Carta abierta al Partido del Trabajo/Cecilia Soto, excandidata a la Presdidencia de la República.
Publicado en Excelsior, 17-Mar-2008;
Queridos amigos del Partido del Trabajo:
En las elecciones presidenciales de julio de 1994 juntos hicimos historia. Por primera vez, una candidatura presidencial lograba el registro de un partido político; otros la habían logrado a través de la votación para diputados. Más importante aún, se trataba de la candidatura presidencial de una mujer, la segunda en la historia de México pero, por los avances en la democratización del país, la primera en tener las condiciones de impacto mediático que le permitieron llegar a todos los rincones de México. Aunque por la naturaleza de la candidatura tuve un rol protagónico, la verdad es que, sin el apoyo, la colaboración y la sinergia que construimos juntos, el PT y quien esto escribe, la campaña no hubiera tenido el éxito que alcanzó.
La campaña se celebró un año antes de la Conferencia de la Mujer, en Pekín, y ninguno de los dos éramos expertos en temas de género. Los fuimos descubriendo poco a poco, pues aún no nos habíamos ganado la confianza del movimiento feminista. Lo importante es que ambos, partido y candidata, tuvimos la apertura y la confiabilidad para ir incorporando propuestas que recogíamos de las miles de mujeres que se entusiasmaron con una candidatura femenina.
Hubo temas muy sensibles al Partido del Trabajo en el que ustedes respetaron cabalmente mi opinión, pese a no compartirla. Por ejemplo, no estuve de acuerdo en tramitar una visita a Marcos, porque me parecía que alguien que aspiraba a la Presidencia de la República podía negociar y conceder, pero no someterse por completo a las condiciones que exigía el EZLN para la realización de la entrevista. El (mal)trato dado a otros personajes, confirmó mi intuición.
El PT, cuyo trabajo político se centraba en barrios populares, comunidades indígenas y movimiento campesino, y tenía escaso contacto con el empresariado, acogió con simpatía y apoyo mi iniciativa de acudir a los foros empresariales de cualquier calibre. El encuentro fue por demás fértil.
Los resultados numéricos de la votación, 2.75% y casi un millón de sufragios, reflejaron el dilema de un partido nuevo en medio de una campaña altamente polarizada por el terrible asesinato de Luis Donaldo Colosio y la emergencia como instituto político altamente competitivo del Partido Acción Nacional.
Nuestro éxito formal se midió precisamente porque, a pesar de esas condiciones excepcionales, el PT alcanzó el registro. Sin embargo, el verdadero éxito de la candidatura es difícil medirlo en números y porcentajes. Más bien se refleja en el entusiasmo que despertó en miles de mujeres, especialmente jóvenes, que pudieron imaginarse peleando o apoyando una candidatura de gran visibilidad, candidaturas serias y sólidas, como la de Patricia Mercado y las de muchas senadoras, diputadas, gobernadoras, presidentas municipales, regidoras, presidentas de partido, que nos van empoderando a las mujeres, quienes son el mayor factor de cambio en la sociedad.
Por todas estas razones, no me puedo quedar callada cuando escucho como explicación a la invitación a las FARC a asistir al 12 Seminario del PT, que “éstas no vendrán porque desde 2002 el gobierno no les da visa”. Las condiciones que hicieron que las FARC fueran invitadas al Foro de Sao Paulo han cambiado radicalmente; en estos años se ha demostrado que esta agrupación viola en forma sistemática las reglas respetadas por partes beligerantes en la Convención de Ginebra, es decir, para hacer de la guerra y del trato a prisioneros situaciones no exentas de trato humanitario.
¿Cómo es posible que el PT, el partido que alcanzó su registro apoyando la candidatura presidencial de una mujer, no denuncie el secuestro injustificado bajo cualquier óptica, así como las condiciones inhumanas y bestiales bajo las que las FARC ha sometido por seis años a Ingrid Betancourt, ex candidata presidencial del Partido Verde Oxígeno, además de a Clara Rojas, ex candidata a la vicepresidencia, a la ex senadora Consuelo González y a la ex congresista Gloria Polanco, aparte de los miles de hombres y mujeres civiles secuestrados como rehenes económicos?
Sin entrar a la polémica de si las FARC participan o no de las redes del narcotráfico, miembros importantes de su secretariado han admitido que en las regiones con presencia de las FARC cobran un impuesto para permitir la siembra y el traslado de la droga. ¿Cómo puede el PT cerrar los ojos a esta complicidad que, sin duda, termina por envenenar a nuestra juventud y sembrar la violencia en México?
