Vientos
de cambio/Julio María Sanguinetti es abogado y periodista y fue presidente de Uruguay (1985-1990 y 1994-2000)
El
País | 7 de septiembre
Hace
seis meses, difícilmente se podía pensar que la presidenta de Brasil tuviera
riesgo de perder la elección. Lo mismo el expresidente uruguayo Tabaré Vázquez,
que parecía continuar sin dificultades el promocionado Gobierno de Mujica. Si
añadimos que en Argentina la elección es una incógnita, aunque con aparente
mayoría opositora, nos encontramos con que el viento vira en el sur de América.
No
cabe darle a este aire renovado un sesgo ideológico. En Chile el cambio ya
ocurrió y pasó de centro derecha a centro izquierda. En los otros, los signos
no son tan claros. En Argentina se vive el ocaso de la hegemonía kirchnerista,
pero bien puede seguir gobernando el incombustible peronismo, extraño camaleón que
cambia de piel y sobrevive a huracanes y guerras civiles. En Brasil, no hay
opción hacia la derecha, sino más bien hacia un centro muy moderado o la
izquierda, mientras que en Uruguay los partidos tradicionales, con matices,
reflejan las variantes del liberalismo, desde corrientes conservadoras a la
inglesa a socialdemócratas prudentes.
¿Qué
está pasando, entonces, cuando el crecimiento económico, desde hace una década,
ha sido formidable y se registra una cierta baja de la pobreza?
Es
verdad que las economías se han expandido al impulso de una bonanza exportadora
producida por los altos precios de commodities, minerales o agrícolas,
resultantes de la fuerte demanda asiática. No por ello la ciudadanía agradece.
Primero, porque tiene claro que las mieles vinieron de afuera, y segundo,
porque ya el panorama no es tan rosado: la dinámica expansiva ha detenido su
velocidad y, si bien no se vislumbra una crisis, los tiempos serán más de rigor
que de distribución.
La
respuesta esta vez parece surgir de la política misma.
En
Argentina, el kirchnerismo se ha agotado por su arbitrariedad, su voluntarismo
y sus fantásticos escándalos administrativos. No se resiste más la retórica
grandilocuente de la señora presidenta, envuelta siempre en banderas
nacionalistas, en pugna con los enemigos exteriores que se conjuran para dañar
a Argentina… Es cierto que un tercio del país está siempre pronto para recibir
ese mensaje, como pasa ahora con una estrategia de choque en la deuda externa,
que lleva la economía al default pero ubica al Gobierno en una lucha heroica
contra los malqueridos especuladores internacionales. El resto de la opinión,
sin embargo, advierte que se han malbaratado los beneficios de los grandes
precios de exportación, desfondando las finanzas públicas sin mejorar la
infraestructura, la educación y el acceso a la energía (pese a sus enormes
recursos naturales).
En
Brasil, la muerte de Eduardo Campos, candidato socialista que venía tercero en
las encuestas, ha producido una ola emocional con fuerza de tsunami. La segunda
de su fórmula, la ecologista Marina Silva, sustituye al fallecido y de un día
para otro lleva su aprobación del 8%-10% al 20%-22%. Con esto se asegura que
habrá segunda vuelta y que hay posibilidades para la oposición. ¿Por qué este
cambio? Ante todo porque Marina Silva es conocida y se le reconoce honradez en
lo personal tanto como en su defensa del ambiente. Frente a un PT desgastado
por los escándalos, es un aire fresco. Naturalmente, Lula mantiene su
popularidad y ha entrado ya en el escenario, pero todo es posible por estos
días. Y falta bien poco.
En
Uruguay, Vázquez lideraba cómodamente las encuestas hace seis meses, pero bastó
que se iniciara la campaña para que todo comenzara a cambiar. Apareció un
reclamo de juventud. En el propio Frente Amplio, hoy en el Gobierno, en la
elección interna salió triunfante el joven Raúl Sendic, hijo del fundador del
movimiento tupamaro, predominando sobre la senadora Topolanski, esposa de
Mujica y ganando así la candidatura a la vicepresidencia. En el Partido
Nacional, inesperadamente se produjo una contundente victoria de Luis Lacalle
Pou, hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle, quien con una campaña juvenil
y positiva configuró rápidamente una oleada de moda. En el Partido Colorado ya
se había producido ese cambio hacia la nueva generación con Pedro Bordaberry,
quien pese a cargar con la pesada mochila de ser hijo de quien ejerció la
dictadura, es reconocido como un candidato solvente. Hoy la opinión ha cambiado
y los desgastes del Gobierno comienzan en la imagen de un candidato sin brío
frente a los más jóvenes.
La
variable política, entonces, luce dominante. Hay un fuerte rechazo a los
episodios de corrupción administrativa, fatiga de viejas retóricas de una
izquierda reiterativa y una voluntad de cambio asociada también a un viraje de
los vientos del mundo. Se empieza a advertir, además, en los tres países en
campaña electoral, que la bonanza de esta década no ha servido para mejorar la
educación y modernizar la economía, apenas para mejorar salarios que dieron
alivio momentáneo pero que hoy ya no se ven suficientes.
Una
vez más queda claro que en este mundo de redes sociales y comunicación en
tiempo real los cambios pueden irrumpir tan inesperadamente como las tormentas
de verano..
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