Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán
El Universal, 9/03/2008;
“Amputado su brazo derecho”, Calderón queda en las redes del PRI
Nadie sabe para quién trabaja; “el legítimo” lo hace para el tricolor
Ya es posible realizar un primer balance del más reciente choque entre el gobierno de Felipe Calderón y su acérrimo adversario y crítico, el señor Andrés Manuel López Obrador.
Y es que, en efecto, en casi todos los frentes se puede decir que el gran ganador de la contienda resultó ser el autodenominado presidente legítimo. ¿Por qué? Porque fiel a una de sus más depuradas habilidades políticas, en importantes sectores sociales consiguió sembrar la duda de que en el gobierno del presidente Calderón su equipo compacto no es más que un puñado de pillos.
Porque más allá de que el señor Mouriño sea o no culpable por el delito de tráfico de influencias que se le imputó —y que los documentos exhibidos muestran que existe algún tipo de culpa—, la batalla terminó no sólo por “amputar el brazo derecho” de Felipe Calderón, sino por sembrar entre una gran parte de esos ciudadanos la duda sobre la complicidad y hasta impunidad entre el Presidente y el señor Juan Camilo Mouriño, y anidar la certeza de que las instituciones no sirven para nada.
Pero, además, en el bando contrario, entre los que aún creen en el gobierno de Calderón, está viva la idea de que mediante las peores artes posibles, el lopezobradorismo sólo busca derribar al gobierno constituido, lo que confirma que en una democracia electoral incipiente como la que vivimos, también vivimos en una permanente pelea por el poder, a costa de lo que sea. Y dígalo si no, que vivimos el octavo año consecutivo de lucha político-electoral, sin contar los cuatro años por venir.
Pero acaso uno de los saldos más graves del choque entre López Obrador y Calderón Hinojosa está en otro lado. No sabemos si como parte de una iniciativa deliberada, de un fatal error de cálculo o porque a eso que se le conoce como “la izquierda radical”, no le importa nada que no sean sus muy personalísimas ambiciones de poder, lo cierto es que desde un poderoso sector de los amarillos se pavimenta el camino para afianzar los amoríos políticos entre los azules y los tricolores, y se construyen los puentes para que en julio de 2012 el nuevo huésped de Los Pinos sea, otra vez, el PRI.
Y eso, claro, sin tomar en cuenta que en ese proceso lo que se provoca de manera acelerada e irresponsable es la destrucción del más importante esfuerzo unificador de lo que con matices y todo, hoy es conocido por todos como la izquierda mexicana, el PRD. Y, en efecto, no es casual que lo más atrasado y corrupto del viejo PRI esté hoy en la primera línea del grupo político que encabeza Andrés Manuel López Obrador —y que ese puñado de corruptos pretendan quitarle el partido al otro sector que por lo menos sí tiene un origen de izquierda—, en tanto que el otro PRI, el dueño de la franquicia de origen, no menos corrupto y atrasado, tenga en sus manos el más claro cogobierno con el PAN.
Golpe a la credibilidad
Después de 10 días de hostilidades —de que el legítimo exhibió documentos que presumen tráfico de influencias cometido por el secretario de Gobernación— nadie puede negar que el golpe pegó directo en la credibilidad del gobierno del presidente Calderón y en su capacidad para procesar una embestida como la que fulminó a su amigo Juan Camilo Mouriño. Y pueden decir lo que quieran en la casa presidencial y en la casona de Covián, pero lo cierto es que hoy existen más dudas que hace un par de semanas, sobre las “manos limpias” del Presidente y de su grupo más cercano de colaboradores.
Además, y a pesar de las desesperadas campañas mediáticas que ha emprendido por todos lados el secretario de Gobernación, queda claro para todo aquel que lo quiera ver a la luz del día, que sin anestesia al presidente Calderón “le amputaron el brazo derecho” en la pasada escaramuza, le quemaron a su principal operador político y debilitaron hasta el extremo la capacidad del gobierno para sacar adelante una de las reformas que han sido concebidas como fundamentales: la energética.
Pero en Los Pinos, más que reaccionar a partir de una concepción de Estado —en la que pudieron sacrificar al fusible fundido antes de que las chispas salieran por todo el cuarto de máquinas— respondieron bajo la lógica de la pandilla política. Es decir, reaccionaron igual pero en sentido contrario a lo que hicieron sus propios adversarios. Y, en efecto, si los amarillos le apuestan a derribar al gobierno por todos los métodos posibles —sean legales, morales o políticos—, y si el escándalo Mouriño es parte de esa estrategia, en la casa presidencial dijeron algo así como: “No nos van a sacar”, cueste lo que cueste, “porque vienen por nosotros como pandilla”.
Todos tenemos claro que el pleito es político, de fuerza, y es evidente también que el señor López Obrador está empeñado en vengar su derrota político-electoral —lo cual en el extremo podría ser cuestionado en el método, pero no en su legitimidad—; pero, en el otro bando, el de Felipe Calderón, también todos tienen claro que no se pueden comportar como una pandilla que defiende a uno de los suyos por sobre las instituciones, en general, y la democracia, en particular.
Una perla que ejemplifica el caso. ¿Qué hicieron el PAN del propio Felipe Calderón y el PRD del propio Andrés Manuel López Obrador con el segundo secretario de Gobernación del entonces presidente Ernesto Zedillo? ¿Qué no le hicieron entonces la guerra al señor Emilio Chuayffet, en términos similares a los que hoy le aplicó AMLO al señor Mouriño? ¿Y cómo reaccionó el siempre petulante Zedillo? Pues sí, debió aceptar una realidad tan contundente como pragmática: cambiar el fusible reventado, el brazo amputado o el operador apestado. Así de simple.
En el caso de Juan Camilo Mouriño, de su jefe Felipe Calderón y de la embestida lanzada por Andrés Manuel López Obrador, todo indica que apareció —acaso por primera ocasión— el carácter irascible y el sentido vengativo de Felipe Calderón: no darse por vencido y reaccionar igual que sus adversarios, como una pandilla que los quiere sacar de la casa. ¿Y a quién le importan las instituciones? ¿Cómo queda la credibilidad de las instituciones, la confianza en la justicia, en la transparencia y el combate a la impunidad? Ni a Mouriño ni a Calderón parece interesarles.
En brazos del PRI
Pero el más grave de los saldos, como señalamos arriba, es que el escándalo Mouriño es una más de las cuentas de un rosario que puede concluir en 2012 con el regreso del PRI al poder presidencial. ¿Por qué esa percepción? Porque como ha ocurrido desde el mismo lunes 3 de julio de 2006, el PAN encontró en el PRI a un aliado que le resultaba indispensable para sobrevivir durante la emergencia postelectoral, y que a los pocos meses resultó ser un verdadero tanque de oxígeno para el segundo gobierno de la derecha.
Sí, cuando el PRD y su líder “indestructible” le declaran la guerra al gobierno de Calderón, los amarillos no sólo aparecieron como el partido del “no”, de la destrucción de las instituciones, de los resentidos y los rijosos, sino que en el otro extremo solidifican la alianza del PRI con el PAN. A pesar de ello —y gracias al olfato del sector moderado del PRD— ese sector de la izquierda logra meterse en la discusión de asuntos fundamentales para su causa —y de un grave retroceso para la democracia electoral— como la reforma electoral, de la que resulta ganancioso.
Sin embargo, la radicalización, el extremismo y la intención de los amarillos por derribar el gobierno de Felipe Calderón han convertido al PRI en un factor cada vez más importante: en el salvavidas del gobierno de Calderón, de su gabinete, de su proyecto de gobierno y de sus reformas, al grado de que el verdadero y gran ganancioso ha sido el PRI. El de Manlio Fabio Beltrones, por supuesto. Y el escándalo Mouriño no podía ser la excepción a esa regla. Apenas el pasado viernes, en sus habituales giras de proselitismo, el señor López Obrador se quejó de que el PRI “reculó” y salió a defender a Camilo Mouriño.
El grito en la plaza, más que un señalamiento de censura o una acusación que confirma la “perversa” alianza del PRI de Beltrones con el presidente Calderón, debe ser interpretado como un lamento de derrota. ¿Por qué? Porque si bien fue el dardo envenenado de López Obrador el que en los hechos derribó a Juan Camilo Mouriño; el que atrapó a la presa, la defendió ante las fieras que la perseguían y con ello le salvó la vida y elevó el costo de su alianza fue el PRI del poderoso senador Beltrones. ¿Y qué con eso, podría preguntar algún intrigado? Buena interrogante.
Pues resulta que sí, que salvarle la vida a Mouriño, que apuntalar al gobierno de Calderón, bien valdrán una reforma energética. Y esa reforma será la reforma de Manlio. Es decir, que ese chivo en cristalería en que se ha convertido el señor Obrador para buena parte de los amarillos, no sólo sacó al PRD de la reforma energética, sino que la persecución contra el señor Mouriño prácticamente firmó el pacto entre el gobierno de Calderón y el PRI, en torno a una reforma energética en la que el gobierno y los azules pagarán los costos, y todos los beneficios se los llevará el PRI.
“Nadie sabe para quién trabaja”, dice el refrán popular. Y sí, si el señor legítimo estuviera en las filas del PRI no lo haría tan bien para que ese partido siga siendo el gran ganador del segundo gobierno del PAN, y en ser exitoso en su estrategia para regresar al poder presidencial. En el fondo, queda claro que los azules se enfrentan a las dos versiones del viejo PRI, a la versión rancia y atrasada de López Obrador y a la versión negociadora y pragmática —no por ello menos transa— del señor Beltrones. Una de las dos llegará al poder en 2012. Está claro que será la segunda, en tanto que en su historial el señor López Obrador cargará con la responsabilidad de ser el destructor del más importante partido de la izquierda mexicana. Y sí, aunque sean muchos los enojados, al tiempo.
En el camino
Y a propósito del regreso de lo más atrasado del PRI, también en los días que corren presenciamos el regreso de lo más cuestionable, rancio, monopólico y hasta fascista del sindicalismo oficial —que para no variar también se adorna con la bandera de la izquierda— y que abiertamente amenaza con perseguir a sus críticos. Nos referimos —con toda la tristeza que significa que un gremio como el de los electricistas hayan llegado a ese nivel de corrupción política e ideológica— al Sindicato Mexicano de Electricistas, uno de los más costosos, ineficientes y antidemocráticos monopolios, resabio de los viejos controles corporativos del PRI, otrora emparentado con las causas de la izquierda mexicana y que ahora se ha convertido en perseguidor de un diario, el periódico Reforma.
Resulta que el periódico de la familia Junco ha sido un crítico consistente de la tragedia en que se ha convertido la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, la segunda empresa pública productora de energía eléctrica del país, y que desde hace décadas está en quiebra por una combinación de factores entre los que se encuentra la depredación de una casta divina, privilegiada y corrupta, escondida detrás de las banderas de un sindicato otrora histórico y hoy depredador que defiende prestaciones ofensivas para los millones de mexicanos, reclamos demenciales para cualquier democracia que se respete.
Y esa casta divina de líderes corruptos y trabajadores convertidos en verdaderas pirañas del dinero público ahora se han corrido al extremo del fascismo sindical. Pues sí, han iniciado una persecución contra el diario Reforma, al que hicieron llegar amenazas, al que calumnian y amagan con retirarle la energía eléctrica —como si fueran los dueños de un bien público y propiedad del Estado—, por cometer el pecado de cuestionar al grosero monopolio del SME, una cueva de corruptos que se han enriquecido al amparo del dinero público, de la ineficacia y de gobiernos a los que les tiembla la mano para acabar con ese y otros monopolios.
Cada año, desde hace más de 15, se prenden los focos rojos respecto a la tragedia que es la Compañía de Luz, en tanto que cada fin de año los consumidores vemos incrementar el costo de la energía eléctrica porque a los intocables del SME se les ocurre que todos debemos pagar jugosas prestaciones. Y, a cambio, el servicio es cada vez peor, más deficiente, más caro y... por si fuera poco, a todo aquel que se le ocurra protestar, le mandan recibos escandalosos. ¿Hasta cuándo? Señores legisladores, señores dirigentes de partidos, señores del gabinete... señor Presidente, es tiempo de que le pongan un alto a ese escandaloso robo generalizado, a esa casta divina, a esa sangría del dinero público. Y, claro, nadie quiere asumir los costos.
Y no falta, por supuesto, los que también defienden a ese monopolio y a sus pillos disfrazados de sindicalistas.
Pero en la semana que inicia también hay buenas noticias. Resulta que el próximo miércoles 12 de marzo, a las 13:00 horas, en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM (aula Dr. Guillermo F. Margadant) será presentado el más reciente título del doctor Jorge Carpizo McGregor y de Diego Valadez, Derechos Humanos, aborto y eutanasia, que profundiza en los aspectos jurídicos, científicos y sociales de dos temas de la mayor actualidad y alta sensibilidad para la sociedad mexicana contemporánea. Dicen los que saben que se trata de uno de los más rigurosos estudios sobre los dos temas, que se han realizado en México.
aleman2@prodigy.net.mx
“Amputado su brazo derecho”, Calderón queda en las redes del PRI
Nadie sabe para quién trabaja; “el legítimo” lo hace para el tricolor
Ya es posible realizar un primer balance del más reciente choque entre el gobierno de Felipe Calderón y su acérrimo adversario y crítico, el señor Andrés Manuel López Obrador.
Y es que, en efecto, en casi todos los frentes se puede decir que el gran ganador de la contienda resultó ser el autodenominado presidente legítimo. ¿Por qué? Porque fiel a una de sus más depuradas habilidades políticas, en importantes sectores sociales consiguió sembrar la duda de que en el gobierno del presidente Calderón su equipo compacto no es más que un puñado de pillos.
Porque más allá de que el señor Mouriño sea o no culpable por el delito de tráfico de influencias que se le imputó —y que los documentos exhibidos muestran que existe algún tipo de culpa—, la batalla terminó no sólo por “amputar el brazo derecho” de Felipe Calderón, sino por sembrar entre una gran parte de esos ciudadanos la duda sobre la complicidad y hasta impunidad entre el Presidente y el señor Juan Camilo Mouriño, y anidar la certeza de que las instituciones no sirven para nada.
Pero, además, en el bando contrario, entre los que aún creen en el gobierno de Calderón, está viva la idea de que mediante las peores artes posibles, el lopezobradorismo sólo busca derribar al gobierno constituido, lo que confirma que en una democracia electoral incipiente como la que vivimos, también vivimos en una permanente pelea por el poder, a costa de lo que sea. Y dígalo si no, que vivimos el octavo año consecutivo de lucha político-electoral, sin contar los cuatro años por venir.
Pero acaso uno de los saldos más graves del choque entre López Obrador y Calderón Hinojosa está en otro lado. No sabemos si como parte de una iniciativa deliberada, de un fatal error de cálculo o porque a eso que se le conoce como “la izquierda radical”, no le importa nada que no sean sus muy personalísimas ambiciones de poder, lo cierto es que desde un poderoso sector de los amarillos se pavimenta el camino para afianzar los amoríos políticos entre los azules y los tricolores, y se construyen los puentes para que en julio de 2012 el nuevo huésped de Los Pinos sea, otra vez, el PRI.
Y eso, claro, sin tomar en cuenta que en ese proceso lo que se provoca de manera acelerada e irresponsable es la destrucción del más importante esfuerzo unificador de lo que con matices y todo, hoy es conocido por todos como la izquierda mexicana, el PRD. Y, en efecto, no es casual que lo más atrasado y corrupto del viejo PRI esté hoy en la primera línea del grupo político que encabeza Andrés Manuel López Obrador —y que ese puñado de corruptos pretendan quitarle el partido al otro sector que por lo menos sí tiene un origen de izquierda—, en tanto que el otro PRI, el dueño de la franquicia de origen, no menos corrupto y atrasado, tenga en sus manos el más claro cogobierno con el PAN.
Golpe a la credibilidad
Después de 10 días de hostilidades —de que el legítimo exhibió documentos que presumen tráfico de influencias cometido por el secretario de Gobernación— nadie puede negar que el golpe pegó directo en la credibilidad del gobierno del presidente Calderón y en su capacidad para procesar una embestida como la que fulminó a su amigo Juan Camilo Mouriño. Y pueden decir lo que quieran en la casa presidencial y en la casona de Covián, pero lo cierto es que hoy existen más dudas que hace un par de semanas, sobre las “manos limpias” del Presidente y de su grupo más cercano de colaboradores.
Además, y a pesar de las desesperadas campañas mediáticas que ha emprendido por todos lados el secretario de Gobernación, queda claro para todo aquel que lo quiera ver a la luz del día, que sin anestesia al presidente Calderón “le amputaron el brazo derecho” en la pasada escaramuza, le quemaron a su principal operador político y debilitaron hasta el extremo la capacidad del gobierno para sacar adelante una de las reformas que han sido concebidas como fundamentales: la energética.
Pero en Los Pinos, más que reaccionar a partir de una concepción de Estado —en la que pudieron sacrificar al fusible fundido antes de que las chispas salieran por todo el cuarto de máquinas— respondieron bajo la lógica de la pandilla política. Es decir, reaccionaron igual pero en sentido contrario a lo que hicieron sus propios adversarios. Y, en efecto, si los amarillos le apuestan a derribar al gobierno por todos los métodos posibles —sean legales, morales o políticos—, y si el escándalo Mouriño es parte de esa estrategia, en la casa presidencial dijeron algo así como: “No nos van a sacar”, cueste lo que cueste, “porque vienen por nosotros como pandilla”.
