Dicen en algunas columnas que eso no gusto al gobierno..
¡Coincidimos esta vez con Norberto!, es evidente que decidió seguir los pasos de Francisco en este tema..esperemos que lo haga en lo demás (la forma modesta de vivir).
Este domingo siete de septiembre el eminentísimo cardenal Norberto Rivera Carrera pidió por la paz en Irak siguiendo los dichos del papa Francisco.
De hecho oficio un servicio religioso especial en el Santuario Nuestra Señora de Guadalupe, a la que asistieron como invitados especiales integrantes del Consejo Interreligioso de México, conformado por representantes de las principales religiones de nuestro país; asistió esta vez Sayedna Antonio Chedraoui, de la Iglesia Ortodoxa de Antioquía, y Su
gracia Alejo Antonio, de la Iglesia Ortodoxa de América.
Dijo a los medios, el también Primado de la Ciudad de México: “no pueden callar ante una tragedia que no se trata de cifras, sino de personas concretas, mujeres, niños ancianos, que sufren una cruenta persecución, que han sido arrojados de sus hogares, que viven con miedo sin que nadie haga algo por ellos, y que, pese a todo, son fieles a su fe cristiana, no se avergüenzan del nombre de Cristo, prefieren perder sus bienes, su propia vida, antes que renunciar a quien es su vida, Cristo, Jesús, el Señor”.
Y pidió a os fieles les pidió no permanecer indiferentes
ante esta tragedia, pues “son miles de cristianos los que, a causa de su fe en
Jesucristo, han sido desterrados de su pueblos, privados de sus bienes y
amenazados con ser asesinados; se cuentan ya por cientos los que han sido
brutalmente asesinados, y miles viven bajo la amenaza de perder la vida si no
renuncian a su fe en Jesucristo y abrazan el islam”.Dijo a los medios, el también Primado de la Ciudad de México: “no pueden callar ante una tragedia que no se trata de cifras, sino de personas concretas, mujeres, niños ancianos, que sufren una cruenta persecución, que han sido arrojados de sus hogares, que viven con miedo sin que nadie haga algo por ellos, y que, pese a todo, son fieles a su fe cristiana, no se avergüenzan del nombre de Cristo, prefieren perder sus bienes, su propia vida, antes que renunciar a quien es su vida, Cristo, Jesús, el Señor”.
Leamos la homilía completa Pronunciada por el Cardenal Norberto Rivera C., Arzobispo Primado de
México.
Domingo,
07 de septiembre de 2014 11:00 horas
Arzobispo
de México, Cadenal Norberto Rivera Carrera
-Hermanos,
no podemos permanecer indiferentes ante la tragedia de los cristianos
perseguidos por grupos extremistas islámicos en Irak. Son miles de cristianos
los que, a causa de su fe en Jesucristo, han sido desterrados de su pueblos,
privados de sus bienes y amenazados con ser asesinados
Este
día, he querido peregrinar, a nombre de la Arquidiócesis de México, a los pies
de Nuestra Señora de Guadalupe, Reina de la Paz, para unirme a la apremiante
súplica del Papa Francisco, de orar por todos los cristianos que sufren
persecución en el mundo, especialmente, por la tragedia de nuestros hermanos en
la fe del pueblo de Irak.
La
Iglesia –nos enseña san Pablo–, es el cuerpo místico de Cristo; si un miembro
sufre, todo el cuerpo sufre. En la Iglesia de Jesucristo, todos formamos una
comunidad de fe vivificada por el Espíritu Santo, de tal manera que ningún
hermano nos puede ser indiferente; y no se trata de una simple solidaridad o
compasión humanas, sino de una comunión profunda que trasciende los lazos
afectivos y culturales; es una comunión sobrenatural de fe y amor; es Cristo
cabeza quien une a todos los miembros de la Iglesia, nos hermana en la fe, cuyo
vínculo es aún más fuerte que el de la carne y la sangre.
Hermanos,
no podemos permanecer indiferentes ante la tragedia de los cristianos perseguidos
por grupos extremistas islámicos en Irak. Son miles de cristianos los que, a
causa de su fe en Jesucristo, han sido desterrados de su pueblos, privados de
sus bienes y amenazados con ser asesinados; se cuentan ya por cientos los que
han sido brutalmente asesinados, y miles viven bajo la amenaza de perder la
vida si no renuncian a su fe en Jesucristo y abrazan el islam. El dolor se hace
aún más profundo cuando comprendemos que estos pueblos cristianos han estado
ahí desde el inicio del cristianismo; habían sobrevivido por casi dos mil años
a un sinfín de conflictos y persecuciones, pero hoy, ya no existen más.
Un
servidor quedó profundamente impresionado al leer la carta que el Obispo de
Mosul (una antiquísima ciudad cristiana), le escribió al Papa Francisco para
informarle crudamente: “Santidad, le escribo para decirle que mi diócesis no
existe más”.
