Revista
Proceso
No. 2004, 28 de marzo de 2015
En
San Quintín, jaque al porfiriato del siglo XXI/GLORIA
LETICIA DÍAZ
Como
en el porfiriato, en las fincas de Baja California los jornaleros son casi
esclavos: trabajan de sol a sol y reciben como pago un puñado de pesos; viven
en condiciones paupérrimas, sin agua potable ni electricidad, y la amenaza del
despido pende siempre sobre sus cabezas. En cambio, los dueños de los ranchos
se enriquecen en forma obscena. Llenar una caja de moras, por ejemplo, le
reditúa al trabajador 14 pesos, aunque el precio de exportación de esa misma
caja sea de 60 dólares. Hartos de esta explotación brutal, los jornaleros se
organizaron y ya tienen en jaque al gobierno del estado.
VALLE
DE SAN QUINTÍN, BC.-Como miles de sus paisanos expulsados por la pobreza
lacerante del sur del país, Juan Hernández López, triqui de Oaxaca, escogió
esta región como lugar de residencia hace 30 años.
Aquí
se casó, nacieron sus ocho hijos, y es fundador de la colonia San Juan Copala y
del Frente Independiente de la Lucha Triqui, la cual forma parte de la Alianza
de Organizaciones Nacional, Estatal y Municipal por la Justicia Social,
agrupación que mantiene en vilo a la agroindustria de la región tras dos
semanas de paro laboral.
Como
los 70 mil jornaleros que trabajan en el Valle de San Quintín, 65% de ellos
residentes, don Juan ha visto crecer fortunas de rancheros exportadores de
fresa, mora, jitomate y pepino, entre otros productos.
Uno
de ellos es su actual patrón, Juan Villalobos, dueño del rancho Santo Domingo,
que alimenta a Moramex, una de las filiales de la estadunidense Berrymex, y con
quien labora desde 2007. “Mi patrón nomás cultivaba dos hectáreas y ahora tiene
60 hectáreas, 14 camiones y siete mayordomos. Y yo, apenas hace ocho años
empecé a construir mi casita y no la puedo terminar”.
Con
la experiencia de pizcar las frutas y vegetales más selectos en las tres
últimas décadas de su vida, don Juan presume llenar una caja de moras en un
minuto, por lo que percibe 14 pesos. “Esa misma caja el patrón la vende a 60
dólares en Estados Unidos. Un día le pedí que me vendiera una caja para mi
familia, y me la dio a 350 pesos”.
Pese
al crecimiento de las empresas instaladas, las jornadas laborales se han
mantenido inalteradas desde 2001, recuerda don Juan, uno de los voceros de la
alianza: “Desde entonces ganamos de 100 a 120 el día; entre ocho y 10 pesos por
caja de fresa, que ellos la venden a 50 dólares”.
Para
el tomate, uno de los productos más devaluados en mano de obra pero altamente
cotizados para la exportación, en ranchos como Los Pinos y El Vergel, el jornal
obligatorio es de 35 botes de 20 pesos, por lo que los jornaleros perciben 120
pesos, pero a partir del bote 36, los 20 kilos de tomate valen un peso.
Don
Juan trabajó 11 años en el rancho Los Pinos. De ahí fue despedido por
enfrentarse a los mayordomos y al patrón. “Fui humillado, maltratado y
discriminado, y como reclamé mis derechos me dijeron que ahí no cabían los
políticos. No me dieron nada de retiro”.
Por
la mala paga y los agravios es que hace un año y siete meses los gestores y
representantes de las colonias, como Juanito, decidieron agruparse en la
Alianza de Organizaciones.
“Nos
veíamos y decíamos qué vamos a hacer, el dinero ya no alcanza, Nuestras mujeres
se paran a las tres y media o cuatro para preparar el lonche y llegan a las
seis de la tarde de trabajar. Cansadas, no ven a los niños… crecen solos. Nos
preguntamos qué va a ser de ellos, por eso decidimos organizarnos y rescatar
nuestro derecho y nuestra dignidad”, dice el hombre de cuerpo fuerte y rostro
ajado por el sol y la tierra.
Los
motivos
El
movimiento jornalero creó un ambiente de incertidumbre entre los habitantes del
Valle de San Quintín. Aunque no es la primera protesta, sí es la más grande y
la que mayores efectos ha tenido. De acuerdo con cifras del gobierno de Baja
California, cada día de paro laboral significa 30 millones de pesos en pérdidas
para los empresarios agrícolas.
