7 may 2008

El fantasma de CSG

Columna Usos del poder/Alfonso Zárate
Publicado en El Universal, 07 de mayo de 2008;
Salinas, ajuste de cuentas
La primera vez que, después de su autoexilio, Carlos Salinas de Gortari intentó reivindicar su sexenio, cargarles a otros “los errores de diciembre” y promover la libertad de su hermano Raúl fue en junio de 1999 durante una visita a México de apenas 50 horas. Se trataba de mostrar que su red de poder —que va de la política a la economía, las finanzas, el sindicalismo, la Iglesia católica y los medios— permanecía intacta.
El segundo intento de ajustar cuentas lo anticipó con el libro México: un paso difícil a la modernidad (octubre de 2000). El timing parecía perfecto, aprovechar el vacío del interregno: Fox ya era presidente electo y el gobierno de Zedillo vivía su última hora. Pero, de pronto, en el noticiario estelar de Televisa, Joaquín López Dóriga difundió una conversación entre Raúl y Adriana Salinas de Gortari, en la que los hermanos se referían a los millones de dólares depositados en bancos suizos. El hermano incómodo se quejaba del ex presidente: “Es una cobardía muy grande de Carlos no defenderme y atacarme públicamente. Es una cobardía y una traición de hermano, porque él supo de todos los movimientos, de todos los fondos”. ¿La partida secreta?, ¿los “diezmos” de las privatizaciones?
Ante el garrotazo televisivo, el hombre que hizo de los golpes de mano su modus operandi (recordar el Quinazo) quedó paralizado. El mensaje y el mensajero no dejaban duda sobre quién tenía el control. Las grabaciones ilegales y las filtraciones a través de los más importantes medios le pertenecían a otro, y sus antiguos aliados en los medios estaban donde siempre: con el presidente en turno.
Ahora, transcurridos más de siete años y con Raúl en libertad (no le pudieron probar su participación en el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu), Salinas vuelve a las andadas. Según los avances publicados por EL UNIVERSAL, en su nuevo libro, La década perdida, ofrece su diagnóstico: el inocultable desastre de la economía, la sociedad, la política y la moral, así como el fracaso de “la mancuerna perfecta”: el neoliberalismo representado por Ernesto Zedillo y Vicente Fox, y el “populismo autoritario” de Andrés Manuel López Obrador.
El mandatario que se propuso construir un liderazgo transmilenario y privatizó casi mil empresas, entre ellas Telmex, la joya de la corona; el que entregó la banca a casabolsistas, quienes pronto la pusieron en manos de la banca internacional; el que manejó al sistema judicial a su antojo —a Joaquín Hernández Galicia hasta le “sembró” un muertito— ahora descubre la “descomposición de la procuración de justicia” y los niveles aberrantes de impunidad… Quien, sin el mínimo recato, hizo gobernadores a sus amigos: Sócrates Rizo (Nuevo León), Patricio Chirinos (Veracruz), Otto Granados (Aguascalientes), Rogelio Montemayor (Coahuila)… ¡ofrece lecciones de moral!
El “villano favorito” regresa al país del que nunca se fue y apuesta a la desmemoria colectiva. Un objetivo destinado al fracaso, pues resulta imposible olvidar que su presidencia constituyó una “modernidad” sembrada de corrupción, abusos del poder e impunidad; y que México, bajo su conducción, transitó en sólo un sexenio del tercer mundo al primero y de regreso. Porque, ciertamente, los últimos años han sido una década perdida para la mayoría de los mexicanos, pero no para sus socios y beneficiarios que se enriquecieron sin límites.
No obstante, Salinas acierta al calificar al Fobaproa como un saqueo a los mexicanos y al denunciar la entrega del sistema de pagos a los extranjeros. Tiene razón al afirmar que se desaprovecharon los ingresos extraordinarios por la venta del petróleo entre 2000 y 2006 (unos 700 mil millones, calcula) y los ingresos por remesas (más de 20 mil millones de dólares en 2005): creció el gasto corriente y disminuyó la inversión en infraestructura.
Lo que sigue faltando, y no saldrá de la mente calculadora de Salinas, es el balance sin paliativos del ciclo inaugurado en 1982, cuando los jóvenes tecnócratas arrebataron el mando y operaron la gran reforma autoritaria bajo el membrete de (neo) “liberalismo social”.

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