Salvador García Soto, Carlos Loret, Martín Moreno y Joaquín López Doriga.
Con respecto a la columna de Salvador el último negociador en la crisis del secuestro de Fernando Marti, a decir de su descripción puede ser el Almirante Wilfrido Robledo. ¡Me late!
¿Pero quien es la empresa especialista en negociar secuestros que recomendó Alfredo Harp? Porque al parecer ese "negociador" fue el que fracasó, a decir del columnista de Serpientes y Escaleras.
También lo confirma la declaración de la Presidenta de México Unido contra la Delincuencia, María Elena Morera, quien exigió "que se detenga a los culpables. No sólo a los plagiarios, sino también a los grupos de seguridad privada que sin ser autoridad ni tener conocimientos suficientes se meten a asesorar a las familias".
Dice Loret que "las autoridades “le traen ganas” a Mendieta, un negociador privado que aconseja a las familias de secuestrados no dar información a la autoridad y que, queda claro, no siempre tiene éxito en rescatar con vida a la víctima. Le quieren integrar una averiguación previa."
¿Ese negociador es Ernesto Mendieta?
Todo mundo fracasó.
Hay muchos culpables en este asunto, empezando por las autoridades locales y federales.
Aunque bueno, hay en este momento tres detenidos, entre ellas un comandante y un agente de la policía judicial del Distrito Federal. ¡Caray!
Por cierto. ¿cuantas empresas negociadoras de crisis existen en México?
¿Sabrá la Secretaría de Seguridad Pública Federal?
Sé que desde hace tiempo, están en México las principales trasnacionales, encabezadas por Kroll Inc. Y muchos polícias han montado oficinas de ese tipo.
***
Columna Serpientes y Escaleras/Salvador Garcia Soto
Publicado en El Universal (www.eluniversal.com.mx), 5 de agosto de 2008;
Secuestros “de alto impacto”
Ante la ineptitud de los gobiernos federal y capitalino, los familiares recurrieron a un ex funcionario que en días averiguó lo que las policías no pudieron en meses
Antes del trágico y lamentable desen-lace del secuestro de Fernando Martí, el hijo de 14 años del empresario Alejandro Martí, que apareció muerto el viernes pasado, se hablaba en el gobierno federal de “dos secuestros de alto impacto”.
Así se refieren a los secuestros que involucran a personajes de alto perfil de la vida política, económica o social. En ambos casos, las instancias oficiales —llámese PGR, Procuraduría capitalina, AFI— fueron inútiles y ante las torpezas oficiales y por temor a perder a sus familiares, los empresarios involucrados optaron por buscar a consultores o negociadores privados.
La familia Martí, después de haber pagado un rescate de varios millones de dólares sin recibir a cambio la liberación de su hijo, y ante la ineptitud mostrada por las instancias de gobierno a las que recurrieron desesperados tras el fracaso de un negociador privado, optaron por recurrir a un ex funcionario público, experto en temas de seguridad y hoy dedicado a la consultoría privada.
A principios de la semana pasada buscaron al ex funcionario y le pidieron que les ayudara a saber qué había sido de su hijo y por qué los secuestradores no habían vuelto a contactarse con ellos. No fue sino hasta que este personaje tomó el caso en sus manos que empezaron a surgir pistas y a arrojar resultados las investigaciones. Lo que no pudieron lograr los actuales funcionarios de la AFI o la SIEDO o la PGJDF en meses, lo hizo el ex funcionario en unos cuantos días.
Fue este consultor el que sugirió a la familia la publicación del desplegado aparecido el miércoles 30 de julio, en el que se dirigían al “Grupo de la Flor” y les ofrecían “2 millones de razones para que nos regresen a nuestro hijo”. El ofrecimiento era de 2 millones de dólares, adicionales a los 6 millones que ya habían pagado, si los secuestradores entregaban con vida al muchacho al que se llevaron a finales de mayo de los rumbos de Ciudad Universitaria.
Las pesquisas realizadas por el asesor contratado por la familia Martí, que incluyeron la posible participación de personal de seguridad de la familia o la participación de ex policías, llevaron al funesto desenlace del viernes 1 de agosto, cuando se logró identificar el cuerpo sin vida del joven de 14 años, que apareció en la cajuela de un auto abandonado en Coyoacán y que tenía más de un mes fallecido.
La mecánica de esta Banda de la Flor, bautizado así porque deja crisantemos amarillos junto a los cadáveres de sus víctimas, fue la misma con la que el 5 de junio, unos días después de cometido el secuestro, abandonaron los cuerpos sin vida del chofer Jorge Palma Lemus, de 61 años, y el guardaespaldas Cristian Salmones Flores, de 25 años, quienes habían sido secuestrados junto con Fernando cuando se detuvieron en un falso retén de la AFI. Al conductor lo torturaron y le arrancaron todos los dientes y al guardaespaldas lo ahorcaron, y creyéndolo muerto lo metieron a la cajuela del auto donde los peritos del MP aún lo encontraron con vida, aunque murió días después en el hospital.
Al parecer todo lo que no lograron indagar las instancias de seguridad oficiales, lo ha logrado el ex funcionario policiaco en apenas unos días, aunque la muerte del joven Fernando Martí ya había sucedido.
Sobre el otro secuestro “de alto impacto” que aún queda sin resolverse, tiene que ver con una historia igual de dramática e indignante que la de la familia Martí y la de muchas otras familias, quizá no “de alto impacto”, que viven el infierno de un secuestro. Es también un joven hijo de un prominente empresario y ex funcionario público que lleva varias semanas secuestrado sin que hasta el momento las autoridades hayan logrado avanzar en las indagatorias o detener a los secuestradores. ¿Qué esperan las autoridades para acabar con los funcionarios ineptos? ¿O tendrá también que recurrir esta familia al ex policía que ha resultado mucho más eficiente que todo el aparato de seguridad federal y de la ciudad?
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Secuestros “de alto impacto”
Ante la ineptitud de los gobiernos federal y capitalino, los familiares recurrieron a un ex funcionario que en días averiguó lo que las policías no pudieron en meses
Antes del trágico y lamentable desen-lace del secuestro de Fernando Martí, el hijo de 14 años del empresario Alejandro Martí, que apareció muerto el viernes pasado, se hablaba en el gobierno federal de “dos secuestros de alto impacto”.
Así se refieren a los secuestros que involucran a personajes de alto perfil de la vida política, económica o social. En ambos casos, las instancias oficiales —llámese PGR, Procuraduría capitalina, AFI— fueron inútiles y ante las torpezas oficiales y por temor a perder a sus familiares, los empresarios involucrados optaron por buscar a consultores o negociadores privados.
La familia Martí, después de haber pagado un rescate de varios millones de dólares sin recibir a cambio la liberación de su hijo, y ante la ineptitud mostrada por las instancias de gobierno a las que recurrieron desesperados tras el fracaso de un negociador privado, optaron por recurrir a un ex funcionario público, experto en temas de seguridad y hoy dedicado a la consultoría privada.
A principios de la semana pasada buscaron al ex funcionario y le pidieron que les ayudara a saber qué había sido de su hijo y por qué los secuestradores no habían vuelto a contactarse con ellos. No fue sino hasta que este personaje tomó el caso en sus manos que empezaron a surgir pistas y a arrojar resultados las investigaciones. Lo que no pudieron lograr los actuales funcionarios de la AFI o la SIEDO o la PGJDF en meses, lo hizo el ex funcionario en unos cuantos días.
Fue este consultor el que sugirió a la familia la publicación del desplegado aparecido el miércoles 30 de julio, en el que se dirigían al “Grupo de la Flor” y les ofrecían “2 millones de razones para que nos regresen a nuestro hijo”. El ofrecimiento era de 2 millones de dólares, adicionales a los 6 millones que ya habían pagado, si los secuestradores entregaban con vida al muchacho al que se llevaron a finales de mayo de los rumbos de Ciudad Universitaria.
Las pesquisas realizadas por el asesor contratado por la familia Martí, que incluyeron la posible participación de personal de seguridad de la familia o la participación de ex policías, llevaron al funesto desenlace del viernes 1 de agosto, cuando se logró identificar el cuerpo sin vida del joven de 14 años, que apareció en la cajuela de un auto abandonado en Coyoacán y que tenía más de un mes fallecido.
La mecánica de esta Banda de la Flor, bautizado así porque deja crisantemos amarillos junto a los cadáveres de sus víctimas, fue la misma con la que el 5 de junio, unos días después de cometido el secuestro, abandonaron los cuerpos sin vida del chofer Jorge Palma Lemus, de 61 años, y el guardaespaldas Cristian Salmones Flores, de 25 años, quienes habían sido secuestrados junto con Fernando cuando se detuvieron en un falso retén de la AFI. Al conductor lo torturaron y le arrancaron todos los dientes y al guardaespaldas lo ahorcaron, y creyéndolo muerto lo metieron a la cajuela del auto donde los peritos del MP aún lo encontraron con vida, aunque murió días después en el hospital.
