno, acaso suba a la Mesa Directiva para hacer entrega del Informe, y hasta es posible que de manera breve tome la palabra y envíe un mensaje al “Honorable Congreso de la Unión”. Ni el PAN ni el PRI, y menos el PRD tomarán la tribuna por consigna —lo que no anula la posibilidad de que algún legislador locuaz lo haga—, a pesar de que la Mesa Directiva de la sesión del Congreso General estará presidida por la diputada del PRD, Ruth Zavaleta.
Historia vieja
Y si bien es cierto que no existe punto de comparación entre las ceremonias del 1 de diciembre de cada seis años y el Informe de Gobierno de cada año —porque en el primer caso se trata de la toma de posesión del nuevo presidente, y en el segundo, de un ritual ya inocuo y en muchos aspectos hasta ridículo—, en esta ocasión existen muchos puntos de coincidencia, sobre todo porque las dos ceremonias se han visto precedidas de un intenso e inútil debate político y mediático, que sólo ha servido para que las fuerzas políticas en disputa midan su respectivo músculo.
Pero además, en los dos casos, el supuesto agraviado, el PRD y sus corrientes antagónicas, debieron abrir espacios para el cumplimiento del ritual, lo que al final de cuentas confirma que la política mexicana tiene mucho de espectáculo circense y de catarsis de los humores de los peculiares políticos mexicanos, que lo mismo se visten de payasos, que de magos, cirqueros, malabaristas y trapecistas.
Y decimos que se trata de una historia vieja porque el 1 de diciembre de 2006, en medio del enojo de unos, de la preocupación de otros y de los nervios hechos añicos de una opinión pública expectante al borde de las butacas, todo se acomodó para que llegaran al Congreso, Vicente Fox y Felipe Calderón, en un acto en que el segundo asumió la Presidencia. Todo lo demás no fue más que espectáculo, para que ante los ojos de todos, el PRD y su “legítimo” salvaran la imagen de rabiosos impugnadores del nuevo gobierno, mientras que, tras bambalinas, todos saben que se produjo un acuerdo político, el PRD incluido, para que Felipe Calderón apareciera de pronto en la tribuna del Congreso, en donde se enfundó la banda presidencial y protestó como nuevo presidente.
En los días, semanas y hasta en las horas previas a esa ceremonia, el PRD manejó un doble discurso. Ante los medios y frente a sus seguidores y hasta para casi todos sus diputados y senadores, el discurso era impedir que Calderón tomara posesión y rindiera protesta como presidente. Pero unos cuantos, incluida la diputada Ruth Zavaleta —que el próximo 1 de septiembre presidirá la sesión de Congreso General—, sabían de un acuerdo secreto para que el entonces presidente Fox llegara al Congreso, y para que Calderón protestara el cargo. Y ese acuerdo caminó “como relojito suizo”, según confió uno de los artífices de la estrategia.
¿Por qué ese doble discurso? ¿Por qué acuerdos secretos? La razón y la respuesta a las interrogantes es casi de sentido común. Porque si de manera pública se hubiese aceptado la existencia de ese acuerdo, los ánimos se habrían caldeado a extremos peligrosos, y porque en el PRD hubiese aparecido el signo de la traición. Y sí, por increíble que parezca y por descabellado que se antoje, el primero en enterarse de ese acuerdo secreto, en dar su aval y hasta contribuir con el mismo fue nada menos que Andrés Manuel López Obrador. ¿Por qué? Porque no come lumbre. Tensa la cuerda al máximo, pero se detiene en el punto previo a la ruptura. ¿Que por qué muy pocos saben de ese acuerdo secreto? Porque hacerlo público, aceptar que el PRD y AMLO facilitaron la toma de posesión de Calderón, habría sido reconocer su derrota. Es un asunto de imagen, de juego de espejos.
Pero al amparo del refranero popular, a la distancia, “les salió más caro el caldo que las albóndigas”. Es decir, a partir del espectáculo de ese 1 de diciembre de 2006, el PRD imprimió en la conciencia colectiva de amplios sectores sociales, la imagen de partido rijoso, intolerante, que no respeta las instituciones, y que es poco confiable. Ese costo se reflejó en las elecciones que siguieron a la federal de 2006, y hasta la fecha. Desde entonces el PRD no ha visto la suya.
Lo mismo, pero no igual
Por eso, y luego del “lineazo” de AMLO al término del décimo Congreso del PRD —en el que forzó la línea del cero diálogo con Calderón—, “los coroneles” y “los dueños” del PRD —incluido el señor “legítimo”— valoraron el escenario para el primer Informe de Calderón, y decidieron una estrategia parecida a la del 1 de diciembre de 2006, pero con algunas variantes, sobre todo en los aspectos mediáticos. Pulsaron las encuestas y el enojo social por un eventual nuevo “numerito” en el Congreso, pero además elevaron el costo de la negociación en reformas como la fiscal y la electoral. Así, “porque no come lumbre”, el primero en retirar las barricadas para impedir la ceremonia del Informe fue el señor “legítimo”.
Aún no se sabe cuál será el acuerdo final al que llegará el PRD con el resto de las fuerzas políticas para el primer Informe de Felipe Calderón, pero contra lo ocurrido el 1 de diciembre de 2006, es público que los amarillos caminan rumbo a un acuerdo político, que han colocado en prenda su palabra de que no impedirán la ceremonia del Informe, a partir de lo que al final de cuentas se negocie.
El PRD “no es un partido violento”, dijo a manera de cuello de ganso el señor Leonel Cota, la voz del “legítimo”. Y es que para el PRD, el escenario no pinta nada bien —como aquí dijimos hace una semana— sobre todo porque en tanto la segunda fuerza política del Congreso, en tanto parte de las instituciones, no puede impedir la celebración de una ceremonia como el Informe, a pesar de sus rabietas y de los humores de los “calderofóbicos”.
En el ánimo del sector menos radical del PRD, entre quienes han dado prioridad a la sensatez, por sobre las reacciones hepáticas, el partido amarillo debe salir ganancioso del trance político que significa el primer Informe del gobierno de Calderón. Por eso se analiza la posibilidad de reeditar la estrategia seguida en el último Informe del gobierno de Miguel de la Madrid —luego de las fraudulentas elecciones de 1988—, cuando a una interpelación de Porfirio Muñoz Ledo, y en medio de reacciones violentas de los diputados del PRI, la bancada del entonces Frente Democrático Nacional abandonó el Informe y dejó solos al PRI y al PAN. En otros informes del gobierno de Salinas, algunos legisladores amarillos le dieron la espalda, lo mismo que en informes de Zedillo.
En todo caso, lo interesante del asunto es que el PRD pretende un cambio de actitud, enfocado al mensaje mediático de que no serán los responsables de un nuevo espectáculo que lastima más al Congreso y la imagen del PRD que al presidente Calderón. Es decir, asumir una postura civilizada y una protesta dentro del cauce legal, sin que ello signifique dar marcha atrás a sus banderas de considerar como “ilegítimo” al gobierno de Calderón. En pocas palabras, existen luces de sensatez. No se sabe, hay que insistir, cuál será el acuerdo final al que lleguen PRI, PAN y PRD, pero la buena noticia es que ninguno de los tres grandes partidos políticos parecen dispuestos a debilitar las instituciones, empezando por el Congreso, al que pertenecen.
Junto con pegado
Pero el cambio de estrategia de los amarillos no tiene como único objetivo cruzar el dique del Informe presidencial. Es una parte llamativa, mediática, pero no el asunto central. Y es que para nadie es un secreto que “la cosa política” se cocina a partir de una combinación de ingredientes, cuya combinación adecuada y en los porcentajes correctos, suele dar como resultado platillos apetitosos. El ingrediente de lo que ocurra en el Informe se puede convertir en una levadura capaz de catalizar las reformas fiscal y electoral que ya están en su punto de cocción en la cocina del Congreso. Es cierto que en los dos casos, la reforma fiscal y la electoral están muy lejos de ser lo deseable, pero acaso la novedad sea que contra lo que muchos suponen, a la elaboración de esas reformas se sumarán los cocineros del gorro amarillo.
Aquí podríamos asistir a otro cambio fundamental en la estrategia que hasta hace pocas semanas ha mostrado el PRD. Otra vez veremos los dobles mensajes, los acuerdos secretos, pero en esta ocasión los amarillos podrían llevarse una parte del reconocimiento por las reformas. ¿A qué nos referimos? En el caso de la reforma fiscal, el PRD y el PRI promovieron cambios a la propuesta enviada al Congreso por el presidente Calderón. Es muy probable que esos cambios sean aceptados por los estrategas de Los Pinos. En ese caso, el PRD no votaría contra la reforma, en lo general, sino que se podría abstener, lo que significa un aval indirecto. Eso sí, votaría en contra de algunos aspectos de la reforma, en lo particular, sobre todo en aquellos aspectos que los amarillos no consideren como positivos a su causa. De esa manera, con la abstención en lo general, y el voto en contra en aspectos determinados, en lo particular, estarían dando su aval, sin necesidad de diálogo alguno con “el espurio”. Pero además, y acaso lo más importante para la imagen del perredismo, es que no aparecerían como el “partido del no”.
En el caso de la reforma política, o electoral, el PRI lleva “mano”, y estableció una alianza con el PRD, de la que difícilmente se podrá salir el PAN, porque el Informe, la reforma fiscal y la reforma electoral “van junto con pegado”. ¿Por qué caminan juntas las reformas fiscal y electoral, si son temas muy diferentes? Por razones de equilibrio político. Es decir, si el PAN no aprueba la reforma electoral, que cocinan el PRI y su aliado temporal, el PRD, entonces el PRI no aprueba la reforma fiscal, y el PRD se lanzaría contra la “miscelánea grandota”. Si el PAN aprueba la reforma electoral, entonces el PRI aprueba la fiscal, con los cambios que promovió junto con el PRD. Es el “toma y daca” propio del parlamento.
Lo curioso, en este caso, es que el PAN y el gobierno de Calderón quedará en calidad de rehén, sobre todo en aspectos como el cambio de consejeros del IFE, que no es más que una grosera venganza política. ¿Por qué? El PRD quiere cobrar al IFE lo que en realidad fue una torpeza de los amarillos, desde la integración del actual Consejo General —de la que el PRD perdió por las necedades y tonterías de Pablo Gómez— y porque la elección de julio de 2006 no fue un triunfo de Calderón y del PAN, sino una autoderrota del PRD y de su líder AMLO, quien en seis meses perdió 10 puntos de ventaja que mantenía sobre Calderón y el PAN. Pero eso no importa, lo que vale para los amarillos es cobrar venganza y derribar al IFE, junto con su presidente, Luis Carlos Ugalde. Si derriban al IFE justificarán el cuento del fraude.
En el caso del PRI, las razones para destruir el IFE son de otra naturaleza. Resulta que los tricolores están convencidos de que el señor Luis Carlos Ugalde es el hombre de “la maestra Gordillo” en el IFE, y que por esa razón debe ser destruido. La profesora Gordillo, hay que recordarlo, destruyó a Roberto Madrazo. ¿Y qué puede hacer el PAN frente a esa presión? Muy poco, porque en un ejercicio de pragmatismo elemental, vale más, mucho más, un paquete de reformas, que el consejero presidente del IFE, así de simple.
En el camino
Y a propósito de intrigas, un conjunto de magistrados del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa buscan algún contacto con la casa presidencial, ya que dicen haber descubierto una maniobra entre Javier Laynez, de la Consejería Jurídica del Ejecutivo, y Luis Malpica, presidente de dicho tribunal. Dicen, los que saben, que la mancuerna pretende legislar a modo para prorrogar el mandato de Malpica, mediante un transitorio en su nueva ley orgánica. También aquí se cuecen habas.
aleman2@prodigy.net.mx
Eso no quiere decir, por supuesto, que diputados federales y senadores del partido amarillo se quedarán “quietecitos” en su curul el 1 de septiembre. Acaso abandonen el salón plenario en protesta por la presencia del “espurio” en el Congreso, acaso desplieguen mantas alusivas, acaso entonen cánticos o abucheos, acaso le den la espalda… Pero no impedirán que se cumpla con un mandato constitucional y con la propia ley del Congreso.
Lo que está descartado es la posibilidad de diálogo entre poderes en San Lázaro ese 1 de septiembre, pero es casi un hecho que el presidente Calderón llegará al pleno, acaso suba a la Mesa Directiva para hacer entrega del Informe, y hasta es posible que de manera breve tome la palabra y envíe un mensaje al “Honorable Congreso de la Unión”. Ni el PAN ni el PRI, y menos el PRD tomarán la tribuna por consigna —lo que no anula la posibilidad de que algún legislador locuaz lo haga—, a pesar de que la Mesa Directiva de la sesión del Congreso General estará presidida por la diputada del PRD, Ruth Zavaleta.
Historia vieja
Y si bien es cierto que no existe punto de comparación entre las ceremonias del 1 de diciembre de cada seis años y el Informe de Gobierno de cada año —porque en el primer caso se trata de la toma de posesión del nuevo presidente, y en el segundo, de un ritual ya inocuo y en muchos aspectos hasta ridículo—, en esta ocasión existen muchos puntos de coincidencia, sobre todo porque las dos ceremonias se han visto precedidas de un intenso e inútil debate político y mediático, que sólo ha servido para que las fuerzas políticas en disputa midan su respectivo músculo.
Pero además, en los dos casos, el supuesto agraviado, el PRD y sus corrientes antagónicas, debieron abrir espacios para el cumplimiento del ritual, lo que al final de cuentas confirma que la política mexicana tiene mucho de espectáculo circense y de catarsis de los humores de los peculiares políticos mexicanos, que lo mismo se visten de payasos, que de magos, cirqueros, malabaristas y trapecistas.
Y decimos que se trata de una historia vieja porque el 1 de diciembre de 2006, en medio del enojo de unos, de la preocupación de otros y de los nervios hechos añicos de una opinión pública expectante al borde de las butacas, todo se acomodó para que llegaran al Congreso, Vicente Fox y Felipe Calderón, en un acto en que el segundo asumió la Presidencia. Todo lo demás no fue más que espectáculo, para que ante los ojos de todos, el PRD y su “legítimo” salvaran la imagen de rabiosos impugnadores del nuevo gobierno, mientras que, tras bambalinas, todos saben que se produjo un acuerdo político, el PRD incluido, para que Felipe Calderón apareciera de pronto en la tribuna del Congreso, en donde se enfundó la banda presidencial y protestó como nuevo presidente.
En los días, semanas y hasta en las horas previas a esa ceremonia, el PRD manejó un doble discurso. Ante los medios y frente a sus seguidores y hasta para casi todos sus diputados y senadores, el discurso era impedir que Calderón tomara posesión y rindiera protesta como presidente. Pero unos cuantos, incluida la diputada Ruth Zavaleta —que el próximo 1 de septiembre presidirá la sesión de Congreso General—, sabían de un acuerdo secreto para que el entonces presidente Fox llegara al Congreso, y para que Calderón protestara el cargo. Y ese acuerdo caminó “como relojito suizo”, según confió uno de los artífices de la estrategia.
¿Por qué ese doble discurso? ¿Por qué acuerdos secretos? La razón y la respuesta a las interrogantes es casi de sentido común. Porque si de manera pública se hubiese aceptado la existencia de ese acuerdo, los ánimos se habrían caldeado a extremos peligrosos, y porque en el PRD hubiese aparecido el signo de la traición. Y sí, por increíble que parezca y por descabellado que se antoje, el primero en enterarse de ese acuerdo secreto, en dar su aval y hasta contribuir con el mismo fue nada menos que Andrés Manuel López Obrador. ¿Por qué? Porque no come lumbre. Tensa la cuerda al máximo, pero se detiene en el punto previo a la ruptura. ¿Que por qué muy pocos saben de ese acuerdo secreto? Porque hacerlo público, aceptar que el PRD y AMLO facilitaron la toma de posesión de Calderón, habría sido reconocer su derrota. Es un asunto de imagen, de juego de espejos.
