Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
23 may 2010
Diego en la portad de "Proceso"
Diego, el general y Amado Carrillo
Jesusa Cervantes, Jorge Carrasco y José Gil Olmos
Revista Proceso # 1751, 23 de mayo de 2010;
Ambos tienen gran influencia en sus ámbitos, el político y el militar. Diego Fernández de Cevallos y Arturo Acosta Chaparro han sido acusados de tener vínculos con el cártel de Juárez y se movieron con recobrada fuerza en el sexenio de Felipe Calderón. Sus destinos se cruzaron a raíz del secuestro del exsenador el viernes 14, y para el martes 18 ya los unía otra circunstancia: el pez gordo de la política seguía desaparecido y el general era baleado.
Las investigaciones para localizar al exsenador panista Diego Fernández de Cevallos, desaparecido desde la noche del viernes 14, están a cargo del general Arturo Acosta Chaparro, quien hace tres años fue exonerado por el Ejército de las acusaciones que lo implicaban con el narcotráfico y actualmente permanece en el Hospital Central Militar después de que un hombre lo baleó la noche del martes 18.
A los dos se les han atribuido, en distintos momentos, relaciones con el crimen organizado, en particular con el cártel de Juárez y quien fuera su líder, Amado Carrillo Fuentes. Ambos fueron blanco de agresiones en menos de una semana.
Consultadas por Proceso, fuentes que han estado cerca de la indagatoria que se sigue en Querétaro y otras cercanas al general afirman que éste fue “contratado” por “un despacho” ligado a Diego Fernández de Cevallos y a Lozano Gracia.
El secuestro del "Jefe" Diego
El secuestro contradicciones y falsedades
Verónica Espinosa
Revista Proceso, # 1751, 23 de mayo de 2010;
Tan compleja como el personaje mismo, la naturaleza del plagio contra el exsenador Diego Fernández de Cevallos revela los vicios del sistema panista: mentiras, contradicciones, torpezas... Del tamaño del poder adquirido por el Jefe Diego a base de relaciones inconfesables y tráfico de influencias es la incapacidad del gobierno de Felipe Calderón para conducirse con transparencia, con eficacia. Cerrazón informativa gubernamental, autocensura en medios electrónicos, son la norma... Y entretanto las especulaciones toman por asalto la credibilidad de los mexicanos.
SAN JUAN DEL RÍO, QRO.- “Es él. Es Diego”.
Eran las cinco de la tarde del viernes 21 cuando las procuradurías general de la República y la de Querétaro tuvieron que admitir la realidad que ocultaron durante seis días: el exsenador panista no estaba “desaparecido”, sino secuestrado.
El jueves 20 por la noche comenzó a circular en las redes sociales una fotografía de Diego Fernández de Cevallos enviada desde el correo electrónico misteriosos.desaparecedores@yahoo.com.mx. La imagen fue publicada el viernes 21 en los periódicos El Universal y Reforma y en ella aparece el exsenador con los ojos vendados.
Está de pie y tiene frente a él un letrero con la fecha del domingo 16 de mayo. Desnudo su torso y casi blancos el bigote y la barba, piel apiñonada, frente amplia y algunas manchas en el rostro. Sus hombros están encogidos.
Junto a la fotografía, el siguiente mensaje: “El Jefe Diego goza de cabal salud, y manda enternecido saludo a quienes lo quieren y hasta rezan por él”. Asimismo, ordena a su hijo exigir a las autoridades desbloquear la comunicación y mantenerse al margen de la negociación que su familia ofrece de manera pública por su liberación.
Y remata: “Seguiremos informando.
“Los misteriosos desaparecedores.
“20-05-10”.
“Es él”, comentan sus hermanos a Proceso el mismo viernes 21 por la tarde. “Si lo tuviera enfrente y le pusiera una venda en los ojos, lo reconocería de inmediato”, dice uno de ellos.
Poco antes los peritos que apoyan a la familia del panista les confirmaron la autenticidad de la imagen. Los especialistas les explicaron que Diego fue puesto de pie ante un muro por sus secuestradores. El plástico negro que se observa al fondo es para ocultar los detalles del sitio donde lo tienen secuestrado e impedir su localización.
Sobre el torso desnudo y con los brazos a los costados, le amarraron con una cinta el papel que muestra la fecha del domingo 16. Sus hombros se ven tensos, incluso tiene un golpe en el lado izquierdo, encima del labio superior. Esa parte del rostro y la nariz están hinchadas.
Lo que sorprendió a la familia Fernández de Cevallos es que en el mensaje atribuido a Diego el exsenador utiliza el término “enternecido saludo”, una expresión que, dicen, emplea con frecuencia.
Con esas pruebas, los familiares de Fernández de Cevallos pidieron al exprocurador Antonio Lozano Gracia, amigo y colaborador de Diego, que difundiera un mensaje en el que pedían a los gobiernos federal y estatal dejar de investigar.
“Agradecemos a las autoridades su diligente y comprometido actuar desde que se confirmó la desaparición del Lic. Diego Fernández de Cevallos, pero solicitamos encarecidamente que se mantengan al margen de este proceso, para así favorecer la negociación, anteponiendo la vida e integridad de nuestro padre”, decía el mensaje entregado a los medios de comunicación de la Ciudad de México.
El lunes 17 Lozano Gracia entregó un primer comunicado firmado por Diego Fernández de Cevallos Gutiérrez, hijo del plagiado, a través de medios electrónicos, para pedir “a quienes tuvieran cautivo a Diego Fernández establecer contacto para entablar una negociación que permitiera su liberación”.
Había molestia entre hijos y hermanos de Diego puesto que, a pesar de que las líneas de investigación y todas las señales apuntaban al secuestro, la PGR y la procuraduría estatal insistían en desplegar operativos de búsqueda, realizar peritajes en la finca y sus alrededores, rastreos con agentes de la Dirección de Investigación del Delito, así como en manejar la versión de que el político queretano estaba desparecido.