Cuatro jóvenes mexicanos murieron y una quinta está mal herida, como resultado del bombardeo a un campamento de las FARC en Ecuador. Hay evidencias de que el ejército colombiano, además de violar la soberanía de ese país, incurrió en gravísimas violaciones a los códigos sancionados por la Convención de Ginebra. Esto debe de investigarse y sancionarse. Pero, me pregunto, si esos jóvenes hubieran persistido en su interés por conocer a las FARC, si la izquierda en México se hubiera deslindado de una organización que secuestra y tortura a mujeres, que practica una nueva forma de esclavitud a través del secuestro económico, siembra minas antipersonales y han mutilado a miles de ciudadanos inocentes y tolera la siembra y el traslado de drogas mediante un impuesto que les permite comprar armas.
ceciliasotog@gmail.com
En las elecciones presidenciales de julio de 1994 juntos hicimos historia. Por primera vez, una candidatura presidencial lograba el registro de un partido político; otros la habían logrado a través de la votación para diputados. Más importante aún, se trataba de la candidatura presidencial de una mujer, la segunda en la historia de México pero, por los avances en la democratización del país, la primera en tener las condiciones de impacto mediático que le permitieron llegar a todos los rincones de México. Aunque por la naturaleza de la candidatura tuve un rol protagónico, la verdad es que, sin el apoyo, la colaboración y la sinergia que construimos juntos, el PT y quien esto escribe, la campaña no hubiera tenido el éxito que alcanzó.
La campaña se celebró un año antes de la Conferencia de la Mujer, en Pekín, y ninguno de los dos éramos expertos en temas de género. Los fuimos descubriendo poco a poco, pues aún no nos habíamos ganado la confianza del movimiento feminista. Lo importante es que ambos, partido y candidata, tuvimos la apertura y la confiabilidad para ir incorporando propuestas que recogíamos de las miles de mujeres que se entusiasmaron con una candidatura femenina.
Hubo temas muy sensibles al Partido del Trabajo en el que ustedes respetaron cabalmente mi opinión, pese a no compartirla. Por ejemplo, no estuve de acuerdo en tramitar una visita a Marcos, porque me parecía que alguien que aspiraba a la Presidencia de la República podía negociar y conceder, pero no someterse por completo a las condiciones que exigía el EZLN para la realización de la entrevista. El (mal)trato dado a otros personajes, confirmó mi intuición.
El PT, cuyo trabajo político se centraba en barrios populares, comunidades indígenas y movimiento campesino, y tenía escaso contacto con el empresariado, acogió con simpatía y apoyo mi iniciativa de acudir a los foros empresariales de cualquier calibre. El encuentro fue por demás fértil.
Los resultados numéricos de la votación, 2.75% y casi un millón de sufragios, reflejaron el dilema de un partido nuevo en medio de una campaña altamente polarizada por el terrible asesinato de Luis Donaldo Colosio y la emergencia como instituto político altamente competitivo del Partido Acción Nacional.
Nuestro éxito formal se midió precisamente porque, a pesar de esas condiciones excepcionales, el PT alcanzó el registro. Sin embargo, el verdadero éxito de la candidatura es difícil medirlo en números y porcentajes. Más bien se refleja en el entusiasmo que despertó en miles de mujeres, especialmente jóvenes, que pudieron imaginarse peleando o apoyando una candidatura de gran visibilidad, candidaturas serias y sólidas, como la de Patricia Mercado y las de muchas senadoras, diputadas, gobernadoras, presidentas municipales, regidoras, presidentas de partido, que nos van empoderando a las mujeres, quienes son el mayor factor de cambio en la sociedad.
Por todas estas razones, no me puedo quedar callada cuando escucho como explicación a la invitación a las FARC a asistir al 12 Seminario del PT, que “éstas no vendrán porque desde 2002 el gobierno no les da visa”. Las condiciones que hicieron que las FARC fueran invitadas al Foro de Sao Paulo han cambiado radicalmente; en estos años se ha demostrado que esta agrupación viola en forma sistemática las reglas respetadas por partes beligerantes en la Convención de Ginebra, es decir, para hacer de la guerra y del trato a prisioneros situaciones no exentas de trato humanitario.
¿Cómo es posible que el PT, el partido que alcanzó su registro apoyando la candidatura presidencial de una mujer, no denuncie el secuestro injustificado bajo cualquier óptica, así como las condiciones inhumanas y bestiales bajo las que las FARC ha sometido por seis años a Ingrid Betancourt, ex candidata presidencial del Partido Verde Oxígeno, además de a Clara Rojas, ex candidata a la vicepresidencia, a la ex senadora Consuelo González y a la ex congresista Gloria Polanco, aparte de los miles de hombres y mujeres civiles secuestrados como rehenes económicos?
Sin entrar a la polémica de si las FARC participan o no de las redes del narcotráfico, miembros importantes de su secretariado han admitido que en las regiones con presencia de las FARC cobran un impuesto para permitir la siembra y el traslado de la droga. ¿Cómo puede el PT cerrar los ojos a esta complicidad que, sin duda, termina por envenenar a nuestra juventud y sembrar la violencia en México?
Cuatro jóvenes mexicanos murieron y una quinta está mal herida, como resultado del bombardeo a un campamento de las FARC en Ecuador. Hay evidencias de que el ejército colombiano, además de violar la soberanía de ese país, incurrió en gravísimas violaciones a los códigos sancionados por la Convención de Ginebra. Esto debe de investigarse y sancionarse. Pero, me pregunto, si esos jóvenes hubieran persistido en su interés por conocer a las FARC, si la izquierda en México se hubiera deslindado de una organización que secuestra y tortura a mujeres, que practica una nueva forma de esclavitud a través del secuestro económico, siembra minas antipersonales y han mutilado a miles de ciudadanos inocentes y tolera la siembra y el traslado de drogas mediante un impuesto que les permite comprar armas.
ceciliasotog@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario