13 dic 2006

Más sobre el Dictador

La presidenta chilena, Michelle Bachelet, dijo que la muerte del ex dictador simboliza la partida "de un referente de divisiones, odio y violencia" y descartó que tras su deceso comience una nueva etapa en Chile.
En una rueda de prensa, se refirió al exabrupto que protagonizó en el funeral de Pinochet uno de los nietos del ex dictador, el capitán Augusto Pinochet Molina, que hizo un discurso político sin autorización ni conocimiento de sus superiores. Consideró inaceptable la actitud "de un oficial en servicio activo" y dijo que el Ejército tiene normas claras al respecto y debe simplemente aplicar el reglamento.
Empero, omitió referirse a la actitud de un nieto del que fuera jefe del Ejército Carlos Prats -antecesor de Pinochet en el cargo- que escupió al féretro del ex dictador durante el velatorio. Prats y su esposa, Sofía Cuthbert, se trasladaron a Buenos Aires tras el golpe militar de 1973 y fueron asesinados en esa capital en septiembre de 1974 por la DINA, la policía secreta de la dictadura de Pinochet (1973-90).
La presidenta destacó que Chile ha consolidado desde 1990 una democracia fuerte, sólida y estable. "Los chilenos hemos logrado reencontrarnos, ha sido nuestro más preciado bien y debemos defenderlo", indicó.
Sin embargo, dijo que "en las últimas horas hemos visto expresiones de división que por momentos nos recordaron los tristes episodios que Chile superó. Aprovechó para solidarizarse con los corresponsales que fueron agredidos durante el velatorio y las exequias mientras hacían sus despachos desde los alrededores de la Escuela militar. "Lamento profundamente el maltrato recibido por la prensa nacional e internacional, especialmente a la prensa internacional".
Precisó que "esto no demuestra, no expresa, la manera ni los sentimientos como el pueblo chileno funciona". "Pido excusas (...), eso no representa a Chile y lamento mucho tanto por los periodistas nacionales como extranjeros que han sido víctimas de un trato inadecuado", añadió Bachelet.
Uno de los profesionales que sufrió este hostigamiento fue la corresponsal de Televisión Española, María José Ramudo, sin que intervinieran los agentes de Carabineros que se encontraban en el lugar. En los precisos momentos en que realizaba un despacho en directo, los pinochetistas le arrebataron el micrófono, le arrojaron diversos objetos, algunos de ellos al rostro, y la insultaron, una escena que dio la vuelta al mundo.
También fueron agredidos un equipo de periodistas italianos, argentinos, y la mayoría de los profesionales de la televisión abierta chilena.
Alberto Pando, corresponsal de la CNN relató a la ageecnia EFE, que aún le quedan las huellas en una pierna de los golpes que le dieron los fanáticos de Pinochet "y aunque reclamé a los policías que estaban a mi lado, ni siquiera se inmutaron".
Por su parte, la Asociación de Corresponsales de la Prensa Extranjera en Chile y el Colegio de Periodistas expresó, su más "enérgico" rechazo a las agresiones sufridas por los corresponsales que fueron presa de la ira de los pinochetistas.
  • Paradoja chilena/Jorge G. Castañeda
Tomado de Reforma, 13/12/2006

http://www.reforma.com/editoriales/nacional/717727/


La última figura emblemática del autoritarismo latinoamericano ha muerto. Quienes habíamos llegado ya a la edad de razón en 1973 no olvidaremos nunca la foto -famosa e infame- de los cuatro golpistas del 11 de septiembre (herederos de los "cuatro generales" de la Guerra Civil española) y del primus inter pares con sus gafas obscuras y satisfacción inocultable. Es curioso, pero Pinochet perdió la guerra de la vida con quien fuera su Némesis durante 35 años, y que siendo la figura emblemática, a secas, de la segunda mitad del siglo XX latinoamericano, no lo fue del autoritarismo en la región, aunque también hubiera merecido serlo: Fidel Castro.
El dictador chileno, recordado por sus frases -"tengo los pantalones amarrados con alambre de púas"-; por los muertos a su cargo; por las desapariciones que produjo; por el exilio que provocó y por las torturas -ésas sí masivas- que permitió, fomentó y justificó, ganó la batalla de Santiago, pero perdió la de la simultaneidad o de la longevidad: "el que muere al último muere mejor", estarán pensando algunos.Pinochet murió sin haber sido definitivamente juzgado por sus infinitas violaciones a los derechos humanos, por el dinero que robó y por la destrucción que llevó a cabo de vidas, instituciones y tradiciones de una de las pocas democracias duraderas de América Latina. Ojalá hubiera podido sobrevivir hasta el final del proceso judicial en curso en su país -y fuera de Chile- para que sus víctimas tuvieran por lo menos la satisfacción de atestiguar la consecución de la justicia. El verdugo se burló de los chilenos hasta en la muerte.Pero por desgracia deja una herencia compleja, contradictoria, y hasta ahora inmanejable. Es un legado que la corrección política -la nefasta- y la moral no han podido desmantelar ni refutar, y que Chile carga como una lápida mortuoria con jeroglíficos indescifrables.
Es la respuesta al acertijo del éxito chileno, respuesta que es inconfesable y que quien se atreva a intentarlo corre el riesgo de ser señalado y maldecido por las buenas conciencias.Todos sabemos que el desempeño político, económico, social e internacional de Chile a lo largo de los últimos 17 años, es decir, desde la salida de Pinochet y la llegada al poder de la Concertación, ha sido el mejor, con mucho, de toda América Latina.
Nadie ha crecido tanto, nadie ha reducido tanto la pobreza, nadie ha celebrado elecciones tan reñidas y tan poco cuestionadas, nadie ha sido tan responsable y a la vez congruente en política exterior, como los gobiernos sucesivos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet. Cualquier comparación durante el mismo lapso es demoledora: con Cuba, ni se diga, pero también con Venezuela, hacia la izquierda, o con Argentina y México hacia la derecha.Es cierto que la marcha chilena hacia la modernidad no ha sido completa ni desprovista de rezagos: persiste la enorme desigualdad heredada de Pinochet, la educación contiene deficiencias innegables y el crecimiento comenzó a reducirse desde 1999 y no ha recuperado de manera sostenida las tasas de antaño. Pero de todas maneras el saldo es envidiable para todos los demás países latinoamericanos.
Sin embargo, uno de los retos que el camino chileno no ha podido superar es la venta de su éxito como ejemplo a seguir, su transformación como un modelo a emular. Nadie canta loas al éxito chileno; no existen círculos laguistas en las universidades; Bachelet no congrega a multitudes cuando viaja; Chile no seduce. Y, sobre todo, nadie se atreve a la extrapolación: a tratar de replicar el modelo chileno en casa propia, aunque quizás por eso nadie ha logrado los resultados impresionantes que Chile ha acumulado. Basta especular que con cinco a 10 años más de un desempeño así, Chile podrá convertirse en el primer país de la región que se graduó de país subdesarrollado en crecimiento, a país desarrollado aún pobre -como Portugal o Grecia- pero perteneciente ya a una categoría superior en el ranking mundial.Hay varias razones que explican la paradoja del éxito chileno pero sin "sex appeal" -como muchos sí se lo asignan, por ejemplo, a la también autoritaria China.
Una, sin embargo, puede tener que ver con el secreto oscuro pinochetista que todos preferimos callar, a saber: los éxitos de la Concertación no serían posibles sin la pesadilla de tumba y quema de los 17 años anteriores, es decir de Pinochet. Sin la aplicación a sangre y fuego de las recetas extremistas extraídas de las tesis de Friedman y Harberger; sin la puesta en práctica de esquemas económicos radicales, factibles únicamente en condiciones de dictadura; sin la destrucción de sindicatos, partidos, movimientos populares, medios de comunicación e instituciones legislativas y judiciales.
En pocas palabras: sin la larga noche pinochetista, no habría amanecer concertacionista.Y nadie, con toda razón, pagaría de manera voluntaria y gozosa un costo tan alto: simplemente insinuarlo es un insulto al más elemental sentido de humanidad. De allí la contradicción: el modelo chileno no es vendible -hasta ahora- porque nace de un gran pecado original: Pinochet, el máximo símbolo del mal en América Latina en la segunda mitad del siglo XX. Parecería que en la región nadie alcanza los logros chilenos, porque puede no haber otro camino -a juzgar por tantos intentos fallidos en tantos países- para llegar a ese destino y el camino de Pinochet es simplemente inaceptable.
Hay en la historia de las sociedades problemas sin soluciones. Éste podría ser uno de ellos. En estos días de obituarios, es una lección del pasado que conviene no olvidar.