El domingo 16, en Santander, España, durante su visita oficial en ese país, Calderón declaró que, “si pudiera”, transmitiría un mensaje a Diego para decirle que sus hijos “están orando” por él, “pero también siguiendo su ejemplo de valor, entereza y gallardía, y están firmes en la esperanza de recuperar a su padre”. Y el propio anfitrión, el jefe de Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, condenó el “secuestro” del exsenador panista.
Despliegues ostentosos
Desde el sábado 15, los aparatosos operativos de los agentes federales y estatales se concentraron en las inmediaciones de la finca del rancho La Cabaña, una de las tantas propiedades que Fernández de Cevallos tiene entre San Juan del Río y Querétaro, en el municipio de Pedro Escobedo, a unos pocos kilómetros de la autopista federal 57.
Para el domingo 16, un avión con radar y peritos del Ejército llegaron al lugar con sus equipos para rastrear armas. El despliegue se prolongó durante varios días, pero no se instaló ningún retén carretero. Los vehículos circulaban por la carretera federal sin ningún problema.
Los familiares del secuestrado aseguran que ese inusual despliegue policiaco era pura simulación. Las autoridades estatales y federales querían demostrar que Lse estaba haciendo todo lo posible por localizar a Fernández de Cevallos”, pero en realidad sólo dificultaron el contacto con los plagiarios, quienes desde el principio exigieron el retiro de las fuerzas de seguridad de las inmediaciones del rancho La Cabaña.
También comentan que les extrañó que desde el principio la Procuraduría General de la República (PGR) no atrajera la investigación del caso, aun cuando el procurador Arturo Chávez Chávez trabajó en el despacho de Fernández de Cevallos.
Durante seis días fue la procuraduría estatal, encabezada por Arsenio Durán, la que inició la averiguación previa SC/31/2010. Durante ese lapso hubo jaloneos. Y aunque el gobierno del priista José Calzada Rovirosa esperaba que la PGR atrajera el asunto, asegura a Proceso una fuente cercana a las investigaciones, la dependencia federal no actuó.
Los tres comunicados oficiales sobre la “desaparición” del excandidato panista a la Presidencia en 1994 fueron emitidos por la procuraduría estatal. El primero se difundió el sábado 15 a las 20:30 horas.
A Calzada Rovirosa le preocupaban las consecuencias que traería el secuestro de Diego a la entidad, así como la vulnerabilidad de los sistemas de seguridad locales; incluso modificó su agenda para dedicarse ciento por ciento al caso.
El mandatario organizó encuestas a lo largo del país para saber con detalle lo que se opinaba sobre el secuestro de Fernández de Cevallos. La PGR fue la dependencia “más golpeada” mediáticamente por el plagio del exsenador.
El Comité Estatal del PAN optó por organizar a sus correligionarios para que oraran por la aparición de Diego. El miércoles 19, el presidente estatal del partido, el diputado Ricardo Anaya Cortés, decidió colocar anuncios espectaculares en distintos puntos de la capital queretana con el mensaje: “Diego, estamos contigo”; otros tenían la leyenda: “Por un Querétaro seguro y en paz”.
Sin embargo, desde el martes 18 el gobierno federal y el propio Calzada Rovirosa sabían que Diego había sido secuestrado. Aun así prefirieron seguirlo ocultando a los medios de comunicación. En la víspera, la intervención de Lozano Gracia, así como de los hijos mayores de Fernández de Cevallos y algunos de sus hermanos tensaron el ambiente, sobre todo por el rechazo de las autoridades federales y estatales.
Los hijos Diego se quejan porque, dicen, aun cuando asistieron a las reuniones de Gabinete de Seguridad desde el principio, nunca vieron ninguna pista concreta en las investigaciones.
El cerrojazo
El secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, optó por decir a los medios que guardaran silencio sobre el plagio, luego de que Lozano Gracia, a nombre de la familia Fernández de Cevallos, pidió a las autoridades ser discretas en el manejo de las investigaciones.
Joaquín López Dóriga, conductor de El Noticiero, fue el primero en plegarse a la estrategia del silencio. El gobernador Calzada Rovirosa también lo hizo a su manera y retomó su agenda pública, mientras que los panistas queretanos tuvieron que retirar el miércoles 19 los anuncios panorámicos por instrucciones del presidente del CEN de su partido, César Nava.
Con todo, el gobierno federal no aguantaba la presión. El viernes 21, conocida ya la foto en la que Diego Fernández de Cevallos aparece vendado y ante la presión de la familia del secuestrado, el presidente nacional del PAN, César Nava, todavía intentó ocultar el secuestro.
Gómez Mont también quiso atenuar la situación: “Ustedes deben entender que nosotros estamos obligados a ser respetuosos, cautelosos y discretos”, dijo Gómez Mont a reporteros en un evento del Club de Industriales. Incluso rezó, dijo, con la esperanza de “encontrar a Diego con vida”.
El jueves 13 y el viernes 14, los dos días previos al secuestro, Fernández de Cevallos estuvo en el municipio de Jerécuaro, Guanajuato, en la hacienda La Barranca, que adquirió hace cinco años.
Llegó el jueves para supervisar la construcción de viviendas que pretendía regalar a los habitantes del rancho en un terreno que donó para ese fin, informaron el sábado 15 al diario local Correo varios trabajadores del exsenador.
Durmió en La Barranca y el viernes 14 por la tarde salió en su camioneta rumbo a Querétaro, señalaron al diario Correo dos hombres y dos mujeres que trabajan en el rancho La Barranca. También comentaron que lo vieron por última vez poco antes de las seis de la tarde.
El sábado 15, cuatro empleados del rancho La Barranca, ubicado en el municipio de Yerécuaro, Guanajuato, comprado por Diego Fernández de Cevallos, declararon a Correo que vieron a su patrón por última vez el viernes 14 alrededor de las seis de la tarde.
Ese mismo día el velador del rancho La Cabaña declaró ante el Ministerio Público que alrededor de las 23 horas oyó llegar la camioneta de su patrón. Sin embargo, aclaró que no lo vio. Fue hasta el sábado 15, a las 7 de la mañana, cuando se dio cuenta de que Diego no estaba.
Al día siguiente, el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, el procurador general de la República, Arturo Chávez Chávez, y el gobernador de Querétaro, José Calzada, anunciaron, al término de una reunión de cinco horas en las instalaciones de la XVII Zona Militar, la constitución de un grupo interinstitucional en el que participarían las corporaciones de los estados vecinos.
***
El secuestro contradicciones y falsedades
La muerte lo rondó por internet
Jenaro Villamil
Desde el sábado 15, en los medios de comunicación, sobre todo en las redes sociales de internet, se barajaron tres posibilidades en torno al caso Fernández de Cevallos: homicidio, desaparición y secuestro. En ese marasmo, el gobierno federal reaccionó de manera contradictoria y el lunes 17 Televisa anunció que no difundiría más información al respecto, si bien dos días antes le había dedicado una emisión especial en el Canal 2.
Protagonista del escándalo que estalló por un comentario en Twitter el sábado 15, el expresidente nacional del PAN Manuel Espino dice a Proceso, entrevistado el jueves 20: el mensaje “fue distorsionado desde Los Pinos” para responsabilizarlo de los rumores que especulaban acerca de la muerte del político panista.
Agrega que desde las 10 de la mañana de ese día, reporteros de Ciudad Juárez y militantes del PAN le preguntaron si estaba enterado del rumor de que Fernández de Cevallos había desaparecido. Señala que al investigar se percató de que el diputado federal panista Javier Corral direccionó su cuenta de Facebook hacia un portal informativo de Querétaro donde se informaba del posible secuestro de Diego. A las 12 del día se comunicó con Corral, quien le dijo: “Al parecer está muerto y su cuerpo fue encontrado en un campo militar de Querétaro”.
Aunque este dato le preocupó, admite, no lo dio como un hecho; en el ambiente ya podía sentirse la rumorología. “A las 14:25 una twittera me preguntó qué sabía de lo de Fernández de Cevallos. Y le respondí: ‘Hay mucho rumor sobre la desaparición del Jefe Diego, me dicen que está muerto y el cuerpo en el campo militar de Querétaro. ¡Muy lamentable!’”.
Unos minutos después, afirma Espino, el periodista José Cárdenas le hizo la misma pregunta y él respondió con palabras casi idénticas. Cárdenas y otros reporteros le comentaron que el PAN era un búnker donde no se confirmaba ni rechazaba ninguna versión.
A las 13:44 horas, Reforma on line divulgó la “desaparición” de Fernández de Cevallos y ubicó sus fuentes en la delegación de la PGR en Querétaro.
Al comparar ambas versiones, la mayor parte de los twitteros coincidió en que Espino había confirmado la muerte del Jefe Diego. “¿Cuál fue mi error?”, se pregunta el expresidente del PAN. “Creo que compartir en una red tan abierta una serie de versiones que luego se distorsionaron”, admite.
Entonces intentó deslindarse y argumentó que sólo el Ministerio Público podía confirmar los sucesos ocurridos en el rancho de Fernández de Cevallos.
En cinco entrevistas telefónicas precisó su versión. Habló con Carmen Aristegui; con MilenioTV; con Alejandro Cacho, de Televisa; con Radio Trece y con el noticiero radiofónico de José Cárdenas.
Aunque en MilenioTV el expresidente del PAN pidió una disculpa pública por el malentendido, le siguieron atribuyendo la versión del homicidio.
–Me doy cuenta de que se usó mi mensaje para distorsionar la información.
–¿Quién la distorsionó?
–Me dicen que la orden vino desde Los Pinos. En varias ocasiones he acusado a Los Pinos de manipular mis mensajes.
El jueves 20, a casi una semana de la desaparición de Fernández de Cevallos, Espino mandó otro mensaje en Twitter:
“Innecesario descartar narco en caso DFC (Diego Fernández de Cevallos), si gobierno federal ha dicho tener información. Espero no manipulen tema ni haya línea a medios”.
De esta manera, Espino cuestiona las afirmaciones del presidente Felipe Calderón a la cadena estadunidense CNN en el sentido de que no había evidencia de que se tratara del crimen organizado ni de un secuestro.
“¡Son líneas de investigación! ¿Por qué las descarta el presidente?”, reclama airado el polémico exdirigente nacional del PAN.
La censura y Televisa
El mismo sábado 15, a las 22 horas, en el canal 2 de Televisa, el de mayor audiencia en toda la televisión abierta, se transmitió un segmento de “últimas noticias”. El reporte sólo tuvo un tema: el caso Fernández de Cevallos. A cuadro, Joaquín López Dóriga mostró imágenes del rancho La Cabaña, de Querétaro, y leyó los tres boletines de la PGR. Sin citar la fuente, desmintió las “versiones” que habían proliferado sobre la posible ejecución del político.
El martes 18, en su columna publicada en Milenio Diario, el conductor del principal noticiario de Televisa apuntó:
“La del sábado fue una jornada frenética en la casa presidencial, histérica en algunos medios y entre ciertos actores políticos y mediáticos y angustiosa para la familia Fernández de Cevallos.
“Los primeros informes sobre la desaparición de Diego llegaron a Los Pinos horas antes de la salida del presidente Calderón a Santander, como parte de la gira que lo llevará a Washington, donde mañana inicia una visita de Estado. El presidente recibía la escasa información con la que se contaba. Diego estaba desaparecido, sin saberse nada más, si estaba vivo o muerto”.
