Tras la recaptura de “El Chapo”, pleito entre
marinos y federales…/
J.
JESÚS ESQUIVEL
Revista Proceso No. 2083, 2 de octubre de 2016….
Cinco
funcionarios de inteligencia mexicanos relataron para Proceso la reaprehensión
del Chapo Guzmán el 8 de enero de este año. Sus dichos confirman la versión de
que la recaptura ocurrió por casualidad, revelan el papel preponderante de la
Policía Federal en el hecho y –tal vez lo más importante– coinciden en que las
luchas de poder y las mezquindades provocaron un zipizape entre agentes
federales y marinos, justo en el avión que llevó al capo de Los Mochis a la
Ciudad de México.
CIUDAD
DE MÉXICO.- La recaptura de Joaquín El Chapo Guzmán Loera el pasado 8 de enero
en Los Mochis, Sinaloa, fue “casualidad” y, además, provocó una disputa entre
marinos y policías federales.
Casi
nueve meses después de lo ocurrido aquel viernes, cinco funcionarios mexicanos
del área de inteligencia del gobierno federal hablan con Proceso bajo la
condición de que se resguarde su identidad ante posibles represalias tanto del
Cártel de Sinaloa –que fue liderado por El Chapo– como de las autoridades. Su
relato difiere de lo oficialmente difundido por el gobierno de Enrique Peña
Nieto.
Los
informantes sostienen que todo lo ocurrido hasta la captura del Chapo está
registrado, casi minuto a minuto, en el protocolo que se aplicó aquel día y que
está en manos de la Procuraduría General de la República (PGR), la Secretaría
de Gobernación y la Policía Federal.
Según
los entrevistados, desde días antes del 8 de enero las agencias de inteligencia
mexicanas ya habían detectado en Los Mochis “movimientos sospechosos” de varios
automóviles que presuntamente pertenecían a criminales.
En
una vivienda de aquella ciudad, los sistemas de inteligencia de la Secretaría
de Marina Armada de México (Semar) descubrieron la presencia de Iván Gastélum
Cruz El Cholo Iván y fueron por él. Como consecuencia de ello, la mañana del
citado viernes se registró una balacera en el inmueble (una casa de seguridad
del Cártel de Sinaloa) entre marinos y pistoleros de esa poderosa organización
del narcotráfico.
Nadie
lo sabía en ese momento, pero adentro se refugiaba El Chapo, quien logró huir
por túneles y cañerías.
El
tiroteo activó varios sistemas de alerta del gobierno federal. “Ese día, el
(entonces) comisionado general de la PF, Enrique Francisco Galindo Ceballos,
llamó a Nicolás González Perrín, quien era el coordinador de la corporación en
Sinaloa, para indagar sobre lo que estaba ocurriendo”, explica una de las
fuentes.
Él
“ordenó a uno de sus mandos que se encontraba en Los Mochis que aplicara
operativos de control en las carreteras de salida de esa ciudad”. El hombre que
recibió la orden instaló filtros con seis patrullas y 12 agentes a las salidas
de la población.
González
se puso a disposición –“en caso de ser requerido el apoyo”– del contralmirante
del Sector Naval de Topolobampo, Salvador Miranda Orendain, y del general
Rogelio Terán Contreras, jefe de la Novena Zona Militar, en Culiacán. Les
notificó de los filtros de la PF en Los Mochis.
Los
agentes de la PF que instalaron los puntos de revisión no estaban realmente
preocupados. Uno de los funcionarios de inteligencia sostiene: “Consideraron
que el operativo que se montó era de rutina” porque situaciones similares
habían ocurrido las últimas semanas. Los federales sabían que unas semanas
atrás había llegado a la zona un Grupo Especial de la Marina y que venía
enfrentándose con frecuencia a narcotraficantes.
La
PF sólo tenía entendido que la Marina andaba tras los pasos del Cholo Iván,
jefe de la plaza del Cártel de Sinaloa en Guamúchil. “Los policías federales no
estaban realmente alertados”, asienta una de las fuentes.
Pocos
minutos después de las nueve de la mañana de ese 8 de enero, el Centro de
Comando, Cómputo y Control (C4) del gobierno sinaloense, encargado de canalizar
las llamadas de emergencia, recibió una alerta de robo en la ciudad: un Ford
Focus rojo había sido hurtado. Por radio, el C4 difundió el reporte, que
escucharon todas las patrullas de la PF, la Policía Municipal y Estatal y otras
agencias policiales.
Un
elemento que formaba parte del filtro de la PF, y que con su patrulla se había
estacionado debajo de un puente, “vio salir de la ciudad un auto con las
características que había reportado el C4. Con el vehículo en la mira llamó a
su jefe, que se encontraba a unos cuantos kilómetros de distancia, para
preguntar si creía conveniente detenerlo”, explica otro informante.
El
policía federal que vio el Focus dudó que se tratara del auto robado y no lo
detuvo de inmediato, pero se comunicó con sus compañeros que se encontraban más
adelante, en el kilómetro 8.5 de la carretera Los Mochis-Guasave, y de
cualquier modo decidió ir tras él. Se coordinó con otras dos patrullas para
alcanzarlo.
“Tenemos
al más buscado”
A
las 9:10 horas, uno de los policías que estaba en el kilómetro 8.5 llamó por
teléfono a su jefe de grupo y le dijo: “Tenemos detenido al vehículo reportado,
pero vente, jefe, vente rápido. Te lo pido por favor”.
En
estas conversaciones –que están en el registro de hechos de ese día, y en
posesión del gobierno federal, aseguran los entrevistados– el agente que detuvo
el Focus rojo nunca dijo por teléfono ni radio quiénes iban en el auto.
Siempre
de acuerdo con lo dicho por los cinco funcionarios, a las 9:13 de la mañana
llegaron al sitio otras tres patrullas de la PF, con dos elementos cada una. Y
a las 9:15 arribó el jefe de grupo. En cuanto llegó, sus subalternos le
informaron: “Jefe, aquí tenemos al Chapo y al Cholo Iván. Venían en el carro
robado”.
Ninguno
opuso resistencia al arresto: Cuando fueron interceptados por los federales,
Gastélum Cruz iba armado pero no enfrentó a los oficiales, y El Chapo ni
siquiera portaba arma.
El
mando se acercó a la patrulla donde ya estaban esposados los dos narcos, en el
asiento de atrás, y llamó a su jefe, González Perrín.
–Jefe,
tenemos al más buscado –le dijo.
–¿Estás
seguro? –preguntó González.
–Sí,
jefe, necesito que me apoye lo más pronto posible.
–Mándame
la confirmación.
El
jefe de grupo se acercó nuevamente a la patrulla y tomó una foto donde
aparecían el Chapo y el Cholo Iván. Se la mandó a González. De inmediato, éste
la transmitió a Galindo Ceballos; a Raúl Castillejos Solís, comisario general
de la PF, y a Renato Sales Heredia, comisionado nacional de Seguridad. Y esa
imagen, de hecho, fue la primera que el gobierno de Peña Nieto filtró a los
medios de comunicación.
Después,
González Perrín –quien se encontraba en ese momento en Mazatlán– ordenó a un
equipo especial de 70 elementos que estaba en Culiacán y que se preparaba para
enfrentar ese fin de semana, en Escuinapa, al grupo criminal del Gabito (jefe
de plaza), que se trasladara inmediatamente a Los Mochis para apoyar a sus
colegas.
Enseguida,
González salió para Los Mochis a bordo de un helicóptero del gobierno del
estado. Al mismo tiempo solicitó respaldo al general Terán Contreras y al
contralmirante Miranda Orendain.
Con
El Chapo y El Cholo Iván bajo su custodia, el jefe de grupo que tomó el control
de la situación a las afueras de Los Mochis decidió separar a los narcos y los
colocó en una patrulla diferente a cada uno. La idea inicial fue llevarlos a un
cuartel militar que se encontraba a 10 kilómetros de ahí, ante la posibilidad
de que el Cártel de Sinaloa desplegara un ejército de sicarios para intentar
rescatar a su líder. Con esa idea, los 12 policías federales y el jefe de grupo
se encaminaron de regreso a Los Mochis.
La
orden federal fue mover a todas las unidades en la zona hacia esa ciudad. Entre
tanto, González Perrín ya iba de Mazatlán al lugar del operativo, al igual que
los 70 elementos de la PF que se hallaban en Culiacán. De Sonora, además, ya se
dirigían también a Los Mochis un par de helicópteros artillados Black Hawk.
Cuando
las patrullas habían avanzado apenas 2.5 kilómetros, los federales se
encontraron en la carretera con unas camionetas que, por sus características,
parecía que pertenecían al crimen organizado.
El
jefe de grupo pensó que los vehículos formaban parte de un comando que tendría
como encargo rescatar a los narcotraficantes, aunque éstos no habían podido
informar a nadie de su captura, puesto que no portaban teléfonos celulares ni
radios cuando fueron aprehendidos.
Con
todo, los federales no podían estar seguros de que la captura no se hubiese
filtrado, porque el arresto lo atestiguó a distancia una patrulla de la Policía
Municipal que iba rumbo a Los Mochis.
Ante
la presencia de las camionetas sospechosas, el jefe de grupo decidió abortar el
traslado al distante cuartel. Al pasar por el motel Doux, ubicado en el
kilómetro 6 de la carretera Los Mochis-Nogales, en la zona de Angostura, ordenó
ingresar al inmueble y atrincherarse en espera de refuerzos.
La
patrulla que llevaba al Chapo se metió al estacionamiento de la primera
habitación disponible del motel y fue cubierta por una cortina de plástico.
Guzmán permaneció en el vehículo. El auto donde iba El Cholo Iván se quedó en
las zonas de tránsito del motel, conformado por tres edificios.
La
docena de federales se colocó estratégicamente en el techo, en las
inmediaciones y en el ala del motel donde estaba El Chapo. Por teléfono, el
jefe de grupo le informó a González Perrín de la situación, quien le pidió que
aguantara y le notificó que había activado el operativo Relámpago Dorado
(creado por el propio González para enfrentar una eventualidad de alta
peligrosidad con el Cártel de Sinaloa).
Al
terminar la comunicación con el jefe de grupo, González Perrín informó a Terán
Contreras y a Miranda Orendain de la ubicación del motel y les pidió que
enviaran elementos de resguardo. Todos pensaban que podría desatarse un
enfrentamiento con sicarios del Cártel de Sinaloa.
En
el motel Doux, el jefe de grupo decidió cambiar de habitación al Chapo. Y, sin
sacarlo de la patrulla ni quitarle las esposas, lo llevó al estacionamiento de
otro cuarto y ahí lo dejó –también cubierto por una cortina.
Las
fuentes afirman que en ese momento “El Chapo intentó sobornarlos (a los
policías). Les ofreció 10 millones de dólares en efectivo y negocios. Les dijo
que esa cantidad de dinero la podía juntar rápidamente. Que les convenía
dejarlo ir porque si no, se haría un desmadre.
“Les
comentó que había batallado mucho para quedar nuevamente libre (seis meses
atrás, cuando se fugó del Penal del Altiplano, supuestamente por un túnel) como
para que lo detuvieran policías. Les insistió en lo del dinero y los negocios
si lo dejaban escapar. (Los agentes) contaron que les aseguró que, con lo que
les entregaría si lo soltaban, ninguno de ellos volvería a trabajar en toda su
vida”, asienta una de las fuentes, con quien sus colegas coinciden.
El
jefe de grupo, que fue a quien El Chapo se dirigió, no aceptó nada. Le dijo al
narco que su misión era entregarlo y que la cumpliría “a como diera lugar”. En
eso llegaron al motel unos 15 soldados, que estacionaron un camión frente al
cuarto donde estaba El Chapo.
“Al
llegar los soldados y luego de que se acercaron a la patrulla para ver al detenido,
los policías federales aseguran que al Chapo le cambió el semblante. Que se le
notó que ya se daba por perdido y ya no dijo absolutamente nada”, expresa otro
de los informantes.
Unos
policías federales que se encontraban en Guamúchil en esos momentos comenzaron
a reportar que en el lugar ya había mucho movimiento de camionetas y un
ambiente de tensión por las calles.
Al
fin, unos 45 minutos después de haber salido de Mazatlán, González Perrín llegó
al motel Doux. El jefe de la PF en Sinaloa habló con sus subalternos y se
acercó a la patrulla para verificar que el capturado era Guzmán Loera. Luego
hizo lo mismo con El Cholo Iván.
Unos
20 o 25 minutos después arribó un grupo de marinos, pero no del Sector Naval de
Topolobampo sino del Grupo Especial que había tenido el enfrentamiento esa
mañana en la casa de seguridad en Los Mochis. Al frente de los marinos estaba
el vicealmirante Marco Antonio Ortega Siu.
Estos
últimos elementos sacaron al Chapo de la patrulla y lo metieron a la
habitación. Y fue en el cuarto, con Ortega Siu como testigo, cuando se le tomó
al capo la famosa fotografía donde aparece delante de un póster con una mujer
en traje de baño. Al Cholo Iván siempre lo dejaron afuera, en las zonas de
tránsito del motel, dentro de la patrulla.
Ya
con todo el resguardo militar, naval y federal, González Perrín coordinó con
sus jefes el traslado de los narcos a la Ciudad de México. La primera opción
fue que se hiciera en un avión de la PF, pero se descartó casi de inmediato
porque el avión más cercano de esa dependencia tardaría como una hora y media
en llegar.
Era
urgente sacar al Chapo de la entidad para evitar un “gran enfrentamiento” con
su cártel. Por eso se determinó que la extracción se hiciera en un avión de la
Marina que casualmente se encontraba en el aeropuerto de Los Mochis.
Así,
los marinos les taparon las cabezas al Chapo y al Cholo Iván con toallas que
tenían bordado el nombre del motel. A Guzmán Loera lo subieron a una camioneta
blindada de la Marina. Iba custodiado por nueve marinos, González Perrín y el
jefe de grupo que lo capturó. El Cholo Iván iba en otro vehículo. Partieron en
convoy.
Tensión
entre federales
Desde
la captura hasta la llegada al aeropuerto pasaron más de dos horas y media. Eso
les dio tiempo de llegar a los 70 elementos especiales de la PF que salieron de
Culiacán.
Al
llegar al aeropuerto, el avión de la Marina ya estaba listo. González Perrín,
el jefe de grupo y otro elemento de la PF subieron al Chapo y al Cholo Iván a
la aeronave. Al avión también ascendió el vicealmirante Ortega Siu y tres
marinos más, dos de éstos vestidos de civil. A bordo, en total, iban el piloto
y el copiloto, seis marinos armados, tres policías federales (con González
Perrín, desarmado) y los dos narcotraficantes.
Las
fuentes de inteligencia que hacen la recreación de la captura aclaran que todo
lo siguiente está asentado en los reportes del gobierno federal, porque
González, al subirse al avión, estaba hablando por teléfono con sus superiores
en la Ciudad de México. Los jefes del policía federal escucharon absolutamente
todo lo que se dijo en la aeronave antes de que despegara de Los Mochis.
En
el avión, al Chapo y al Cholo Iván, todavía cubiertos con las toallas y
esposados, los sentaron frente a González Perrín y al vicealmirante,
respectivamente.
Cuando
ya se preparaban para despegar, Ortega Siu ordenó al jefe de la PF y a sus
agentes que se bajaran. González Perrín se negó (tenía el teléfono celular
abierto porque se estaba comunicando en ese instante con los altos mandos de la
PF en la Ciudad de México). “Es nuestro detenido y no lo voy a dejar”, soltó.
“¡Hijos
de su puta madre. Se van a bajar porque yo lo ordeno!”, le reviró el
vicealmirante al jefe de la PF. Así, ambos mandos empezaron a discutir a
groserías y jaloneos dentro del avión, enfrente del Chapo y El Cholo Iván.
Entre
manotazos, mentadas de madre y gritos, los elementos de la PF resistieron ante
la exigencia de Ortega Siu. A González Perrín sus jefes en la Ciudad de México
le habían ordenado que no soltara bajo ningún motivo la custodia del Chapo.
La
situación no se calmó sino hasta que el vicealmirante le dijo a González que
“estaba bien”, que se quedara en el avión, “y que sólo le permitiera unos
minutos en privado con su gente en la aeronave y que luego se podría volver a
subir”, apunta una de las fuentes.
Se
acordó paralelamente que el jefe de grupo de la PF que capturó a los
narcotraficantes se bajara del avión, y que sólo González y otro de sus
elementos viajaran a la Ciudad de México.
“Se
bajó el jefe de grupo y otro policía federal, pero cuando González Perrín se
acercó a la puerta del avión, Ortega Siu ordenó que la cerraran. Reaccionó el
jefe de la PF, quien apenas tuvo tiempo de quedarse dentro del avión”, relata
una de las fuentes de inteligencia.
“Ante
la sorpresa por la trampa que le quiso poner Ortega Siu a González Perrín, y
que dio lugar a otro forcejeo con mentadas de madre, abajo los más de 80
elementos de la PF que había en el lugar portando armas de alto poder, pero sin
cortar cartucho, rodearon el avión y quedaron frente a frente con marinos”,
sostiene otro de los funcionarios.
Los
elementos del Ejército que permanecían en el lugar se acomodaron detrás de los
policías federales, pero como para darles apoyo.
Más
o menos al mismo tiempo, a las 13:19, Peña Nieto transmitió un mensaje a través
de su cuenta de Twitter: “Lo tenemos. Quiero informar a los mexicanos que
Joaquín Guzmán Loera ha sido detenido”.
Ortega
Siu y su gente, al darse cuenta de la situación, permitieron que González
Perrín custodiara al narcotraficante que el gobierno estadunidense había
catalogado como “el más buscado del mundo”.
“Despegó
el avión de Los Mochis y, salvo unas cuantas preguntas que los marinos le
hicieron a los dos detenidos, casi todo el viaje se hizo en silencio”, indica
uno de los informantes.
Originalmente
estaba programado que el avión con El Chapo y El Cholo Iván llegara al hangar
de la PGR en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, pero al
aterrizar se metió al hangar de la Marina. (y esa es otra historia)...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario