14 sept 2013

Erdoğan no es el único problema de Turquía


Erdoğan no es el único problema de Turquía/ Dani Rodrik is Professor of Social Science at the Institute for Advanced Study, Princeton, New Jersey. He is the author of One Economics, Many Recipes: Globalization, Institutions, and Economic Growth and, most recently, The Globalization Paradox: Democracy and the Future of the World Economy.
Traducción de Kena Nequiz.
 Project Syndicate | 11 de septiembre de 2013
 Türkan Saylan fue doctora pionera, una de las primeras mujeres dermatólogas en Turquía, e importante luchadora contra la lepra. También era una secularista convencida y creó una fundación para ofrecer becas a jovencitas con el fin de que pudieran ir a la escuela. En 2009 la policía irrumpió en su casa y confiscó documentos de una investigación que la relacionaba con un supuesto grupo terrorista, llamado “Ergenekon”, presumiblemente decidido a desestabilizar Turquía para provocar un golpe militar.
En ese tiempo Saylan tenía cáncer en fase terminal y murió poco tiempo después. Sin embargo, el caso contra sus allegados siguió y se convirtió en parte de una serie de juicios dirigidos contra oponentes del primer ministro, Recep Tayyip Erdoğan, y sus aliados en el poderoso movimiento Gülen, formado con seguidores del pastor islámico, Fethullah Gülen.

La evidencia en este caso, como en muchos otros, consiste en documentos Microsoft Word que se encontraron en una computadora de la fundación de Saylan. Cuando los expertos estadounidenses analizaron hace poco la imagen forense del disco duro hicieron un impresionante –aunque para Turquía, muy familiar– descubrimiento. Los archivos que la incriminaban habían sido puestos en el disco duro tiempo después de la última utilización de la computadora en la fundación. Como la policía había incautado la computadora, el descubrimiento indicaba directamente un delito cometido desde niveles oficiales.
Evidencias falsificadas, testigos secretos e investigaciones fantasiosas son el fundamento de los juicios simulados que la policía y los fiscales turcos han estado montando desde 2007. En el infame caso Sledgehammer se descubrió que una conspiración de un golpe militar tenía anacronismos flagrantes, incluido el uso de Microsoft Office 2007 en documentos que supuestamente se guardaron por la última vez en 2003. (Mi suegro es uno de los 300 oficiales que fueron encarcelados, y mi esposa y yo hemos estado trabajando para documentar las mentiras del caso.)
La lista de revelaciones e información absurda continúa. Hay un caso en el que un documento que describía una conspiración contra minorías cristianas resultó estar en poder de la policía antes de que las autoridades declararan que lo habían incautado a un sospechoso. En otro, la policía “descubrió” las evidencias que estaban buscando, a pesar de que fueron al lugar equivocado e irrumpieron en la casa de un oficial de la marina cuyo nombre era parecido al de la persona buscada.
Con todo, ninguno de estos juicios se ha desmoronado. Gran parte de ellos tienen detrás el apoyo y visto bueno de Erdoğan, que los ha usado para desacreditar a la vieja guardia secular y fortalecer su gobierno. Más importante aún, los juicios han tenido el decisivo respaldo del movimiento Gülen.
Gülen vive en un exilio autoimpuesto en Pensilvania, donde dirige una enorme red informal de escuelas, centros de expertos, empresas y medios de comunicación en cinco continentes. Sus devotos han establecido alrededor de 100 escuelas subsidiadas tan solo en los Estados Unidos, y el movimiento ha ganado fuerza en Europa desde que se fundó la primera escuela Gülen en Stuttgart, Alemania en 1995.
En su país, los seguidores de Gülen han creado lo que efectivamente es un Estado dentro del Estado turco; y se han afianzado en la fuerza policial, el poder judicial y la burocracia. Los seguidores de dicho movimiento niegan que controlen la policía turca, pero como señaló en 2009 un embajador estadounidense en Turquía, “nadie lo rebate”.
La influencia del movimiento en el poder judicial garantiza a sus miembros que sus transgresiones no se cuestionan. En un caso bien documentado se descubrió a un oficial no comisionado en una base militar, que actuaba en nombre del movimiento Gülen, sembrando documentos con el fin de exponer a oficiales militares. El fiscal militar a cargo de la investigación del caso pronto fue encarcelado bajo acusaciones falsas, mientras que el verdadero autor fue restituido. Asimismo, a un alto comisionado de la policía que era cercano al movimiento y que elaboró un exposé sobre sus actividades, se le acusó de colaborar con grupos de extrema izquierda, que en realidad había pasado mucho tiempo de su carrera persiguiéndolos. A él también se le encarceló.
El movimiento Gülen usa estos juicios para callar críticos y remover oponentes en puestos gubernamentales importantes. El objetivo final parece ser la redefinición de la sociedad turca de acuerdo con la propia imagen religiosa conservadora del movimiento. Los medios de comunicación a favor de Gülen han sido muy activos en esta causa, pues han diseminado un flujo continuo de desinformación sobre los acusados en los juicios montados por el movimiento, mientras que encubren las fechorías de la policía.
Sin embargo, la relación entre Erdoğan y los seguidores del movimiento Gülen se ha deteriorado. Una que vez que los secularistas, sus enemigos comunes, quedaron eliminados, el movimiento dejó de ser útil para Erdoğan. La fractura se dio en febrero de 2012 cuando los miembros del movimiento trataron de derrocar a su jefe de Inteligencia, uno de sus hombres de confianza y un objetivo peligrosamente cercano al propio Erdoğan. Éste respondió con la remoción de muchos miembros del movimiento de la policía y del poder judicial.
No obstante, la capacidad de Erdoğan para encarar al movimiento es limitada. Hace poco se encontraron micrófonos ocultos en su oficina, puestos por la policía, según señalan sus allegados. Con todo, Erdoğan, conocido por su estilo impetuoso, respondió con una ecuanimidad notable. Si no estuviera convencido ya de que el movimiento posee una gran cantidad de información comprometedora –y tal vez mucho peor– las revelaciones sobre los micrófonos habrían bastado para persuadirlo.
Los medios internacionales se han centrado principalmente en la conducta de Erdoğan en meses recientes. Pero si Turquía se ha convertido en un lodazal kafkiano, una república de juegos sucios y conspiraciones surrealistas, sin duda la culpa es sobre todo de los miembros del movimiento Gülen. Vale la pena tenerlo en mente dados los esfuerzos de dicho movimiento para ataviar su actual oposición contra Erdoğan con el disfraz de democracia y pluralismo.
Los comentaristas partidarios del movimiento Gülen predican sobre el Estado de derecho y los derechos humanos, y al mismo tiempo los medios de comunicación pro movimiento defienden juicios flagrantemente simulados. El movimiento exhibe a Fethullah Gülen como un modelo de moderación y tolerancia, mientras que su sitio Web en idioma turco, presenta sus sermones antisemitas y antioccidentales. Este doble discurso parece ser ya natural para los líderes del movimiento.
La buena noticia es que el resto del mundo está empezando a ver cómo es realmente la república de Erdoğan: un régimen cada vez más autoritario creado en torno a un dirigente popular pero con múltiples fallas. En efecto, la represión de su gobierno contra la disidencia puede haberle costado a Estambul los Juegos Olímpicos de 2020. Lo que falta por reconocer es la participación independiente e inquietante del movimiento Gülen en el actual impasse que vive Turquía. Como los estadounidenses y europeos debaten acerca de la participación del movimiento en sus propias sociedades, deberían analizar la experiencia de Turquía más detalladamente.

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