Al parecer todo lo que no lograron indagar las instancias de seguridad oficiales, lo ha logrado el ex funcionario policiaco en apenas unos días, aunque la muerte del joven Fernando Martí ya había sucedido.
Sobre el otro secuestro “de alto impacto” que aún queda sin resolverse, tiene que ver con una historia igual de dramática e indignante que la de la familia Martí y la de muchas otras familias, quizá no “de alto impacto”, que viven el infierno de un secuestro. Es también un joven hijo de un prominente empresario y ex funcionario público que lleva varias semanas secuestrado sin que hasta el momento las autoridades hayan logrado avanzar en las indagatorias o detener a los secuestradores. ¿Qué esperan las autoridades para acabar con los funcionarios ineptos? ¿O tendrá también que recurrir esta familia al ex policía que ha resultado mucho más eficiente que todo el aparato de seguridad federal y de la ciudad?
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Columna Historias de reportero/Carlos Loret de Mola
Publicado en El Universal (http://www.eluniversal.com.mx),%205/ de agosto de 2008;
¿Quién no tiene miedo?
El cobro a plena luz del día resultó una señal inequívoca de que policías estaban coludidos con los plagiarios
Cuando los secuestradores del niño Fernando Martí fijaron a la una de la tarde la cita para recibir el dinero del rescate, las autoridades del DF se dieron cuenta de que estaban infiltrados.
El cobro a plena luz del día, con la mayor impunidad, les resultó una señal inequívoca de que policías de la capital del país, del estado de México y federales estaban coludidos con los plagiarios.
Los criminales prometieron comunicarse en la noche para decir dónde entregarían a la víctima. Nunca más lo hicieron.
En diciembre, el respetado empresario Alejandro Martí anunció que había vendido la prestigiada tienda de artículos deportivos que lleva su apellido por 561 millones de dólares. Los que lo conocen aseguran que arrancó ahí una de las temporadas más felices de su vida.
Cualquier festejo posible se vio interrumpido cuando el 6 de junio, camino a la escuela, su hijo de 14 años fue raptado por una banda que, según las primeras investigaciones, inició dedicándose a robar camionetas de lujo y ahora también secuestra, ambos delitos, en el sur del DF.
Quién iba a pensar que el hombre a quien vendió sus tiendas terminaría siendo su consejero en los momentos más ácidos de su vida. El comprador, Alfredo Harp Helú, lo puso en contacto con una empresa privada especialista en negociar secuestros, con la que ha mantenido una relación de confianza desde que en 1994 estuvo secuestrado más de 100 días por la guerrilla del EPR.
Las cosas comenzaron a complicarse y el señor Martí optó por recurrir a otro buen amigo: Marcelo Ebrard. La Procuraduría del DF hizo suya la investigación.
Lo primero que le llamó la atención fue la voz del secuestrador encargado de negociar por teléfono: un tonito como de quien padece algún retraso mental o finge padecerlo, y el uso recurrente de frases infantiles como “ja, ja, ja, te la creíste”. Lo ligaron de inmediato a otros casos.
La autoridad capitalina decidió no compartir esta información con el gobierno federal… hasta que la familia entregó el dinero y no hubo rastro del niño por días.
Fue entonces cuando una tercera mano fue urgida a entrar en el rescate: el departamento antisecuestros de la SSP federal. Ya no hubo comunicación con los delincuentes. Hacía rato que habían asesinado al adolescente.
El viernes, los padres de Fernando, cuya muerte nos enluta y atemoriza a todos, tuvieron que reconocerlo por la dentadura. Su cadáver, confundido inicialmente con el de un hombre de 40 años, está irreconocible, al grado que el forense no sabe cómo murió.
Esta semana alguien va a tener que pagar al confirmarse que varios de los secuestradores estuvieron en la cárcel por robo y lograron salir… para reagruparse.
SACIAMORBOS
Las autoridades “le traen ganas” a Mendieta, un negociador privado que aconseja a las familias de secuestrados no dar información a la autoridad y que, queda claro, no siempre tiene éxito en rescatar con vida a la víctima. Le quieren integrar una averiguación previa.
¿Quién no tiene miedo?
