Columna JAQUE MATE/ Sergio Sarmiento
Círculo íntimo
Reforma, 27/11/2008;
"La solución de cualquier problema crea problemas nuevos".
Miguel de Unamuno
El círculo íntimo, ese grupo compacto, joven y leal, se ha venido deshaciendo. Germán Martínez Cázares está en el PAN. Gerardo Ruiz Mateos se ha marchado a la Secretaría de Economía. César Nava ha entregado la secretaría particular. Y Juan Camilo Mouriño, el corazón de ese núcleo que acompañó a Felipe Calderón en el largo e incierto camino que lo llevó a la Presidencia, ha muerto trágica e intempestivamente en un avionazo.
De ese grupo de jóvenes guerreros que lograron un triunfo electoral que en un principio parecía imposible, sólo quedan dos al lado del presidente Calderón: Max Cortázar, coordinador de Comunicación Social, y Alejandra Sota, coordinadora de Estrategia y Mensaje Gubernamental.
Un nuevo Presidente tiene dos opciones al crear su equipo de trabajo. Puede recurrir a personajes de probada experiencia y peso político. Éstos dan prestigio y capacidad, pero pueden ser difíciles de controlar. La otra opción es formar un equipo joven, entusiasta y leal nutrido de colaboradores de campaña.
Calderón optó por la fórmula clásica: en el gabinete colocó a hombres y mujeres de experiencia, reconocidos en su campo de actividad, aun cuando no hubiesen sido sus aliados políticos, mientras que en Los Pinos se rodeó de ese equipo de jóvenes colaboradores que pelearon con él las batallas más difíciles de la campaña, cuando nadie le auguraba la posibilidad de llegar a Los Pinos.
Hay siempre excepciones, por supuesto. Martínez Cázares fue enviado al gabinete desde un principio. Él era, sin embargo, el más reconocido miembro del círculo íntimo. El Presidente, por otra parte, necesitaba a alguien de toda su confianza en la Secretaría de la Función Pública. Josefina Vázquez Mota y Javier Lozano, quienes fueron designados secretarios de Educación y del Trabajo, estuvieron en su equipo de campaña, pero eran mayores que los otros miembros del círculo íntimo y tenían ya trayectorias políticas muy definidas (Vázquez Mota había sido secretaria de Desarrollo Social y Lozano, subsecretario y presidente de Cofetel).
El gabinete original de Calderón estaba formado en buena medida por aliados políticos o por funcionarios que tenían ya largas trayectorias y reconocimiento. El secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, había sido gobernador de Jalisco y había destapado a Calderón como posible candidato a la Presidencia de la República, a pesar del enojo del entonces presidente Vicente Fox. El de Hacienda, Agustín Carstens, tenía una de las experiencias más importantes en materia financiera para un mexicano; tanto se le consideraba como posible secretario de Hacienda, que incluso se le había mencionado como posible nombramiento de Andrés Manuel López Obrador. Los demás secretarios estaban en situaciones similares: tenían trayectorias importantes y no habían participado en la campaña de Calderón, aun cuando hubieran podido darle asesoría.
El equipo de Los Pinos era exactamente lo opuesto. Todos eran jóvenes y todos habían apostado por Calderón desde el principio. Si bien eran brillantes, nadie los conocía en el 2006 fuera del círculo más cercano del candidato. Sus características más importantes eran un entusiasmo que a veces lindaba en lo juvenil y una lealtad a toda prueba.
Ya en Los Pinos, Calderón les dio a estos jóvenes enormes responsabilidades. Mouriño se convirtió en el colaborador más cercano del Presidente. La confianza presidencial se reflejaba no sólo en sus responsabilidades normales como jefe de la Oficina de la Presidencia sino también en el hecho de que en actos públicos se le daba una mayor importancia jerárquica que la que se otorgaba a los secretarios de Estado, incluidos los de Gobernación, Defensa o Relaciones Exteriores.
El Presidente, sin embargo, ha desmantelado este equipo íntimo a menos de dos años de haberlo llevado a Los Pinos. La decisión crucial fue, sin duda, la de mandar a Mouriño a la Secretaría de Gobernación. Ruiz Mateos, quien lo reemplazó como jefe de la Oficina de la Presidencia, poco después hizo maletas para irse a la torre de la Condesa que aloja a Economía. Ahora le toca a César Nava.
El Presidente ha movido sus piezas sin dar explicaciones. No tiene por qué hacerlo. Una de las prerrogativas del jefe del Ejecutivo es designar a los miembros de su equipo de trabajo en la Presidencia de la República sin tener que pedir autorización de nadie. Aun cuando algunos cargos del gabinete requieren ratificación del Congreso, ninguno la precisa en Los Pinos.
Luis Felipe Bravo Mena, quien llega a reemplazar a Nava, es un político hábil e inteligente. A lo largo de su vida ha mostrado tenacidad y organización, así como capacidad de negociación con políticos tanto del PAN como de otros partidos. Éstas son virtudes para un secretario particular. Lo que no podrá darle Bravo Mena al Presidente, sin embargo, es esa cercanía que tenía el círculo íntimo hoy desvanecido.
Desesperado
Nelson Vargas ha sido siempre un hombre moderado, pero ayer mostró su rabia a un año y dos meses del secuestro de su hija Silvia. No es posible cuestionarlo. Quien ya lo ha perdido todo, no tiene nada que perder. Es lógico que exija que las autoridades de seguridad y justicia cumplan con su función. Y es imperativo que las autoridades le hagan caso.