Unas horas antes, en el noticiero del lunes 17, el mismo López Dóriga leyó en la pantalla un comunicado de Noticieros Televisa en el que anunciaba que “por respeto a la vida” de Fernández de Cevallos se había tomado la decisión de “no volver a informar de este caso hasta su desenlace”.
En el insólito documento se indica que anteponer la vida de Fernández de Cevallos al ejercicio periodístico “no ha sido una decisión fácil, pero sí una decisión firme”.
Entre el martes 18 y el miércoles 19, el aviso de la autocensura de Televisa produjo un escándalo en los medios informativos. La agencia española EFE reportó que “la decisión de Televisa generó una ola de críticas en la prensa de Estados Unidos”, donde Calderón iniciaba el miércoles una visita oficial.
La autocensura más bien se convirtió en un expediente de censura. Desde Los Pinos se ordenó a todos los voceros de la PGR y de la Secretaría de Gobernación que no se volviera a hablar del caso. A los “columnistas amigos” también se les solicitó que ya no se especulara sobre la posible muerte o secuestro del excandidato presidencial.
Para bloquear la información sólo se requería un pretexto y éste fue el comunicado leído por el exprocurador general y socio de Fernández de Cevallos Antonio Lozano Gracia, quien a nombre de la familia agradecía “todas las manifestaciones de apoyo y solidaridad recibidas”, además de hacer “un llamado a las personas que retienen al licenciado Diego Fernández de Cevallos a que entablen comunicación en aras de negociar su liberación”.
Un día después de anunciar su silencio, Televisa dedicó el programa Tercer Grado a explicar la decisión de “autocensura”. El director de Noticieros Televisa, Leopoldo Gómez, afirmó que en su empresa “nunca cubrimos secuestros en curso, salvo cuando la familia lo anuncia”, como en el caso Paulette.
Además, el funcionario explicó que la cobertura especial del sábado 15 se debió a que “los medios cibernéticos” difundieron muchas versiones que “no eran ciertas”. “Habiendo hecho ese programa especial, tomamos la decisión de no cubrir el caso. ¿Por qué lo explicamos? Porque 24 horas antes hicimos un programa especial… No todos estuvimos de acuerdo con la posición”, afirmó Gómez.
La actitud de Televisa generó inconformidad y críticas en las redes sociales, así como en las columnas periodísticas. El diputado federal panista Javier Corral, crítico del monopolio televisivo, escribió en Twitter: “Ahora resulta que Televisa sí tiene código de ética informativa con el caso Diego y por qué no fue igual con el caso Paulette”.
El único que no ha dejado de mencionar el caso ha sido el propio presidente Felipe Calderón. Sus intervenciones han sido contradictorias. En España habló de “secuestro” y “desaparición”, casi al mismo tiempo, mientras que su homólogo español, José Luis Rodríguez Zapatero, siguió la línea de argumentación de su colega mexicano y afirmó:
“Sé que es un amigo y un hombre de gran importancia, de gran relevancia política en México. Deseamos su pronta liberación. Condenamos la criminalidad, condenamos los secuestros y estamos muy cerca de México y de su presidente en esa lucha ejemplar que está llevando a cabo”.
Calderón volvió a referirse al caso durante su entrevista con la cadena estadunidense CNN, el miércoles 19, el mismo día que se dieron órdenes en la PGR, en la procuraduría de Querétaro y en la Secretaría de Gobernación de no mencionar más el tema:
–Se dice que lo secuestraron para enviarle a usted un mensaje –le plantearon a Calderón.
–Los criminales me envían mensajes muy claros por otras vías. Creo que es un caso sumamente delicado. Par mí es muy triste porque Diego es un buen amigo mío, es un buen amigo de mi partido.
“Pero no hay evidencia de que esta situación esté vinculada con el crimen organizado. No hay evidencia de que se trate de un secuestro porque, de acuerdo con la investigación, no tenemos evidencia”.
Por su parte, el expresidente Carlos Salinas de Gortari, amigo de Fernández de Cevallos desde su gobierno, definió lo ocurrido como “una desaparición forzada”.
Entrevistado al final de su participación en una conferencia con la Sociedad de Alumnos de la Universidad Panamericana, afirmó: “Esta desaparición forzada resulta preocupante; lo más importante es que Diego Fernández de Cevallos se encuentre bien. Sus amigos estamos cerca de su familia.
“Al mismo tiempo me parece que es importante decir que nadie debe celebrar un delito; me parece que el país no debe estar secuestrado por el discurso de la polarización y todos, creo, debemos tener una expresión por el regreso de Diego Fernández de Cevallos”. l
Soñé que me llevabas
Soñé que tú me llevabas.../ A Machado
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueño, tan verdaderas!...
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!
Meyer historiador revisionista
El historiador revisionista/Enrique Krauze
Reforma, 23 mayo 2010.- "Estoy entusiasmado con el libro La Révolution Mexicaine de Jean Meyer", le dijo Cosío Villegas -una mañana de 1974- a su amigo, el gran editor Joaquín Díez Canedo, y le sugirió publicarlo de inmediato. Al día siguiente le habló de nuevo, para pedirle que no lo publicara. ¿Qué había ocurrido? Cosío Villegas era hijo directo, genuino, legítimo de la Revolución Mexicana. De la mejor Revolución, la de quienes habían querido "hacer algo por México" y, hasta cierto punto, con la fundación de tantas magnas instituciones, lo habían logrado. Escribía sus memorias, estaba en el tramo final de su vida. Era natural que tuviese resistencias frente a una versión a tal grado crítica de la Revolución, mucho más crítica, de hecho, que su propio ensayo "La crisis de México". El libro no se publicó. No obstante, al poco tiempo Cosío encargó a Jean (a Cayetano Reyes y a mí) los tomos de la Historia contemporánea de México sobre el periodo de Plutarco Elías Calles que publicó desde fines de los setenta El Colegio de México.
