Columna Horizonte político/José A. Crespo
Excelsior, 10/03/2008;
El segundo hombre más poderoso
La gran mayoría de analistas y columnistas —de todos signos y posturas— coincidió en que el torpedo dirigido contra Juan Camilo Mouriño fue certero. Pero peor que el golpe en sí, fue la primera reacción que tuvo el secretario de Gobernación la noche misma en que se divulgaron los contratos por él firmados como apoderado legal de su empresa familiar (Camilo-car).Tanto el contenido como la forma de esa defensa fueron terribles (abajo el texto). No sólo no abordó el núcleo del problema (la autenticidad de los contratos y su firma) sino que divagó sobre su historia familiar y personal. En lugar del gran operador, el “José Córdoba Montoya” o el “Liébano Sáenz” del gobierno calderonista, apareció un titubeante junior, explicando una cursi epopeya personal y balbuceando una retórica de impresionante heroísmo, materia de sarcasmos e ironías sin fin. Ahí se exhibió su escasa estatura política, su inexperiencia (y la de sus asesores, que lo subieron a la picota de la improvisación). Muchos lo dieron por desahuciado, pero eso no está nada claro.
Tras una semana de duro golpeteo, Mouriño salió finalmente a atajar la denuncia, en una entrevista perfectamente pulida, planeada a más no poder, con respuestas perfectamente confeccionadas para cada pregunta prefabricada, de modo que no hubiera ya espacio a la sorpresa, ningún silencio dubitativo, ninguna palabra fuera de lugar, ninguna idea ambigua. Es decir, el Mouriño espontáneo —el real— no tiene nada que ver con el Mouriño planificado —un mero holograma mediático—. El primero resultó lamentable, el segundo, en cambio, encuadra muy bien ante las cámaras. Lo más importante de esa entrevista fue que finalmente reconoció la autenticidad de los contratos, pero agregó, como no podía ser de otra forma, que todo es legal. Hacía falta decirlo, aunque, así como una confesión no es prueba de culpabilidad, tampoco lo es que un acusado se proclame inocente. También René Bejarano y Mario Marín negaron que hubiera algo indebido en sus respectivos escándalos. También, Mouriño recurrió a un sofisma ramplón: si el PRD ha mentido una vez tras otra, esta última acusación tiene que ser igualmente un embuste. No necesariamente. Si de 20 afirmaciones que me haces, 19 han sido falsas, la número 20 bien podría ser verdadera. Para ver si lo es o no, no vale contar el número de mentiras previas, sino verificar la última afirmación a partir de la evidencia disponible. No es una cuestión de estadística, sino de análisis empírico. Lo que haya dicho o dejado de decir antes el PRD sobre Mouriño no prueba ni desmiente nada. Sólo una instancia autónoma y confiable —si acaso hay tal— podría decir la última palabra sobre si hubo falta administrativa o penal (muchos expertos opinan que sí la hubo).
¿Sobrevivirá políticamente el “joven de los contratos”? Probablemente, pero menos por su propia aclaración televisiva que por otros factores, que también se movieron en los días previos, para rescatarlo. Sobre todo, la decisión del PRI de respaldar al secretario de Gobernación como interlocutor válido. El PRI vuelve a mostrarse como el factotum político de este sexenio. Sin el PRI, Felipe Calderón no hubiera podido tomar posesión. Sin el PRI, no habría ninguna de las reformas aprobadas ni las que podrían venir. Y ahora el PRI decide sacar de la barranca a Juan Camilo, para darle respiración artificial y rehabilitarlo. Sin ese respaldo, ni 20 entrevistas como la que Mouriño brindó a Joaquín López-Dóriga serían suficientes. Desde luego, el PRI no lo hace como el buen samaritano que siempre ha sido, sino por las facturas que de esa manera podrá cobrarle al gobierno panista.