Todos tenemos claro que el pleito es político, de fuerza, y es evidente también que el señor López Obrador está empeñado en vengar su derrota político-electoral —lo cual en el extremo podría ser cuestionado en el método, pero no en su legitimidad—; pero, en el otro bando, el de Felipe Calderón, también todos tienen claro que no se pueden comportar como una pandilla que defiende a uno de los suyos por sobre las instituciones, en general, y la democracia, en particular.
Una perla que ejemplifica el caso. ¿Qué hicieron el PAN del propio Felipe Calderón y el PRD del propio Andrés Manuel López Obrador con el segundo secretario de Gobernación del entonces presidente Ernesto Zedillo? ¿Qué no le hicieron entonces la guerra al señor Emilio Chuayffet, en términos similares a los que hoy le aplicó AMLO al señor Mouriño? ¿Y cómo reaccionó el siempre petulante Zedillo? Pues sí, debió aceptar una realidad tan contundente como pragmática: cambiar el fusible reventado, el brazo amputado o el operador apestado. Así de simple.
En el caso de Juan Camilo Mouriño, de su jefe Felipe Calderón y de la embestida lanzada por Andrés Manuel López Obrador, todo indica que apareció —acaso por primera ocasión— el carácter irascible y el sentido vengativo de Felipe Calderón: no darse por vencido y reaccionar igual que sus adversarios, como una pandilla que los quiere sacar de la casa. ¿Y a quién le importan las instituciones? ¿Cómo queda la credibilidad de las instituciones, la confianza en la justicia, en la transparencia y el combate a la impunidad? Ni a Mouriño ni a Calderón parece interesarles.
En brazos del PRI
Pero el más grave de los saldos, como señalamos arriba, es que el escándalo Mouriño es una más de las cuentas de un rosario que puede concluir en 2012 con el regreso del PRI al poder presidencial. ¿Por qué esa percepción? Porque como ha ocurrido desde el mismo lunes 3 de julio de 2006, el PAN encontró en el PRI a un aliado que le resultaba indispensable para sobrevivir durante la emergencia postelectoral, y que a los pocos meses resultó ser un verdadero tanque de oxígeno para el segundo gobierno de la derecha.
Sí, cuando el PRD y su líder “indestructible” le declaran la guerra al gobierno de Calderón, los amarillos no sólo aparecieron como el partido del “no”, de la destrucción de las instituciones, de los resentidos y los rijosos, sino que en el otro extremo solidifican la alianza del PRI con el PAN. A pesar de ello —y gracias al olfato del sector moderado del PRD— ese sector de la izquierda logra meterse en la discusión de asuntos fundamentales para su causa —y de un grave retroceso para la democracia electoral— como la reforma electoral, de la que resulta ganancioso.
Sin embargo, la radicalización, el extremismo y la intención de los amarillos por derribar el gobierno de Felipe Calderón han convertido al PRI en un factor cada vez más importante: en el salvavidas del gobierno de Calderón, de su gabinete, de su proyecto de gobierno y de sus reformas, al grado de que el verdadero y gran ganancioso ha sido el PRI. El de Manlio Fabio Beltrones, por supuesto. Y el escándalo Mouriño no podía ser la excepción a esa regla. Apenas el pasado viernes, en sus habituales giras de proselitismo, el señor López Obrador se quejó de que el PRI “reculó” y salió a defender a Camilo Mouriño.
El grito en la plaza, más que un señalamiento de censura o una acusación que confirma la “perversa” alianza del PRI de Beltrones con el presidente Calderón, debe ser interpretado como un lamento de derrota. ¿Por qué? Porque si bien fue el dardo envenenado de López Obrador el que en los hechos derribó a Juan Camilo Mouriño; el que atrapó a la presa, la defendió ante las fieras que la perseguían y con ello le salvó la vida y elevó el costo de su alianza fue el PRI del poderoso senador Beltrones. ¿Y qué con eso, podría preguntar algún intrigado? Buena interrogante.