Después
de que el martes 17 los inconformes bloquearan la carretera Transpeninsular y
ocurrieran desmanes en algunos puntos –de los que se deslindó la Alianza de
Organizaciones–, las opiniones acerca del movimiento entre los habitantes del
valle son heterogéneas, sobre todo entre los mestizos.
“Es
cierto, les pagan salarios de hambre, pero antes estaban peor, antes sí se
justificaba, no ahora”, considera don Chuy, un taxista de 65 años nativo de San
Quintín que de joven trabajó como chofer en campos agrícolas.
“En
los noventa hubo otra tragedia en la cuartería (cuartos para jornaleros) del
rancho Los Pinos. Como esa gente cocina con leña y los techos eran de lámina de
cartón, todo se quemó.
“Antes,
en los ochenta, hubo una movilización muy grande porque jornaleros del rancho
ABC se murieron cuando se volteó la batea de un tráiler donde viajaban”, dice.
Al
respecto, Justino Herrera, otro de los líderes de la Alianza de Organizaciones
que participó en las movilizaciones de protesta contra el rancho ABC, precisa:
“En el accidente murieron 22 y luego nueve. Los dueños del rancho, Adrián y
Constantino Canelo, abrieron una fosa y ahí enterraron a los paisanos. Todos
venían del sur, enganchados. No hubo indemnización ni justicia para los
muertos”.
Los
bajacalifornianos más jóvenes, como Elisa, de 22 años, una empleada de hotel,
ve con simpatía la movilización: “Las jornadas son muy duras. A veces llegas a
ver a gente desmayada en los campos porque trabajan a pleno sol, y para lo que
ganan, 100 pesos, que no sirven para nada”.
Para
la señora Anita, de unos 50 años, nativa de San Quintín, “toda la culpa la
tiene el gobierno porque sube la gasolina y sube todo, y ¿qué se puede comprar
con los 100 pesos que gana esa pobre gente? Si les alcanzara, seguro que
estaría tan campantes trabajando”.
El
movimiento que se mantiene con plantones a lo largo de los 137 kilómetros de la
carretera Transpeninsular desde Punta Colonet hasta El Rosario, que atraviesa
el Valle de San Quintín, es respaldado con alimentos y recursos económicos por
ciudadanos, comerciantes e incluso industriales sostienen los líderes.
El
miércoles 25, hasta el plantón ubicado a la entrada de la colonia 13 de Mayo
–fundada en la década de los ochenta por jornaleros que tomaron tierras del
inmenso valle– llegaron Adán Muñoz y Manuel Mariano, integrantes del Colectivo
Estudiantil Cimarrones. Esta agrupación la formaron alumnos de escuelas de
nivel medio y superior de Ensenada para entregar 700 kilos de víveres y poco
más de 5 mil pesos que lograron colectar.
Pero
hay quienes, como don José, dueño de una pequeña tienda, están convencidos de
que “el gobierno le apuesta a que se les acabe la comida, y que por hambre
regresen a trabajar a los ranchos; así paso en los paros anteriores”.
Por
lo pronto, la movilización jornalera trajo para el valle una presencia
policiaca y militar sin precedentes. Decenas de patrullas de la Policía
Ministerial y de la Policía Estatal Preventiva, de la Policía Federal y
vehículos militares artillados transitan día y noche los 137 kilómetros de la
carretera Transpeninsular.
Frente
al plantón más concurrido, el de la colonia 13 de Mayo, agentes policiacos
movilizados en una veintena de patrullas y una tanqueta antimotines se
mantienen alertas.
Carencias
sociales
Aun
cuando los parámetros de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) ubican a
Ensenada, municipio al que pertenece el Valle de San Quintín, con muy bajo
nivel de pobreza, lo cierto es que la población jornalera asentada en esta
región tiene serias carencias.
Un
estudio de la investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Gisela
Espinoza Damián asegura que en San Quintín “el 77% de la población vive bajo la
línea de pobreza a pesar de que ésta es una de las regiones más prósperas del
país y se ubica en uno de los estados con más altos salarios y costos de la
vida”.
En
su libro Naxihi na xinxe na xihi (“mujeres en defensa de la mujer”, en lengua
mixteca), cuyo objeto central es la organización en el seno de la Casa de la
Mujer Indígena (CAMI), la investigadora reseña cómo es que miles de indígenas,
sobre todo de Oaxaca, se asentaron en el Valle de San Quintín desde los años
ochenta, a donde llegaron a través de “enganchadores” que se trasladaron a las
comunidades más pauperizadas del sur de México en busca de mano de obra barata
para trabajar en los campos agrícolas.
