Las columnas políticas, HOY, MARTES 6 DE NOVIEMBRE DE 2018
La polarización somos todos/Raymundo Riva Palacio
Estrictamente Personal...
El Financiero...
Si es difícil establecer con precisión cuándo nos empezamos a dividir como sociedad, es claro cómo la división ha escalado a la confrontación y el rencor, cada vez más abierto y violento. El choque en Twitter entre Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de Andrés Manuel López Obrador, y el director de la revista Proceso, Rafael Rodríguez Castañeda, por la imputación conspiracionista derivada de publicar una portada donde decían que el presidente electo se estaba quedando solo y se encaminaba al fracaso, tuvo una secuela condenatoria del semanario en las redes sociales que galvanizó la intolerancia ante quien piensa diferente. La intransigencia ha desbordado el campo de la libertad de expresión y se manifiesta de manera dogmática y fanática, en uno y otro sentido, para aniquilar política y moralmente al adversario. El pensamiento único que se quiere acabar es lo que se está imponiendo como palanca de subordinación.
La división de los mexicanos se desveló como fenómeno en las elecciones presidenciales de 2006, cuyos síntomas se venían dando desde años antes por razones políticas, económicas y sociales. Hace 12 años el desacuerdo viajó de las calles a las salas de las casas, donde las desavenencias, algunas veces belicosas, separaron familias. Nada aprendimos. La decisión de la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco avivó el creciente antagonismo social. No estamos en la discusión sobre una política pública, sino que la hemos pintado de conflicto de clases. ¿Nos estamos dando cuenta?
Muchos años han pasado en la indiferencia para neutralizar este fenómeno que nos va a ahogar. En enero de 2010, escribí en El País: “El discurso del odio es abusivo, es insultante, es intimidador y hostiga. Discursos de odio siempre han puesto su marca sobre las sociedades, y suelen subir de intensidad cuando van acompañados por tensiones políticas o asuntos públicos que de sí polarizan. En México, el discurso de odio se desató con la combinación de dos disparadores que coincidieron en tiempo y espacio. El primero fue la lucha política, donde el gobierno del entonces presidente Vicente Fox se empeñó en que por un delito menor, el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, fuera a la cárcel”.
La polarización se revitalizó hace unos días en las redes sociales, escasas 24 horas después de confirmarse la cancelación del nuevo aeropuerto, al aparecer la página en Facebook “Sí al nuevo aeropuerto en Texcoco”, donde se hacía un llamado a marchar el próximo domingo sobre Paseo de la Reforma para exigir que López Obrador rectifique. Paralelamente, la plataforma de Change.org tiene seis peticiones a favor y en contra de cancelarlo. La discusión no ha sido con argumentos técnicos, económicos o inclusive políticos, sino con descalificaciones maniqueas y consideraciones socioeconómicas. Una vez más, la dialéctica de ricos y pobres, los buenos y los malos, los que defienden sus intereses corruptos contra los redentores de la pureza nacional.
No se sabe quiénes están calentando a la sociedad, si son espontáneos como siempre hay, o grupos interesados que están manipulando e incendiando los ánimos. Hay consignas que podrían haber salido de las fábricas de desestabilización que alimentan el rencor y la desunión. Hay otras actitudes estomacales que son comunes en las redes, enajenadas e insatisfechas con el estado de cosas, donde aflora el resentimiento social y la indignación que se ha vivido en este país desde hace varios años contra todo lo que se identifica como el status quo. Si hay manos interesadas detrás, proveen el alimento que están pidiendo los hambrientos para expresarse vitriólicamente. En este sentido, la polarización somos todos.
Lo que se está fomentando y potenciando es el discurso del odio. En junio de 2016 publiqué en este espacio que la Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación había contabilizado entre 15 mil y 20 mil mensajes de odio diarios en las redes sociales por razones de género, racismo y orientación sexual. No han cambiado las cosas, e incluso, hablando empíricamente, parecería que este desacuerdo se ha profundizado.
La semana pasada, Nancy Gibbs, que fue directora de la revista Time y es profesora en la Escuela John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, publicó un ensayo en ese semanario a propósito de la profunda división y encono en Estados Unidos, donde apuntó: “Estamos teniendo una clase magisterial sobre el odio porque no tenemos otra opción. Se ha movido de la parte de nuestro carácter que trabajamos más duro para suprimir la parte que podríamos cuando menos ignorar. El odio se resbala de sus fronteras y corre libremente a través de nuestra política, las redes sociales, la prensa y nuestros encuentros privados. Y entre más viaja, más fuerte crece. La gente no está acostumbrada a despreciar a nadie, nunca, ni a encontrarse tan atemorizada o apaleada por lo que ven como una división donde se está preparado para pelear mano a mano”.
En todos lados experimentamos la polarización. En 2005 le pregunté a Carlos Slim si no le preocupaba que en algún momento habitantes del Oriente de la Ciudad de México fueran a las colonias en el Poniente a romper vidrios, como consecuencia de la desigualdad y la inconformidad con el estado de la economía, alimentados por el peligroso discurso de clase que se oía en México. Me dijo que era un exagerado. Eso fue hace ya 13 años, prematuro el diagnóstico para ese entonces, pero que en la actualidad, a nivel de actitudes y emociones, ya comenzó. La división y la confrontación pueden haber llegado para quedarse, o como escribió Nancy Gibbs, no está en nadie, los políticos menos, salvo en nosotros mismos, que eso no suceda.
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Retrato Hereje/Roberto Rock L....
El Universal
AMLO y el extraño enardecimiento
En el breve lapso de 24 horas, una intensa serie de señales dio cuenta de que actores diversos viven con especial efervescencia el cada vez más inminente inicio de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador. Es necesario aceptar que en la atmósfera hay algo más que inquietud. Se palpa una dosis de enardecimiento, que a todos conviene desmontar.
Fuentes del equipo del presidente electo aseguraron a este espacio percibir un nivel de acoso no experimentado en todo el trayecto de su lucha política, al menos en la última década. Ello incluye la sensación —nunca tan claro, dijeron— de que se pueda producir un atentado físico contra el presidente electo.
La inevitable referencia inmediata es la cancelación del proyecto del nuevo aeropuerto en Texcoco, que radicalizó de inmediato a líderes empresariales. Singularmente, no fueron secundados por los contratistas directamente afectados. Lo que sí ocurrió fue una deriva intransigente en redes sociales, que buscó reproducir un aparente clima de agravio colectivo. Ello se potenció con el discurso xenófobo contra los integrantes de la caravana migrante de centroamericanos que incursionó a México en un momento extrañamente propicio para caldear más los ánimos.
Las elecciones de hoy en Estados Unidos, lo que está ocurriendo en la región latinoamericana ante el fracaso de gobiernos de izquierda (con todos sus matices) en países como Venezuela, Nicaragua, Brasil, Bolivia, Argentina e incluso Chile y Colombia, ofrece también un telón de fondo a todo escenario que sería ingenuo ignorar en la ecuación mexicana.
“La orgía de poder de la izquierda latinoamericana se terminó (…) solo las elecciones de México con Andrés Manuel López Obrador ofrecen una atisbo de esperanza (para esa corriente de pensamiento)”, estableció este domingo un artículo del diario español El País bajo el título Cómo reinventar la izquierda latinoamericana.
Pero lo ocurrido en las últimas 24 horas en México nos coloca en las antípodas de la posibilidad de entender un cambio político como un proceso de renovación que traiga buenas noticias para amplios sectores.
Alentado por sus propios demonios, por la dinámica de una sociedad activa (la misma que lo llevó al poder), o por la acción concertada de actores que operan en las sombras, el primer equipo de López Obrador incurrió ayer en una respuesta desproporcionada ante publicaciones en medios, como la producida en la revista Proceso, por solo mencionar un caso.
