4 ago 2018

AMLO y el fraude del 88/Jorge Ramos Ávalos

Abajo respuestas de Federico Arreola a @jorgeramosnews y @rivapa o cómo ejercer la libertad entre chairos y editores prudentes
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AMLO y el fraude del 88/Jorge Ramos Ávalos
Reforma, 04 Ago. 2018
Es una gigantesca incongruencia que Andrés Manuel López Obrador, el virtual Presidente electo de México, haya escogido como uno de sus principales colaboradores al responsable del fraude electoral de 1988. De verdad que no lo entiendo. ¿Dónde está el cambio que prometió López Obrador?
AMLO designó a Manuel Bartlett para ser el nuevo director de la Comisión Federal de Electricidad. Supongo que es una forma de pagarle su apoyo durante la campaña electoral. Pero al hacerlo, López Obrador traiciona a muchos de los 30 millones de mexicanos que votaron por él y a su mensaje de cambio.
Bartlett es más de lo mismo.
Recordemos. Durante las elecciones presidenciales del 6 de julio de 1988, se "cayó el sistema" y se detuvo el reporte de resultados. Yo estuve ahí. Nadie me lo contó. En esa época no había Instituto Nacional Electoral. La Secretaría de Gobernación se encargaba de organizar la elección y de contar los votos. Y el secretario de Gobernación era Manuel Bartlett.
Siete días después, cuando por fin se dieron a conocer los resultados, el "ganador" había sido Carlos Salinas de Gortari. Un fraude mayúsculo le arrebató la victoria al que hubiera sido el primer Presidente de izquierda desde la Revolución mexicana, Cuauhtémoc Cárdenas.
En dos ocasiones, luego de su Presidencia, pude confrontar a Salinas de Gortari sobre la manera fraudulenta en que llegó a Los Pinos. (Aquí están las entrevistas: reforma.com/fraude1988).
"¿Cómo ganó en 1,762 casillas con el 100 por ciento de los votos?", le pregunté. El asunto parecía matemáticamente imposible. Pero no para el PRI.
"Yo creo que es importante recordar que en esa elección más de tres cuartas partes de las casillas fueron cubiertas por más de un partido y ahí está la documentación que así lo acredita", me contestó Salinas de Gortari.
Pero la trampa estuvo en otro lado.
Nunca se pudo hacer un recuento -voto por voto- debido a que el Congreso, dominado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y apoyado por el Partido Acción Nacional (PAN), autorizó la quema de los votos en 1992. Fue el fraude perfecto. Los votos quedaron en cenizas. Bartlett fue premiado por su trabajo sucio en la elección de 1988 con la Secretaría de Educación durante el gobierno de Salinas y nunca se opuso públicamente a la quema de votos.
Ese es el mismo Bartlett al que ahora López Obrador protege. ¿Por qué defender a quien retrasó 12 años la llegada de la democracia a México?
Entiendo que un Presidente tiene que ser pragmático y escoger a gente que le ayude a gobernar. Pero la principal promesa de AMLO fue atacar la corrupción y no hay nada más corrupto que hacer trampa en una elección presidencial y darle el poder al perdedor. ¿Por qué López Obrador le ofrece uno de los puestos más importantes de su gobierno a quien representa un pasado que creíamos superado?
López Obrador está moralmente obligado con sus votantes a marcar su raya y a sacar a Bartlett de su equipo de trabajo. No hacerlo sería una gravísima complicidad con el fraude del 88 y una gran deslealtad con Cuauhtémoc Cárdenas. ("Estamos convencidos de que hubo fraude en 1988 el 99 por ciento de los mexicanos", me dijo Cárdenas en una vieja entrevista).
Muchos de los que votaron por AMLO tampoco apoyan su decisión y se lo han hecho saber. Así lo hizo el actor Gael García Bernal en un tuit: "Yo repudio su nombramiento (el de Bartlett) y su ser político. Y qué ridículos los que creen que yo y los que votamos por AMLO somos responsables de ese nombramiento".
A pesar de todo, Bartlett sí puede ayudar en algo: esclarecer el fraude de 1988. Que pida una disculpa pública y que ayude a los historiadores a escribir la versión verdadera de esa elección. Pero hasta ahí.
Y antes de terminar, una aclaración. Esta es solo una de las muchas críticas que espero hacer antes y durante la Presidencia de López Obrador. Yo, como muchos mexicanos, quiero un país sin corrupción, sin muertos y con oportunidades. Pero el trabajo del periodista es ser contrapoder. Y es ahí donde pienso estar: del otro lado del poder.
@jorgeramosnews3
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Periodistas @jorgeramosnews y @rivapa o cómo ejercer la libertad entre chairos y editores prudentes/FEDERICO ARREOLA
@FedericoArreola
SDP, sáb 04 ago 2018 10:00
   "Cada vez que los gobernantes han hablado de democratizar los medios, la libertad de expresión ha entrado en receso y ha desaparecido". Mario Vargas Llosa
“No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo”. Oscar Wilde
 Hoy, sábado 4 de agosto de 2018, el destacado periodista Jorge Ramos después de cuestionar en su artículo de Reforma a AMLO por haber nombrado a Manuel Bartlett al frente de la CFE, sintió la necesidad de lanzar una explicación:
“Y antes de terminar, una aclaración. Esta es solo una de las muchas críticas que espero hacer antes y después de la Presidencia de López Obrador. Yo, como muchos mexicanos, quiero un país sin corrupción, sin muertos y con oportunidades. Pero el trabajo del periodista es ser contrapoder. Y es ahí donde pienso estar: del otro lado del poder”.
Raymundo
Hace pocos días, el 26 de Julio de 2018, en El Financiero, otro periodista importante, Raymundo Riva Palacio, sintió la misma necesidad: explicar que él hará periodismo crítico en los tiempos del presidente López Obrador independientemente del precio que tenga que pagar por ello. Cito a Riva Palacio:
√ “Hoy en día, nadie va a vencerlo (a AMLO) con ideas y argumentos, pero la claudicación no contribuye a enriquecer el debate”.
√ “El silencio cómplice o el miedo ayudan a la instauración del autoritarismo, que facilita un poder absoluto como el que tendrá López Obrador”.
√ “Hay que discutir posiciones y confrontar ideas en la arena pública que luchen contra percepciones construidas sobre las realidades alternas, sofismas o medias verdades, que se anidan en las redes y los medios convencionales, para contribuir también a un mejor gobierno”.
√ “Dar la batalla en este campo es una obligación de todos, para que la nueva realidad mexicana no sea deforme ni disfuncional”.
Como en su lucha contra el enorme poder del virtual presidente electo Raymundo solo cuenta con las armas del periodismo, el columnista de El Financiero citó “el credo de Adolph S. Ochs, escrito en 1896 poco después de adquirir The New York Times: ‘El objetivo es dar las noticias… imparcialmente, sin favores ni temores, sin importar partidos, sectas o intereses, para hacer de sus columnas un foro de consideración de todo aquello de importancia pública’. No es una mala idea para la era de la cuarta transformación de la República”.
Comiendo con un amigo periodista