Pues resulta que sí, que salvarle la vida a Mouriño, que apuntalar al gobierno de Calderón, bien valdrán una reforma energética. Y esa reforma será la reforma de Manlio. Es decir, que ese chivo en cristalería en que se ha convertido el señor Obrador para buena parte de los amarillos, no sólo sacó al PRD de la reforma energética, sino que la persecución contra el señor Mouriño prácticamente firmó el pacto entre el gobierno de Calderón y el PRI, en torno a una reforma energética en la que el gobierno y los azules pagarán los costos, y todos los beneficios se los llevará el PRI.
“Nadie sabe para quién trabaja”, dice el refrán popular. Y sí, si el señor legítimo estuviera en las filas del PRI no lo haría tan bien para que ese partido siga siendo el gran ganador del segundo gobierno del PAN, y en ser exitoso en su estrategia para regresar al poder presidencial. En el fondo, queda claro que los azules se enfrentan a las dos versiones del viejo PRI, a la versión rancia y atrasada de López Obrador y a la versión negociadora y pragmática —no por ello menos transa— del señor Beltrones. Una de las dos llegará al poder en 2012. Está claro que será la segunda, en tanto que en su historial el señor López Obrador cargará con la responsabilidad de ser el destructor del más importante partido de la izquierda mexicana. Y sí, aunque sean muchos los enojados, al tiempo.
En el camino
Y a propósito del regreso de lo más atrasado del PRI, también en los días que corren presenciamos el regreso de lo más cuestionable, rancio, monopólico y hasta fascista del sindicalismo oficial —que para no variar también se adorna con la bandera de la izquierda— y que abiertamente amenaza con perseguir a sus críticos. Nos referimos —con toda la tristeza que significa que un gremio como el de los electricistas hayan llegado a ese nivel de corrupción política e ideológica— al Sindicato Mexicano de Electricistas, uno de los más costosos, ineficientes y antidemocráticos monopolios, resabio de los viejos controles corporativos del PRI, otrora emparentado con las causas de la izquierda mexicana y que ahora se ha convertido en perseguidor de un diario, el periódico Reforma.
Resulta que el periódico de la familia Junco ha sido un crítico consistente de la tragedia en que se ha convertido la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, la segunda empresa pública productora de energía eléctrica del país, y que desde hace décadas está en quiebra por una combinación de factores entre los que se encuentra la depredación de una casta divina, privilegiada y corrupta, escondida detrás de las banderas de un sindicato otrora histórico y hoy depredador que defiende prestaciones ofensivas para los millones de mexicanos, reclamos demenciales para cualquier democracia que se respete.
Y esa casta divina de líderes corruptos y trabajadores convertidos en verdaderas pirañas del dinero público ahora se han corrido al extremo del fascismo sindical. Pues sí, han iniciado una persecución contra el diario Reforma, al que hicieron llegar amenazas, al que calumnian y amagan con retirarle la energía eléctrica —como si fueran los dueños de un bien público y propiedad del Estado—, por cometer el pecado de cuestionar al grosero monopolio del SME, una cueva de corruptos que se han enriquecido al amparo del dinero público, de la ineficacia y de gobiernos a los que les tiembla la mano para acabar con ese y otros monopolios.
Cada año, desde hace más de 15, se prenden los focos rojos respecto a la tragedia que es la Compañía de Luz, en tanto que cada fin de año los consumidores vemos incrementar el costo de la energía eléctrica porque a los intocables del SME se les ocurre que todos debemos pagar jugosas prestaciones. Y, a cambio, el servicio es cada vez peor, más deficiente, más caro y... por si fuera poco, a todo aquel que se le ocurra protestar, le mandan recibos escandalosos. ¿Hasta cuándo? Señores legisladores, señores dirigentes de partidos, señores del gabinete... señor Presidente, es tiempo de que le pongan un alto a ese escandaloso robo generalizado, a esa casta divina, a esa sangría del dinero público. Y, claro, nadie quiere asumir los costos.
Y no falta, por supuesto, los que también defienden a ese monopolio y a sus pillos disfrazados de sindicalistas.
Pero en la semana que inicia también hay buenas noticias. Resulta que el próximo miércoles 12 de marzo, a las 13:00 horas, en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM (aula Dr. Guillermo F. Margadant) será presentado el más reciente título del doctor Jorge Carpizo McGregor y de Diego Valadez, Derechos Humanos, aborto y eutanasia, que profundiza en los aspectos jurídicos, científicos y sociales de dos temas de la mayor actualidad y alta sensibilidad para la sociedad mexicana contemporánea. Dicen los que saben que se trata de uno de los más rigurosos estudios sobre los dos temas, que se han realizado en México.
aleman2@prodigy.net.mx
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