La publicación fundada por Julio Scherer García hace 42 años ofreció esta semana una entrevista con Diego Valadés, reconocido jurista de larga trayectoria priísta que, con reflexiones juiciosas, llamó a que haya una mayor concordancia entre el impulso personal de López Obrador y la estrategia que sigue su partido, Morena, en particular en el Congreso federal, donde cuenta con un bloque avasallador pero también con líderes que se han comportado en forma incoherente, en abierta pugna interna.
Bienvenido un quiebre de régimen si el nuevo se construye de manera eficaz y constitucional. El modelo fracasará si se radica en el solo impulso del próximo presidente, estableció Valadés, palabras más, palabras menos. Y eso fue la chispa que encendió la pradera. Voceros oficiosos ávidos de notoriedad, personajes estrechamente cercanos al presidente electo y éste mismo se deslizaron hacia una descalificación de Proceso y otras publicaciones que ejercen la crítica como un derecho que todos debemos apuntalar. Nadie ganará si la necesaria transformación echa mano de los códigos del endurecimiento.
En las horas siguientes hubo otros fenómenos que parecían traer su propio cálculo. Una extrañísima asociación “Juristas UNAM”; que nadie parece conocer, inundó las redes sociales con un artículo denominado Y ¿dónde está el piloto?, que firma Óscar E. Gastélum, igualmente desconocido en los ámbitos jurídicos. El texto rescata la diatriba contra la consulta sobre el aeropuerto. Pero usó un epígrafe que le atribuyó a José Woldenberg, lo que bastó para que en unos minutos en las propias redes se asegurara que el reconocido profesor universitario, articulista de EL UNIVERSAL, era el autor del material, lo que éste desmintió.
Casi al mismo tiempo, una falsa portada de la revista Newsweek en Español denostando a López Obrador tuvo similar difusión. En solo unas horas, el espacio que López Obrador describió como las “benditas redes sociales” se presentó también como una herramienta útil para manipular masivamente a una enorme cantidad de personas pésimamente informadas y dispuestas a creer cualquier estupidez.
En la noche de este lunes López Obrador mandó señales de haber procesado la tensión con un revire eficaz. Se reunió con las fracciones legislativas de su partido para dar un mensaje de orden y unidad, y más tarde ofreció respeto a la libertad de expresión. Ojalá se esté perfeccionado entre todos una vacuna contra la regresión, aun en casos de una extraña mezcla de malos momentos. Nos hará falta.
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¡Falsa crítica…!/ RICARDO ALEMÁN
24 Horas...
No, nadie se equivoque. La versión “del florero” y de que el Presidente electo “está solo” no salió de sus críticos, y menos de los medios.
No, lo cierto es que dichas versiones surgieron del Presidente y de los “genios” de su equipo, incapaces de “un control de daños” elemental.
Y tampoco es cierto que estemos asistiendo a la milagrosa reinvención de la crítica –en Proceso-, que históricamente ha sido defensor a ultranza del populismo autoritario de López Obrador, además de que el hijo del fundador –Julio Scherer Ibarra- hoy es brazo derecho del nuevo Presidente.
En el primer caso: la desafortunada comparación entre un Presidente de adorno y “un florero” salió del propio Obrador, quien en su incontinencia verbal hizo el contraste, sin medir la paliza que le recetarían en redes. Y, ya en marcha la crítica cibernética, nadie fue capaz de pararla.
A su vez, el “no está solo” surgió de una deplorable campaña ideada y producida por Epigmenio Ibarra, a quien se le ocurrió la peregrina idea de poner máscara de AMLO a un taquero, un albañil, un chofer… para cerrar con la idea de que “todos somos AMLO” y que, por eso, el Presidente “no está solo”.
Sin embargo, la campaña resulta maniquea, burda y de tan mal gusto que sólo consiguió comunicar el talante autoritario del nuevo Presidente, el grosero culto a un solo hombre y, sobre todo, hizo recordar a muchos el triste papel de Luis XIV, el Rey Sol, que acuñó la mayor loa al autoritarismo: “El Estado soy yo”.