Yo había devorado los tres tomos de La Cristiada, era alumno de Jean fuera de las aulas, lo admiraba (lo he admirado siempre) y comenzábamos a ser amigos. En Plural publiqué la reseña "La otra cara de la Revolución". Defendí el libro como una continuidad de La Cristiada. En esa reseña transcribí dos párrafos autobiográficos de Meyer. El primero de La Cristiada:
Esta breve descripción no da cuenta de los miles de kilómetros recorridos en coche, en mula y a pie, por montes y valles; no da cuenta de las dificultades, de las lluvias de invierno y de verano, del carácter caprichoso de los animales, de las reticencias o de la sordera de los testigos, de la irascibilidad de los borrachos, de la sospecha; no da cuenta de las emociones, de las alegrías y de las contrariedades; el descubrimiento de los paisajes, el de los hombres, la participación en las peregrinaciones, la gracia de las amistades inmerecidas, la muerte de quienes hicieron posible este trabajo.
El segundo provenía de La Revolución Mexicana:
A la escucha de Los de Abajo, (el autor) ha quedado sorprendido ante la experiencia trágica vivida cotidianamente por el pueblo. Una experiencia que no coincide siempre con la exaltación en que viven miles de hombres que libran su propio combate por el poder para luego disponerse a construir un cierto México. Para aquellos, para el pueblo, 1917 es el año del Hambre. Para éstos, 1917 es, precisamente, el año glorioso de la Constitución.
Todo el espíritu de Jean Meyer está en esas líneas: el contacto real con el pueblo (no con la idea del pueblo) lo había llevado a cambiar sus premisas (era más o menos marxista) y a ver la historia, no desde el punto de vista de la Revolución ni de los revolucionarios, sino de los revolucionados. (Véase el respecto la entrevista de Christopher Domínguez a Meyer en Letras Libres de marzo de 2010).
Jean es el historiador revisionista por excelencia. Creo que mi generación contribuyó a desacreditar y desacralizar la "historia de bronce", logró ensanchar los horizontes temáticos y afinar los enfoques de la historia, pero, de alguna forma (acaso por el influjo del 68 o el aura sagrada que la palabra Revolución ha tenido en México y América Latina), no desmitificó a fondo la Revolución Mexicana y, en algunos sentidos, ahondó su mito. El zapatismo, el villismo, qué duda cabe, fueron movimientos populares, pero populares ¿a qué grado?, ¿dónde?, ¿para quién? El país tenía 15 millones de habitantes, quizá 100,000 en armas, ¿qué pensaba la mayoría de la violencia?, ¿cómo la vivía?
Ésa es la historia que cuenta Jean en La Revolución Mexicana. Libro en verdad revisionista, complemento de La Cristiada que desmitifica la Revolución oponiéndole otra revolución, acaso más unificada, persistente y amplia que la primera (o que las primeras, porque fueron varias). Pero se trató de una revolución campesina y católica, conservadora y pasatista, políticamente incorrecta. Bloqueada para la historia oficial y por la historia crítica autodenominada progresista.
Jean Meyer había contribuido a revelarla. Muchos de sus libros sobre la otra historia de la independencia y de los siglos XIX y XX se entienden como un viaje espiritual hacia la entraña cristiana de México, "a la escucha" de sus campesinos opuestos al canon liberal y revolucionario. Así se entiende su interés en el cruce exacto del neozapatismo y el catolicismo encarnado en el obispo Samuel Ruiz. Y así se entiende también su fascinante aventura intelectual por la historia de Rusia, su campesinado y su espiritualidad cristiana, paralela en varios sentidos a la mexicana.
Sus prendas, además de la solidez científica, son la emoción intelectual, la pasión moral, el amor a su objeto. Rasgos que faltan a veces en el frío academicismo de nuestro gremio. Celebro mucho acompañar a Jean en esta ocasión tan grata y ser parte de este reconocimiento tan merecido. Y como tampoco la generosidad es rasgo común en el ambiente académico, me complace doblemente estar aquí, no sólo por el acto de justicia con Jean sino por la honra que para el CIDE significa honrarlo.
Al amigo, quiero agradecerle su comprensión y tolerancia, sus enseñanzas y sus obras, su solidaridad profesional y personal. Estoy seguro de que el alma de nuestro maestro Luis González celebra hoy también a "Juanito", su amigo fiel, su discípulo predilecto.
Reforma, 23 mayo 2010.- "Estoy entusiasmado con el libro La Révolution Mexicaine de Jean Meyer", le dijo Cosío Villegas -una mañana de 1974- a su amigo, el gran editor Joaquín Díez Canedo, y le sugirió publicarlo de inmediato. Al día siguiente le habló de nuevo, para pedirle que no lo publicara. ¿Qué había ocurrido? Cosío Villegas era hijo directo, genuino, legítimo de la Revolución Mexicana. De la mejor Revolución, la de quienes habían querido "hacer algo por México" y, hasta cierto punto, con la fundación de tantas magnas instituciones, lo habían logrado. Escribía sus memorias, estaba en el tramo final de su vida. Era natural que tuviese resistencias frente a una versión a tal grado crítica de la Revolución, mucho más crítica, de hecho, que su propio ensayo "La crisis de México". El libro no se publicó. No obstante, al poco tiempo Cosío encargó a Jean (a Cayetano Reyes y a mí) los tomos de la Historia contemporánea de México sobre el periodo de Plutarco Elías Calles que publicó desde fines de los setenta El Colegio de México.