La estrategia está probada. A cada resbalón o torpeza de los panistas —que son frecuentes—, el PRI primero amenaza cerrar filas con el PRD, lo que pone al gobierno contra la pared. Y con ello encarece su posterior respaldo que, llegado el momento, brinda con toda firmeza (con pingües ganancias políticas y económicas, así como nuevos certificados de impunidad). En el caso Mouriño, el tricolor aceptó primero la instauración de una comisión legislativa, para desinflarla después. Gracias al PRI, Mouriño quizá podrá permanecer en Bucareli al menos hasta que cometa otra pifia (ahora ya sabemos que no es el Maquiavelo que decían). Destituirlo por este escándalo implicaría reconocer que Juan Camilo no era tan honesto ni tan profesional como enfáticamente han insistido los panistas (su presidente el primero). Quedarían colgados de la brocha, aunque no sería la primera vez que los dejaran hablando solos.
Por su parte, Emilio Gamboa tuvo el cuidado de aclarar que la obstrucción de la comisión para el camilogate no respondía a la “existencia de una comparsa entre el PRI y el PAN” (6/III/07). ¿Y por qué habríamos de pensar eso? ¿Cuándo se ha dado tan insólita alianza? ¿De qué habla el diputado? Pese a la aclaración de Gamboa, para todo efecto práctico es el PRI, y no el PAN, el principal sostén político de este frágil gobierno. Por ejemplo, fue muy claro el viraje de Manlio Fabio Beltrones en este episodio: echó leña al fuego los primeros días —afirmando incluso que, de ser auténticos los contratos, Mouriño debería renunciar—, para después avalar plenamente la interlocución con el imberbe secretario, tras venderle este enorme favor. Dijo el “jefe máximo” del PRI que no se podía afectar así como así al “segundo hombre más poderoso” del gobierno (Juan Camilo). Pero en algo se equivoca el senador: el segundo hombre más poderoso de este gobierno no es Mouriño —salvo en el organigrama— sino… el propio Beltrones.
Poderoso no es quien pende de un hilo; poderoso es quien decide sostenerlo.
La gran mayoría de analistas y columnistas —de todos signos y posturas— coincidió en que el torpedo dirigido contra Juan Camilo Mouriño fue certero. Pero peor que el golpe en sí, fue la primera reacción que tuvo el secretario de Gobernación la noche misma en que se divulgaron los contratos por él firmados como apoderado legal de su empresa familiar (Camilo-car).Tanto el contenido como la forma de esa defensa fueron terribles (abajo el texto). No sólo no abordó el núcleo del problema (la autenticidad de los contratos y su firma) sino que divagó sobre su historia familiar y personal. En lugar del gran operador, el “José Córdoba Montoya” o el “Liébano Sáenz” del gobierno calderonista, apareció un titubeante junior, explicando una cursi epopeya personal y balbuceando una retórica de impresionante heroísmo, materia de sarcasmos e ironías sin fin. Ahí se exhibió su escasa estatura política, su inexperiencia (y la de sus asesores, que lo subieron a la picota de la improvisación). Muchos lo dieron por desahuciado, pero eso no está nada claro.
Tras una semana de duro golpeteo, Mouriño salió finalmente a atajar la denuncia, en una entrevista perfectamente pulida, planeada a más no poder, con respuestas perfectamente confeccionadas para cada pregunta prefabricada, de modo que no hubiera ya espacio a la sorpresa, ningún silencio dubitativo, ninguna palabra fuera de lugar, ninguna idea ambigua. Es decir, el Mouriño espontáneo —el real— no tiene nada que ver con el Mouriño planificado —un mero holograma mediático—. El primero resultó lamentable, el segundo, en cambio, encuadra muy bien ante las cámaras. Lo más importante de esa entrevista fue que finalmente reconoció la autenticidad de los contratos, pero agregó, como no podía ser de otra forma, que todo es legal. Hacía falta decirlo, aunque, así como una confesión no es prueba de culpabilidad, tampoco lo es que un acusado se proclame inocente. También René Bejarano y Mario Marín negaron que hubiera algo indebido en sus respectivos escándalos. También, Mouriño recurrió a un sofisma ramplón: si el PRD ha mentido una vez tras otra, esta última acusación tiene que ser igualmente un embuste. No necesariamente. Si de 20 afirmaciones que me haces, 19 han sido falsas, la número 20 bien podría ser verdadera. Para ver si lo es o no, no vale contar el número de mentiras previas, sino verificar la última afirmación a partir de la evidencia disponible. No es una cuestión de estadística, sino de análisis empírico. Lo que haya dicho o dejado de decir antes el PRD sobre Mouriño no prueba ni desmiente nada. Sólo una instancia autónoma y confiable —si acaso hay tal— podría decir la última palabra sobre si hubo falta administrativa o penal (muchos expertos opinan que sí la hubo).
