23 dic 2008

Decapitados en Guerrrero

Columna Archivos del poder/Martín Moreno
Militares decapitados
Publicado en Excélsior, 23/12/2008;
La decapitación de ocho militares en Chilpancingo se erige como el desafío supremo del crimen organizado contra el Estado mexicano. Junto con las cabezas de los miembros del Ejército, llega la advertencia de que la guerra continuará en 2009. No habrá tregua ni rendición. Esperemos que el Presidente, como jefe máximo de las Fuerzas Armadas, tenga ya la estrategia para continuar esta batalla.
Lo ocurrido en la capital guerrerense, en vísperas de Navidad, es uno de los acontecimientos más graves y preocupantes de los últimos tiempos. No hay duda: el narco no se replegará ni, mucho menos, bajará la guardia.
Una matanza de esta magnitud contra militares, con la saña demostrada, bajo un operativo implacable y, sobre todo, la decapitación de por medio, jamás se había visto en México.
Es una de las manifestaciones más crueles y preocupantes de las cuales tengamos memoria.
La decapitación de soldados es la barbarie.
Esperemos, por el bien y el futuro del país, que el Ejército mexicano tenga los elementos idóneos —en valor, honestidad y adiestramiento—, y las armas suficientes para enfrentar a uno de los enemigos más poderosos del mundo: el del narcotráfico, con su base, en México, de 500 mil personas a su servicio, y miles de millones de dólares a su disposición.
En 2009 la batalla seguirá como hasta ahora: cruenta y sin cuartel.
Los nombres de Carlos Alberto Navarrete, sargento de Infantería; Ervin Hernández, capitán de Infantería; José González y Juan Muñoz Morales, cabos de Infantería; Julián Teresa Cruz y Catarino Martínez, soldados rasos; Juan Humberto Tapia, sargento de Informática, y Ricardo Marcos, sargento de Jardinería, marcan un antes y un después en la lucha del Estado mexicano contra el crimen organizado. Si se atrevieron a decapitar soldados, serán capaces de cualquier cosa.
Y si nos referimos a que ojalá el Ejército mexicano tenga los hombres y las armas adecuadas para enfrentar al monstruo de mil cabezas en el que se ha convertido el narco mexicano es porque del lado de la PGR hay serias dudas sobre su eficacia y hasta de su voluntad por combatir al crimen organizado.
Basta leer uno de los párrafos del comunicado emitido por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) con respecto a la decapitación de los ocho militares. Dice textual:
“Estas acciones son consecuencia de los fuertes golpes que el Ejército y la Fuerza Aérea Mexicanos han dado a las organizaciones criminales de esta entidad federativa (Guerrero), los cuales han provocado una merma en su estructura, tanto funcional como económica.”
¿Por qué la Sedena no incluyó a la PGR entre los responsables de haber asestado golpes al narco? Por una razón de peso: los militares no le tienen confianza a los civiles de la Procuraduría. Ni a su titular ni a sus comandantes ni a sus agentes. La desconfianza es máxima.
Ejemplo: cuando el narco apodado El JC fue detenido en plena comida en el restaurante Rincón Argentino, en Polanco, se avisó a la PGR hasta que fue trasladado a una casa de seguridad. ¿Por qué no se le avisó a la Procuraduría antes del operativo? “Porque lo hubieran alertado y se nos escapa”, fue la respuesta de un elemento de inteligencia militar.
De ese nivel es la desconfianza de la Sedena hacia la PGR.
Junto con los militares decapitados también fue asesinado, bajo el mismo procedimiento, quien fue subdirector de la Policía Judicial en Guerrero durante el gobierno de José Francisco Ruiz Massieu. Se trata de Simón Wences Martínez, quien fue levantado desde el sábado pasado, cuando gozaba de una corrida de toros en Chilpancingo.
Ante la mirada de cientos de personas, sin que nadie moviera un dedo, Wences fue sacado de la plaza por un comando armado. Apareció horas después, sin cabeza.
La reacción del narco al atacar de manera directa a los militares nos lleva a calcular la magnitud de lo que son capaces de hacer para dinamitar la estabilidad del país. Los ataques terroristas en
Morelia, los cinco mil ejecutados del año que termina y, hoy, la decapitación de soldados nos colocan en un plano de máximo riesgo.
Basta leer algunos párrafos del revelador libro El verdadero Pablo, de la periodista colombiana Astrid Legarda, y en el cual John Jairo Velásquez, alias Popeye, uno de los más cercanos a Pablo Escobar Gaviria, narra episodios en verdad escalofriantes sobre la sangre fría de los jefes del narco al verse amenazados.
En la página 164 se narra cómo el político Santofimio Botero —amigo de Escobar—, le advierte: “Pablo, te traigo un dato gravísimo. Luis Carlos Galán es seguro el próximo presidente de Colombia, está recibiendo apoyo de la embajada norteamericana… si Galán es Presidente, te extradita. Pablo, tienes que matarlo”.
La advertencia de Santofimio provoca una cumbre de narcos en la hacienda La Isla de la Fantasía, propiedad de Gonzalo Rodríguez Gacha. Se debate sobre si matar o no a quien seguramente será el próximo presidente colombiano. Algunos apoyan. Otros no. Escobar le dice a El Mexicano: “Compadre, es Galán o nosotros”.
Días después, Luis Carlos Galán es ejecutado cuando presidía un mitin político.
La agresividad y, desafortunadamente, la efectividad del narco, ha quedado demostrada en más de una ocasión.
Como ocurrió en Soacha-Cundinamarca, con Galán. Como en Chilpancingo, con los militares decapitados.
Archivo Confidencial… A pesar de estos días de violencia y crisis económica, a los lectores de Archivos del poder les deseamos feliz Navidad y buen Año Nuevo.

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