De
acuerdo con el censo de población del Instituto Nacional de Estadística y
Geografía (INEGI) de 2010, aquí viven 90 mil 821 personas, casi la cuarta parte
de la población de Ensenada, el municipio al que pertenece el valle, de 466 mil
814. De esta última cifra, 16.2%, es decir 30 mil 42, proceden de Oaxaca.
Mientras
los vecinos de los asentamientos ubicados a lo largo de la carretera
Transpeninsular carecen de servicios básicos, como pavimentación, alumbrado
público, drenaje y agua entubada, en esta región de Baja California sentaron
sus reales grandes empresas agrícolas de exportación que han ubicado a la
entidad entre las primeras a nivel nacional en este rubro.
Datos
del mismo INEGI correspondientes a 2009 indican que el Valle de San Quintín
concentra 98% de la producción de mora, con 2 mil 875 toneladas anuales. Es el
primer productor de flores, con 3 mil 129 toneladas, y tiene los segundos
lugares en producción de jitomate, con 180 mil 153 toneladas anuales, y de
fresa, con 82 mil 88 toneladas, prácticamente toda de exportación.
n
el libro de la investigadora Gisela Espinosa, publicado en 2013, se indica que
en la región existen 97 productores agrícolas, quienes en su mayoría ponen sus
tierras a disposición de los grandes exportadores mediante contrato.
En
2009, la Secretaría de Desarrollo Económico de Baja California publicó un
directorio de empresas exportadoras de la entidad, y en el área agrícola
enlistó a 23, relación en la que no se encontraban, por cierto, los nombres de
las grandes empresas como Driscoll, BerryMex, MoraMex y Los Pinos, de la
familia Rodríguez, a la que pertenece Antonio Rodríguez, exsecretario de
Fomento Agropecuario de Baja California, o el rancho Valladolid, de Manuel
Valladolid Seamanduras, actual secretario de Fomento Agropecuario.
Maltrato
y acoso sexual
Las
historias más crudas sobre lo que significa trabajar en los campos agrícolas
del Valle de San Quintín sin duda las cuentan las mujeres.
“Te
tienes que levantar a las tres o cuatro de la mañana para preparar los lonches,
y si tienes niños en la escuela, dejarles comida. A los niños chiquitos los
llevamos con cuidanderas que nos cobran 30 pesos. Si tienes dos, te cobran 50.
Si ganamos 100 pesos al día, la mitad se la damos a las cuidanderas.
“Si
estás embarazada, tienes que trabajar hasta el último día, porque no te pagan
los días que no vas, y en el hospital te tratan mal si no hablas bien español.
En el seguro (el IMSS), a los niños les dan leche hasta los seis meses. Si se
enferman después, ya no te los atienden”, cuentan algunas de las mujeres
integradas al movimiento jornalero.
La
mayoría de las jornaleras aparentan más edad de la que tienen: sus rostros
están ajados por la continua exposición al sol, al polvo y a los agroquímicos;
las palmas de sus manos están encallecidas, y sus uñas carcomidas por los
químicos. En los ranchos, muchas de ellas son víctimas de abusos, malos tratos,
hostigamiento y acoso sexual.
“Hay
ranchos en los que ponen sólo cuatro baños para 100 personas, dos para hombres
y dos para mujeres. Los mayordomos gritan con groserías para que no te tardes y
hay ranchos que descuentan si te tardas media hora.
“Los
mayordomos nos dicen cosas feas para que andemos con ellos. Unos dicen que nos
van a dar trabajo fácil, y si les dices que no, te amenazan con correr”,
cuentan.
Margarita
Amalia Cruz Cruz, directora de la Casa de la Mujer Indígena (CAMI), refiere que
el acoso laboral en los campos agrícolas es poco denunciado pese a las campañas
que su organización realiza para concientizar a las mujeres en la cultura de la
denuncia.
Cruz
Cruz, quien a los ocho años se incorporó a la mano de obra de los campos
agrícolas, dice que su agrupación recibe al mes un promedio de tres denuncias
por acoso sexual.
“Muchas
mujeres prefieren callar porque para ellas denunciar significa perder al menos
un día de trabajo, y porque tienen desconfianza de obtener justicia; pero no es
la única violencia que se sufre en el valle”, apunta la defensora.
En
su reporte de 2011, CAMI registró 110 casos de violencia contra la mujer, entre
ellos cuatro de violación sexual y 20 por lesiones y amenazas, y violencia
psicológica y económica.