Pero al amparo del refranero popular, a la distancia, “les salió más caro el caldo que las albóndigas”. Es decir, a partir del espectáculo de ese 1 de diciembre de 2006, el PRD imprimió en la conciencia colectiva de amplios sectores sociales, la imagen de partido rijoso, intolerante, que no respeta las instituciones, y que es poco confiable. Ese costo se reflejó en las elecciones que siguieron a la federal de 2006, y hasta la fecha. Desde entonces el PRD no ha visto la suya.
Lo mismo, pero no igual
Por eso, y luego del “lineazo” de AMLO al término del décimo Congreso del PRD —en el que forzó la línea del cero diálogo con Calderón—, “los coroneles” y “los dueños” del PRD —incluido el señor “legítimo”— valoraron el escenario para el primer Informe de Calderón, y decidieron una estrategia parecida a la del 1 de diciembre de 2006, pero con algunas variantes, sobre todo en los aspectos mediáticos. Pulsaron las encuestas y el enojo social por un eventual nuevo “numerito” en el Congreso, pero además elevaron el costo de la negociación en reformas como la fiscal y la electoral. Así, “porque no come lumbre”, el primero en retirar las barricadas para impedir la ceremonia del Informe fue el señor “legítimo”.
Aún no se sabe cuál será el acuerdo final al que llegará el PRD con el resto de las fuerzas políticas para el primer Informe de Felipe Calderón, pero contra lo ocurrido el 1 de diciembre de 2006, es público que los amarillos caminan rumbo a un acuerdo político, que han colocado en prenda su palabra de que no impedirán la ceremonia del Informe, a partir de lo que al final de cuentas se negocie.
El PRD “no es un partido violento”, dijo a manera de cuello de ganso el señor Leonel Cota, la voz del “legítimo”. Y es que para el PRD, el escenario no pinta nada bien —como aquí dijimos hace una semana— sobre todo porque en tanto la segunda fuerza política del Congreso, en tanto parte de las instituciones, no puede impedir la celebración de una ceremonia como el Informe, a pesar de sus rabietas y de los humores de los “calderofóbicos”.
En el ánimo del sector menos radical del PRD, entre quienes han dado prioridad a la sensatez, por sobre las reacciones hepáticas, el partido amarillo debe salir ganancioso del trance político que significa el primer Informe del gobierno de Calderón. Por eso se analiza la posibilidad de reeditar la estrategia seguida en el último Informe del gobierno de Miguel de la Madrid —luego de las fraudulentas elecciones de 1988—, cuando a una interpelación de Porfirio Muñoz Ledo, y en medio de reacciones violentas de los diputados del PRI, la bancada del entonces Frente Democrático Nacional abandonó el Informe y dejó solos al PRI y al PAN. En otros informes del gobierno de Salinas, algunos legisladores amarillos le dieron la espalda, lo mismo que en informes de Zedillo.
En todo caso, lo interesante del asunto es que el PRD pretende un cambio de actitud, enfocado al mensaje mediático de que no serán los responsables de un nuevo espectáculo que lastima más al Congreso y la imagen del PRD que al presidente Calderón. Es decir, asumir una postura civilizada y una protesta dentro del cauce legal, sin que ello signifique dar marcha atrás a sus banderas de considerar como “ilegítimo” al gobierno de Calderón. En pocas palabras, existen luces de sensatez. No se sabe, hay que insistir, cuál será el acuerdo final al que lleguen PRI, PAN y PRD, pero la buena noticia es que ninguno de los tres grandes partidos políticos parecen dispuestos a debilitar las instituciones, empezando por el Congreso, al que pertenecen.
Junto con pegado
Pero el cambio de estrategia de los amarillos no tiene como único objetivo cruzar el dique del Informe presidencial. Es una parte llamativa, mediática, pero no el asunto central. Y es que para nadie es un secreto que “la cosa política” se cocina a partir de una combinación de ingredientes, cuya combinación adecuada y en los porcentajes correctos, suele dar como resultado platillos apetitosos. El ingrediente de lo que ocurra en el Informe se puede convertir en una levadura capaz de catalizar las reformas fiscal y electoral que ya están en su punto de cocción en la cocina del Congreso. Es cierto que en los dos casos, la reforma fiscal y la electoral están muy lejos de ser lo deseable, pero acaso la novedad sea que contra lo que muchos suponen, a la elaboración de esas reformas se sumarán los cocineros del gorro amarillo.
