Recuperar la fe
en la humanidad/
Winnie Byanyima es directora
ejecutiva de Oxfam Internacional.
El
País | 6 de octubre de 2015...
La
negligencia mostrada por muchos Gobiernos europeos hacia miles de personas que
han tenido que huir de sus hogares ha causado una oleada de indignación
ciudadana. Sin embargo, parece que hemos tenido que ver la terrible fotografía
de Aylan Kurdi para reaccionar. Es un escándalo inaceptable que dicha reacción
haya llegado tras tanto tiempo y tantas muertes.
Ahora
tengo la sensación de que la gente ha recuperado el sentimiento de humanidad.
En 1978 tuve que huir de la brutal dictadura de Idi Amin en Uganda para llegar
al Reino Unido, un país con las puertas abiertas a personas como yo, una joven
refugiada africana de 18 años que pudo quedarse.
Mi
historia podría haber acabado de forma totalmente distinta si las puertas de
este refugio europeo se me hubieran cerrado hace 40 años. Por eso, este
recuerdo se convierte ahora en un llamamiento. Hoy el mundo está viviendo una
crisis migratoria global. Verla solamente desde la perspectiva de Europa
significa ignorar la foto global. Según la ONU, a finales de 2014, 59,5
millones de personas habían huido de sus hogares. La cifra más alta desde la II
Guerra Mundial.
En
Oxfam somos testigos del terrible sufrimiento humano que, cada día, obliga a
muchas personas a exiliarse, pues trabajamos en nueve de los 10 principales
países de origen de los refugiados. Para nosotros, está claro que los
conflictos son la principal causa de la emigración forzosa. La mayoría de los
que llegan a Europa por mar huyen de la persecución o la guerra. Y, sin
embargo, es posible evitar los conflictos. Deberíamos cuestionar a los líderes
que los inician o prolongan, pero son incapaces o no quieren responsabilizarse
de las consecuencias humanas de sus acciones.
La
financiación es clave para satisfacer las necesidades diarias de las personas
que han huido. A corto plazo, esto implica dar fondos a programas de ayuda a
los refugiados que necesitan financiación urgentemente. A largo plazo, es
necesario abordar las causas subyacentes de los conflictos, la desigualdad, la
pobreza y el cambio climático.
Lograr
un equilibrio es esencial puesto que, actualmente, los países más pobres, que
acogen al 86% de la población refugiada mundial, están cargando con todo el
peso de la crisis migratoria. La llegada de refugiados, que no representan ni
el 1% de los más de 500 millones de habitantes de la UE, no supone amenaza
alguna para las infraestructuras europeas. Mientras a principios de este año
Europa se peleaba por el reasentamiento de 20.000 refugiados, Turquía acogía a
más de millón y medio. En Líbano, los refugiados equivalen a una cuarta parte
de la población. Por eso, pedimos a los países ricos que ofrezcan protección
internacional al 5% de los refugiados sirios.
Las
personas que se ven obligadas a “desplazarse de manera forzosa” se han
convertido en las protagonistas de la actual crisis migratoria. Pero esto no
resta gravedad a la difícil situación de los emigrantes que ponen en riesgo sus
vidas por motivos económicos, tratando de escapar de la pobreza o la
desigualdad.
Las
políticas migratorias europeas deben anteponer las vidas de los migrantes y su
protección, sin importar de dónde vengan o por qué motivo. Creemos que Europa
tiene la responsabilidad de garantizar sus derechos y sus necesidades básicas.
Lo que más me preocupa es el lenguaje antiinmigración que menosprecia el valor
de la vida, convirtiendo a los migrantes en ciudadanos de segunda. Algo
terrible debe de estar ocurriendo para que líderes y medios de comunicación se
permitan hablar con desprecio de este atroz sufrimiento. Sin un sentimiento
común de humanidad no es sorprendente que las intervenciones políticas sean tan
vanas.
En
Oxfam creemos firmemente que todas las vidas humanas tienen igual valor y
potencial. Ahora es el momento de mostrar solidaridad con la población
migrante. Por eso pedimos a la sociedad que nos ayude a humanizar las voces de
los migrantes que hay en todo el mundo. Debemos compartir sus historias,
promover las campañas de las organizaciones humanitarias y de la sociedad, y
mantenernos firmes ante cualquier afirmación que menosprecie la protección de
vidas humanas.
El
sentimiento de humanidad que ansiamos, y que conozco por experiencia propia, no
está fuera de nuestro alcance. No hay otra respuesta posible ante la trágica
situación en la que se encuentran hoy tantos migrantes. Es necesario llevar paz
y seguridad a sus países de origen, pero usar esto como excusa para cerrarles
las puertas no es sino una muestra de cobardía.
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