El
laberinto del suicidio/
Enrique Rojas, catedrático de Psiquiatría y miembro de la Sociedad Española de Suicidología.
Pblcad en ABC
|8-8-2015
Toda
filosofía nace a orillas de la muerte. El animal termina, el hombre muere.
Decía Albert Camus que el problema fundamental es el del suicidio, el pensar si
la vida merece o no la pena ser vivida. Un país como Francia sufre en los
últimos años una epidemia de suicidios juveniles. ¿Qué tiene que pasar para que
alguien quiera desaparecer de esta vida, quitarse la vida, qué mecanismos
psicológicos tienen que darse para que esto suceda?
Hice
mi tesis doctoral sobre este tema hace muchos años y publiqué un libro titulado
Estudios sobre el suicidio (Ed. Salvat. Barcelona, 1978; ha tenido después
varias ediciones), donde llevé a cabo un estudio estadístico de 213 intentos de
suicidio no consumados, con el objetivo de demostrar el porqué de este
comportamiento.
I.
Intentos de suicidio procedentes de enfermedades psíquicas. Vamos a establecer
distintos apartados, pero yendo de las que son más a menos frecuentes. En las
depresiones –hablo en plural porque son muchas sus modalidades– me atrevería a
dar la siguiente ley: alrededor del 90% de los intentos de suicidio proceden de
una depresión. Hoy sabemos que en Occidente la segunda causa de baja laboral
son las depresiones y los estados de ansiedad (o estrés). Son especialmente
graves las fases depresivas dentro de las bipolares (aquellas que alternan
episodios melancólicos con otros de euforia), ya que suelen tener una
profundidad mayor y el paciente vive un estado de ánimo de enorme tristeza,
donde pierde el sentido de todo. Igualmente son graves las que se dan dentro
del marco de las depresiones monopolares (que solo cursan con fases depresivas
recurrentes y que en muchos casos son de carácter estacional: sobre todo en
primavera y otoño). La gran mayoría de las depresiones endógenas se curan. Y
además, en las bipolares, contamos con fármacos estabilizadores del ánimo, que
tienen una enorme eficacia.
En
los trastornos obsesivos debemos mencionar que pueden ser muchos los contenidos
obsesivos que se hospedan en la mente. Y hablamos de pensamientos intrusos, que
se cuelan en ese escenario y producen un gran sufrimiento psicológico, porque
una y otra vez asoman con sus dardos insistentes. Si el contenido es ese, ideas
autodestructivas, es menester aclarar su procedencia: si son depresivas o
puramente obsesivas o provienen de otros distritos.
La
ansiedad y los ataques de pánico se definen como una emoción negativa presidida
por miedos y temores anticipatorios y que dan lugar a un cotejo de síntomas
físicos (taquicardia, sudoración, pellizco gástrico, dificultad respiratoria,
temblores) y psicológicos (malos presagios, ideas negras, inquietud interior,
desasosiego). Cuando aparecen las crisis de ansiedad o de pánico, se viven de
forma breve e intensa y emergen tres espectros amenazadores: el temor a la
muerte, a la locura y a perder el control de uno mismo. En estas vivencias a
menudo salta la idea del suicidio.
En
los trastornos de la personalidad, el acordeón de manifestaciones podría quedar
representado así: hipersensibilidad psicológica, tendencia a darle muchas
vueltas en la cabeza a todo (tendencia a obsesionarse), inseguridad, bajo nivel
de autoestima, estar atado a traumas del pasado no resueltos, inestabilidad de
ánimo. En momentos estelares negativos pueden aparecer estas inclinaciones, que
producen una alarma evidente y un temor a no poder dominar la situación.
La
esquizofrenia es uno de los padecimientos más graves en psiquiatría, aunque hoy
contamos con más medios terapéuticos para afrontarla. Aquí el sujeto se sale de
la realidad. Los síntomas principales son alucinaciones auditivas (oír voces
dentro de su cabeza sin que nadie las diga… y a veces estas voces invitan al
suicidio), vivencias delirantes (pensar que le persiguen, que van contra él o
que tiene la sensación de sentirse aludido), comportamientos gravemente
desorganizados y un lenguaje incoherente.
El
denominado trastorno del control de los impulsos se trata de episodios aislados
de dificultad para dominarlos, momentos en los que se puede perder el gobierno
de uno mismo y aparecer tendencias agresivas (hacia sí mismo o hacia los demás:
auto o heteroagresivos) y que tienen un fondo inexplicable: a robar o a
sustraer cosas (cleptomanía), a provocar incendios (piromanía), a jugar de
forma enfermiza ( juego patológico), a arrancarse el pelo (de las pestañas, o a
tener conductas de riesgo que pueden acabar en un suicidio enmascarado
(autocidio), lo que se vive casi como una necesidad o una inclinación inmediata
(tricotilomanía). Aquí entra, también, lo que se ha llamado clásicamente
trastorno mental transitorio y que tiene mucha relación con la psiquiatría y el
derecho penal.
II.
Por acontecimientos negativos de la vida. Pueden darse dos posibilidades. Por
un lado, los macrotraumas, impactos de enorme importancia, que van desde la
muerte de un ser querido en primer grado de forma inesperada y accidental a
dramas servidos en bandeja y de una intensidad extraordinaria. Y, por otro, los
microtraumas, hechos negativos cuya importancia es menor, pero que forman una
constelación de ingredientes diversos, que al final tienen su importancia.
En
el primer caso hablamos de trastornos por estrés postraumático, que pueden ser
definidos de la siguiente manera: una persona ha sido expuesta a
acontecimientos durísimos. En el segundo hablamos de reacciones adaptativas,
que son respuestas de tipo emocional o de conducta a un estrés identificable y
que puede ser de tipo depresivo, ansioso, paranoide, de un gran descontrol o
mixto.
Antes
de terminar, debo subrayar cinco posibles acciones frente a un intento de
suicidio:
1.
Predicción: es necesario saber identificar el riesgo de suicidio. Allí se
pueden observar factores físicos, psicológicos o sociales.
2.
Prevención general: son medidas de salud pública. Detectar personas de alto
riesgo suicida: marginadas, solas, sin ningún tipo de recursos…
3.
Antevención: aquí entra lo que llamamos los psiquiatras el síndrome presuicida:
soledad extraordinaria, profunda depresión, haberlo intentado ya en otras
ocasiones, manifestaciones verbales claras de esa persona de que no quiere
vivir. Son esenciales el psicólogo y el psiquiatra.
4.
Intervención: ya el sujeto ha intentado suicidarse. En el intento no consumado
es importante poner todos los medios para que, una vez que se ha salvado esa
vida, se pueda seguir una terapia integral (farmacológica, psicológica, social
y laboral). Aquí la relación médico-enfermo tiene una enorme resonancia y se
requiere un equipo bien entrenado en estas emergencias tan serias.
5.
Postvención: lo que hay que hacer es calibrar la posibilidad de una repetición
del intento autolesivo. Y después ensayar un tratamiento con el fin de ayudar a
esa persona a que sea capaz de volver a vivir, pero de otra manera.
Lo
mejor para estar de pie en la vida es tener un proyecto de vida con sus grandes
ingredientes dentro: amor, trabajo, cultura y amistad. La psiquiatría es la
rama más humana de la medicina. La que explora y estudia la intimidad. Es
ciencia y arte.
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