  • La celebridad del déspota/José Zepeda, director del departamento latinoamericano de Radio Nederland Wereldomroep
Tomado de EL CORREO DIGITAL, 1/12/2006):

A comienzos de 1973 Chile era un país polarizado. Las reformas sociales del Gobierno de Salvador Allende, encaminadas a provocar un cambio profundo en la convivencia nacional, son malogradas por la violencia reinante. Nadie pudo oponerse a la nacionalización del cobre en 1971, pero la llamada vía chilena al socialismo generaba escándalo en la derecha y forzaba al centro a perder su eje, cuando el Gobierno buscaba la estatización de muchas empresas, o la aplicación de la reforma agraria no solamente para los grandes latifundios. El centro, dominado por la Democracia Cristiana, se alineaba con los sectores reaccionarios del país. El asesinato cruel del político demócrata cristiano Edmundo Pérez Zujovic apuró a los indecisos. Los partidos de la oficialista Unidad Popular también se tensaban internamente. Fracciones del Partido Socialista se radicalizaban y presionaban para acelerar el proceso de cambios. El Movimiento Revolucionario, MIR, desde fuera del Gobierno, quería profundizar las contradicciones y crear condiciones revolucionarias. Los comunistas llamaban a la razón y al camino de la reforma.
Ante el temor de un golpe de Estado se creaban, de manera rápida y sin recursos, instancias paramilitares en los partidos del Gobierno. El brazo de la extrema derecha, Patria y Libertad, se encargaba de acciones de sabotaje y terrorismo. La escasez de alimentos, fruto del acaparamiento del empresariado, de la ineficacia económica del Ejecutivo y del mercado negro, alimentaba la zozobra popular. Lo paradójico del momento lo reflejó la elección parlamentaria de marzo: la Unidad Popular alcanzó el 43% de los votos, es decir, casi un 7% más de los sufragios que cosechó Allende para ser presidente. Pero el 55% estaba con la oposición de la Confederación por la Democracia, CODE. Unos confabulaban para liquidar al Gobierno, otros pedían medidas extremas. La izquierda deseaba que el presidente cerrara el Congreso. Allende se mantenía en el filo de la legalidad con una convicción democrática irrenunciable.
El 25 de agosto de 1973 Augusto Pinochet Ugarte se transforma en comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, en sustitución del general Carlos Prats, amigo personal de Allende, quien sería luego asesinado en Buenos Aires por orden la dictadura militar chilena. El plan del golpe de Estado estaba en marcha, aunque Pinochet dudaba de su propia participación. Allende lo consideraba soldado fiel a la Constitución pero sabía que existía una confabulación. Esa maquinación contaba con el respaldo político y económico del Gobierno de Estados Unidos. La doctrina estadounidense de la seguridad nacional transformaba a los militantes de izquierda en el enemigo interno, a las sociedades que querían cambio social en cómplices, a todos en agentes del comunismo internacional y a los uniformados en sus verdugos. La lógica de la guerra fría propiciaba la eliminación física de estos adversarios transformados en enemigos de la patria. La ex Unión Soviética promovía que los partidos comunistas de la región avanzaran por el camino de reformas y alianzas políticas. Cuba, en cambio, apoyaba a jóvenes revolucionarios dispuestos a jugarse la vida en el monte y en las ciudades.
Hubo presión política sobre los uniformados para que dieran el golpe. Ninguna dictadura se sostiene sin apoyo político y social. Cuando ha surgido esta discusión en Chile todo el mundo se apresura a silenciarla, pero hubo mayoría política y social dispuesta a respaldar la liquidación de la democracia, la masacre de los partidarios de Allende, la persecución, la tortura y el exilio. Fueron muchos los que acudieron a los cuarteles a lanzar maíz a los pies de los uniformados para gritarles que eran unos cobardes que no se atrevían a salvar la patria de la afrenta comunista.
Fue inmensa la cantidad de chilenos que se regocijó en los primeros días con la derrota de la Unidad Popular. ‘Los upelientos’, como los llamaban despectivamente, adquirieron la condición de parias, y alguna gente prefería cruzar la calle para evitar un saludo inconveniente o por el miedo a ser confundida con ellos. La forma habitual de explicar las detenciones políticas fueron aquellas frases elocuentes: ‘Algo habrán hecho’ o ‘En algo estarían metidos’. El consentimiento ahogado del horror.
Pese a esa polarización extrema del país, el golpe de Estado sorprendió a la mayoría de una población acostumbrada a la convivencia democrática, pocas veces alterada en su historia. Salvo los enterados nadie esperaba un golpe militar. Allende mismo sabía que su Gobierno había entrado en una crisis profunda y decide convocar a un plebiscito para evitar un golpe de Estado. El sector ultraizquierdista del Gobierno reacciona con encono. Allende llama al ministro de Defensa, Orlando Letelier, para que convenza al Partido Socialista, lo que finalmente logra la noche del 10 de septiembre de 1973. A partir del 11 de septiembre los optimistas pensaban que al cabo de algunos meses, de unos cuantos exilios interiores, unos pocos muertos, todo volvería a la normalidad. Los pesimistas sabían que eran tiempos de tiranías. Los militares habían llegado para quedarse.
Pinochet organizó la represión a lo grande. En la capital la mayoría de los allendistas fue llevada al estadio nacional de fútbol, transformado en inmensa sala de tortura, y donde terminaron asesinados y desaparecidos. En cada ciudad, en cada pueblo se crearon centros de tortura. En esos días surgió la mentira más grande de la dictadura: «Estamos en guerra». Nada más alejado de la realidad: salvo la defensa de La Moneda y algunos enfrentamientos insignificantes, los golpistas no encontraron resistencia en ninguna parte. Las armas que habían entrado clandestinamente al país fueron requisadas. El resto fue estrategia de inteligencia militar para atemorizar a la población.
Carlos Prats, por ejemplo, no estaba en guerra cuando fue asesinado, junto a su esposa, por el agente de la DINA, el servicio secreto de Pinochet, Michael Townley en Buenos Aires, el 30 de septiembre de 1974; Orlando Letelier no estaba en guerra cuando lo mataron en Washington junto a su asistente estadounidense, Ron Moffit, el 21 de septiembre de 1976; Bernardo Leighton no estaba en guerra cuando atentó contra él, en Italia, un grupo de neofascistas que trabajaba para la DINA, el 5 de octubre de 1975. Eduardo Frei Montalva no estaba en guerra cuando, presumiblemente, fue asesinado mediante una sustancia química, con la probable participación del agente Eugenio Berríos. Tampoco estaban en guerra los españoles Carmelo Soria y Antoni Llidó, el primero asesinado, el segundo desaparecido. Los cadáveres flotando en el río Mapocho obedecían a la lógica del terror. Igual que la Caravana de la Muerte, un helicóptero con oficiales del ejército que recorrió parte del país durante septiembre y octubre, ordenando asesinar cada día a un grupo de opositores. En total, la Caravana asesinó a 75 dirigentes de la Unidad Popular, pero principalmente se trataba del pacto de sangre necesario para consolidar el compromiso de todas las Fuerzas Armadas en la represión.
El talante de Pinochet se conoció en las primeras horas del 11 de septiembre de 1973. Quedan para la historia los diálogos captados de las comunicaciones militares, en los que se refiere a Allende diciendo que «si se mata la perra, se acaba la leva», o menciona a los miembros del Gobierno que estaban en La Moneda en estos términos: «Que los metan en un avión y los van tirando por el camino». El 7 de septiembre de 1986 el grupo Frente Patriótico Manuel Rodríguez realiza un atentado en contra del general, quien salva milagrosamente la vida. Como represalia el régimen asesina brutalmente a cuatro militantes comunistas.
En 1988 comienza un cambio de rumbo. La dictadura convoca a un referéndum para decidir si Pinochet se va o se queda hasta el año 1997. El 55% de la ciudadanía le dice no al dictador. Chile se encamina hacia la democratización. Hasta 1998 Pinochet se mantiene como general en jefe del Ejército. Posteriormente es designado senador vitalicio y goza de inmunidad política. Pese a ello, durante una visita a Londres, aquel mismo año, y por orden del juez español Baltasar Garzón, es detenido por la desaparición de varios ciudadanos españoles. La primera ministra Margaret Thatcher lo visita durante su arresto domiciliario y hace una declaración entusiasta: «Nosotros somos conscientes que tú has llevado la democracia a Chile». Se le vio detenido en un coche de la policía durante unos instantes, pero en su conciencia y orgullo deben de haber pesado siglos.
El último acto político de Pinochet es una carta pública con motivo de su 91 cumpleaños. En ella dice que asume la responsabilidad de lo hecho, pero esto no significa que reconozca sus crímenes. Por el contrario, reivindica su conducta diciendo que «gracias a su coraje y decisión, Chile pudo transitar entre la amenaza totalitaria y la plena democracia que nosotros restablecimos y de la cual gozan todos nuestros compatriotas». Y agrega: «Si al cabo de 30 años quienes provocaron el caos y el enfrentamiento se han renovado y reinsertado en un Estado de Derecho, no cabe reclamar castigos para los que evitaron que se extendiera y profundizara». Es decir, nada de arrepentimientos.
Los festejos populares en Santiago tras la muerte del ex dictador son la prueba fehaciente de que el pasado aún no ha sido superado. Es comprensible si se tiene en cuenta que aún no se sabe el destino de muchos desaparecidos. Lo paradójico es que no existen muchas razones para el jolgorio, finalmente Pinochet no murió como un salvador de la patria, pero lo hizo en la cama y en la más absoluta impunidad. Es de esperar que la justicia chilena no tenga la ocurrencia de condenarlo en ausencia, sería un acto de cobardía que afectaría a la credibilidad democrática de Chile. La entereza se necesitaba ayer. El telón ha caído, son muchos los defraudados por la justicia chilena, pero no se puede desconocer que bajo los gobiernos democráticos se ha juzgado a cientos de uniformados por graves violaciones a los derechos humanos. Pinochet se va con la carga de muchas causas en su contra y con el último estigma: haberse enriquecido ilícitamente mediante la corrupción. Ni la gloria ni el honor, simplemente la celebridad mezquina del déspota.

La muerte del icono/Carlos Franz, escritor chileno. Su novela El desierto obtuvo el Premio La Nación-Sudamericana 2005, en Buenos Aires
Tomado de EL PAÍS, 13/12/2006);
Hace unas horas Pinochet recibió sus últimos honores en la Escuela Militar de Santiago. Se paseó un caballo sin jinete, se pronunciaron arengas marciales y se dispararon salvas de fusilería no menos retóricas. Pero en la “capilla ardiente”, entre la guardia de cadetes con sus cascos prusianos, no era sólo el cadáver de un soldado ya medio corrompido en vida lo que se estaba velando. Esos cursis honores militares también fueron -y quizá por eso se sintieron tan apropiados- para un icono de la cultura pop contemporánea.
Me ha pasado en lugares imprevistos, en Bucarest y en Fez, cuando debo pronunciar claramente: “Chile, Sudamérica…”, para que intuyan el lugar remoto del que vengo. Entonces, siempre hay un taxista avisado o un quiosquero lector, que termina por descifrarme y exclama: “Ah, Chile: ¡Pinochet!” Y te lo dicen como una cortesía, felices de conocer algo de tu tierra.
De esa fama mundial disfrutó Pinochet (una que ningún otro chileno alcanzará, espero). El Capitán General -título que robó a los gobernadores de la Colonia- con sus gafas oscuras y su capa de vampiro, se ganó el dudoso honor de encarnar a uno de los “malos” más reconocibles de la incultura política mundial.
¿Cómo lo hizo este militar mediocre que, como tirano, no fue peor que varios de sus colegas latinoamericanos? Hay variadas explicaciones. Pero una que se ha manoseado menos, creo, tiene que ver con la notable capacidad del sujeto para la simplificación y la caricatura. Si era fácil caricaturizar a Pinochet, fue porque él mismo fue un gran caricaturista de la realidad. (Lo que viene a ser un talento nada despreciable en la mediatizada política contemporánea).
Para Pinochet pocas simplificaciones, retóricas o prácticas, estaban por debajo de su dignidad. Recíprocamente, pocos simplismos fueron demasiado grotescos para colgarlos sobre esa percha de militar pueblerino. Su mediocridad, genuinamente pequeño burguesa, del mismo modo que secretaba clichés, los atraía. Aún más importante para el “éxito pop” de ese icono de la maldad contemporánea, fue que los tópicos propios y ajenos emocionaban al general hasta las lágrimas o la rabia (frecuentemente los dos). En lo íntimo y contra el cliché que lo pinta como un monstruo de frialdad, creo que Pinochet fue sobre todo un sentimental (al modo violento de los toreros, digamos; y que me perdonen los matadores). A falta de una auténtica ideología, Pinochet prohijó una estética cuyo alma fue el sentimentalismo.
Nada demasiado original, tampoco. Como en otras dictaduras, la estética de su régimen consistió en reemplazar, siempre que se pudiera, la razón por la emoción. Para ello, Pinochet no sólo manipulaba la sensiblería popular dividiendo al mundo en buenos y malos -creador de un eje del mal, avant la lettre-, sino que también practicaba aquel sentimentalismo más primitivo y útil: fomentar pasiones rabiosas que nublaran la razón de sus adversarios.
Parte del éxito de un simplista consiste en que lo simplifiquen a él. Como buen estratega militar, Pinochet conseguía, a punta de topicazos, atraer a sus enemigos a su campo de batalla: el de las simplificaciones que engendran confusiones. De muestra este botón. El prestigioso diario inglés The Guardian -mi periódico mientras viví en Londres- me asestó un sábado de hace pocos años la bofetada de publicar una foto de Salvador Allende poniéndole al pie el nombre de Pinochet. “The great dictator: Pinochet”, decía la equivocada lectura. Y sobre ella aparecía Allende, con la mala suerte de haberse puesto ese día unas gafas oscuras.
El valor simbólico de esa confusión, de ese “confundir” los contrarios que se produce de tanto manosearlos y caricaturizarlos, casi no puede exagerarse como indicio de los riesgos que envuelve una política secuestrada por la publicidad. Especialmente cuando ésta juega impunemente a convertir en iconos pop a los protagonistas del drama de un país pequeño y lejano. Esas reducciones contribuyeron, seguramente, a hacer incomprensible, para algunos, que el Gobierno chileno rechazara la extradición de Pinochet desde Londres a España. Y sin embargo, aparte de los sólidos argumentos jurídicos, estaba esta tristeza: preferimos nuestro monstruo a vuestra caricatura.
Aparte de eso, nada grave. Las confusiones de nuestros observadores externos serían graciosas, si no fuera porque las mismas han agregado dificultad a un proceso interno fundamental para la transición chilena: la reconstrucción de nuestra memoria histórica. Comparado con otras transiciones políticas, y enfrentando similares o mayores inconvenientes que España, por ejemplo, Chile ha confrontado su dividida historia con bastante rapidez y ecuanimidad. Esta elaboración de nuestra memoria (aunque incompleta y fragmentaria, pero qué memoria no lo es) ya ha tenido resultados benéficos. Ha sido uno de nuestros escasos “antídotos culturales” contra el materialismo rampante producto del éxito económico; y también contra cierto mareo de grandeza política, que es su frecuente consecuencia.
Sin embargo, en esa tarea de elaboración de una memoria histórica, tanto la persona de Pinochet como el icono mundial de la maldad política en que se había convertido, no nos servían de mucho. De ellos no podíamos esperar ningún gesto honrado o siquiera una argumentación interesante. En sus últimos años, el ex dictador hasta tuvo la oportunidad extraordinaria de haber enfrentado los procesos penales que se le incoaron. Haciéndolo, podría haberse convertido, in extremis, en el estadista que vociferaba ser, transformando esos procesos en juicios públicos e históricos a su gestión y sus consecuencias; pero más que nada a sus causas. Prefirió esconderse tras otra máscara del icono: la del chiflado.
No celebro la muerte de Pinochet. Me parece de mal gusto (aunque entiendo la melancólica euforia de sus sobrevivientes). Lo que sí me entusiasma es la posibilidad de que ahora, cremado el decrépito esperpento en el que se había convertido, se nos facilite encontrarnos en una memoria menos emotiva y más objetiva. Para seguir dándole espesor ético a nuestra presente prosperidad y estabilidad política, habrá que profundizar en sus orígenes traumáticos. Hasta escribir una historia incluyente donde quepan los claroscuros de ambos bandos. No sólo las oscuridades mutuas. Sino incluso aquellas luces que heredamos de Pinochet y, en lugar de apagarlas, hasta las usamos para alumbrarnos en este trozo del camino.
çPorque aquella versión sentimental y maniquea de nuestra historia, dividida en buenos y malos, en inocentes absolutos y culpables irredimibles, fue la favorita de Pinochet, nuestra mejor victoria sobre él sería refutarla escribiendo entre todos una historia menos simplista.
En Chile se ha hecho más de lo que se cree, en ese sentido. Pero la caricatura de nuestra transición, y en ella la de Pinochet, no han dejado verlo bien. Por ejemplo, en esa misma Escuela Militar, donde ahora se efectuaron estos cursis funerales del tirano, hace ya un par de años se celebró una ceremonia muy distinta. Esa otra noche, en el Aula Magna de la escuela, ante mil cadetes y oficiales de uniforme, un grupo de los más importantes poetas chilenos actuales recitó sus versos. Fueron los poemas que varios de ellos, antaño encarcelados y torturados, compusieron como protesta durante la dictadura. Toda la Escuela Militar escuchó esa noche, en marcial silencio, la cruda voz de la poesía denunciando el daño cometido…
Ese silencio de los jóvenes cadetes, casi niños de uniforme, mientras caen en sus oídos los versos por dentro de los cuales caen los cuerpos de los desaparecidos al mar y a los cráteres de los volcanes de Chile… Ese silencio poético entremezclado, espeluznante, y complejo… Ese silencio tan poco “pop”, es de esperar que empiece a oírse un poco más, dentro y fuera de Chile, a medida que se apaga el eco de las salvas y retóricas de estos ridículos funerales. Para que, muerto el dictador, no siga vociferando sus simplismos, inadvertido en nuestra bulla, el icono en el cual lo convertimos.
Lo que no muere con Pinochet/Juan Pablo Cárdenas, director de Radio Universidad de Chile y Premio Nacional de Periodismo de Chile de 2005
EL CORREO DIGITAL, 13/12/06):
Augusto Pinochet ya estaba muerto en Chile. Lo que dejaron de latir fueron sus despojos. En sus días finales eran contados con los dedos de la mano los amigos que lo visitaban y asistían en sus avatares con la salud y los tribunales. Hasta para los partidos de la derecha, para sus abogados y su propia familia resultaban incómodos su longevidad y los numerosos delitos que se le seguían imputando judicialmente. Su popularidad se vino definitiva y estrepitosamente al suelo cuando el país se enteró de su millonaria fortuna. Para vergüenza nacional, ciertamente el descubrimiento de sus depósitos en el banco Riggs lo desacreditó mucho más que sus horrendos crímenes.
No fueron sus atributos personales los que le llevaron al poder, sino la oportunidad histórica que le brindó Salvador Allende al nombrarlo comandante en jefe del Ejército. Confianza que, luego, traicionaría, como abandonó al final de sus días a su feroz jefe de inteligencia y a sus subordinados, los que hoy pagan con largas condenas las órdenes que cumplieron. Todo en un tiempo en el que, como el mismo se ufanaba en decir, ‘no se movía una hoja de un árbol’ sin su consentimiento.
Más allá de sus despropósitos, Pinochet nos lega una institucionalidad en la que todavía sigue acotada la soberanía popular y continúan restringidos derechos tan esenciales como la libertad de prensa, al mismo tiempo que la política es asunto de un puñado de caudillos que se favorecen de un desprestigiado sistema electoral bipartidista que impone el cogobierno entre la Concertación Democrática oficialista y los ex pinochetistas de la Alianza por Chile. Una de las aparentes contradicciones del dictador fue entregarle la banda presidencial y el Parlamento a la misma ‘clase política’ que fustigó intensamente y que fue, por cierto, la principal responsable de la quiebra constitucional de 1973. Sin embargo, la camisa de fuerza institucional que les impuso es hoy del pleno agrado de unos políticos ávidos de cargos, que ahora se perpetúan en ellos.
A Pinochet se le atribuye haber modernizado el país y su economía. Sin embargo, después de sus 17 años en el poder, la clase media disminuyó drásticamente y la pobreza alcanzó a más del 40% de la población. Las cifras de crecimiento bajo su mandato son muy discretas en relación a las que exhiben los gobiernos precedentes y los posteriores. Asimismo, después del año 90 el país ha debido emprender un costoso programa de obras públicas debido al patético atraso en que quedaron nuestras carreteras, puertos, medios de transporte y otras redes de comunicación interna y exterior. Pese al carácter castrense de su gobierno, las Fuerzas Armadas sólo ahora han renovado un potencial bélico que, como reconocen los militares, quedó completamente obsoleto al término de la dictadura. En lo que toca a nuestra estrategia de desarrollo, nada o muy poco queda de aquel programa de industrialización emprendido a mediados del siglo pasado. Hoy, somos esencialmente un país exportador de recursos naturales sin valor agregado en el que el cobre aporta más del 50% a nuestro producto interior bruto.
La Humanidad es testigo del desgarrador balance en materia de derechos humanos. Recuento fatal que hoy suma la impunidad consagrada por su decreto de auto-amnistía de 1975 y el tutelaje encomendado al Ejército por las leyes pinochetistas que todavía nos rigen. De esta forma, no es extraño que, a la muerte de Pinochet, las Fuerzas Armadas y del orden hayan consumado exequias con honores militares y banderas a media asta en todos los regimientos y cuarteles. Actitud que contrasta con la del Gobierno y los otros poderes del Estado, que tuvieron que desestimar el duelo oficial y abstenerse de asistir a los homenajes circunscritos a la Escuela Militar y a los círculos sociales más pudientes. Con el deceso de Augusto Pinochet y la explosiva reacción de júbilo popular quedan otra vez al descubierto las profundas distancias que separan a los chilenos, por lo que muchos temen ahora que la proclamada reconciliación sólo sea posible cuando no queden sobrevivientes en Chile de lo que fue la más severa tragedia política de su historia.
El emblemático dictador era un cadáver político antes de fallecer, pero es claro que la ideología que le inspiró y que sostuvo a su gobierno gravita todavía en la nación más austral del mundo, especialmente en torno a esa casta de empresarios y políticos que forman parte del 10% que vive en la opulencia de los más ricos del planeta, cuya riqueza marca una cruel distancia con la cotidianeidad de la inmensa mayoría de los chilenos. Hablamos del país que tiene el demérito de ubicarse entre las cinco naciones con peor distribución de ingresos de la Tierra, pese a los buenos índices de su macroeconomía y a los esfuerzos correctivos del modelo neoliberal emprendidos por los gobiernos del postpinochetismo.
El desprestigio del dictador no se contradice con la vigencia que todavía tienen en Chile las ideas, privilegios e intereses que dieron sostén intelectual a su régimen. Lo que prueba que, más allá de su fiero autoritarismo, Pinochet fue sólo el producto de una conspiración dirigida por la extrema derecha chilena y esa doctrina de la seguridad nacional de Estados Unidos que tantos horrores produjo en Latinoamérica y el Caribe.

Rincón en la ONU, hoy 13 de diciembre

Intervención de Gilberto Rincón Gallardo, Presidente del Consejo Nacional Contra la Discriminación en la Asamblea General de las Naciones Unidas Tema 67 (b): Cuestiones relativas a los derechos humanos, incluidos distintos criterios para mejorar el goce efectivo de los derechos humanos y las libertades fundamentales Informe final del Comité especial encargado de elaborar una convención internacional amplia e integral para proteger y promover los derechos y la dignidad de las personas con discapacidad

Trasferencia de militares a la PFP

Dijo el Presidente Calderón, en la Transferencia de Personal de la Secretaría de la Defensa Nacional y de la Secretaría de Marina
¡Y no hay democracia sin leyes y no hay un Estado donde la ley no se respeta y sí se hace respetar1
"Como he dicho antes, cumplir esta tarea no será fácil ni será rápido, pero la sociedad exige resultados y ello nos obliga a actuar de inmediato."

"Un Gobierno que actúa necesita organizar todos los recursos a su alcance, todos los recursos disponibles para hacer frente a la criminalidad y restablecer condiciones mínimas de orden y autoridad."
"Una vez logrado el propósito de fortalecer tanto a la policía como al Ministerio Público Federal en el cumplimiento de su deber estaremos en condiciones de restituir y reintegrar paulatinamente a las Fuerzas Armadas a las labores distintas a las de la coadyuvancia con las autoridades civiles que prevé la ley. ..-, El de cuidar en todo momento la identidad, la formación y, desde luego, la carrera militar de cada uno de los integrantes que coadyuvan en esta labor y, finalmente, de reintegrar paulatinamente al Ejército y la Armada de México los recursos y personal que hoy se pone al servicio del país en la tarea de seguridad nacional una vez que podamos superar la contingencia extraordinaria que en la materia enfrenta el país y que contemos, precisamente, con el apoyo del Congreso de la Unión para hacer ello posible."

"Nuestra política en materia de seguridad se guiará por los siguientes ejes rectores:
Primero. Una mayor coordinación y cooperación entre los tres órdenes de Gobierno; Para el Gobierno Federal queda claro: no podemos permitir que ningún estado de la República sea rehén del narcotráfico, del crimen organizado o de la delincuencia común....

Segundo. Asignaremos más y mejores recursos a nuestras instituciones encargadas de garantizar la seguridad pública.

Tercero. Vamos a modernizar el sistema de seguridad pública, mediante instituciones más eficientes y leyes más adecuadas. Por ello, he instruido al Procurador General de la República y al Gabinete de Seguridad para que, a más tardar en el mes de febrero, presente a la sociedad un programa para reformar los mecanismos de procuración de justicia y de seguridad...."

Hizo uso de la palabra el General Guillermo Galván Galván, secretario de la Defensa Nacional.; el lmirante Mariano Francisco Saynez Mendoza, Secretario de Marina. Y el ingeniero Genaro García Luna, Secretario de Seguridad Pública; estuvo presente Eduardo Medina Mora Icaza.
Genaro García Luna reconoció de "que no hay policías delincuentes, sino delincuentes infiltrados en la policía."

Esta es la ceremonia completa:
Discurso del Presidente Calderón:

Señoras y señores,
Señor Gobernador del Estado de México,
Señores Secretarios,
Distinguidos miembros del presídium,
Personal de las Fuerzas Armadas de México y de la Policía Federal Preventiva:
Salvaguardar la vida, la libertad y la integridad de los ciudadanos es la principal función del Estado, es la primera obligación del gobernante, es la primera misión de un servidor público.
Y no hay democracia sin leyes y no hay un Estado donde la ley no se respeta y sí se hace respetar.
Desde el 1 de diciembre me comprometí a encabezar un Gobierno que contribuya a la construcción de una Nación de libertades, una Nación cuyo progreso se sustente en la paz, en el orden, en el respeto, en la ley y en la justicia.
Una Nación democrática donde las mexicanas y los mexicanos podamos vivir en plenitud esos valores.
Este es uno de mis más altos deberes como Presidente y uno de los mayores retos de México.
En este compromiso con la sociedad y con el país la labor de la autoridad responsable del orden público es fundamental.
Por ello, en primer término, quiero felicitar calurosamente a los miembros de las Fuerzas Armadas y, en particular, a los de la Policía Federal Preventiva que hoy han recibido un justo reconocimiento a su patriotismo y a su entrega y cumplimiento del deber.
Gracias a mujeres y hombres como ustedes, día a día avanzamos en la delicada tarea de brindar a la sociedad la protección y la seguridad que requieren para vivir mejor.
Mi Gobierno está decidido a cumplir su obligación constitucional de salvaguardar las libertades y derechos de los mexicanos.
Como he dicho antes, cumplir esta tarea no será fácil ni será rápido, pero la sociedad exige resultados y ello nos obliga a actuar de inmediato.
El momento que vive México al inicio de esta Administración refleja un clima de preocupación de la ciudadanía debido al incremento de las acciones vinculadas a la delincuencia y, particularmente, a la delincuencia organizada.
Pienso todos los días en las hijas y en los hijos de los mexicanos, en los trabajadores que se ven despojados de su salario, en los padres de familia que son secuestrados, en los campesinos que son vejados.
Pienso también en las familias de los soldados y los marinos de México, pienso en las familias de los mexicanos y veo, precisamente, en el crecimiento de la delincuencia y la criminalidad una amenaza para el país, una amenaza a la seguridad pública, sí.
Pero hoy les digo que debemos evitar a toda costa que esta amenaza a la seguridad pública se convierta en una amenaza a la seguridad nacional, en la medida en que desafía al Estado mexicano.
Esta es la misión que hoy les encomiendo, enfrentar este grave reto de la seguridad pública con toda la fuerza del Estado.
Es mi deber como Presidente y el de todos los servidores públicos comprometidos con la seguridad de los mexicanos el sumar los esfuerzos, el actuar rápido y sin titubeos, el reunir la confianza y los recursos que nos ha depositado en nuestras manos el pueblo de México para actuar en resguardo del pueblo de México.
Un Gobierno que actúa necesita organizar todos los recursos a su alcance, todos los recursos disponibles para hacer frente a la criminalidad y restablecer condiciones mínimas de orden y autoridad.
Para cumplir con este deber fundamental de garantizar la seguridad nacional y, a la vez, la seguridad pública de los ciudadanos; es indispensable fortalecer, y cuanto antes, las labores de la Policía Federal Preventiva para que cumplan su tarea con efectividad.
Esta corporación requiere urgentemente de un mayor número de elementos con más y mejor capacitación y con un firme compromiso de servir a México.
Por ello, a partir de hoy, 10 mil elementos altamente capacitados, profesionales del Ejército Mexicano y de la Armada de México se unirán a los esfuerzos de la Policía Federal Preventiva.
Sé que su labor comprometida con la seguridad y el bienestar de los mexicanos, no sólo fortalecerá a la Policía Federal, sino fortalecerá a México.
En sus responsabilidades de vigilancia, de prevención de delitos, de protección civil y auxilio a la población descansa, precisamente, una buena parte del futuro del país.
Las tareas que habrán de realizar son de la mayor importancia para el bien de la Patria. Hoy, los enemigos de México se refugian, precisamente, en la debilidad institucional del Estado, que esta decisión revierte y fortalece, precisamente, en su vertiente institucional al Estado mismo.
El fortalecimiento de la acción del Gobierno en las tareas de seguridad es fundamental, precisamente, para retomar el camino del desarrollo integral de los mexicanos.
Les quiero hacer un reconocimiento muy especial a la valiosa labor, a la lealtad y al compromiso con México del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea por su colaboración permanente en la lucha contra la delincuencia.
Su lealtad y compromiso con la Patria quedan hoy refrendados en esta colaboración institucional con la Policía Federal.
Al mismo tiempo quiero refrendar mi compromiso de atender de inmediato las condiciones en las que viven el personal de tropa y de Marina.
Es por eso que hoy exhorto al Congreso de la Unión a valorar y a aprobar los apoyos para el personal de menores ingresos de las Fuerzas Armadas que he propuesto ante la Honorable Cámara de Diputados en el presupuesto para el próximo año.
Nuestro objetivo es el de contar con una Policía Federal fortalecida y unificada, capaz de actuar ante cualquier circunstancia, sobre todo en operaciones simultáneas en el país de la misma gravedad.
Una vez logrado el propósito de fortalecer tanto a la policía como al Ministerio Público Federal en el cumplimiento de su deber estaremos en condiciones de restituir y reintegrar paulatinamente a las Fuerzas Armadas a las labores distintas a las de la coadyuvancia con las autoridades civiles que prevé la ley.
Por eso instruyo para que en este proceso se consideren criterios elementales para preservar y en lo posible mejorar las condiciones y el desempeño de su labor de los elementos de la fortalecida Policía Federal Preventiva a la par de los elementos de las Fuerzas Armadas.
El de cuidar en todo momento la identidad, la formación y, desde luego, la carrera militar de cada uno de los integrantes que coadyuvan en esta labor y, finalmente, de reintegrar paulatinamente al Ejército y la Armada de México los recursos y personal que hoy se pone al servicio del país en la tarea de seguridad nacional una vez que podamos superar la contingencia extraordinaria que en la materia enfrenta el país y que contemos, precisamente, con el apoyo del Congreso de la Unión para hacer ello posible.
Al propio tiempo refrendo mi compromiso con lograr que en nuestro México se vivna nuevamente, condiciones de vida segura para las familias mexicanas.
Durante muchos años la falta de seguridad ha minado, hasta un punto verdaderamente preocupante la calidad de vida de los mexicanos y la capacidad de desarrollo del país.
Mi Gobierno tiene la prioridad de poner un freno a la delincuencia y devolver la tranquilidad a la ciudadanía y para cumplir con nuestra delicada tarea, nuestra política en materia de seguridad se guiará por los siguientes ejes rectores:
Primero. Una mayor coordinación y cooperación entre los tres órdenes de Gobierno; vamos a fortalecer la presencia del Estado en las ciudades y poblaciones donde existe mayor inseguridad.
Vamos a decirle con hechos al ciudadano que no está solo y que, precisamente, el Gobierno, las Fuerzas Armadas y la Seguridad Pública están con ellos y para ellos.
Que entendemos que nuestra labor es, precisamente, el servir al ciudadano.
Estableceremos, también, mecanismos de coordinación efectiva con las autoridades de las entidades federativas y de los municipios.
Todas nuestras acciones de combate a la delincuencia y crimen organizado deberán estar coordinadas y se realizarán con absoluto respeto a las atribuciones de cada orden de Gobierno.
Un ejemplo de ello es el Operativo Conjunto Michoacán puesto en marcha el día de ayer, al que le hemos dado el inicio de manera coordinada con el gobierno de este estado.
Con este operativo estamos ya proporcionando apoyo a las autoridades estatales para combatir el narcotráfico y la delincuencia y, sobre todo, para recuperar la seguridad de los michoacanos.
Estoy bien consciente que nuestro deber debe extenderse a todas las entidades federativas que así lo requieran
Y para ello no podría cumplirse con esa tarea sin este paso adelante que damos, precisamente, todos el día de hoy hacia ese fin.
Para el Gobierno Federal queda claro: no podemos permitir que ningún estado de la República sea rehén del narcotráfico, del crimen organizado o de la delincuencia común.
Es así como focalizaremos los esfuerzos de los tres órdenes de Gobierno para restablecer la seguridad pública en todo el país, particularmente, en las poblaciones más afectadas.
La corresponsabilidad será la clave para enfrentar con eficacia y contundencia a la criminalidad.
Yo estaré personalmente trabajando con los gobiernos estatales, con las instancias del Ministerio Público Federal y Seguridad Pública Federal y con las Fuerzas Armadas para conocer a fondo los problemas que enfrentan en esta materia, a fin de brindar el apoyo necesario.
La prioridad es garantizar la seguridad y tranquilidad de las familias mexicanas, de todas las familias mexicanas y, para ello, no hay tiempo que perder.
Segundo. Asignaremos más y mejores recursos a nuestras instituciones encargadas de garantizar la seguridad pública.
La semana pasada presenté al Honorable Congreso de la Unión el Proyecto de Presupuestos de Egresos de la Federación para el año 2007.
El Ejecutivo a mi cargo ha propuesto al Poder Legislativo un incremento del 12.4 por ciento real al gasto público destinado a la seguridad y de esta propuesta debe destacar un incremento del 58 por ciento a las tareas de seguridad pública regidas por la Secretaría del ramo y de casi 20 por ciento a las Fuerzas Armadas en términos reales.
He dicho que el Gobierno Federal será austero, y de ahí el Decreto de Austeridad del cual hemos exceptuado, precisamente, a las Fuerzas Armadas y a las áreas responsables de la seguridad.
Pero nuestra tarea de garantizar la seguridad de los mexicanos es tan fundamental que en ella no sólo no vamos a escatimar esfuerzos y recursos, sino vamos a reunir todo el Estado de fuerzas disponible para hacer frente a la criminalidad.
Utilizaremos toda la fuerza del Estado para devolver a nuestra sociedad la paz y la tranquilidad que demanda.
Tercero. Vamos a modernizar el sistema de seguridad pública, mediante instituciones más eficientes y leyes más adecuadas.
Por ello, he instruido al Procurador General de la República y al Gabinete de Seguridad para que, a más tardar en el mes de febrero, presente a la sociedad un programa para reformar los mecanismos de procuración de justicia y de seguridad.
Impulsaremos su modernización para garantizar mayor eficacia, para que los delitos sean perseguidos y castigados de manera expedita, pronta, con total transparencia y absoluto respeto a la ley y a los derechos humanos.
Parte importante de este esfuerzo de modernización consiste, precisamente, en dotar y de manera inmediata a la Policía Federal de un Estado de fuerza y capacidad operativa que le permita actuar desde ahora y enfrentar de manera simultanea distintas circunstancias que comprometen a la seguridad de los mexicanos y el cumplimiento de la ley.
Distinguidos miembros del presídium, señoras y señores:
Los derechos y las libertades son tales, que sólo pueden ser garantizadas por el Estado.
Creo firmemente que todos los mexicanos, a pesar de la adversidad, podemos construir una Nación de libertades, una Nación en la que cada niña, cada niño, independientemente de su condición social, origen étnico, credo religioso pueda caminar libremente por cualquier calle y por cualquier camino del país.
Y cada mexicana y cada mexicano pueda, precisamente, vivir en México con la seguridad de ser un ser libre.
Una sociedad donde los delincuentes estén tras las rejas y los ciudadanos libres y, precisamente, en sus casas, en las calles, en sus trabajos, en sus escuelas.
Aspiro a que nuestro México sea una Nación de orden, de paz, de libertad, de justicia, de democracia; un México más seguro, un México más limpio, un México más justo, un México más libre y a final de cuentas ese ha sido el anhelo de nuestros héroes, de nuestros fundadores.
Por eso vamos a trabajar hombro con hombro con nuestras fuerzas encargadas de la seguridad nacional y de la seguridad pública.
A todos ustedes que se incorporan a estas labores de coadyuvancia con la Policía Federal Preventiva, les ordeno trabajar sin descanso para garantizar la seguridad de las personas, dedicarse a su labor con lealtad, con patriotismo y entrega.
Como Comandante Supremo instruyo para que sirvamos a la Patria con justicia, con valentía y compromiso, con integridad, rectitud y profesionalismo.
Mi Gobierno, con el apoyo de sus policías y de las Fuerzas Armadas de México, va a combatir con mano firme a la delincuencia organizada y a todo criminal.
Haremos que prevalezca el derecho por encima de la violencia, haremos retroceder a la delincuencia.
No permitiremos que los criminales sigan obstruyendo el camino de México a un futuro de mayor prosperidad y desarrollo.
Lo vamos a hacer por nosotros y por los que vienen, por nuestros hijos; lo vamos a hacer porque es nuestro deber y también porque queremos entrañablemente a México.
Lo vamos a hacer por el bien de la Patria que, al final de cuentas, es la vocación que a todos hoy nos tiene reunidos este día.
Muchas gracias.
MODERADOR: Hará uso de la palabra el ciudadano General Guillermo Galván Galván, secretario de la Defensa Nacional.

-SECRETARIO GUILLERMO GALVÁN GALVÁN: Ciudadano licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas.
Distinguidos miembros del presídium.
Ciudadanos generales, jefes, oficiales y tropa de la 3/a Brigada de Policía Militar.
Damas y caballeros, compañeros de armas:
La seguridad es un bien común de todos los mexicanos, es una aspiración arraigada en la voluntad colectiva de la ciudadanía.
Es constitucionalmente una función a cargo del Estado que tiene como fines salvaguardar la integridad y derechos de las personas, así como preservar la libertad, el orden y la paz pública.
Es un imperativo para responder a las necesidades gregarias del hombre y está orientada a ofrecer condiciones de estabilidad y las relaciones cotidianas del quehacer nacional, preservando ante todo el interés social.
Fue la protesta de fortalecimiento de la seguridad pública uno de los ejes rectores de la campaña presidencial de nuestro mando supremo, cuya materialización continúa hoy con este acto de transferencia de siete mil 500 hombres que constituyen la III Brigada de Policía Militar a los activos de la Policía Federal Preventiva.
En este acto, el Ejército Mexicano cumple las directivas del Ejecutivo Federal al proporcionarle una fuerza organizada y preparada para desempeñar tareas en beneficio de la sociedad y sus instituciones.
Nuestro Comandante Supremo, el Presidente de la República, licenciado Felipe Calderón Hinojosa, nos ha instruido de manera expresa y enfática para que hagamos de la colaboración institucional una de nuestras prácticas sistemáticas de operar.
Así, el Ejército y Fuerza Aérea mexicanos concurren en uno de los retos fundamentales del Estado mexicano como lo es el de proporcionar la seguridad que se requiere de manera impostergable en todo el territorio nacional las 24 horas del día para el bienestar y consolidación de los afanes y empeños de la sociedad en su conjunto.
El Ejército y Fuerza Aérea son brazos armados fuertes y capaces del Estado mexicano y sienten en la Policía Federal Preventiva y la Secretaría de Seguridad Pública dos versiones del mismo cometido, elevado y trascendente.
Somos parte del mismo poder legítimo, del mismo orden constitucional y de la misma vértebra ética.
Por eso hoy coadyuvamos con el mismo horizonte institucional y con un objetivo común al integrar esta Unidad de Policía Militar a los operativos, estrategias y acciones que instrumentará la Policía Federal Preventiva en este nuevo e intenso impulso de gobernabilidad y certidumbre plenas que encabeza nuestro Comandante Supremo para dar confianza a la sociedad y mayor viabilidad al desarrollo nacional.
Estoy convencido, porque conozco a nuestros soldados y porque me enorgullezco de ser parte de esta vertiente institucional de la República que porta con orgullo el uniforme de la Patria, que ustedes, integrantes de esta brigada, sabrán desempeñar con honor, valor y vigor las tareas que se les encomienden.
La preparación física, intelectual y de valores de cada integrante de esta brigada de Policía Militar son garantía de trabajo, empeño y entrega a las misiones que tendrán que realizar en pro de la sociedad.
Esta no es la excepción, sino una oportunidad más de poner a prueba nuestro entrenamiento, vocación de servicio y temple de soldados al llamado de la Nación.
Los mexicanos estamos obligados a colaborar sin restricciones en todo lo que a México beneficie.
El futuro de la Patria está marcado en la grandeza de su gente.
Muchas gracias.

-MODERADOR: Escuchemos las palabras que dirigirá el ciudadano Almirante Mariano Francisco Saynez Mendoza, Secretario de Marina.
-SECRETARIO MARIANO FRANCISCO SAYNEZ MENDOZA: Ciudadano licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas; distinguidas personalidades de la Administración Pública Federal y estatal que nos honran con su presencia; generales, jefes oficiales y tropa de la 3/a Brigada de Policía Militar; damas y caballeros; compañeros de armas:
El señor Presidente de la República y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas ha destacado que el desarrollo nacional es uno de los principales retos que México enfrenta en la actualidad y será prioridad en la nueva etapa que México inicia con su Gobierno.
En este contexto el desarrollo humano pleno exige, también, garantías de seguridad, es decir, requiere certidumbre para que la gente pueda desarrollarse en forma libre y segura con la tranquilidad de que en el futuro no perderá los logros alcanzados.
Desarrollo y seguridad son aspiraciones genuinas de nuestro pueblo y para llegar a esta condición la orden del señor Presidente Calderón, contempla el mantenimiento del Estado de Derecho como el primero de los cinco ejes rectores que dan sustento a su acción de Gobierno.
Nuestro país enfrenta amenazas a la seguridad cuya neutralización implica el concurso decidido de la totalidad de las instituciones con responsabilidad de garantizarla y la Secretaría de Marina, Armada de México, como parte de ellas, emprende con gran disposición dentro de sus facultades legales las acciones necesarias para alcanzar los objetivos trazados por su Comandante Supremo y exigidos por nuestra sociedad.
Los hombres y mujeres que forman la Armada diariamente entregan el mayor de sus esfuerzos en la defensa de los objetivos e intereses nacionales.
Y en esta ocasión lo harán apoyando las vitales responsabilidades de la Secretaría de Seguridad Pública, facilitando el ejercicio de sus atribuciones en la solución de los problemas que aquejan al país.
El personal que pasa a comisionado temporalmente sigue perteneciendo a la Armada de México y la institución verá por ellos en todo momento en lo relacionado con sus percepciones, prestaciones, seguridad social y entrenamiento naval.
El contexto que conformará la base de transferencia definitiva se encuentra en proceso y tendrá como pilar fundamental la decisión personal de cada elemento y su convencimiento para continuar prestando servicio en la Armada de México o ingresar permanentemente a las filas de la Policía Federal Preventiva.
Las instituciones responsables de la seguridad del Estado mexicano debemos alcanzar un nivel operativo que nos permita en forma conjunta alcanzar los niveles de eficiencia que demanda la sociedad en la totalidad del territorio nacional.
Con lealtad y efectividad hemos de responder ante la gran responsabilidad que la ley nos señala; para hacer frente a estos retos contamos con un liderazgo firme, fuerte, comprometido y capaz de un Presidente que lucha por crear las condiciones que impacten positivamente en la calidad de vida de la población.
Y con estas acciones, estamos ya comenzando a construir el escenario para un desarrollo que afiance a México en el control de su destino.
Históricamente, la Armada de México siempre ha estado ligada a las mejores causas nacionales.
Desde la Independencia misma, los marinos militares han actuado en defensa de la Nación al enfrentar las amenazas a su sociedad y auxiliándola ante la presencia de desastres naturales, y así seguirá siendo en el futuro.
Nuestro actuar será siempre en defensa de los intereses nacionales, contribuiremos sin autoritarismos y sin titubeos a conformar ese liderazgo sólido que se requiere para impulsar las grandes transformaciones del país, que habrán de conducirnos a consolidar de manera exitosa una democracia fuerte que proteja cabalmente la libertad y el patrimonio de los mexicanos.
Muchas gracias.

-MODERADOR: El ciudadano ingeniero Genaro García Luna, Secretario de Seguridad Pública, hará uso de la palabra.
-SECRETARIO GENARO GARCÍA LUNA: Licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; General Guillermo Galván Galván, Secretario de la Defensa Nacional; Almirante Mariano Francisco Saynez Mendoza, Secretario de la Marina y Armada de México; licenciado Eduardo Medina Mora Icaza, Procurador General de la República; representantes de medios de comunicación; señoras y señores:
Buenas tardes.
Hoy es un día histórico para la seguridad pública en México, la transferencia de siete mil 500 elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional y de mil 500 elementos de la Armada de México forman parte de una estrategia del Gobierno Federal para responder a su obligación de mantener y de establecer el orden y la paz pública.
Esta medida contribuye a potenciar la capacidad de respuesta de la Policía Federal en el combate al delito, así como para actuar en apoyo a entidades federativas que así lo requieran.
Estamos conscientes de que para volver a garantizar la seguridad a millones de mexicanos necesitamos de una policía eficiente y profesional, consciente de que es un honor y un privilegio el servir a su país, a su Patria.
Es en la suma de esfuerzos y capacidad de los agentes de orden público donde el país encuentra la tranquilidad en sus calles.
Reconocer en toda su magnitud el valor y el sacrificio de nuestros buenos policías es una deuda que tenemos como sociedad.
Esta ocasión es propicia para reconocer a todos aquellos policías federales que entregaron lo más valioso que tenían: sus vidas.
Noventa policías federales entregaron sus vidas por un sueño, por su anhelo de vivir en un país cada vez mejor.
A sus familiares y amigos les decimos que el sacrificio de nuestros compañeros no fue en vano.
A nuestros colegas, que sufren discapacidad por lesiones en el cumplimiento de su deber les aseguramos que vamos a darle seguimiento a su esfuerzo y no les vamos a fallar.
Tengo la convicción de que no hay policías delincuentes, sino delincuentes infiltrados en la policía.
Por todos los policías caídos en cumplimiento de su deber, por las víctimas de la delincuencia, por un mejor futuro para México y para todos combatiremos con energía y decisión a los corruptos.
Estamos unidos por un gran esfuerzo en la lucha contra el crimen y la delincuencia.
Es motivo de satisfacción reconocer el esfuerzo, la entrega y el desempeño de 791 policías federales que se han distinguido en el desempeño de sus funciones.
Señor Presidente:
El seguimiento a sus superiores instrucciones, está en marcha la reingeniería al modelo de combate al crimen en nuestro país.
La Secretaría de Seguridad Pública reitera su compromiso de servir y proteger a la sociedad con honestidad.
Gracias.

-MODERADOR: A continuación, el ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, hará entrega de reconocimientos y estímulos; así como vehículos y equipo al personal de la Policía Federal Preventiva por su destacada labor al servicio de la Nación.
Reciben de manos del ciudadano Presidente de la República, reconocimiento y estímulos familiares del personal caído en el cumplimiento de su deber.
Señora Josefina Palacios Carrasco, viuda del que fuera inspector General Miguel Ángel Villanueva Escobar.
Señora Marcela López Plata, viuda del que fuera Sub-oficial Luis Antonio Palacios Tepos.
El personal que a continuación se cita recibe reconocimientos y estímulos por su destacada participación en actividades de su especialidad:
Inspector Aldo Galeasi Hidalgo, Subinspector Ricardo Moreno Sandoval, Subinspector Jaime Rivera Rangel, Subinspector Julio Fernando Segura González.
Asimismo, se otorga promoción especial del grado de Oficial a Subinspector a José Escamilla Robles.
De igual manera, recibe de manos del Comandante Supremo mención honorífica, el ciudadano General de Brigada Álvaro Moreno Moreno, en reconocimiento a la 3/a Brigada de Policía Militar.
De forma simbólica se hace entrega de llaves de vehículos patrulla al personal que a continuación se cita:
Suboficial Ilya Vladimir Alonso López, Suboficial José Ignacio Gómez Delgado.
En representación del personal de la Policía Federal Preventiva se hace entrega en forma simbólica de chalecos antibalas, como equipo de seguridad a los suboficiales Joaquín Barbosa Pérez, Luis Miguel López Benítez.
Fuente. Presidencia de la República.

El secreto de Cristina Pacheco/ José Luis Martínez S.

El secreto de Cristina Pacheco/  José Luis Martínez S. In memoriam Estas palabras, escritas desde la complicidad, la admiración y la amistad...