Aquí podríamos asistir a otro cambio fundamental en la estrategia que hasta hace pocas semanas ha mostrado el PRD. Otra vez veremos los dobles mensajes, los acuerdos secretos, pero en esta ocasión los amarillos podrían llevarse una parte del reconocimiento por las reformas. ¿A qué nos referimos? En el caso de la reforma fiscal, el PRD y el PRI promovieron cambios a la propuesta enviada al Congreso por el presidente Calderón. Es muy probable que esos cambios sean aceptados por los estrategas de Los Pinos. En ese caso, el PRD no votaría contra la reforma, en lo general, sino que se podría abstener, lo que significa un aval indirecto. Eso sí, votaría en contra de algunos aspectos de la reforma, en lo particular, sobre todo en aquellos aspectos que los amarillos no consideren como positivos a su causa. De esa manera, con la abstención en lo general, y el voto en contra en aspectos determinados, en lo particular, estarían dando su aval, sin necesidad de diálogo alguno con “el espurio”. Pero además, y acaso lo más importante para la imagen del perredismo, es que no aparecerían como el “partido del no”.
En el caso de la reforma política, o electoral, el PRI lleva “mano”, y estableció una alianza con el PRD, de la que difícilmente se podrá salir el PAN, porque el Informe, la reforma fiscal y la reforma electoral “van junto con pegado”. ¿Por qué caminan juntas las reformas fiscal y electoral, si son temas muy diferentes? Por razones de equilibrio político. Es decir, si el PAN no aprueba la reforma electoral, que cocinan el PRI y su aliado temporal, el PRD, entonces el PRI no aprueba la reforma fiscal, y el PRD se lanzaría contra la “miscelánea grandota”. Si el PAN aprueba la reforma electoral, entonces el PRI aprueba la fiscal, con los cambios que promovió junto con el PRD. Es el “toma y daca” propio del parlamento.
Lo curioso, en este caso, es que el PAN y el gobierno de Calderón quedará en calidad de rehén, sobre todo en aspectos como el cambio de consejeros del IFE, que no es más que una grosera venganza política. ¿Por qué? El PRD quiere cobrar al IFE lo que en realidad fue una torpeza de los amarillos, desde la integración del actual Consejo General —de la que el PRD perdió por las necedades y tonterías de Pablo Gómez— y porque la elección de julio de 2006 no fue un triunfo de Calderón y del PAN, sino una autoderrota del PRD y de su líder AMLO, quien en seis meses perdió 10 puntos de ventaja que mantenía sobre Calderón y el PAN. Pero eso no importa, lo que vale para los amarillos es cobrar venganza y derribar al IFE, junto con su presidente, Luis Carlos Ugalde. Si derriban al IFE justificarán el cuento del fraude.
En el caso del PRI, las razones para destruir el IFE son de otra naturaleza. Resulta que los tricolores están convencidos de que el señor Luis Carlos Ugalde es el hombre de “la maestra Gordillo” en el IFE, y que por esa razón debe ser destruido. La profesora Gordillo, hay que recordarlo, destruyó a Roberto Madrazo. ¿Y qué puede hacer el PAN frente a esa presión? Muy poco, porque en un ejercicio de pragmatismo elemental, vale más, mucho más, un paquete de reformas, que el consejero presidente del IFE, así de simple.
En el camino
Y a propósito de intrigas, un conjunto de magistrados del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa buscan algún contacto con la casa presidencial, ya que dicen haber descubierto una maniobra entre Javier Laynez, de la Consejería Jurídica del Ejecutivo, y Luis Malpica, presidente de dicho tribunal. Dicen, los que saben, que la mancuerna pretende legislar a modo para prorrogar el mandato de Malpica, mediante un transitorio en su nueva ley orgánica. También aquí se cuecen habas.
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