Tampoco en ese caso los “genios” de imagen de AMLO lograron un control de daños elemental. El mal, igual que en el primer caso, estaba hecho, y la imagen presidencial sigue en desgaste a velocidad de caída libre.
Pero el extremo del maniqueísmo y el colmo de la bobería los vimos en una feroz campaña contra la portada del semanario Proceso, de la semana que corre. Resulta que el editor de la revista cometió un notable acierto –porque no sólo los errores se cometen- al colocar como titular principal una opinión de Diego Valadés, a quien se entrevistó sobre el gobierno de Obrador.
La entrevista la sintetizaron, como título de portada, con el siguiente fraseo: “AMLO se aísla. El fantasma del fracaso”.
Está claro que pocos leyeron el texto completo de la entrevista; ni la esposa del Presidente electo, ni la señora Polevnsky, ni Epigmenio Ibarra y menos los “periodistas lopistas” que rabiosos cuestionaron y/o aplaudieron la portada del semanario. ¿Y por qué está claro?
Porque si hubiesen leído el texto, habrían entendido que se trata de una opinión y… nada más; opinión que no es una postura crítica del semanario, y menos un profundo y bien documentado reportaje.
Lo simpático –y por eso ridículo- es que la jauría lopista en redes fue lanzada contra falsos molinos de viento; contra una falsa crítica. Y, claro, ocurrió lo que tenía que ocurrir.
Los que quisieron ver la reinvención de la crítica en Proceso vieron oro y pedrería, y los que descubrieron espejitos y engaño vieron la verdad.
Al tiempo.
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El diálogo o el insulto, de ida y vuelta
Razones/JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ...
Excelsior...
Lo ocurrido este fin de semana con la famosa portada de la revista Proceso es de locos y demuestra el grado de polarización que se ha inoculado en la sociedad con costos todavía impredecibles. Por si alguien no se enteró, Proceso publicó una portada con una foto de un López Obrador poco agraciado, envejecido, y con la leyenda “AMLO se aísla, el fantasma del fracaso”. Nada más. No es diferente a las portadas que ha hecho Proceso por décadas.
Tampoco es diferente a lo que también ha hecho Proceso en forma frecuente, sobre todo, desde el retiro de Julio Scherer García de su dirección editorial: sacar portadas muy duras que no están respaldadas por la información que lleva en sus interiores.
Me parece, en ese sentido, una mala praxis periodística, pero están en su derecho a hacerlo. En esta ocasión esa portada se basaba en una entrevista (nunca citada en la portada) con el jurista Diego Valadés, un hombre afín al presidente electo, como lo fue de Jorge Carpizo, de Manuel Camacho y de Marcelo Ebrard, donde en realidad Diego termina hablando de otras cosas, mucho más sutiles en un ámbito y mucho menos duras en otros, que lo que refleja la portada.
Hubiera pasado bastante poco si la reacción en contra del semanario no hubiera sido tan desmesurada por parte de muchos de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador incluyendo la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky. Una polarización inexplicable e innecesaria que es parte también del lenguaje que ha recuperado el presidente electo en las últimas semanas cuando escucha o lee críticas que no le gustan.
No es válido lo que periodísticamente hizo Proceso, pero tampoco lo son los desgarres de vestiduras y los ataques a un medio que tampoco estaba, en su portada y mucho menos en interiores, “atacando” al presidente electo, sólo advertía del peligro de algo que le ha ocurrido a la mayoría de los presidentes que he conocido: la tendencia a aislarse, encerrar en un entorno cada día menor, encapsularse y terminar llevando al fracaso su proyecto político o parte del mismo.
El tema merecía y merece una reflexión serena, como la que hace Valadés, se esté o no de acuerdo con ella. No una feria de excesos en redes sociales donde se refleja el grado de enfermedad social que estamos sufriendo con una polarización, un encono y una virulencia hacia cualquier tema directa o indirectamente relacionado a AMLO, que por sí sola llevará, y ese debería ser el principal motivo de reflexión, al fracaso a cualquier proyecto. El encono y la polarización pueden sumar en el corto plazo, en el largo, inevitablemente, destruyen, a unos y a otros.
Nadie le puede pedir al presidente electo “que se calle” (eso hizo Peña y ha pagado un costo altísimo) y está muy bien que insista en que “la libertad implica mensajes de ida y vuelta”, que proponga un debate “respetuoso” y un “diálogo circular”, pero no he visto el diálogo ni el derecho de réplica en todo este asunto: se han concentrado en descalificar a un medio que hasta anteayer era el más lopezobradorista sin debatir su contenido. Y no hablemos de lo que han dicho los partidarios y adversarios de López Obrador en redes sociales: un verdadero rosario de insultos sin, casi, un solo argumento. Unos y otros descalificaron, incluso, ayer a Diego Valadés, cuando simplemente quiso explicar cuál era su posición, que en lo personal no comparto, pero que me parece muy respetable.
El punto está, precisamente, en eso, en el respeto. Y el mismo tiene que incluir a los medios, pero tiene que partir del presidente electo y su equipo. Sus palabras tienen un peso que no tiene ningún medio de comunicación. Si él o sus más cercanos pasan de la respuesta o la réplica al insulto abierto o soterrado, ese mismo insulto, como dice López Obrador, se regresa y el desgaste para las instituciones, para los medios y para todos nosotros será cada día mayor.
Como ha escrito Leo Zuckermann, cuando el presidente pone etiquetas, algunas de ellas insultantes, o no cuida su lenguaje, se dificulta el diálogo respetuoso o la posibilidad de una réplica seria que él mismo reclama. El diálogo debe ser circular, pero primero tiene que ser un diálogo, no un rosario de insultos.
Por cierto, buena parte de este cataclismo tiene origen en la cancelación de la construcción del aeropuerto de Texcoco. Como ya hemos dicho, ésa fue una demostración de poder y autoridad del presidente electo. Pero, más allá de que se puedan ampliar de alguna forma las terminales del actual aeropuerto y que se intende revitalizar Toluca, es evidente que Santa Lucía resulta inviable.
La alternativa tendría que ser clara: hay que privatizar lo que queda de la obra, hacer que la iniciativa privada (los actuales inversionistas acompañados, incluso, con otros) ponga los recursos para concluir y administrar el nuevo aeropuerto en sociedad con el gobierno federal, si hubo malos manejos, transparentarlos, y si es posible castigar a los responsables.
De esa forma ni se perdería lo ya invertido, ni se asumirían los costos de la cancelación de la obra ni tampoco de emprender algo inoperable como Santa Lucía. Sería una decisión de ganar-ganar y se inscribiría en ese diálogo respetuoso y de ida y vuelta que propone el presidente López Obrador.
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Arsenal/Francisco Garfias
Excelsior,...
La portada de Proceso
Julio Scherer Ibarra no quería opinar sobre la portada en el último número de Proceso, la revista que fundó su padre. Aparece el rostro del presidente electo detrás del titular: “AMLO se aísla. El fantasma del fracaso”. El largo silencio que siguió a la pregunta de este reportero sobre la polémica alrededor de esa portada reflejaba una mezcla de contrariedad y prudencia.
Era la lucha entre el hijo de “don Julio”, uno de los periodistas más respetados que ha tenido México y el próximo consejero jurídico de la Presidencia de la República. La espada y la pared.
El controvertido título de Proceso salió de la amplia entrevista que el reconocido jurista, Diego Valadés, le dio al escritor y periodista de ese semanario, Álvaro Delgado.
A leguas se notaba que el tono de la portada no le gustó ni tantito. Tardó en animarse, pero lo hizo. Julio hijo soltó con honestidad: “No me hace muy feliz…”.
Luego reconoció que la chamba de editoriales y contenidos “es de ellos”, los que hacen el semanario.
Aunque nos dijo que la polémica se habría evitado si se hubiesen agregado dos puntos al titular: Diego Valadés.
El tema caló hondo. Los seguidores de AMLO tildaron a la revista de “traición”. No parecen entender el espíritu crítico que ha tenido la revista desde su fundación.
El mismísimo presidente electo se metió en esa polémica, que encendió las redes sociales y atizó el debate sobre la libertad de expresión, al calificar la última edición de Proceso de “amarillista y sensacionalista”. Se sintió atacado.
“Una revista sacó una foto, no sólo la de la portada, sino también al interior, donde aparezco así, decrépito, chocheando y el título de la portada dice que estoy solo, que se avizora el fracaso. Muy sensacionalista, amarillista la revista. Pero es normal”, dijo AMLO en un video.
Y más: “Así es la libertad, así es la democracia. Es pluralidad, es libertad de expresión. No es pensamiento único. Yo no aspiro a ser un dictador. Aspiro a representar una República democrática”.
Su esposa Beatriz Gutiérrez Müller hizo saber también su indignación en Twitter:
“Todavía no toma posesión y ya está solo y a punto del fracaso. El conservadurismo de izquierda o de derecha nubla el juicio y da pie a conjeturas fantasiosas.
“Los extremos pueden tocarse y abrazarse. Bienvenida la pluralidad y el debate. Lo bueno es el desenmascaramiento”.
Rafael Rodríguez Castañeda, director de Proceso, debatió con ella y hasta invocó a don Julio Scherer.
“O sea, doña Beatriz, a @lopezobrador_ ni con el pétalo de una rosa. @revistaproceso es fiel a su historia y a la herencia de Julio Scherer García, a quien también conoció usted: libres ante el poder y ante quienes aspiran a ejercerlo. “Ni de izquierda, ni de derecha. Sólo libres…”.
La señora Gutiérrez reviró fuerte. “en efecto, conocí a don Julio. Y por lo mismo, no creo que hubiese autorizado esa portada…”.
Andrés Manuel López Obrador, también, fue interrogado sobre las fotos que circularon en redes sociales y que muestran a uno de sus hijos, captado en el Hotel de lujo, Villamagna, en Madrid.
“Es normal. Todo mundo tiene derecho a cuestionar, a criticar. Somos respetuosos del derecho a disentir. Llevo muchos años recibiendo cuestionamientos, golpes. Siempre he enfrentado a la prensa oficial u oficiosa”, dijo.
Más: “Ahora es distinto. Ya no hay prensa oficial ni prensa oficiosa. Ahora los medios son libres. Hay más pluralidad, más profesionalismo. Ya no hay boletines de prensa, ya no hay chayote. Además, existen las benditas redes sociales”.
Es cierto. López Obrador ha recibido muchos golpes, cuestionamientos. Pero no se acostumbra a las críticas. Es sensible. Malo porque se van a multiplicar. Será Presidente durante seis años. Sólo seis años. Ya repitió hasta el cansancio que no se va a reelegir. “No soy un dictador”, insistió ayer.
El encuentro con Scherer Ibarra se produjo en el vestíbulo del hotel Hilton Alameda, donde la tarde de ayer se concentraron los nuevos dueños del poder político. En el Salón don Alberto se reunió AMLO con los integrantes de su gabinete legal y ampliado, los jefes de los partidos que formaron la coalición Juntos Haremos Historia, excepto Alberto Anaya, del PT.
Pero también los coordinadores parlamentarios Ricardo Monreal, Cámara alta, Mario Delgado, Cámara baja, diputados, senadores de Morena, PT, PES. Era la presentación de la Agenda Legislativa de la Cuarta Transformación en el Salón don Alberto. Un detalle: los organizadores olvidaron la primera transformación en el retablo que colgaron atrás de la tribuna para anunciar la agenda legislativa de la Cuarta Transformación.
Estaban las fotos de Madero, Juárez, Cárdenas. ¿Y la del padre Hidalgo o la de Morelos? Andrés Manuel escuchó la agenda de Morena en el Senado y en la Cámara de Diputados, pero también mencionó las iniciativas que enviará al Congreso. “¡Déjenme algo!”, pidió entre risas:
Y fue al grano: abrió con la iniciativa que cancelará de “la mal llamada” Reforma Educativa (aplausos fuertes).
Enviará, también, una propuesta de ley para mejorar los salarios de los trabajadores. “Quiero que cuando menos ponga en la Constitución un renglón que diga algo así: Los aumentos al salario nunca serán inferiores a la inflación… (aplausos fuertes)”.
Y vino el trancazo: “Lo voy a decir porque aquí no nos escuchan, no nos ven. Que entre todos le demos una cachetada con guante blanco a la política neoliberal…”.
También hubo mensaje para líderes sindicales perpetuos: Romero Deschamps, Juan Díaz, Elba Esther Gordillo, Hernández Juárez, Gómez Urrutia y Víctor Flores:
“También vamos a la democracia sindical, que sean los trabajadores los que elijan libremente a sus representantes. Voto libre y secreto”. Y más: “Vamos hacia que la atención médica y los medicamentos sean gratuitos, pensión a adultos mayores, a incapacitados, el apoyo a los ninis, el otorgamiento de 10 millones de becas a estudiantes…”. Al paraíso pues…
Y lo mejor: “Había la mala costumbre de maicear a los legisladores. Había una partida para asignarles presupuesto a los diputados, una partida de moches. Eso ya no va a existir…”.
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¿Aislado López Obrador?/Martha Anaya..
El Heraldo...
Para Valadés, el aislamiento de López Obrador no tiene que ver con los 30 millones de votos en su haber, sino con la confusión y la falta de liderazgo de sus colaboradores
Es asombrosa la cantidad de comentarios que hay en las redes a propósito de este señalamiento que apareció, a manera de cintillo, en la portada de la revista Proceso: AMLO se aísla.
Pero más asombra que entre los propios lopez-obradoristas –buenos lectores muchos de ellos-, no se hayan tomado la molestia de leer la entrevista que da pie a ese encabezado.
Aquí hagamos un paréntesis. A nuestro parecer, las frases que acompañan la fotografía –con una expresión severa- de López Obrador: “AMLO se aísla. El fantasma del fracaso”, no refleja bien a bien a bien lo que la entrevista aporta.
Tales encabezados, puestos así, sin identificar que se trata de la opinión de una persona —Diego Valadés en este caso-, dan una idea equivocada del texto en que se sustenta; responden más a un reportaje que a una entrevista.
Por añadidura, no corresponden al tono de la entrevista. El tono de las cabezas de la portada de Proceso, en ese sentido, fue un exceso.
Dicho lo anterior, volvamos a la entrevista en sí y a los comentarios de los amlovers e incluso de miembros del equipo del Presidente Electo que han atiborrado las redes.
Efectivamente, la gran mayoría no se ha tomado la molestia de leer lo expuesto por Valadés y responden con el clásico grito “no estás solo”, o con una interrogante sardónica: “¿aislado con 30 millones de votos?”
En ningún momento reparan en un apunte central del jurista en la entrevista que le realiza Álvaro Delgado y que textualmente dice así: (Andrés Manuel) tiene un problema: ya cuenta con el pueblo, pero parece que no cuenta con sus colaboradores. Veo retraimiento, no veo liderazgos y veo confusión. Esto se tiene que corregir”.
Si se leen con cuidado estas líneas –más las que siguen en la entrevista- queda claro que el “aislamiento” al que se refiere Valadés no es el pueblo, el de los 30 millones de votos, sino en relación a sus colaboradores, al equipo que le rodea.
Ese es el punto débil que registra el jurista para que la Cuarta Transformación logre llevarse a cabo.
Y lo expresa en un tono, más de advertencia –el riesgo de crear a un autócrata- que de denostación.
En ese sentido suscribimos lo que escribió Magú en su cuenta en tuiter:
“No hay critica en articulo @revistaproceso Hay análisis que indica una falla en su proyecto de gobierno. En realidad le ayudan a AMLO a que su proyecto no falle Y ni las gracias le dan…”
En fin, cosas veredes…
GEMAS: Obsequio de Andrés Manuel López Obrador: “Quisieran estarnos cuestionando y que nos quedáramos callados. Y no, no va a ser así. Tiene que haber diálogo circular y tiene que haber libertades plenas y para todos: para el que critica en los medios, y el que es criticado que tenga el derecho a la réplica. Voy a ejercer siempre ese derecho y que nadie se sienta ofendido. Lo voy a hacer siempre de manera respetuosa.”
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El periodismo ante el poder/Alvaro Delgado
El Heraldo...
Nada exaspera tanto al poder como la crítica, pero la salud de una democracia se mide por la libertad de expresión
El periodismo remueve, escudriña, examina, documenta y difunde el ejercicio del poder y sus excesos. El poder acota, burla y combate el escrutinio al que lo somete el periodismo, al que reprime y extermina si hace falta.
El poder es control; el periodismo, libertad.
Las naturalezas de ambos, contrapuestas, conviven en una tensa relación dialéctica en los regímenes democráticos; en las tiranías, el poder manda.
El periodismo, para ser fiel a su naturaleza de servicio a la sociedad, tiene como condición la independencia. Sujeto al poder –político, económico, mediático, religioso, castrense, sindical–, el periodismo es débil y degrada a propaganda.
Junto con la independencia, el periodismo tiene en el apego a la verdad otro de sus ejes rectores. Ajustarse a los hechos, aportar evidencias, es condición para construir la credibilidad al que aspira todo medio y periodista.
No es el fin del periodista confrontarse con el poder, un pleito desigual de suyo, pero la naturaleza de la profesión conduce al disenso, a la discrepancia, al choque. El poder debe enfrentarse sin alardes, pero con firmeza.
Nada exaspera tanto al poder como la crítica, pero la salud de una democracia se mide, entre otras cosas, por la vigencia de los derechos constitucionales como la libertad de expresión y el derecho a la información, que a menudo el poder busca menoscabar.
En democracia también el periodismo y los medios de comunicación, no sólo el poder, están –estamos– sujetos al escrutinio. Pero es la sociedad, no el poder, la que con su vigilancia premia y castiga.
En tres semanas, con el inicio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, México inicia una nueva etapa en la relación poder público-medios de comunicación. Como en tantas cosas, en esta asignatura priva la falta de certeza.
En lo que no puede haber incertidumbre es en la convicción de lo que somos los periodistas y los políticos que detentan el poder público y que, como decía Julio Scherer García, fundador del semanario Proceso –que hoy cumple 42 años de su fundación–, son muy distintos:
“La sangre del político no es igual a la sangre del periodista. Corren por venas distintas y alimentan organismos distintos. No hay manera de unir sus torrentes sin envenenarlos”.
Pero también, decía, políticos y periodistas son especies que se repelen y se necesitan para vivir: “Los políticos trabajan para lo factible entre pugnas subterráneas; los periodistas trabajan para lo deseable hundidos en la realidad. Entre ellos el matrimonio es imposible, pero inevitable el amasiato”.
Así como el presidente electo anuncia, como parte de su ofrecida “Cuarta Transformación”, que separará el poder político del poder económico, lo necesario y urgente es que también rompa con la tradicional relación entre el poder público y los medios de comunicación cimentada en el dinero público y las complicidades.
No basta con enunciar virtudes, sino acreditarlas. El periodismo ante López Obrador, ahora como siempre, está llamado a verificar si las ofertas se cumplen mediante el riguroso escrutinio que tanto exaspera al poder de cualquier signo…
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Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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