Lucha
pacífica
Frente
a decenas de jornaleros en paro, Antonio Cortés, de la United Farm Workers
(UFW), fundada por el sindicalista César Chávez, les enseña el “aplauso
organizado”, que inicia con un ritmo lento y acelera poco a poco.
Moreno
y de cabello negro que apenas pinta canas, cuenta a los jornaleros inconformes
concentrados en un plantón en el vado de la carretera Trnaspeninsular: “Soy
mixteco, y hace 43 años estuve aquí en el Valle de San Quintín y miro todo
igual. Pero sepan que si los patrones tienen dinero, los jornaleros tenemos la
fuerza, somos iguales”.
Cortés
anima a los trabajadores a llevar una lucha pacífica para lograr su objetivo
principal: dignificar sus condiciones laborales, y ofrece el respaldo de la
UFW.
El
martes 24 la organización fundada por Chávez subió a su portal en internet un
video con testimonios de jornaleros del Valle de San Quintín sobre las largas
jornadas laborales sin pago de horas extras; los hostigamientos y acosos
sexuales a mujeres por parte de mayordomos; la falta de protección social y las
amenazas de despido si surgen protestas, entre otros abusos.
“Los
norteamericanos son gente que no les agrada saber que a su mesa llegan
alimentos que son productos de la explotación y malos tratos. Por eso estamos
llamando a que firmen una petición dirigida a la grandes empresas de Estados
Unidos, como Costco o Walmart, y sepan que la gente no va a comprar frutas o
vegetales del Valle de San Quintín”, explica Cortés a Proceso.
En
menos de 24 horas, agrega el sindicalista, 20 mil personas se sumaron a la
petición, dirigida además a comercializadoras como Target, Krogers y
Alberstons/Safeway.
En
la carta los miles de firmantes piden a las empresas de supermercados que
exijan a sus proveedores mexicanos de San Quintín “acatar la ley, pagar
salarios decentes y tratar a sus trabajadores con dignidad”.
De
acuerdo con información de medios estadunidenses, 69% de los vegetales y 37% de
las frutas que consumen los habitantes de Estados Unidos son originarias de
México, y empresas como Costco compran 80% de la fresa a productores de Baja
California.
“No
estamos promoviendo un boicot –aclara Cortés–. Lo que hacemos es educar a la gente,
que sepa que lo que se está llevando a la boca tiene una historia de
sufrimiento de miles de trabajadores mexicanos, que ellos deciden si consumen
esos productos o no”.
##
Insensibilidad
patronal y gubernamental/GLORIA
LETICIA DÍAZ
VALLE
DE SAN QUINTÍN, BC.- A dos semanas de la crisis regional por el paro de labores
de miles de jornaleros agrícolas, los dirigentes de la Alianza de
Organizaciones Nacional, Estatal y Municipal por la Justicia Social exigen la
intervención del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, ante la
incapacidad del gobierno panista de Francisco Vega de Lamadrid y funcionarios
federales de menor nivel para resolver el conflicto.
Recuerdan
que desde octubre de 2014 entregaron su propuesta de fijar en 300 pesos la
jornada laboral al gobierno de Francisco Vega, a delegados del Instituto
Mexicano del Seguro Social (IMSS), de la Secretaría del Trabajo y Previsión
Social (STyPS) y la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos
Indígenas (CDI).
Ante
el silencio de las autoridades, el martes 17 alrededor de 30 mil jornaleros
iniciaron un paro laboral y bloquearon la carretera Transpeninsular, además de
que se registraron hechos violentos que derivaron en la detención de más de 200
personas.
Actualmente
23 adultos y nueve menores de edad son procesados por robo calificado, en tanto
que 183 personas acusadas de ataques a las vías generales de comunicación
fueron liberadas bajo reservas de ley, de acuerdo con información que el
delegado de la CDI, Juan Malagamba, dio a conocer a los dirigentes de la
Alianza de Organizaciones el lunes 23.
Malagamba
citó ese día a cuatro de los dirigentes de la Alianza, Justino Herrera, Juan
Hernández, Fidel Sánchez, Bonifacio Martínez y Juan Martínez, para presentarles
al coordinador de delegados, Carlos Trejo, enviado de la directora Nubia
Mayorga para conocer de viva voz el conflicto en el Valle de San Quintín.
Luego
de escuchar los pormenores del conflicto y las tragedias cotidianas de los
jornaleros, Trejo dijo ser receptivo con lo expuesto por los dirigentes: “Sé de
lo que me hablan. Yo siembro cuatro hectáreas”, se regodeó ante los dirigentes
de la Alianza de Organizaciones que habían detallado sus carencias.
El
funcionario federal felicitó por su comportamiento en la reunión a los
dirigentes indígenas, quienes no dejaron de advertir que la CDI supo de la
crisis que se avecinaba. Trejo destacó que su directora, Nubia Mayorga, tenía
prevista una gira por Baja California, “no por lo que está ocurriendo sino que
fue programada con anterioridad”, y lo había mandado a él a explorar la
viabilidad de encontrarse con los dirigentes de la Alianza de Organizaciones.
“Lo
que queremos es si habría garantías, en el marco del respeto, para que nuestra
directora se reúna con ustedes. Creo que es una gran oportunidad. Si yo tuviera
la posibilidad de sentarme con el presidente de la República de esta situación,
lo haría; no la tengo pero quien sí puede es nuestra directora”, dijo.
El
funcionario federal preguntó a los dirigentes de la alianza si “pudiera haber
disturbios si el gobernador del estado (Francisco Vega) estuviera presente” en
una posible reunión con los inconformes y la directora de la CDI.
Y
conminó a los líderes a que de darse la reunión, procurar que Mayorga “se vaya
contenta de la gira” y trate el problema de los jornaleros de origen indígena
del Valle de San Quintín con Enrique Peña Nieto.
Fidel
Sánchez Gabriel se mostró satisfecho de que el funcionario haya podido
comprobar que los jornaleros indígenas de San Quintín “no comemos gente, que
somos seres humanos y sabemos comportarnos sin tener preparación como la gente
de gobierno”.
Bonifacio
Martínez pidió a Trejo estar atento a las negociaciones con los empresarios y
de plano pidió que de llevarse a cabo la reunión con Mayorga, no invitara al
gobernador Vega de Lamadrid, a quien la Alianza de Organizaciones
responsabiliza de la crisis en el Valle de San Quintín. El encuentro no se dio.
Incompetencia
del gobernador Vega
Durante
las dos semanas que lleva el conflicto, en declaraciones a diversos medios de
comunicación, el gobierno de Vega de Lamadrid “ha operado a favor de los
empresarios”, además de manejar la idea de que el Movimiento de Regeneración
Nacional (Morena) está detrás del movimiento jornalero, lo que ha sido
rechazado por los dirigentes de la Alianza de Organizaciones, apunta en
entrevista con Proceso Bonifacio Martínez.
Martínez
atribuye a la “insensibilidad” de Vega y de su operador como mediador en las
negociaciones con los empresarios, el subsecretario de Gobierno, Pablo Alejo
López Núñez, la falta de concreción de acuerdos.
El
miércoles 25, durante una mesa de trabajo que fue atestiguada por medios de
comunicación a petición de los jornaleros, la parcialidad de López Núñez para
favorecer al representante del Consejo Agrícola de Baja California, Alberto
Muñoz, fue evidente en varios momentos.
López
Núñez provocó expresiones de sorpresa e indignación por parte de inconformes,
asistentes de funcionarios y periodistas cuando dio respuesta a la exposición
de la lista de precios de los alimentos que adquieren los jornaleros a la
semana, en la que no hay ningún tipo de carne, ni leche ni huevo, y que se
eleva a mil 175 pesos, mientras que el promedio de ingresos oscila entre 700 y
900 pesos a la semana.
“Los
empresarios no son responsables si lo que les pagan les alcanza o no, es
problema de las leyes”, dijo el funcionario, y señaló que si la Comisión
Nacional de Salarios Mínimos (CNSM) no fijaba incrementos, los empresarios no
estaban obligados a otorgarlos, pero “de buena fe” se habían sentado con los
dirigentes de la Alianza de Organizaciones a dialogar.
Al
término de la segunda semana de paro laboral, las negociaciones se estancaron.
Mientras los trabajadores cedieron en su petición inicial de homologar el
jornal a 300 pesos para dejarla en 200, y en 20 pesos la caja de fresa a
destajo, el vocero patronal, Alberto Muñoz, fijó su última oferta: incrementar
15% a la jornada laboral, que fluctúa en la actualidad entre 100 y 130 pesos,
dependiendo del productor.
“Vamos
a continuar con las movilizaciones, que están por definirse. El paro sigue. No
nos vamos a morir de hambre. Ya estamos acostumbrados a no comer: así nos han
tenido durante años. Lo que nos alimenta es la dignidad”, sentencia Bonifacio
Martínez.
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