El cobro a plena luz del día resultó una señal inequívoca de que policías estaban coludidos con los plagiarios
Cuando los secuestradores del niño Fernando Martí fijaron a la una de la tarde la cita para recibir el dinero del rescate, las autoridades del DF se dieron cuenta de que estaban infiltrados.
El cobro a plena luz del día, con la mayor impunidad, les resultó una señal inequívoca de que policías de la capital del país, del estado de México y federales estaban coludidos con los plagiarios.
Los criminales prometieron comunicarse en la noche para decir dónde entregarían a la víctima. Nunca más lo hicieron.
En diciembre, el respetado empresario Alejandro Martí anunció que había vendido la prestigiada tienda de artículos deportivos que lleva su apellido por 561 millones de dólares. Los que lo conocen aseguran que arrancó ahí una de las temporadas más felices de su vida.
Cualquier festejo posible se vio interrumpido cuando el 6 de junio, camino a la escuela, su hijo de 14 años fue raptado por una banda que, según las primeras investigaciones, inició dedicándose a robar camionetas de lujo y ahora también secuestra, ambos delitos, en el sur del DF.
Quién iba a pensar que el hombre a quien vendió sus tiendas terminaría siendo su consejero en los momentos más ácidos de su vida. El comprador, Alfredo Harp Helú, lo puso en contacto con una empresa privada especialista en negociar secuestros, con la que ha mantenido una relación de confianza desde que en 1994 estuvo secuestrado más de 100 días por la guerrilla del EPR.
Las cosas comenzaron a complicarse y el señor Martí optó por recurrir a otro buen amigo: Marcelo Ebrard. La Procuraduría del DF hizo suya la investigación.
Lo primero que le llamó la atención fue la voz del secuestrador encargado de negociar por teléfono: un tonito como de quien padece algún retraso mental o finge padecerlo, y el uso recurrente de frases infantiles como “ja, ja, ja, te la creíste”. Lo ligaron de inmediato a otros casos.
La autoridad capitalina decidió no compartir esta información con el gobierno federal… hasta que la familia entregó el dinero y no hubo rastro del niño por días.
Fue entonces cuando una tercera mano fue urgida a entrar en el rescate: el departamento antisecuestros de la SSP federal. Ya no hubo comunicación con los delincuentes. Hacía rato que habían asesinado al adolescente.
El viernes, los padres de Fernando, cuya muerte nos enluta y atemoriza a todos, tuvieron que reconocerlo por la dentadura. Su cadáver, confundido inicialmente con el de un hombre de 40 años, está irreconocible, al grado que el forense no sabe cómo murió.
Esta semana alguien va a tener que pagar al confirmarse que varios de los secuestradores estuvieron en la cárcel por robo y lograron salir… para reagruparse.
SACIAMORBOS
Las autoridades “le traen ganas” a Mendieta, un negociador privado que aconseja a las familias de secuestrados no dar información a la autoridad y que, queda claro, no siempre tiene éxito en rescatar con vida a la víctima. Le quieren integrar una averiguación previa.
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Columna Archivos del poder/Martín Moreno
Columna Archivos del poder/Martín Moreno
Excelsior, 5 de agosto de 2008;
Martí: terror y fracaso
Vencidos. Masacrados. Humillados.
Así estamos ante el carnaval de secuestros y asesinatos cometidos contra civiles, en cualquier lugar y hora, bajo un manto de impunidad sujetado por los extremos debido a la demagogia de nuestros gobernantes y la indolencia de jueces blandengues, bajo la complicidad corrupta de las policías y la indiferencia criminal de las cabezas de la seguridad pública.
Estamos inermes ante el desmoronamiento de la seguridad pública federal y la capitalina. Es el fracaso del sistema de seguridad del país.
Nadie está a salvo. No lo estuvo el niño Fernando Martí, plagiado y victimado, de un tiro en la cabeza, por una banda de secuestradores. ¿Por cual? ¿Por La Familia? ¿Por La Banda de la Flor? Da lo mismo. Todas son encubiertas por policías en funciones y ex policías que se saben todos los trucos legales e ilegales para no ser detenidos.
¿Qué nos va a decir ahora el presidente Calderón? Seguramente escucharemos su trillada frase de “no vamos a permitir que los criminales nos derroten”. Pero si ya nos derrotaron. El fracaso está en la cajuela del auto donde se encontró el cadáver de Fernando Martí y en el miedo de casi todos los mexicanos.