Círculo íntimo
Reforma, 27/11/2008;
"La solución de cualquier problema crea problemas nuevos".
Miguel de Unamuno
El círculo íntimo, ese grupo compacto, joven y leal, se ha venido deshaciendo. Germán Martínez Cázares está en el PAN. Gerardo Ruiz Mateos se ha marchado a la Secretaría de Economía. César Nava ha entregado la secretaría particular. Y Juan Camilo Mouriño, el corazón de ese núcleo que acompañó a Felipe Calderón en el largo e incierto camino que lo llevó a la Presidencia, ha muerto trágica e intempestivamente en un avionazo.
De ese grupo de jóvenes guerreros que lograron un triunfo electoral que en un principio parecía imposible, sólo quedan dos al lado del presidente Calderón: Max Cortázar, coordinador de Comunicación Social, y Alejandra Sota, coordinadora de Estrategia y Mensaje Gubernamental.
Un nuevo Presidente tiene dos opciones al crear su equipo de trabajo. Puede recurrir a personajes de probada experiencia y peso político. Éstos dan prestigio y capacidad, pero pueden ser difíciles de controlar. La otra opción es formar un equipo joven, entusiasta y leal nutrido de colaboradores de campaña.
Calderón optó por la fórmula clásica: en el gabinete colocó a hombres y mujeres de experiencia, reconocidos en su campo de actividad, aun cuando no hubiesen sido sus aliados políticos, mientras que en Los Pinos se rodeó de ese equipo de jóvenes colaboradores que pelearon con él las batallas más difíciles de la campaña, cuando nadie le auguraba la posibilidad de llegar a Los Pinos.
Hay siempre excepciones, por supuesto. Martínez Cázares fue enviado al gabinete desde un principio. Él era, sin embargo, el más reconocido miembro del círculo íntimo. El Presidente, por otra parte, necesitaba a alguien de toda su confianza en la Secretaría de la Función Pública. Josefina Vázquez Mota y Javier Lozano, quienes fueron designados secretarios de Educación y del Trabajo, estuvieron en su equipo de campaña, pero eran mayores que los otros miembros del círculo íntimo y tenían ya trayectorias políticas muy definidas (Vázquez Mota había sido secretaria de Desarrollo Social y Lozano, subsecretario y presidente de Cofetel).
El gabinete original de Calderón estaba formado en buena medida por aliados políticos o por funcionarios que tenían ya largas trayectorias y reconocimiento. El secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, había sido gobernador de Jalisco y había destapado a Calderón como posible candidato a la Presidencia de la República, a pesar del enojo del entonces presidente Vicente Fox. El de Hacienda, Agustín Carstens, tenía una de las experiencias más importantes en materia financiera para un mexicano; tanto se le consideraba como posible secretario de Hacienda, que incluso se le había mencionado como posible nombramiento de Andrés Manuel López Obrador. Los demás secretarios estaban en situaciones similares: tenían trayectorias importantes y no habían participado en la campaña de Calderón, aun cuando hubieran podido darle asesoría.
El equipo de Los Pinos era exactamente lo opuesto. Todos eran jóvenes y todos habían apostado por Calderón desde el principio. Si bien eran brillantes, nadie los conocía en el 2006 fuera del círculo más cercano del candidato. Sus características más importantes eran un entusiasmo que a veces lindaba en lo juvenil y una lealtad a toda prueba.
Ya en Los Pinos, Calderón les dio a estos jóvenes enormes responsabilidades. Mouriño se convirtió en el colaborador más cercano del Presidente. La confianza presidencial se reflejaba no sólo en sus responsabilidades normales como jefe de la Oficina de la Presidencia sino también en el hecho de que en actos públicos se le daba una mayor importancia jerárquica que la que se otorgaba a los secretarios de Estado, incluidos los de Gobernación, Defensa o Relaciones Exteriores.
El Presidente, sin embargo, ha desmantelado este equipo íntimo a menos de dos años de haberlo llevado a Los Pinos. La decisión crucial fue, sin duda, la de mandar a Mouriño a la Secretaría de Gobernación. Ruiz Mateos, quien lo reemplazó como jefe de la Oficina de la Presidencia, poco después hizo maletas para irse a la torre de la Condesa que aloja a Economía. Ahora le toca a César Nava.
El Presidente ha movido sus piezas sin dar explicaciones. No tiene por qué hacerlo. Una de las prerrogativas del jefe del Ejecutivo es designar a los miembros de su equipo de trabajo en la Presidencia de la República sin tener que pedir autorización de nadie. Aun cuando algunos cargos del gabinete requieren ratificación del Congreso, ninguno la precisa en Los Pinos.
Luis Felipe Bravo Mena, quien llega a reemplazar a Nava, es un político hábil e inteligente. A lo largo de su vida ha mostrado tenacidad y organización, así como capacidad de negociación con políticos tanto del PAN como de otros partidos. Éstas son virtudes para un secretario particular. Lo que no podrá darle Bravo Mena al Presidente, sin embargo, es esa cercanía que tenía el círculo íntimo hoy desvanecido.
Desesperado
Nelson Vargas ha sido siempre un hombre moderado, pero ayer mostró su rabia a un año y dos meses del secuestro de su hija Silvia. No es posible cuestionarlo. Quien ya lo ha perdido todo, no tiene nada que perder. Es lógico que exija que las autoridades de seguridad y justicia cumplan con su función. Y es imperativo que las autoridades le hagan caso.
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