El
Papa a los migrantes: la globalización es buena, si une y lleva a la paz
Papa
Francisco(©Afp)
Francisco
se reúne con la comunidad hispana y otros migrantes en el Independence Hall, en
donde se proclamaron la Declaración de Independencia y la Constitución del
país. Habla usando el atril que utilizó Lincoln en 1863 para el discurso de
Gettysburg, con el que proclamó la igualdad de los seres humanos y el
renacimiento de la libertad de todos los ciudadanos
Nota de ANDREA
TORNIELLI
FILADELFIA, a 26 de septiembre de 2015
«Les
pido que no olviden que, al igual que los que llegaron aquí antes, ustedes
traen muchos dones a su nueva nación. No se avergüencen nunca de sus
tradiciones». En Filadelfia, desde el Independence Hall, Papa Francisco habla a
los inmigrantes, principalmente hispanos. Se trata del mismo lugar en el que el
presidente Abraham Lincoln pronunció, en 1863, el discurso de Gettysburg, en el
que proclamó la igualdad de los seres humanos después de la derrota de los
Estados Confederados del sur, que estaban en contra de la abolición de la
esclavitud.
Fue
presentada al Papa la «Cruz de los encuentros», que será llevada en peregrinaje
en todo el país como parte de la preparación del encuentro de toda la comunidad
hispano-latina de Estados Unidos del próximo 2017. Desde aquí, desde el lugar
en el que nacieron los Estados Unidos de América y en el que las libertades que
definen al país fueron proclamadas por primera vez, Papa Francisco habla sobre
los derechos que conforman la identidad americana y, especialmente, de la
libertad religiosa.
«La
Declaración de Independencia -recuerda el Pontífice- proclamó que todos los
hombres y mujeres fueron creados iguales; que están dotados por su Creador de
ciertos derechos inalienables». Pero esta y otras verdades, añade, «deben ser
constantemente reafirmadas, nuevamente asimiladas y defendidas». Francisco cita
las grandes luchas que condujeron «a la abolición de la esclavitud, la
extensión del derecho de voto, el crecimiento del movimiento obrero y el
esfuerzo gradual para eliminar todo tipo de racismo y de prejuicios contra la
llegada sucesiva de nuevos americanos». Es bueno recordar, porque «un pueblo
que tiene memoria no repite los errores del pasado; en cambio, afronta con
confianza los retos del presente y del futuro. La memoria salva el alma de un
pueblo de aquello o de aquellos que quieren dominarlo o utilizarlo para sus
intereses».
La
libertad religiosa, explica el Papa, «comporta el derecho a adorar a Dios,
individualmente y en comunidad, de acuerdo con nuestra conciencia. Pero, por
otro lado, la libertad religiosa, por su naturaleza, trasciende los lugares de
culto y la esfera privada de los individuos y las familias». Es decir, tiene
una relevancia social. «Nuestras distintas tradiciones religiosas sirven a la
sociedad sobre todo por el mensaje que proclaman», añade Bergoglio, «recuerdan
la dimensión trascendente de la existencia humana y de nuestra libertad
irreductible frente a la pretensión de todo poder absoluto». Basta acercarse un
poco a la historia, observa Francisco, «especialmente la historia del siglo
pasado, para ver las atrocidades perpetradas por los sistemas que pretendían
construir algún tipo de «paraíso terrenal», dominando pueblos, sometiéndolos a
principios aparentemente indiscutibles y negándoles cualquier tipo de
derechos».
«En
un mundo en el que diversas formas de tiranía moderna tratan de suprimir la
libertad religiosa, o de reducirla a una subcultura sin derecho a voz y voto en
la plaza pública, o de utilizar la religión como pretexto para el odio y la
brutalidad -afirma Bergoglio-, es necesario que los fieles de las diversas
religiones unan sus voces para clamar por la paz, la tolerancia y el respeto a
la dignidad y derechos de los demás».
En
el mundo sujeto a la «globalización del paradigma tecnocrático», que pretende
conscientemente la uniformidad unidimensional y busca eliminar todas las
diferencias y tradiciones en una búsqueda superficial de la unidad», las
religiones «tienen, pues, el derecho y el deber de dejar claro que es posible construir
una sociedad en la que ‘un sano pluralismo que, de verdad respete a los
diferentes y los valore como tales’, es un aliado valioso ‘en el empeño por la
defensa de la dignidad humana’».
«Aprovecho
esta oportunidad para agradecer a todos los que, cualquiera que sea su religión
-continuó Bergoglio-, han tratado de servir al Dios de la paz construyendo
ciudades de amor fraterno, cuidando de nuestro prójimo necesitado, defendiendo
la dignidad del don divino de la vida en todas sus etapas, defendiendo la causa
de los pobres y los inmigrantes. Con demasiada frecuencia los más necesitados
no son escuchados. Ustedes son su voz, y muchos de ustedes han hecho que su
grito se escuche. Con este testimonio, que frecuentemente encuentra una fuerte
resistencia, recuerdan a la democracia americana los ideales que la fundaron, y
que la sociedad se debilita siempre que (y allí donde) la injusticia
prevalece».
«Hace
un momento hablé de la tendencia a una globalización -añadió Bergoglio. La
globalización no es mala, al contrario, la tendencia a globalizarnos es buena,
nos une; lo que puede ser malo es el modo de hacerlo. Si una globalización
pretende igualar a todos como si fuera una esfera, esa globalización destruye
la riqueza y la particularidad de cada pueblo. Si una globalización busca unir
a todos, pero respetando a cada persona, a su persona, a su riqueza, a su
peculiaridad, a cada pueblo, esa globalización es buena y nos hace crecer a
todos y lleva a la paz. Me gusta usar un poco la geometría aquí: si la globalización
es una esfera en la que cada punto es igual, equidistante del centro , anula,
no es buena; si la globalización une, como un poliedro donde están cada uno
unidos y cada uno conserva su propia identidad, es buena y hace crecer a un
pueblo, y da dignidad a las personas y les otorga derechos».
El
Papa después saludó a los migrantes hispanos y a los de otros países, que en
muchos casos han pagado «un gran costo personal, pero con la esperanza de
construir una nueva vida». «No se desanimen por los retos y dificultades que
tengan que afrontar. Les pido -exclama- que no olviden que, al igual que los
que llegaron aquí antes, ustedes traen muchos dones a su nueva nación. No se
avergüencen nunca de sus tradiciones. No olviden las lecciones que aprendieron
de sus mayores, y que pueden enriquecer la vida de esta tierra americana.
Repito, no se avergüencen de aquello que es parte esencial de ustedes».
Papa
Francisco les recordó que «están llamados a ser ciudadanos responsables y a
contribuir provechosamente a la vida de las comunidades en que viven. Pienso,
en particular, en la vibrante fe que muchos de ustedes poseen, en el profundo
sentido de la vida familiar y los demás valores que han heredado. Al contribuir
con sus dones, no solo encontrarán su lugar aquí, sino que ayudarán a renovar
la sociedad desde dentro».
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