Columna Día con día/Héctor Aguilar Camin
Reto (a la AMEDI)
Publicado en Milenio Diario, Martes, 15 Julio, 2008;
Un grupo de amigos y colegas de la Amedi ha hecho un alegato público contra el amparo que 15 ciudadanos elevamos a la Suprema Corte por el reformado artículo 41 de la Constitución, que a nuestro juicio restringe la libertad de expresión y otras garantías constitucionales.
La prensa del día presentó el asunto como un reto a debatir públicamente (MILENIO, 12/07/08). Siendo uno de los retados, me declaro dispuesto a debatir, y aquí mismo apunto unas primeras ideas.
Creo que nuestra diferencia fundamental con los críticos del amparo es de énfasis, lo que no quiere decir que sea pequeña. Ellos ponen el acento en la equidad; nuestro amparo lo pone en la libertad.
Si entiendo bien, tenemos al menos una diferencia de orden práctico y otra de orden teórico.
En el orden práctico, los críticos del amparo subrayan que la prohibición del artículo 41 no afecta los derechos de todos sino de una minoría: impide que en materia electoral los ricos influyan más que los no ricos.
Lo cierto es que las tarifas reales de radio y televisión no son tan prohibitivas como se cree (hay spots de radio de 80 pesos). Millones de mexicanos, no sólo una minoría de ricos, podrían ejercer la libertad que el artículo 41 les suprime.
La prohibición del artículo 41 conjura un fantasma, pues no ha sido el caso que la gente de dinero ponga su fortuna detrás de una campaña publicitaria para favorecer a un candidato: le apuestan a todos. Mucho menos es verdad que anuncios pagados por gente de dinero hayan decidido quién llega al poder en México.
El alegato teórico de nuestros críticos plantea que la equidad que se consigue mediante la prohibición del artículo 41 es un bien superior a la libertad que se suprime. La equidad sale beneficiada sin que se restrinjan las libertades reales de la mayoría de la población.
Mi convicción es que no se deben restringir libertades para igualar derechos a la baja. Mucho menos prohibir libertades universales porque no pueden disfrutarlas todos.
Si todo fuese a legislarse para garantizar equidad en el disfrute de los derechos, tendríamos que prohibir todo lo que no puede disfrutar el más desposeído de los ciudadanos. Sería una aberración incluso para el más desposeído, pues le impediría disfrutar alguna vez más de lo que tiene.
Igualar a la baja las libertades y los derechos es rebajarlos, no protegerlos. La única igualdad alcanzable en este mundo acaso pueda ser la de la igualdad de los derechos y libertades para todos, independientemente de quién pueda disfrutarlas más o menos.
La prensa del día presentó el asunto como un reto a debatir públicamente (MILENIO, 12/07/08). Siendo uno de los retados, me declaro dispuesto a debatir, y aquí mismo apunto unas primeras ideas.
Creo que nuestra diferencia fundamental con los críticos del amparo es de énfasis, lo que no quiere decir que sea pequeña. Ellos ponen el acento en la equidad; nuestro amparo lo pone en la libertad.
Si entiendo bien, tenemos al menos una diferencia de orden práctico y otra de orden teórico.
En el orden práctico, los críticos del amparo subrayan que la prohibición del artículo 41 no afecta los derechos de todos sino de una minoría: impide que en materia electoral los ricos influyan más que los no ricos.
Lo cierto es que las tarifas reales de radio y televisión no son tan prohibitivas como se cree (hay spots de radio de 80 pesos). Millones de mexicanos, no sólo una minoría de ricos, podrían ejercer la libertad que el artículo 41 les suprime.
La prohibición del artículo 41 conjura un fantasma, pues no ha sido el caso que la gente de dinero ponga su fortuna detrás de una campaña publicitaria para favorecer a un candidato: le apuestan a todos. Mucho menos es verdad que anuncios pagados por gente de dinero hayan decidido quién llega al poder en México.
El alegato teórico de nuestros críticos plantea que la equidad que se consigue mediante la prohibición del artículo 41 es un bien superior a la libertad que se suprime. La equidad sale beneficiada sin que se restrinjan las libertades reales de la mayoría de la población.
Mi convicción es que no se deben restringir libertades para igualar derechos a la baja. Mucho menos prohibir libertades universales porque no pueden disfrutarlas todos.
Si todo fuese a legislarse para garantizar equidad en el disfrute de los derechos, tendríamos que prohibir todo lo que no puede disfrutar el más desposeído de los ciudadanos. Sería una aberración incluso para el más desposeído, pues le impediría disfrutar alguna vez más de lo que tiene.
Igualar a la baja las libertades y los derechos es rebajarlos, no protegerlos. La única igualdad alcanzable en este mundo acaso pueda ser la de la igualdad de los derechos y libertades para todos, independientemente de quién pueda disfrutarlas más o menos.
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