Hace días, en un restaurante de Santa Fe, un amigo –no daré su nombre porque la charla era absolutamente personal, ya sabrá él si difunde lo que me dijo o no–, un periodista tan destacado como los dos anteriormente citados, me decía que había hablado con el propietario del medio para el que escribe y que, en resumidas cuentas, vio al empresario mediático nervioso y confundido; así que ese hombre pidió a mi amigo que, mientras se aclara qué tipo de relación tendrá finalmente AMLO con la prensa, él, el dueño, sugería ser cuidadosos, prudentes en las críticas al tabasqueño.

Mi amigo no ha encontrado –todavía no– ninguna razón para cuestionar con fuerza a Andrés Manuel, pero la está buscando, esto es, se ha entregado ya a la tarea de investigar todo lo que malo que hagan el virtual presidente electo y su equipo. “Entiendo tu nerviosismo”, dijo ese periodista al empresario de medios que le pedía prudencia en el trato a AMLO, “pero la verdad de las cosas es que no pienso sumarme a los propagandistas a favor del Peje. Deseo de todo corazón que a López Obrador le vaya muy bien y le quiero ayudar, así que para apoyarlo voy a buscar todo lo malo que él y sus colaboradores hagan, y si lo encuentro, si vale la pena, lo voy a publicar”. Lo hará en el medio en el que escribe o en cualquier otro en el que lo dejen.

Los periodistas no deberían hacer aclaraciones
En una democracia con prensa absolutamente libre los periodistas no tendrían por qué sentirse obligados a aclarar que van a ser críticos. No tendrían que hacerlo ni públicamente frente a sus lectores ni en privado en charlas más o menos amistosas con sus editores o empleadores. Si no calumnian, si no inventan, si no caen en especulaciones absurdas, tendrían los periodistas que sentirse con la libertad absoluta de cuestionar al poder con la mayor naturalidad.
¿Quién presiona a periodistas y empresarios de medios?
Si periodistas como Jorge Ramos y Raymundo Riva Palacio tienen que dar explicaciones en público acerca de que serán críticos con el más que popular presidente Andrés Manuel, se debe a que se sienten presionados.
Si un empresario como el editor de mi amigo del restaurante de Santa Fe presiona a mi amigo pidiendo “prudencia” frente a AMLO mientras se aclare qué tipo de relación tendrá con la prensa, es que ese mismo editor es el que se siente presionado.
¿Quiénes presionan?
Un poco el propio Andrés Manuel cada vez que responde a medios y a periodistas que lo cuestionan, tal como lo hizo recientemente con el diario Reforma, al que acusó de actuar en complicidad con el INE y la SHCP en el tema del fideicomiso de Morena para apoyar a los damnificados por los sismos. Es verdad que AMLO no viola ninguna ley y ejerce su propia libertad de expresión al hacer eso, pero… un hombre con tanto poder tal vez debería aplicar la receta que le sugieren a mi amigo periodista del restaurante de Santa Fe: la de la prudencia.
Lo cierto es que las presiones de Andrés Manuel a los medios son en realidad menores y los periodistas que le conocemos –casi todos en México– sabemos que él lo hace como un ejercicio dialéctico y que jamás se atrevería a concretar nada indebido en contra de la prensa.
Las mayores presiones contra los medios en los tiempos de López Obrador son otras…
Empresarios y chairos, los verdaderos enemigos de la prensa
A los partidarios de AMLO después de las elecciones de 2006 se nos bautizó como “chairos”. El origen de la palabra con este significado tiene que ver, según pienso, con dos cosas: con la masturbación y con la ley islámica, la Sharía. En ciertos lugares de México, el chairo es el que se masturba o se hace chaquetas mentales. Es decir, a quienes denunciábamos el fraude electoral de aquel año se nos ofendía en las redes –sobre todo lo hacían los partidarios de Felipe Calderón– diciéndonos que estábamos bien puñetas. Otros, más cultos, ayudaron a popularizar el término por su parecido con la ley islámica, Sharía: o sea, que además de puñetas éramos fanáticos.
Me incluyo entre aquellos chairos porque estuve en la primer campaña presidencial de AMLO y fui muy activo, durante años, denunciando al espurio Calderón en redes sociales. El hecho es que los chairos, que hoy definitivamente son un problema –la verdad sea dicha, se pasan de agresivos– ,no fueron los que empezaron: simplemente en el origen del conflicto respondían a las agresiones insultantes y calumniosas de la derecha panista siempre muy bien vista por la derecha empresarial, incluyendo a los propietarios de no pocos medios de comunicación.
El problema, que no es menor, radica en que hoy los chairos apasionadamente partidarios de López Obrador se pasan de agresivos e insultan de más a cualquier crítico del virtual presidente electo. Llegan a ser seriamente intimidantes sus mensajes a los periodistas que se atreven a cuestionar a AMLO. Ya no son los puñetas que inocentemente pensábamos que había condiciones para denunciar un fraude electoral sin recibir ataques por semejante audacia. Ahora auténticamente han establecido su propia Sharía o ley religiosa de la que abreva el peor fanatismo que pone en riesgo a la libertad de expresión en México.
Creo que a los chairos que tanto los atacan van dirigidas las aclaraciones de Jorge Ramos y Raymundo Riva Palacio. Pero no solo a ellos.
El empresario de medios que presiona a mi amigo periodista del restaurante de Santa Fe no actúa en función de los chairos o la Sharía: pide prudencia porque no sabe si López Obrador lo dejará sin publicidad oficial y también porque sus anunciantes y a veces socios, esto es, otros grandes empresarios de distintas industrias –los que tanto combatieron a AMLO durante años– están más que nerviosos, asustados, y por la mala conciencia que tienen han decidido pasar del ataque feroz a Andrés Manuel a la más abyecta lambisconería. Tales hombres y mujeres de negocios presionan a sus colegas de los medios para que nadie toque al virtual presidente electo ni con el pétalo de una rosa, no vaya a pensar Andrés que, por ejemplo, los y las del Consejo Mexicano de Negocios u otros organismos del sector privado, siguen detrás de las críticas.
Periodismo
Dijo Orwell, aunque no es seguro que sea de él la frase, que “periodismo es publicar lo que alguien no quiere que se publique; el resto son relaciones públicas”. El periodista, lógicamente, no es publirrelacionista. Sus patrones, editores o anunciantes de los medios en los que publica podrán ser expertos en relaciones públicas, sin duda. Pero el periodista no se dedica a quedar bien. Todo lo contrario, lo suyo es quedar mal.
Ojalá todos los periodistas mexicanos hagan lo que han hecho Jorge Ramos y Raymundo Riva Palacio: comprometerse a cuestionar a AMLO, guste o no al tabasqueño, a los chairos o a los empresarios. Ojalá todos en este oficio de la crítica digan a sus editores las palabras con las que mi amigo del restaurante de Santa Fe respondió al empresario que le pedía prudencia: “Entiendo tu nerviosismo, pero la verdad de las cosas es que no pienso sumarme a los propagandistas a favor del Peje. Deseo de todo corazón que a López Obrador le vaya muy bien y le quiero ayudar, así que para apoyarlo voy a buscar todo lo malo que él y sus colaboradores hagan, y si lo encuentro, si vale la pena, lo voy a publicar”.

La prudencia es la mejor de las virtudes, no la usemos como eufemismo de censura.

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