Trata de tú a tú a capos más peligrosos
SILVIA OTERO entrevista a Adriana "T, directora operativa de la PFP
SILVIA OTERO entrevista a Adriana "T, directora operativa de la PFP
La vida de Adriana “T” está diario en riesgo, al coordinar la logística y seguridad en la custodia de narcos y sicarios; la mayoría trata de intimidarla; ella no se arredra: sabe que es parte de la justicia del país
Ha estado frente a los narcotraficantes y sicarios más peligrosos del país. Con sólo la mirada, la mayoría de ellos pretenden intimidarla, la retan, pero ella no se arredra, levanta la voz, les ordena que respondan a sus preguntas: “deben saber que están frente a la autoridad”.
Es Adriana “T”, la directora operativa de la Policía Federal Preventiva (PFP) que planea la logística y realiza los dispositivos de seguridad de traslado y custodia de los delincuentes de mayor peligrosidad detenidos por la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal, de reos reubicados de penal o extraditados.
Sabe que el riesgo es diario, que su vida y la de su gente peligra en cada operación, pues la amenaza de un intento de rescate de los líderes, lugartenientes y sicarios del narcotráfico que quedan bajo su custodia, es permanente, y cualquier error o delación interna puede costar caro.
Para esta licenciada en Derecho de 37 años, pertenecer desde hace seis años a la PFP es un orgullo y vale la pena el riesgo; tiene claro que los detenidos que quedan a su cargo, por peligrosos que sean, forman parte de una organización criminal, mientras que “yo y mi equipo somos parte de la justicia de este país”.
Cuando ingresó a la corporación, había pocas mujeres en ella, pero tenía claro el objetivo de permanecer. “Empecé a picar piedra, a trabajar de tiempo completo”, pues incluso ha renunciado a casarse y tener hijos por convicción personal. Su empeño permitió que le asignaran diversas tareas, hasta que su trabajo le valió ser ascendida a directora operativa de un área estratégica.
Reconoce que no ha sido fácil, ya que tuvo que enfrentar resistencias en un mundo de hombres, en el que recibir órdenes de una mujer no es común, pero la joven abogada se impuso.
Hoy, seis personas conforman el equipo de estrategas bajo su mando directo, pero de acuerdo con el nivel de peligrosidad del detenido, o si se trata de un grupo de delincuentes que deben ser trasladados por una zona de riesgo, puede llegar a tener bajo sus órdenes hasta 350 policías federales, que sólo la obedecen a ella para evitar cualquier falla en los operativos aéreos y terrestres que Adriana coordina, y en los que la secrecía y el factor sorpresa son claves.
A diferencia del resto de sus compañeros que usa pasamontañas, ella no cubre su rostro, pues por protocolo debe estar frente a los detenidos que le entregan para verificar su identidad y es el momento en que les pregunta nombre, alias, edad, origen.
La mayoría de estos delincuentes trata de intimidarla al ver que se encuentran ante una mujer, reconoce, “y casi todos saben que iba a llegar ese momento, el de su captura; mantienen su actitud de no respetar a la autoridad, pues no pierden la esperanza de que su grupo criminal acuda a su rescate”, señala.
Pero está lista para hacerles frente. “No me dan valor los compañeros armados que están presentes, sino la certeza de que estoy cumpliendo mi trabajo, aplicando la ley, y que soy la autoridad, pero siempre respetando sus derechos”.
Ha estado frente a los narcotraficantes y sicarios más peligrosos del país. Con sólo la mirada, la mayoría de ellos pretenden intimidarla, la retan, pero ella no se arredra, levanta la voz, les ordena que respondan a sus preguntas: “deben saber que están frente a la autoridad”.
Es Adriana “T”, la directora operativa de la Policía Federal Preventiva (PFP) que planea la logística y realiza los dispositivos de seguridad de traslado y custodia de los delincuentes de mayor peligrosidad detenidos por la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal, de reos reubicados de penal o extraditados.
Sabe que el riesgo es diario, que su vida y la de su gente peligra en cada operación, pues la amenaza de un intento de rescate de los líderes, lugartenientes y sicarios del narcotráfico que quedan bajo su custodia, es permanente, y cualquier error o delación interna puede costar caro.
Para esta licenciada en Derecho de 37 años, pertenecer desde hace seis años a la PFP es un orgullo y vale la pena el riesgo; tiene claro que los detenidos que quedan a su cargo, por peligrosos que sean, forman parte de una organización criminal, mientras que “yo y mi equipo somos parte de la justicia de este país”.
Cuando ingresó a la corporación, había pocas mujeres en ella, pero tenía claro el objetivo de permanecer. “Empecé a picar piedra, a trabajar de tiempo completo”, pues incluso ha renunciado a casarse y tener hijos por convicción personal. Su empeño permitió que le asignaran diversas tareas, hasta que su trabajo le valió ser ascendida a directora operativa de un área estratégica.
Reconoce que no ha sido fácil, ya que tuvo que enfrentar resistencias en un mundo de hombres, en el que recibir órdenes de una mujer no es común, pero la joven abogada se impuso.
Hoy, seis personas conforman el equipo de estrategas bajo su mando directo, pero de acuerdo con el nivel de peligrosidad del detenido, o si se trata de un grupo de delincuentes que deben ser trasladados por una zona de riesgo, puede llegar a tener bajo sus órdenes hasta 350 policías federales, que sólo la obedecen a ella para evitar cualquier falla en los operativos aéreos y terrestres que Adriana coordina, y en los que la secrecía y el factor sorpresa son claves.
A diferencia del resto de sus compañeros que usa pasamontañas, ella no cubre su rostro, pues por protocolo debe estar frente a los detenidos que le entregan para verificar su identidad y es el momento en que les pregunta nombre, alias, edad, origen.
La mayoría de estos delincuentes trata de intimidarla al ver que se encuentran ante una mujer, reconoce, “y casi todos saben que iba a llegar ese momento, el de su captura; mantienen su actitud de no respetar a la autoridad, pues no pierden la esperanza de que su grupo criminal acuda a su rescate”, señala.
Pero está lista para hacerles frente. “No me dan valor los compañeros armados que están presentes, sino la certeza de que estoy cumpliendo mi trabajo, aplicando la ley, y que soy la autoridad, pero siempre respetando sus derechos”.
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