¿Qué nos va a decir ahora el procurador general de la República, Eduardo Medina-Mora? Seguramente, que “vamos ganando la batalla, aunque no lo parezca”. Hay noticias, procurador: la mayoría sabe, siente y sufre las consecuencias de una batalla perdida.
¿Qué nos va a decir ahora el secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna? Sin duda, escucharemos nuevamente su promesa de que “el gobierno federal asume su responsabilidad de proteger a la sociedad”, como lo dijo el 22 de enero de 2007. También hay noticias, secretario: su promesa fue hecha pedazos por secuestradores sanguinarios y policías federales corruptos.
¿Qué nos va a decir ahora el jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, gobernante de una de las ciudades más inseguras del mundo? Seguramente volveremos a escucharlo decir que aspira a ser Presidente en 2012 y ofender personalmente a ciudadanos, como lo hizo el viernes pasado en Churubusco, cuando un automovilista le gritó que ya se pusiera a trabajar. “En eso estamos, güey…”, le respondió un enfurecido y descompuesto Ebrard. Esa no es la respuesta que merecen los capitalinos, ahogados en inseguridad, secuestros, asesinatos, robos y ejecuciones. Ningún jefe de Gobierno o jefe del Departamento del DF había insultado como Ebrard lo ha hecho a los habitantes de la Ciudad de México. Ocurrió con los ambulantes del Centro Histórico —“aquí no van a vender, cabrones”— o con el ciudadano al que llamó güey hace cuatro días.
Y, como en la mayoría de los secuestros, policías o ex policías están involucrados en el caso Martí. El comandante de la Policía Judicial, José Luis Romero, así como el agente Marco Antonio Moreno Jiménez, “pudieran tener relación con este asunto”, dijo ayer el procurador capitalino, Miguel Mancera, a Martín Espinosa, en Reporte 98.5.
No basta con palabrería. Mancera, recién llegado al cargo, tuvo en sus manos, durante varios días, el asunto de Martí y solamente reaccionó hasta que fue informado del asesinato del jovencito, quien fue secuestrado desde el 4 de junio. Se pagó el rescate y aun así lo mataron, así como a su chofer y a su escolta.
Tenemos una Policía Preventiva del DF, corrompida y desprestigiada. Es la herencia de Joel Ortega.
Tenemos a judiciales del DF secuestrando, asesinando y protegiendo a criminales profesionales. Es la consecuencia de tener un jefe de Gobierno empeñado en instalar pistas de hielo, playas artificiales o apadrinar a quinceañeras, en lugar de haber dedicado recursos e inteligencia, en un año nueve meses de gestión, a construir policías más eficaces y confiables.
Y allí, también, está el resultado de que, cuando era jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador desdeñara la marcha contra la inseguridad y llamara “pirrurris” a sus participantes, en vez de mostrar más sensibilidad y procurar mejor justicia.
No estuvo a salvo Fernando Martí, como tampoco lo estuvo Hugo Alberto Wallace Miranda, secuestrado y muerto a golpes por la banda de asesinos encabezada por el ex policía César Freyre y de la cual casi todos sus integrantes están ya tras las rejas. Pero no nos equivoquemos: están presos por la lucha personal y valiente de Isabel Miranda de Wallace y no debido a una investigación acertada que haya efectuado la policía.
Tenemos una Agencia Federal de Investigación (AFI) desarticulada. De momento, al frente de la Dirección de Secuestros está Luis Cárdenas Palomino, quien ya demostró su ineficacia en el caso Wallace. Nadie mueve un dedo para encontrar a Jacobo Tagle, prófugo de la justicia, o localizar el cuerpo de Hugo Alberto, a pesar de que hay una orden presidencial de por medio.
Allí está también, secuestrada, la hija de uno de los responsables del deporte mexicano durante el sexenio pasado.
Nadie se encuentra a salvo. Como la familia Bautista Campos, ejecutada la semana pasada en Jalisco. O los plagiados y asesinados en Baja California, Coahuila y Oaxaca. Y con el miedo llegan las cifras de la vergüenza: de cinco secuestros, solamente uno es denunciado. En lo que va del año se ha tenido conocimiento, oficialmente, de 438; es decir, realmente han ocurrido, en promedio, alrededor de dos mil en todo el país. Y más: únicamente 0.7% de estos casos son sentenciados.
La lucha contra el narco ha recaído en el Ejército, con todos sus altibajos. Pero ni la SSP ni la PGR ni la AFI han dado resultados.
Es hora de que, ante la derrota contra la criminalidad, Calderón decida si Medina-Mora y García Luna deben seguir o no en sus puestos. Y si el Presidente cree que se trata de una presión injustificada de los medios, que se asome a la cajuela donde encontraron el cadáver de Fernando Martí.
Vencidos. Masacrados. Humillados.
Así estamos ante el carnaval de secuestros y asesinatos cometidos contra civiles, en cualquier lugar y hora, bajo un manto de impunidad sujetado por los extremos debido a la demagogia de nuestros gobernantes y la indolencia de jueces blandengues, bajo la complicidad corrupta de las policías y la indiferencia criminal de las cabezas de la seguridad pública.
Estamos inermes ante el desmoronamiento de la seguridad pública federal y la capitalina. Es el fracaso del sistema de seguridad del país.
Nadie está a salvo. No lo estuvo el niño Fernando Martí, plagiado y victimado, de un tiro en la cabeza, por una banda de secuestradores. ¿Por cual? ¿Por La Familia? ¿Por La Banda de la Flor? Da lo mismo. Todas son encubiertas por policías en funciones y ex policías que se saben todos los trucos legales e ilegales para no ser detenidos.
¿Qué nos va a decir ahora el presidente Calderón? Seguramente escucharemos su trillada frase de “no vamos a permitir que los criminales nos derroten”. Pero si ya nos derrotaron. El fracaso está en la cajuela del auto donde se encontró el cadáver de Fernando Martí y en el miedo de casi todos los mexicanos.
¿Qué nos va a decir ahora el procurador general de la República, Eduardo Medina-Mora? Seguramente, que “vamos ganando la batalla, aunque no lo parezca”. Hay noticias, procurador: la mayoría sabe, siente y sufre las consecuencias de una batalla perdida.
¿Qué nos va a decir ahora el secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna? Sin duda, escucharemos nuevamente su promesa de que “el gobierno federal asume su responsabilidad de proteger a la sociedad”, como lo dijo el 22 de enero de 2007. También hay noticias, secretario: su promesa fue hecha pedazos por secuestradores sanguinarios y policías federales corruptos.
¿Qué nos va a decir ahora el jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, gobernante de una de las ciudades más inseguras del mundo? Seguramente volveremos a escucharlo decir que aspira a ser Presidente en 2012 y ofender personalmente a ciudadanos, como lo hizo el viernes pasado en Churubusco, cuando un automovilista le gritó que ya se pusiera a trabajar. “En eso estamos, güey…”, le respondió un enfurecido y descompuesto Ebrard. Esa no es la respuesta que merecen los capitalinos, ahogados en inseguridad, secuestros, asesinatos, robos y ejecuciones. Ningún jefe de Gobierno o jefe del Departamento del DF había insultado como Ebrard lo ha hecho a los habitantes de la Ciudad de México. Ocurrió con los ambulantes del Centro Histórico —“aquí no van a vender, cabrones”— o con el ciudadano al que llamó güey hace cuatro días.
Y, como en la mayoría de los secuestros, policías o ex policías están involucrados en el caso Martí. El comandante de la Policía Judicial, José Luis Romero, así como el agente Marco Antonio Moreno Jiménez, “pudieran tener relación con este asunto”, dijo ayer el procurador capitalino, Miguel Mancera, a Martín Espinosa, en Reporte 98.5.
No basta con palabrería. Mancera, recién llegado al cargo, tuvo en sus manos, durante varios días, el asunto de Martí y solamente reaccionó hasta que fue informado del asesinato del jovencito, quien fue secuestrado desde el 4 de junio. Se pagó el rescate y aun así lo mataron, así como a su chofer y a su escolta.
Tenemos una Policía Preventiva del DF, corrompida y desprestigiada. Es la herencia de Joel Ortega.
Tenemos a judiciales del DF secuestrando, asesinando y protegiendo a criminales profesionales. Es la consecuencia de tener un jefe de Gobierno empeñado en instalar pistas de hielo, playas artificiales o apadrinar a quinceañeras, en lugar de haber dedicado recursos e inteligencia, en un año nueve meses de gestión, a construir policías más eficaces y confiables.
Y allí, también, está el resultado de que, cuando era jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador desdeñara la marcha contra la inseguridad y llamara “pirrurris” a sus participantes, en vez de mostrar más sensibilidad y procurar mejor justicia.
No estuvo a salvo Fernando Martí, como tampoco lo estuvo Hugo Alberto Wallace Miranda, secuestrado y muerto a golpes por la banda de asesinos encabezada por el ex policía César Freyre y de la cual casi todos sus integrantes están ya tras las rejas. Pero no nos equivoquemos: están presos por la lucha personal y valiente de Isabel Miranda de Wallace y no debido a una investigación acertada que haya efectuado la policía.
Tenemos una Agencia Federal de Investigación (AFI) desarticulada. De momento, al frente de la Dirección de Secuestros está Luis Cárdenas Palomino, quien ya demostró su ineficacia en el caso Wallace. Nadie mueve un dedo para encontrar a Jacobo Tagle, prófugo de la justicia, o localizar el cuerpo de Hugo Alberto, a pesar de que hay una orden presidencial de por medio.
Allí está también, secuestrada, la hija de uno de los responsables del deporte mexicano durante el sexenio pasado.
Nadie se encuentra a salvo. Como la familia Bautista Campos, ejecutada la semana pasada en Jalisco. O los plagiados y asesinados en Baja California, Coahuila y Oaxaca. Y con el miedo llegan las cifras de la vergüenza: de cinco secuestros, solamente uno es denunciado. En lo que va del año se ha tenido conocimiento, oficialmente, de 438; es decir, realmente han ocurrido, en promedio, alrededor de dos mil en todo el país. Y más: únicamente 0.7% de estos casos son sentenciados.
La lucha contra el narco ha recaído en el Ejército, con todos sus altibajos. Pero ni la SSP ni la PGR ni la AFI han dado resultados.
Es hora de que, ante la derrota contra la criminalidad, Calderón decida si Medina-Mora y García Luna deben seguir o no en sus puestos. Y si el Presidente cree que se trata de una presión injustificada de los medios, que se asome a la cajuela donde encontraron el cadáver de Fernando Martí.
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Columna En Privado/Joaquin López Doriga
Columna En Privado/Joaquin López Doriga
Lo hicieron esos desalmados
Milenio Diario (www.milenio.com), 5 Agosto, 2008
Empezar a vivir y empezar a morir son sinónimos. Florestán
El viernes pasado escribía aquí No tengo palabras, sobre un secuestro que hasta ese momento, aunque desesperado, estaba en progreso, me decían. Y se lo contaba a usted así:
Yo ya conocía del caso por personas cercanas a la familia que cuentan, y he confirmado que hace unas diez semanas unos agentes hicieron el alto a un automóvil en el que viajaba un joven acompañado de un chofer y un escolta.
Se trataba de un retén de la Policía Federal (sic), por lo que el conductor se detuvo. Una agente uniformada se acercó, mostró su identificación, y el ayudante abrió la puerta.
En ese momento, la mujer y otros agentes los encañonaron y se los llevaron. Era un secuestro y los federales unos delincuentes.
A los pocos días encontraron ejecutados a los dos acompañantes del joven y los secuestradores entraron en contacto con la familia, que recurrió a un negociador. Se fijó el monto del rescate y se pagó.
Por comentarios de cercanos, supe de su drama: pasaban los días y no devolvían al secuestrado, a pesar de haber cobrado el rescate.
Seguí el caso y estuve al tanto del desarrollo del secuestro: para desesperación de la familia seguían sin saber nada de su hijo.
Así llegué al martes cuando por la mañana, al abrir el periódico, encontré un inusual aviso de un cuarto de plana que decía:
“Grupo de la Flor. Yo les cumplí. Llevamos dos meses esperando a nuestro hijo. Tenemos dos millones de razones para ustedes si nos lo regresan. COMUNÍQUENSE”.
Por la desesperación, de inmediato supe de quién se trataba y de qué caso. Era el mismo secuestrado en el falso retén de la Policía Federal.
Yo, desde aquí, no encuentro palabras para decir lo que siento, y menos para describir lo que debe estar viviendo esa familia desvastada.
Pero sí las tengo para denunciar una vez más, y lo haré todas las veces que sea necesario, la forma en que se han disparado los secuestros, para los que escucho muchas teorías de las autoridades y muchas estadísticas oficiales, pero ninguna solución.
Y que se lo pregunten a las víctimas. Obviamente que sabía de quién se trataba y de lo que estaba pasando la familia. Y por un respeto me reservé el nombre.
Al día siguiente viajé a Beijing y lo primero que me enteré aquí fue que habían encontrado el cuerpo del pequeño Fernando Martí, muerto por sus secuestradores que antes habían recibido el pago del secuestro.
Y si la noticia me devastó, no puedo siquiera imaginar lo que deben estar pasando sus padres, sus hermanos, su familia; que unos criminales hayan raptado y asesinado a un joven, casi un niño de 14 años, es imperdonable.
Y si el viernes pasado le decía que no tenía palabras, hoy no sé qué decirle ante este drama, esta injusticia, este crimen, esta vileza.
Nos vemos mañana, pero en privado.
Milenio Diario (www.milenio.com), 5 Agosto, 2008
Empezar a vivir y empezar a morir son sinónimos. Florestán
El viernes pasado escribía aquí No tengo palabras, sobre un secuestro que hasta ese momento, aunque desesperado, estaba en progreso, me decían. Y se lo contaba a usted así:
Yo ya conocía del caso por personas cercanas a la familia que cuentan, y he confirmado que hace unas diez semanas unos agentes hicieron el alto a un automóvil en el que viajaba un joven acompañado de un chofer y un escolta.
Se trataba de un retén de la Policía Federal (sic), por lo que el conductor se detuvo. Una agente uniformada se acercó, mostró su identificación, y el ayudante abrió la puerta.
En ese momento, la mujer y otros agentes los encañonaron y se los llevaron. Era un secuestro y los federales unos delincuentes.
A los pocos días encontraron ejecutados a los dos acompañantes del joven y los secuestradores entraron en contacto con la familia, que recurrió a un negociador. Se fijó el monto del rescate y se pagó.
Por comentarios de cercanos, supe de su drama: pasaban los días y no devolvían al secuestrado, a pesar de haber cobrado el rescate.
Seguí el caso y estuve al tanto del desarrollo del secuestro: para desesperación de la familia seguían sin saber nada de su hijo.
Así llegué al martes cuando por la mañana, al abrir el periódico, encontré un inusual aviso de un cuarto de plana que decía:
“Grupo de la Flor. Yo les cumplí. Llevamos dos meses esperando a nuestro hijo. Tenemos dos millones de razones para ustedes si nos lo regresan. COMUNÍQUENSE”.
Por la desesperación, de inmediato supe de quién se trataba y de qué caso. Era el mismo secuestrado en el falso retén de la Policía Federal.
Yo, desde aquí, no encuentro palabras para decir lo que siento, y menos para describir lo que debe estar viviendo esa familia desvastada.
Pero sí las tengo para denunciar una vez más, y lo haré todas las veces que sea necesario, la forma en que se han disparado los secuestros, para los que escucho muchas teorías de las autoridades y muchas estadísticas oficiales, pero ninguna solución.
Y que se lo pregunten a las víctimas. Obviamente que sabía de quién se trataba y de lo que estaba pasando la familia. Y por un respeto me reservé el nombre.
Al día siguiente viajé a Beijing y lo primero que me enteré aquí fue que habían encontrado el cuerpo del pequeño Fernando Martí, muerto por sus secuestradores que antes habían recibido el pago del secuestro.
Y si la noticia me devastó, no puedo siquiera imaginar lo que deben estar pasando sus padres, sus hermanos, su familia; que unos criminales hayan raptado y asesinado a un joven, casi un niño de 14 años, es imperdonable.
Y si el viernes pasado le decía que no tenía palabras, hoy no sé qué decirle ante este drama, esta injusticia, este crimen, esta vileza.
Nos vemos mañana, pero en privado.
3 comentarios:
hace falta o no hace falta saber donde vivimos , hemos perdido toda la esperanza del lugar que habitamos ,a los problemas politicos les urgen soluciones racionales y politicas , la violencia , el robo el secuestro nos entristecen y nos inmovilizan.... pero el miedo es la mayor de nuestras ataduras. para que vivir , para que tener hijos y traerlos a vivir el terror , para que enseñarles a vivir .... si nosotros vivimos con miedo y eso jamas va a ser vida!!!
lo mejor es investigar a esa persona Ernesto Mendieta "negociador" ya que lo mas probable puede ser que el, coluido con otras personas cobraran el dinero y los secuestradores ni cuenta se dieron, ya vieron que el fue quien
acesoro al director de la pelicula hombre en llamas que por cierto nunca se entregaba el rescate, siempre se lo quedan los que lo negocian. y por eso mueren los secuestrados.
ojala y no quede inpune.
Por eso no quiero tener hijos.
No va a llegar la solución hasta que estemos en lo más profundo de esta crisis (sí, podemos estar más abajo).
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