¿Sobrevivirá políticamente el “joven de los contratos”? Probablemente, pero menos por su propia aclaración televisiva que por otros factores, que también se movieron en los días previos, para rescatarlo. Sobre todo, la decisión del PRI de respaldar al secretario de Gobernación como interlocutor válido. El PRI vuelve a mostrarse como el factotum político de este sexenio. Sin el PRI, Felipe Calderón no hubiera podido tomar posesión. Sin el PRI, no habría ninguna de las reformas aprobadas ni las que podrían venir. Y ahora el PRI decide sacar de la barranca a Juan Camilo, para darle respiración artificial y rehabilitarlo. Sin ese respaldo, ni 20 entrevistas como la que Mouriño brindó a Joaquín López-Dóriga serían suficientes. Desde luego, el PRI no lo hace como el buen samaritano que siempre ha sido, sino por las facturas que de esa manera podrá cobrarle al gobierno panista.
La estrategia está probada. A cada resbalón o torpeza de los panistas —que son frecuentes—, el PRI primero amenaza cerrar filas con el PRD, lo que pone al gobierno contra la pared. Y con ello encarece su posterior respaldo que, llegado el momento, brinda con toda firmeza (con pingües ganancias políticas y económicas, así como nuevos certificados de impunidad). En el caso Mouriño, el tricolor aceptó primero la instauración de una comisión legislativa, para desinflarla después. Gracias al PRI, Mouriño quizá podrá permanecer en Bucareli al menos hasta que cometa otra pifia (ahora ya sabemos que no es el Maquiavelo que decían). Destituirlo por este escándalo implicaría reconocer que Juan Camilo no era tan honesto ni tan profesional como enfáticamente han insistido los panistas (su presidente el primero). Quedarían colgados de la brocha, aunque no sería la primera vez que los dejaran hablando solos.
Por su parte, Emilio Gamboa tuvo el cuidado de aclarar que la obstrucción de la comisión para el camilogate no respondía a la “existencia de una comparsa entre el PRI y el PAN” (6/III/07). ¿Y por qué habríamos de pensar eso? ¿Cuándo se ha dado tan insólita alianza? ¿De qué habla el diputado? Pese a la aclaración de Gamboa, para todo efecto práctico es el PRI, y no el PAN, el principal sostén político de este frágil gobierno. Por ejemplo, fue muy claro el viraje de Manlio Fabio Beltrones en este episodio: echó leña al fuego los primeros días —afirmando incluso que, de ser auténticos los contratos, Mouriño debería renunciar—, para después avalar plenamente la interlocución con el imberbe secretario, tras venderle este enorme favor. Dijo el “jefe máximo” del PRI que no se podía afectar así como así al “segundo hombre más poderoso” del gobierno (Juan Camilo). Pero en algo se equivoca el senador: el segundo hombre más poderoso de este gobierno no es Mouriño —salvo en el organigrama— sino… el propio Beltrones.
Poderoso no es quien pende de un hilo; poderoso es quien decide sostenerlo.