Yo había devorado los tres tomos de La Cristiada, era alumno de Jean fuera de las aulas, lo admiraba (lo he admirado siempre) y comenzábamos a ser amigos. En Plural publiqué la reseña "La otra cara de la Revolución". Defendí el libro como una continuidad de La Cristiada. En esa reseña transcribí dos párrafos autobiográficos de Meyer. El primero de La Cristiada:
Esta breve descripción no da cuenta de los miles de kilómetros recorridos en coche, en mula y a pie, por montes y valles; no da cuenta de las dificultades, de las lluvias de invierno y de verano, del carácter caprichoso de los animales, de las reticencias o de la sordera de los testigos, de la irascibilidad de los borrachos, de la sospecha; no da cuenta de las emociones, de las alegrías y de las contrariedades; el descubrimiento de los paisajes, el de los hombres, la participación en las peregrinaciones, la gracia de las amistades inmerecidas, la muerte de quienes hicieron posible este trabajo.
El segundo provenía de La Revolución Mexicana:
A la escucha de Los de Abajo, (el autor) ha quedado sorprendido ante la experiencia trágica vivida cotidianamente por el pueblo. Una experiencia que no coincide siempre con la exaltación en que viven miles de hombres que libran su propio combate por el poder para luego disponerse a construir un cierto México. Para aquellos, para el pueblo, 1917 es el año del Hambre. Para éstos, 1917 es, precisamente, el año glorioso de la Constitución.
Todo el espíritu de Jean Meyer está en esas líneas: el contacto real con el pueblo (no con la idea del pueblo) lo había llevado a cambiar sus premisas (era más o menos marxista) y a ver la historia, no desde el punto de vista de la Revolución ni de los revolucionarios, sino de los revolucionados. (Véase el respecto la entrevista de Christopher Domínguez a Meyer en Letras Libres de marzo de 2010).
Jean es el historiador revisionista por excelencia. Creo que mi generación contribuyó a desacreditar y desacralizar la "historia de bronce", logró ensanchar los horizontes temáticos y afinar los enfoques de la historia, pero, de alguna forma (acaso por el influjo del 68 o el aura sagrada que la palabra Revolución ha tenido en México y América Latina), no desmitificó a fondo la Revolución Mexicana y, en algunos sentidos, ahondó su mito. El zapatismo, el villismo, qué duda cabe, fueron movimientos populares, pero populares ¿a qué grado?, ¿dónde?, ¿para quién? El país tenía 15 millones de habitantes, quizá 100,000 en armas, ¿qué pensaba la mayoría de la violencia?, ¿cómo la vivía?
Ésa es la historia que cuenta Jean en La Revolución Mexicana. Libro en verdad revisionista, complemento de La Cristiada que desmitifica la Revolución oponiéndole otra revolución, acaso más unificada, persistente y amplia que la primera (o que las primeras, porque fueron varias). Pero se trató de una revolución campesina y católica, conservadora y pasatista, políticamente incorrecta. Bloqueada para la historia oficial y por la historia crítica autodenominada progresista.
Jean Meyer había contribuido a revelarla. Muchos de sus libros sobre la otra historia de la independencia y de los siglos XIX y XX se entienden como un viaje espiritual hacia la entraña cristiana de México, "a la escucha" de sus campesinos opuestos al canon liberal y revolucionario. Así se entiende su interés en el cruce exacto del neozapatismo y el catolicismo encarnado en el obispo Samuel Ruiz. Y así se entiende también su fascinante aventura intelectual por la historia de Rusia, su campesinado y su espiritualidad cristiana, paralela en varios sentidos a la mexicana.
Sus prendas, además de la solidez científica, son la emoción intelectual, la pasión moral, el amor a su objeto. Rasgos que faltan a veces en el frío academicismo de nuestro gremio. Celebro mucho acompañar a Jean en esta ocasión tan grata y ser parte de este reconocimiento tan merecido. Y como tampoco la generosidad es rasgo común en el ambiente académico, me complace doblemente estar aquí, no sólo por el acto de justicia con Jean sino por la honra que para el CIDE significa honrarlo.
Al amigo, quiero agradecerle su comprensión y tolerancia, sus enseñanzas y sus obras, su solidaridad profesional y personal. Estoy seguro de que el alma de nuestro maestro Luis González celebra hoy también a "Juanito", su amigo fiel, su discípulo predilecto.
Asamblea panista
Columna PLAZA PÚBLICA / PAN: batallas, adversidades, aflicción
Calderón es indisputablemente el jefe de su partido. La elección de ayer, sin embargo, no se definió con un simplón a favor o en contra del Ejecutivo, sino que estuvieron presentes factores coyunturales
Reforma, 23 mayo 2010.- Al cumplirse una semana de la desa parición de Diego Fernández de Cevallos, se reunió ayer la asamblea nacional panista, principal órgano de gobierno de ese partido. Miembro de esa reunión permanentemente, aun cuando no asistía estaba presente, así es la fuerza de su influencia en el partido que en 1994 lo postuló candidato a la Presidencia de la República. Ese género de presencia se intensificó ayer, aunque no puede saberse a la hora de escribir estas notas de qué manera se tradujo en concretos resultados políticos. Es que el principal cometido de la asamblea es elegir a los miembros del consejo nacional. Por la importancia de este órgano -que en diciembre, por ejemplo, elegirá al presidente partidario que encabezará el proceso de selección del candidato presidencial en 2012- era previsible que ayer se produjeran algunas de las batallas que en su interior y hacia fuera libra el partido que ha ganado gobiernos sin necesariamente alcanzar el poder.
Con mayor margen de control puertas adentro que en su relación con otros partidos y otros poderes, institucionales o fácticos, el presidente Calderón se propuso moldear el consejo nacional conforme a su visión y sus intereses. Comenzó por influir en la elección de delegados, que entre 10 mil y 13 mil representaron a todo el país. Contó para ese fin, según denuncian sus adversarios, con las delegaciones del gobierno federal en las entidades, que proveen empleos para su función y reclutan calderonistas. Sus votos fueron determinantes a la hora de elegir consejeros.
