«El
Papa sería bienvenido en China»/GIANNI
VALENTE
Vatican Insider, 24 de febrero de 2015
Entrevista al obispo católico de Urumqi,
Pablo Xie Ting-zhe.
Usted,
obispo Pablo Xie, ¿estaría contento de reunirse con el Papa?
Claro.
No creo que sería algo fácil. Como sea, yo ya me reuní con un Papa.
¿Cuándo
fue?
Era
1994. Fui a Roma y fui recibido por Juan Pablo II. Los funcionarios
gubernamentales de entonces lo supieron y se enojaron un poco. Me quitaron el
pasaporte…
Usted
siempre ha rechazado la idea de una Iglesia china «independiente», separada del
Papa.
Yo
pertenecía a una familia de neófitos, y entré al seminario de Lanzhou a los 15
años. Desde que era seminarista, en el 58, me preguntaban que por qué rechazaba
los discursos de los que decían que teníamos que crear una Iglesia
independiente, separada del Papa. Me mandaron a un campo en el que se
fabricaban zapatos, y luego me trasladaron a una granja de trabajo en Urumqi.
Me liberaron en 1980. Era el momento de la apertura, volvían a abrir las
Iglesias y los seminarios, después de los años de la Revolución cultural. Me
ordenaron sacerdote recién liberado. Había que volver a empezar, no había
tiempo que perder.
¿Y
luego?
Después
de haber sido ordenado sacerdote, preferí volver a Urumqi, en donde había
vivido 20 años, conocía el ambiente y podía trabajar con más libertad. Hablé
con los funcionarios políticos locales, les expliqué que era fiel al Papa, que
habría respetado las leyes civiles y su autoridad, por lo que no era necesario
crear aquí ninguna Asociación patriótica de los católicos. Ese órgano utilizado
para garantizar el control de la Iglesia desde el interior.
¿Le
hicieron caso?
Es
un hecho que en la provincia de Xinjiang la Asociación patriótica no existe. Y
seguimos adelante, colaborando directamente y sin intermediarios con las
autoridades y los poderes locales. Esta es una de las razones por las que la
Iglesia aquí no está dividida. En otras provincias, las divisiones surgieron
por la decisión de aceptar o no los vínculos y los procedimientos relacionados
con la acción de los organismos patrióticos. En cambio, en Xinjiang no existen
la «comunidad católica clandestina» ni la «comunidad católica oficial». Estamos
todos juntos, y respetamos todos juntos las leyes. Las autoridades políticas
ven que no tenemos nada que esconder. Todo lo que hacemos es evaluado y
autorizado por las autoridades civiles. Desde el punto de vista administrativo
y del uso de los recursos, seguimos las disposiciones del Comité para las
minorías, que es una institución del gobierno local. Nos dirigimos a ellos para
solicitar todos los permisos necesarios para nuestras actividades. Y no hay
grandes problemas.
Pero
¿el gobierno reconoce su papel de obispo?
No.
Fui ordenado obispo el 25 de noviembre de 1991 por tres obispos «clandestinos»,
como se les dice, fuera de los procedimientos predispuestos por la política
religiosa del gobierno. Los funcionarios locales solo me reconocen como
sacerdote. Y puedo trabajar como obispo sin problemas en la ciudad de Urumqi,
mientras fuera de la capital hay un sacerdote con el permiso del gobierno y con
la licencia necesaria para administrar los sacramentos y ocuparse de las
cuestiones propias del obispo.
¿Cómo
vive la Iglesia en Xinjiang?
En
la provincia hay 18 Iglesias y más de 10 mil católicos; la mitad se concentra
en Urumqi. En 1994 solo había 4 sacerdotes, y ahora hay 26. Son jóvenes que
estudian en los seminarios financiados por el gobierno, como los de Pekín y de
Xian, y vienen aquí a difundir el Evangelio, a enseñar el catecismo, celebrar
los sacramentos y ayudar a los pobres y a quienes están en dificultades. Dejan
a sus familias y las ciudades de las que provienen. Las instituciones locales,
cuando se los presentamos, regularizan sus posiciones, y registran el cambio de
residencia. Todo se lleva a cabo en la colaboración con los funcionarios del
gobierno. Afrontamos todas las cuestiones hablando directamente con ellos.