El texto completo:
VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DEL MENSAJE DEL SECRETARIO DE GOBERNACIÓN, JUAN CAMILO MOURIÑO TERRAZO.Los cabos, Baja California, a 28 de febrero de 2008 DiscursoMuy buenas tardes.En 1985, hace 23 años, mi padre decidió emprender un negocio relacionado con PEMEX.
VERSIÓN ESTENOGRÁFICA DEL MENSAJE DEL SECRETARIO DE GOBERNACIÓN, JUAN CAMILO MOURIÑO TERRAZO.Los cabos, Baja California, a 28 de febrero de 2008 DiscursoMuy buenas tardes.En 1985, hace 23 años, mi padre decidió emprender un negocio relacionado con PEMEX.
Con el paso de los años y gracias al tesón, logró consolidar su empresa.Muchos años de esfuerzo y visión empresarial le permitieron lo que cualquier padre anhela para sus hijos: techo, educación, salud.
Debo decir que estoy profundamente agradecido con la vida y también lo estoy con mi padre.
El trabajo honrado no puede más que dignificar a la persona.Ya con mayoría de edad obtuve responsabilidades en el negocio familiar, acciones y funciones directivas.
El negocio tomó dimensiones relevantes.
En esos años de consolidación profesional no sólo me formé como administrador, sino tomé conciencia social respecto a la responsabilidad que deben tener las personas con su entorno y con sus semejantes.
En 1997, cuando el Grupo de Empresas había crecido y se había consolidado como uno de los más importantes en la región, decidí emprender mi propio camino y abrirme paso en la vida pública. Por eso me postulé y contendí en una elección.Fue así como gané una diputación de mayoría por el PAN en Campeche.
Concluido mi encargo en la Legislatura local, tomé posesión como diputado federal.Hacia finales del 2003, al asumir mi primera responsabilidad en la Administración Pública, tomé la decisión más importante de mi vida: dedicarme por completo al servicio público.
En ese año opté por cosechar lo más valioso que una persona puede obtener: la satisfacción del servicio al país y a los demás.
El precio que pagué no fue menor. Le he arrebatado tiempo a mi familia, renuncié a las acciones de las cerca de 80 empresas de uno de los grupos empresariales más importantes del sureste mexicano y también dejé muchas de las comodidades que tienen los que viven en el interior del país.
La información dada a conocer omite la existencia de una relación mercantil establecida hace 23 años, entre la empresa referida y PEMEX.
Por tanto, resulta inmoral y doloso afirmar que las operaciones de dicho negocio son producto de las responsabilidades públicas que yo he ocupado en el pasado reciente.
Cuando la empresa en cuestión estableció relación comercial con PEMEX yo tenía 14 años de edad.Aclaro, además, que esta línea del negocio prácticamente no ha crecido desde su inicio. La expansión del grupo empresarial se ha dado en la administración de franquicias y en negocios inmobiliarios desde mucho antes que yo ingresara al servicio público.Resulta mezquino que se me acuse de beneficiarme económicamente de la política, cuando fue justamente la política la que me motivó a renunciar a un patrimonio legítimo, producto del esfuerzo personal y familiar.
No perderé el tiempo debatiendo públicamente con mis detractores. Hoy tengo a mi cargo responsabilidades muy importantes para el país que no merecen distracción alguna.
Es por ello que pondré a disposición de las autoridades competentes, toda información que se me requiera para que sean éstas quienes emitan una opinión en el plano legal.
Yo soy el principal interesado en que se aclare esta acusación dolosa.Quiero ser contundente, jamás me he beneficiado ni he beneficiado indebidamente a nadie desde los cargos públicos que he ocupado.
Mis actos han sido legales, mi actuar ha sido siempre ético.
Muchas gracias (Juan Camilo Mouriño T.)
Yo soy el principal interesado en que se aclare esta acusación dolosa.Quiero ser contundente, jamás me he beneficiado ni he beneficiado indebidamente a nadie desde los cargos públicos que he ocupado.
Mis actos han sido legales, mi actuar ha sido siempre ético.
Muchas gracias (Juan Camilo Mouriño T.)
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