¿Y
qué hace Occidente ante esta tragedia? Afortunadamente ha roto el silencio; ya
diez países se han comprometido a actuar; no se puede abandonar a tantos
hombres, mujeres, ancianos y niños a merced de la crueldad de grupos fanáticos
que, después de erradicar a los cristianos en sus territorios, se volverán
contra los que ahora enmudecen y consienten estos crímenes de odio. Cuanto nos
alegraría una posición clara de México
ante estos horrendos crímenes de lesa humanidad, la voz de México debería
hacerse oír sin ambigüedades y sin tibieza, ante una tragedia que no admite
silencios ni demoras.
Y
nosotros los católicos, ¿qué debemos hacer?, ¿cómo sentir en carne propia la
tragedia de nuestros hermanos en la fe? Para estremecernos, basta leer la carta
que el P. Behnam Benoka escribió también hace unos días al Papa: “... Soy
sacerdote de Bartella, una pequeña ciudad cristiana cerca de Mosul. Soy
Vicerrector del Seminario católico de Ankawa. Pero hoy me encuentro en una casa
de campaña que hemos levantado con un equipo de médicos y voluntarios para dar
asistencia a nuestros hermanos refugiados por la persecución. Santidad, la
situación de sus ovejas es lamentable, mueren y tienen hambre; sus pequeños
tienen miedo y no pueden más. Nosotros, sacerdotes, religiosos y religiosas,
somos pocos y tememos no poder responder a las exigencias física y psíquicas de
sus y nuestros hijos. Le escribo con mis lágrimas –continúa la carta– porque
aquí estamos en un valle oscuro en medio de una gran manada de lobos feroces.
Santidad, tengo miedo de perder a sus pequeños, sobre todo a los recién
nacidos, que cada día se cansan y debilitan más; temo que la muerte se lleve a
algunos. Quisiera darle muchas gracias, es más, muchísimas porque nos lleva
siempre en su corazón; métanos en el altar donde celebra la Misa para que Dios
cancele nuestros pecados y tenga misericordia de nosotros, y quizá aparte de
nosotros este cáliz”.
Las
lecturas de hoy nos piden asumir una responsabilidad frente a los malvados:
denunciar su proceder perverso y sus malas obras, si callamos –nos dice la
Escritura–, Dios nos pedirá cuentas del silencio cómplice.
La
comunidad internacional tiene el deber de frenar a los agresores, como
claramente lo ha señalado el Papa Francisco. Los medios de comunicación no
pueden callar ante una tragedia que, como bien dijo el Card. Filone, enviado
especial del Papa a Irak, no se trata de cifras, sino de personas concretas,
mujeres, niños ancianos, que sufren una cruenta persecución, que han sido
arrojados de sus hogares, que viven con miedo sin que nadie haga algo por
ellos, y que, pese a todo, son fieles a su fe cristiana, no se avergüenzan del
nombre de Cristo, prefieren perder sus bienes, su propia vida, antes que
renunciar a quien es su vida, Cristo, Jesús, el Señor.
Los
cristianos perseguidos son los nuevos mártires, son un ejemplo vivo y
estremecedor de fe, a los que no podemos abandonar, pues son nuestros hermanos;
con ellos –como dice san Pablo en la Segunda Lectura–, tenemos una deuda, la
del amor. En primer lugar, oremos por ellos; que sepan que no están solos, que
sostenemos su testimonio valiente y su martirio heroico con nuestra oración. En
la Catedral lo venimos haciendo cada domingo, y pido que todas las parroquias
de la Arquidiócesis de México se sumen a la oración por nuestros hermanos
perseguidos.
Hoy
quiero poner, bajo el amparo de Nuestra Señora de Guadalupe, a sus hijos que
sufren persecución en Irak. A María la invocamos como “Madre Misericordiosa”,
“Consuelo de los afligidos” y “Auxilio de los cristianos”; pues bien, a sus
pies ponemos a nuestros hermanos perseguidos, para que se muestre con ellos
siempre Madre, para que los proteja y los consuele, para que los fortalezca en
la fidelidad a su Hijo, para que la sangre derramada de tantos inocentes sea
fecunda en la santificación de la Iglesia y se convierta en semilla de nuevos
cristianos.
Desde esta Basílica y desde
todo México los Cristianos de las mas diversas confesiones nos unimos al Papa
Francisco en su cercanía con los Cristianos perseguidos, especialmente en Irak
a quienes les dijo el miércoles pasado: “Ustedes están en el corazón de la
Iglesia, la Iglesia sufre con ustedes y está orgullosa de ustedes. Ustedes son
la Fortaleza y el testimonio concreto y auténtico de su mensaje de salvación,
de perdón y de amor.”
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