¿Hay
nuevos bautizados que encuentran el cristianismo en edad adulta?
Hay
entre 20 y 30 bautismos para adultos muchas veces al año, celebrados durante
las fiestas solemnes. En la sociedad se respira un vacío espiritual, que ahora
avanza en todas las ciudades y en todos los ambientes. Muchos acogen el mensaje
de Jesús como un don y una esperanza para sus vidas.
¿Siguen
las predicaciones de Papa Francisco?
La
seguimos todos los días, con internet. Retomamos sus meditaciones, muy
adecuadas a la condición de la Iglesia en China. Él dijo incluso que quiere
venir a China. Se ve que lleva a China en el corazón.
Y,
si fuera, ¿ustedes estarían contentos o tendrían el temor de una
instrumentalización de la visita papal?
Claro
que estaríamos contentos. ¿Cómo podríamos no estarlo? Papa Francisco sería un
huésped bienvenido. Y si viene a China, creo que el gobierno me reconocería
incluso como obispo…
Hay
quienes desaconsejan al Papa y a la Santa Sede creer demasiado en las
negociaciones con el gobierno comunista chino, porque podrían ser engañados o
«ceder demasiado». ¿Ustedes comparten esta opinión?
Por
supuesto que no. Aquí en Xinjiang no hay divisiones: nosotros los católicos
estamos todos unidos, y todos estamos con el papa. Cuando escuchamos que
dialoga con el gobierno chino para encontrar un acuerdo, no nos preocupamos. Lo
queremos, confiamos en él y seguiremos lo que nos diga. Hay que dialogar y
negociar con el gobierno. ¡Lo hacemos nosotros aquí en Urumqi!
Una
de las cuestiones fundamentales es el papel de la Asociación patriótica. ¿Cómo
podría llegarse a una solución?
Se
pueden cambiar algunas cosas, liberarse de esquemas viejos que ya no tienen
nada que ver con la realidad actual. Y tal vez el caso particular de Xinjiang
puede ser analizado para buscar y proponer soluciones.
¿De
qué manera?
En
Xinjiang no existe la Asociación patriótica. Y las cosas han salido adelante
gracias a las relaciones directas entre la Iglesia y los órganos del gobierno.
Sería suficiente transferir las funciones de la Asociación patriótica a un
comité del gobierno, absorbiendo al personal, y dejar a un lado el esquema que
lo define como un órgano «interno» de dirección de los católicos chinos a nivel
eclesial. Así se podrían arreglar las cosas. Y los empleos de los funcionarios
y empleados de la Asociación patriótica no correrían peligro. El Comité de los
católicos chinos podría convertirse en un organismo del estado con la tarea de
garantizar que las actividades eclesiales se desarrollen respetando plenamente
la ley.
La
otra cuestión controvertida es la de los nombramientos de los obispos. ¿Cómo
debe ser afrontada?
Todos
los obispos deben estar en comunión con el Obispo de Roma, porque esto es
propio de la iglesia católica. Entonces, lo más importante es encontrar una
manera para garantizar que en el futuro no haya obispos elegidos sin el
nombramiento o el consenso del Papa. Si el diálogo entre la Iglesia y el
gobierno encuentra una manera para garantizarlo, el mayor problema se
resolvería.
¿Hay
diferencias en el trato que reciben los cristianos y los musulmanes que viven
en Xinjiang?
Las
reglas y los organismos que las ponen en acto son iguales para todos. Pero, tal
vez, prefieren tratar con nosotros, porque estamos dispuestos a colaborar más.
El gobierno teme que los musulmanes de Xinjiang se contagien con las ideas de
los grupos yihadistas.
Entre
los sacerdotes chinos «falta» una generación intermedia, y usted, como obispo,
está rodeado por sacerdotes mucho más jóvenes. ¿Cómo se encuentra con ellos?
¡Muy
bien! Son muy buenos, me ayudan, me siguen y saben que ellos son el futuro.
Todos son mis «brazos derechos» (ríe).
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