Colombia
dice ‘no’ al acuerdo de paz con las FARC
Los
colombianos deciden con el 50,2% rechazar los acuerdos de paz entre el Gobierno
y las FARC
JAVIER
LAFUENTE
El País, Bogotá
2 OCT 2016 - 21:59 CDT
Decepción
en Bogotá tras conocerse los resultados. ARIANA CUBILLOS AP
En
un mundo de locuras sin fronteras, Colombia optaba este domingo por dar un
salto al vacío o ser ejemplo para el planeta. Ganó la primera opción. El 50,2%
decidió votar en contra del acuerdo de paz entre el Gobierno y las FARC, por el
49.7% que se decantó por el ‘sí’. La abstención, de más del 60% y la pésima
imagen de la guerrilla han sido determinantes en el resultado de la votación,
que ninguna encuesta supo predecir. Evitar que continúe el conflicto armado,
que ha atravesado el país durante más de 50 años y ha dejado ocho millones de
víctimas, es el primer desafío. El presidente, Juan Manuel Santos, ha asegurado
que el cese bilateral del fuego seguirá vigente. Colombia se adentra, no
obstante, en un limbo plagado de incertidumbre. Nadie sabe con exactitud qué va
a ocurrir a partir de ahora.
La
votación pone de manifiesto la enorme polarización que existe en Colombia. El
expresidente Álvaro Uribe, máximo abanderado del no, el mismo que consiguió
unir a casi todo el país en torno a la política de Seguridad Democrática que
debilitó las FARC, volvió a recurrir al juego de palabras con el que ha
conseguido profundizar la división de la sociedad: “La paz es ilusionante, los
textos de La Habana son decepcionantes”, aseguró tras votar. Durante el mes de
campaña del plebiscito, el exmandatario trató de hacer calar la idea de que si
se rechazaban los acuerdos, estos se podrían renegociar, algo contra lo que han
sido tajantes el Gobierno y las FARC. La posibilidad de participar en política
de los líderes guerrilleros y el hecho de que ninguno pagará cárcel siempre y
cuando reconozca sus crímenes, ha sido la piedra angular de su campaña, a
sabiendas de que la mayoría de los colombianos, incluso entre los votantes del
sí, no lo ven con buenos ojos. Uribe es el triunfador político de esta jornada,
si es que después de que se rechace un acuerdo de paz se puede hablar de
ganadores.
Uribe
sabe que el rechazo a las FARC trasciende a su persona y ha sabido sacar
partido de ello. La guerrilla sigue siendo muy impopular entre los colombianos.
En el último año han tratado de abrirse al mundo y mostrar una modernización de
su discurso, pero la desconfianza después de 52 años de guerra sigue siendo la
nota predominante. Ni siquiera los actos de perdón de las últimas semanas han
servido de acicate. Tampoco que la tarde previa a la votación anunciasen que
harían un inventario de sus bienes, algo a lo que se habían negado hasta ahora
porque decían que carecían de ellos. La destrucción, verificada por la ONU, de
más de 600 kilos de explosivos el día anterior al plebiscito, tampoco supuso un
vuelco a la hora de salir a votar en una lluviosa jornada. Son, obvio, mensajes
trascendentales, necesarios para construir un futuro en paz, pero llegan tarde
y resultan en muchos casos oportunistas.
La
votación puso de manifiesto la falta de solidaridad en un país atravesado por
la guerra. Los lugares más golpeados, sobre todo los de la costa, optaron por
el `si’, pero son municipios que aportaban un número de votos infinitamente
menor al de las zonas urbanas o los núcleos rurales más poblados, donde la
violencia del conflicto hace tiempo que dejó de golpear. El interior del país
optó por rechazar los acuerdos.
El
plebiscito también ha puesto en evidencia la falta de liderazgo en la política
colombiana, que ya urgía de una renovación ante el crónico clientelismo y la
rampante. Solo un partido, el Centro Democrático, es decir, Álvaro Uribe, ha
conseguido movilizar más gente que el resto de las formaciones políticas. El
gran damnificado es el presidente, Juan Manuel Santos. El hombre que consiguió
firmar un proceso de paz con las FARC después de 52 años de guerra, que convocó
el plebiscito sin necesidad de hacerlo, ha sufrido un varapalo monumental.
"No me rendiré, seguiré buscando la paz hasta el último minuto de mi
mandato", aseguró.
El
día después de la votación más trascendental de la historia de Colombia está
más cerca de durar 24 años que 24 horas. El acuerdo entre el Gobierno y las
FARC no solucionaba los males de Colombia. Apenas abría una senda para
transitar hacia un periodo de modernización, para afrontar y resolver los
problemas que datan incluso de antes de 1964, cuando las FARC se alzaron en
armas. La negociación había sido el triunfo de un bien escaso en todo el mundo:
la voluntad política. Los representantes de quienes durante más de cinco
décadas se dieron plomo lograron en cuatro años, muy intensos pero solo cuatro
al fin y al cabo, redactar un documento de casi 300 páginas que pone fin al
conflicto. Lo hicieron dialogando, cediendo, tratando de buscar una salida
digna para un país que, al final, prefirió el salto al vacío
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