Los
límites del poder blando de China/Joseph S. Nye, Jr., a former US assistant secretary of defense and chairman of the US National Intelligence Council, is University Professor at Harvard University and a member of the World Economic Forum Global Agenda Council on the Future of Government. He is the author, most recently, of Is the American Century Over?
Project
Syndicate |13-07-15
China
viene haciendo esfuerzos importantes para aumentar su capacidad de influir en
otros países sin recurrir a la fuerza o la coerción. En 2007, el entonces
presidente Hu Jintao le dijo al Partido Comunista que el país necesitaba
aumentar su poder blando; el presidente Xi Jinping repitió el mismo mensaje el
año pasado. Ellos saben que, para un país como China, cuyo poder económico y
militar creciente corre el riesgo de asustar a sus vecinos y llevarlos a formar
coaliciones de contrapeso, una estrategia inteligente debe incluir esfuerzos
para infundir menos temor. Pero sus ambiciones de poder blando todavía
enfrentan obstáculos importantes.
Sin
duda, los esfuerzos chinos han tenido cierto impacto. En tanto China recluta
países para integrar su Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura y
reparte miles de millones de dólares de ayuda durante las visitas estatales al
exterior, algunos observadores temen que, cuando se habla de poder blando,
China en realidad podría sacarles ventaja a países como Estados Unidos. El
sinólogo norteamericano David Shambaugh, por ejemplo, estima que el país
invierte aproximadamente 10.000 millones de dólares al año en “propaganda
externa”. En comparación, Estados Unidos gastó apenas 666 millones de dólares
en diplomacia pública el año pasado.
Sin
embargo, los miles de millones de dólares que China está gastando en su
ofensiva de encantamiento sólo han tenido un retorno limitado. Encuestas en Norteamérica,
Europa, India y Japón demuestran que las opiniones sobre la influencia de China
son predominantemente negativas. El país es visto con una mirada más positiva
en América Latina y África, donde no tiene ninguna disputa territorial y donde
las preocupaciones por los derechos humanos no siempre están en el tope de la
agenda pública. Pero inclusive en muchos países en esas regiones, las prácticas
chinas como importar mano de obra para proyectos de infraestructura no son
populares.
Combinar
el poder duro y el poder blando en una estrategia inteligente, al parecer, no
es fácil. Un país obtiene su poder blando principalmente de tres recursos: su
cultura (en lugares que la encuentran atractiva), sus valores políticos (cuando
vive a su altura fronteras adentro y en el extranjero) y sus políticas
exteriores (cuando son consideradas legítimas y con autoridad moral). China ha
enfatizado sus fortalezas culturales y económicas, pero le ha prestado menos
atención a los aspectos políticos que pueden minar sus esfuerzos.
Dos
factores importantes limitan el poder blando de China, según los resultados de
encuestas internacionales recientes. El primero es el nacionalismo. El Partido
Comunista ha basado su legitimidad no sólo en una tasa alta de crecimiento
económico, sino también en apelaciones al nacionalismo. Esto ha reducido el
atractivo universal del “sueño chino” de Xi, a la vez que fomentó políticas en
el Mar de la China Meridional y otras partes que generan antagonismo entre sus
vecinos.
China,
por ejemplo, amedrenta a las Filipinas por la posesión de islas en disputa en
el Mar de la China Meridional y, así, el Instituto Confucio que China
estableció en Manila para enseñar la cultura china es sólo una muestra de buena
voluntad. (China abrió unos 500 institutos de este tipo en más de 100 países).
Las consecuencias de la política exterior del país se pueden ver en las
manifestaciones en contra de China el año pasado en Vietnam luego de la
instalación de una plataforma de perforación petrolera china en aguas reclamadas
por ambos países.
La
otra limitación es la renuencia de parte de China a sacar plena ventaja de una
sociedad civil sin censura. Como observó The Economist, el Partido Comunista
chino no compró la idea de que el poder blando emana principalmente de los individuos,
el sector privado y la sociedad civil. Por el contrario, se aferró a la noción
de que el gobierno es la principal fuente de poder blando, al promover antiguos
íconos culturales que a su entender podrían tener un atractivo global,
utilizando a menudo herramientas de propaganda.
En
el paisaje mediático de hoy, la información es abundante. Lo que escasea es la
atención, que depende de la credibilidad -y la propaganda del gobierno rara vez
es creíble-. A pesar de todos los esfuerzos de parte de China para posicionar a
la agencia de noticias Xinhua y a China Central Television como competidores de
CNN y la BBC, la audiencia internacional para una propaganda agresiva es
prácticamente inexistente.
Estados
Unidos, por el contrario, obtiene gran parte de su poder blando, no del
gobierno, sino de la sociedad civil -desde universidades y fundaciones hasta
Hollywood y la cultura popular-. China todavía no tiene industrias culturales
globales en la dimensión de Hollywood o universidades capaces de competir con las
de Estados Unidos. Aún más importante, carece de las muchas organizaciones no
gubernamentales que generan gran parte del poder blando de Estados Unidos.
Además
de generar buena voluntad y promover la imagen del país en el exterior, las
fuentes no gubernamentales de poder blanco a veces pueden compensar las
políticas impopulares del gobierno -como la invasión estadounidense a Irak- a
través de su reacción crítica y sin censura. China, en cambio, ha sido testigo
de cómo sus políticas gubernamentales minan sus éxitos en el terreno del poder
blando.
Por
cierto, las medidas duras a nivel nacional contra los activistas por los
derechos humanos socavaron los triunfos en materia de poder blando de los
Juegos Olímpicos de Beijing en 2008. Y los beneficios de la Expo Shanghái de
2009 se vieron rápidamente opacados por el encarcelamiento del premio Nobel de
la Paz Liu Xiaobo y las pantallas de televisión de todo el mundo cuando
transmitían escenas de una silla vacía en las ceremonias de Oslo. Los expertos
en marketing llaman a esto “pisotear el propio mensaje”.
Los
programas de ayuda de China suelen ser exitosos y constructivos. Su economía es
fuerte y su cultura tradicional es ampliamente admirada. Pero si el país no
materializa su enorme potencial de poder blando, tendrá que repensar sus
políticas en casa y en el exterior, limitando los reclamos a sus vecinos y
aprendiendo a aceptar las críticas a fin de dar rienda suelta a los talentos de
su sociedad civil. Mientras China avive las llamas del nacionalismo y sujete firmemente
las riendas del control partidario, su poder blando nunca dejará de ser
limitado.
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