Durante décadas, tanto como el comité ejecutivo, el consejo nacional era espacio sin conflicto. Aunque no hubiera uniformidad de pensamiento, las eventuales diferencias se resolvían mediante argumentos de autoridad. El partido era poco numeroso y, salvo unos cuantos ayuntamientos y un puñado de diputaciones, carecía de poder, ejercía un papel testimonial que no propiciaba enfrentamientos. El dilema más hondo a resolver era si se participaba o no en las elecciones y ése era, en consecuencia, el motivo mayor de disenso.
Hoy es diferente. Circulan en el consejo nacional, como en el partido mismo, corrientes que no se atreven a llamarse así (acaso como exorcismo para que las del PRD no contaminen su estructura y su modo de discusión). Pero son activas y disputan cada milímetro de los órganos de decisión.
Calderón pertenece a la mayor, más antigua y más necesitada de controlar la situación. No puede permitirse fragilidad en ese territorio, cuando ya la padece en la contienda exterior, como se aprecia en estos días. Con su grupo cercano, el presidente de la República -que por haberlo sido también del partido conoce sus vericuetos- busca resolver para sí las coyunturas relevantes, como la de ayer, en que fueron elegidos nuevos consejeros.
La estructura lo favorece, aunque deja resquicios a los opositores o disidentes para no perder espacios. Pero cuando se pase en limpio el resultado de ayer, que por razones técnicas no podemos esperar para puntualmente considerarlo en este análisis, se verá que a pesar de todo (expresión que incluye el nombramiento de César Nava) Calderón es indisputablemente el jefe de su partido. La elección de ayer, sin embargo, no se definió con un simplón a favor o en contra del Ejecutivo, sino que estuvieron presentes factores coyunturales que aproximan o distancian a los panistas en los estados. Un tema propicio para ello fue el de las coaliciones, decididas en el comité nacional -que también nombró a dedo a varias y varios candidatos a gobernador- y que generaron desde simples incomodidades hasta verdaderas fracturas.
Protagonista solitario por décadas, en medio de un entorno de fingimiento partidario que provocaba desconfianza, el PAN ha sido reacio a las alianzas. En este año venció su renuencia, ante 12 procesos electorales, pero suscitó nuevas diferencias. Nava y Beatriz Paredes, líderes de sus partidos, con la asistencia de Fernando Gómez Mont, que aún se reconocía miembro del partido de su padre, firmaron un acuerdo antialiancista en beneficio del PRI en general y de Peña Nieto en particular. No volveremos sobre los pormenores de ese momento. Baste recordar que la médula del asunto estribó en impedir que el PAN y el PRD se dispusieran a actuar conjuntamente en la elección local mexi quense de cuyo resul- tado depende en amplia medida el progreso de Peña Nieto.
Un cambio de las señales emitidas por Calderón rompió la alianza antialiancista del PAN y el PRI, y en sentido contrario Acción Nacional se convirtió en promotor de coaliciones o les puso buena cara. La operación, sin embargo, no se anuncia exitosa en su conjunto, o lo será sólo en pocos casos y sin embargo ha generado a Nava, y a Calderón, altos costos dentro del partido. Dejando de lado la especiosa argumentación ideológica que denuncia las alianzas como uniones contra natura, en términos prácticos ofrecerán magras ganancias al PAN, pues los candidatos de coaliciones que pueden ganar no pertenecen al partido. Es el caso de Gabino Cué, en Oaxaca, o Mario López Valdez, en Sinaloa. Si logra apoyo ciudadano para vencer el cerco informativo y el terrorismo electoral que se le asesta, Xóchitl Gálvez ganará en Hidalgo, pero los más renuentes no sentirán su victoria como propia, porque no tiene credencial blanquiazul aunque sirviera eficazmente a Fox en una oficina de tan alto relieve que en el comienzo de esta administración la encabezó nada menos que el patriarca Luis H. Álvarez. En Puebla, Rafael Moreno Valle se afilió al PAN pero tiene modos del PRI al que pertenece por estir- pe, y se entiende mejor con el Panal -es decir con Elba Esther Gordillo- que con la dirección local de su propio partido. Es remoto que alguna o alguno de los panistas que van solos a las elecciones tenga alto rendimiento como para conservar o conquistar gubernaturas.
Las vicisitudes electorales, objeto de debate y acaso de disensión en la asamblea nacional, surgen no sólo de la aplicación de un patrón heredado del ayer, como en Yucatán, sino que tienen una letal variante contemporánea en que la vida está de por medio. En Mérida, la autoridad electoral validó el jueves la recuperación del ayuntamiento por el PRI, después de perderlo sistemáticamente desde 1990. Beatriz Zavala acudirá a los tribunales para mostrar la verdadera naturaleza del triunfo priista. Pero los panistas yucatecos, al margen de su esfuerzo por no rendirse, deberán hacer examen de conciencia para determinar cuáles yerros, cometidos cuándo y por quiénes, alejaron de su plataforma a los votantes.
Si bien el asesinato de José Mario Guajardo Varela -y el de su hijo y un empleado de su negocio- ha sido ya superado políticamente porque una valiente tomó la estafeta y otra arribó como candidata a diputada, subsiste el problema de fondo, pues la campaña de los opositores -que no la del PRI, que se mueve como pez en el agua- quedó ya tocada, y disminuida, por la parálisis provocada por el miedo.
En grado mayor ese efecto cunde a lo largo y lo ancho del panismo ante la enigmática suerte de Fernández de Cevallos. A la mayor parte de los ciudadanos albiazules no se les escapará que, amén de la circunstancia particular en que ocurre la desaparición del ex candidato presidencial, su infortunio se gestó en la ineficaz estrategia de combate a la violencia puesta en práctica por su militante más eminente.
Aunque Calderón proclamó varias veces ya el lazo amistoso que lo une con El Jefe, los más eminentes dieguistas no lo creen y se aprestaron a cumplir su papel institucional y el que el deber y la amistad, así como los intereses, les ordenan asumir. En menor medida que el propio Fernández de Cevallos, el secretario de Gobernación, el procurador general de la República y quien lo fuera bajo el presidente Zedillo, Antonio Lozano Gracia, vocero de la familia acaso por decisión propia, practicaron o ejercen aún su oficio de abogados con base en su poder político. Parecen resueltos a que eso siga ocurriendo, una vez superada la actual adversidad y curada la aflicción que causa. Impidieron que una iniciativa de ley de incompatibilidades fuera aprobada en 2006. La impulsó Luisa María Calderón, hermana del hoy Presidente, quien si bien no se adhirió a la moción tampoco se deslindó de ella.
De nuevo César Camacho
Reforma penal secuestrada/ César Camacho, presentado como colaborador Invitado, El autor fue impulsor de la reforma de justicia penal aprobada por la LX Legislatura.
Publicado en Reforma, 23 mayo 2010
La reforma constitucional que, según el presidente de la República, fue "la más relevante realizada al sistema penal que hayamos tenido los mexicanos", que permitiría al país "avanzar en la necesaria modernización de las instituciones encargadas de procurar e impartir justicia [...] para alcanzar con éxito nuestra lucha por un México de libertades en el que podamos vivir mejor" ha sido secuestrada.
Engullido por un sector de la burocracia, el entramado constitucional y jurídico que se construyó a partir de iniciativas de las organizaciones de la sociedad civil, con el respaldo político de legisladores y líderes de los partidos, el entusiasmo de los poderes judiciales de las entidades federativas, la aprobación de los diputados locales de prácticamente todo el país, el acompañamiento permanente de académicos y especialistas, y la mirada expectante de los medios de comunicación, no se ha desplegado como debería, en ninguna de sus dos grandes vertientes: el garantismo y la eficacia en el combate a la delincuencia organizada, lo que, paradójicamente, no ha hecho sino beneficiar a esta última. Por ello, nadie puede sentirse satisfecho.
Sorprendentemente, el Poder Ejecutivo federal se arrogó la responsabilidad de coordinar la implementación del nuevo sistema de justicia penal e, inexplicablemente, lo maniató. Lo que en un primer momento parecía apetito y afán genuino de responder a la principal exigencia ciudadana, resultó bulimia; incluso quienes están a cargo de esa tarea admiten sus magros resultados.
En cuanto al primero de los contenidos de la reforma, el garantismo, cabe señalar que el Ejecutivo federal prácticamente nada ha hecho para que el Ministerio Público asuma el nuevo rol que le corresponde y que implica que, en igualdad de condiciones frente al acusado y su defensor, muestre los resultados de investigaciones ágiles que sirvan para fincar responsabilidades, respetando los derechos de las personas y evitando criminalizar la pobreza. En contraste, casi la mitad de las entidades están en proceso de implementación del sistema acusatorio, cada una a su modo y a su ritmo; lo cual evidencia que la coordinación está ausente y que el mandato constitucional goza de consenso.
Respecto del combate a la delincuencia, las autoridades federales han actuado discrecionalmente, echando mano sólo de las medidas que les parecen más útiles, y que, casualmente, son aquellas que deberían usar excepcionalmente, las que fueron calificadas como "la gota que envenena el contenido del vaso". Es el caso del arraigo, del que han abusado al grado que pareciera que sin él no les es posible investigar. De esta suerte, la ineficacia ha sido el rasgo distintivo de la PGR, pues en casi todos los casos ha solicitado prorrogar el plazo de 40 días y al final, la mayoría de los detenidos han sido liberados. Esa dependencia emite más disculpas que consignaciones.
Además, tan sólo en lo que va del año se han denunciado 7 mil extorsiones telefónicas, 90% de las cuales se hicieron desde centros penitenciaros federales, lo que ya no debería suceder pues la reforma previó medidas especiales de seguridad a fin de evitar que los internos continuaran delinquiendo desde prisión -entre ellas la prohibición de comunicación de telefonía móvil- que tienen más de un año vigentes. En las cárceles, por cierto, suceden en promedio tres desmanes al mes, casi uno a la semana, entre motines, ejecuciones y fugas, lo que muestra la ingobernabilidad que allí impera.
A más, si bien en agosto del año pasado el presidente Felipe Calderón blandió amenazante la Ley de Extinción de Dominio con la cual golpearía a la delincuencia "donde más le duele", toda vez que esa herramienta jurídica está diseñada para mermar la estructura financiera de los criminales, lo cierto es que en ocho largos meses, la PGR apenas ha podido iniciar una acción de este tipo, y al juzgado que el Poder Judicial federal creó ex profeso le vendría muy bien atender más asuntos.
Todo este abuso de las "instituciones límite" y esa deficiente comprensión de los instrumentos garantistas, además de que afectan la integralidad de la reforma, atentan contra su eficacia. Pareciera que las autoridades federales no pueden, o quizá no quieren, transformar el sistema de justicia penal, pasando por alto que se trata de un reclamo ciudadano, que es obligación constitucional y, por tanto, mandato ético y jurídico que, no hay que olvidar, tiene límites en el tiempo: resta un año para que opere el nuevo sistema penitenciario y seis para completar la reforma procesal. Hay acciones que emprender en el corto, mediano y largo plazos, y los tres ya comenzaron.
La nueva justicia penal no puede seguir secuestrada. Debe ser liberada cuanto antes, para ser aprovechada a cabalidad. A México le urge.
El autor fue impulsor de la reforma de justicia penal aprobada por la LX Legislatura.
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