Matar
al mensajero/Ahmed Rashid, es periodista y escritor.
Publicado en El
Mundo |8 de septiembre de 2014
Matar
al mensajero era una vieja manera que tenían los reyes de librarse de su
frustración por una derrota o un fracaso político. ¿Pero qué ocurre si el
mensajero ya no hace falta y la prensa en su sentido tradicional es una
reliquia del pasado? Ésa es ahora mismo la situación que se da con el IS.
Cuando Osama bin Laden quería enviar un mensaje convocaba a un periodista
occidental o a una televisión, y antes del 11 de septiembre incluso daba
conferencias de prensa. Su disponibilidad para los medios era una presencia
física. La gente creía lo que decía porque lo decía delante de periodistas con
credibilidad.
Cuando
Abu Bakr al Baghdadi, el líder del IS, quiere enviar un mensaje, lo hace a
través de un montón de redes sociales, de forma que a las autoridades de todo
el mundo les resulte imposible eliminar ese mensaje. Las redes sociales son la
nueva forma de comunicarse tanto para los hombres de negocios como para los
terroristas, y no hay necesidad de mostrar tu presencia física para convencer a
la audiencia de que eres real. El mensaje se basta por sí mismo. Baghdadi ha
llevado mucho más allá el arte de matar al mensajero. Para él, los periodistas
(los mensajeros hacia el mundo exterior) ahora son únicamente intrusos a
quienes se debe encarcelar, torturar, eliminar o utilizarlos como piezas del
ajedrez político para lanzar amenazas a Estados Unidos o Gran Bretaña.
Por
tanto, la trágica decapitación de los periodistas estadounidenses James Foley y
Steven Sotloff es parte del repulsivo nuevo juego político que ya intentó
brevemente Al Qaeda en 2001 cuando cortó la cabeza de Daniel Pearl pero que ahora
el IS aplica de forma sistemática. Matar a periodistas ha sido el mensaje del
que se ha servido el IS para que los gobiernos occidentales tomen nota.
De
aquí en adelante, a ningún periodista se le permitirá ver la cara a Baghdadi,
ni visitar sus campamentos, ni comprobar cómo gobierna su nuevo Estado califal.
No tendremos noticias, información ni comprensión cabal con las cuales podamos
convencer a los potenciales jóvenes reclutas del terrorífico país que está
creando el IS. Será el propio Baghdadi, a través de las redes sociales, quien
dominará las noticias cuando quiera hacerlo. Nosotros, los periodistas, ya no
podremos hacerlo. No habrá exclusivas sobre el IS y tendremos muy poca
información real. Pensemos que todavía no sabemos a ciencia cierta quién está
dirigiendo sus centros de mando político y militar.
Cuando
pienso en los años posteriores a 1993, en los que anduve con los talibán en
Afganistán (ellos eran el horror de aquella época), conociendo su forma de
pensar, de gobernar y de tratar a la gente; lo que pensaban en materia
geopolítica, su estrategia y sus tácticas militares; e informando a otros a
través de mis libros de lo que había descubierto, me parece que se trataba de
una era diferente.
Los
talibán se portaban bien, eran educados, no eran muy comunicativos pero no te
torturaban ni te colgaban cabeza abajo, y te permitían (con muchas
restricciones y sin permitir que les hicieras fotos) escribir sobre lo que
veías. Ahora sé que ningún periodista objetivo podrá hacer lo mismo con el IS.
Nunca conoceremos de verdad su historia interna ni los niveles de apoyo con los
que cuenta, salvo por informaciones de segunda mano.
La
ironía es que el IS ha copiado buena parte de la estrategia y las tácticas
militares de los talibán, lo que me lleva a la convicción de que debe de haber
talibán afganos o paquistaníes trabajando en el brazo militar del Estado
Islámico. Tácticas como los atentados con vehículos, golpear simultáneamente
múltiples objetivos, pasar de la derrota en un frente a la victoria en otro,
los atentados suicidas y los ataques frontales están sacadas del manual talibán
de los años 90.
Los
extremistas islámicos están utilizando la última tecnología, una brillante
campaña de manipulación, el terror y las decapitaciones para asegurarse de que ningún
periodista en el futuro tenga agallas suficientes para siquiera aproximarse a
un campamento del IS. Lo que más temo de todo ahora es que los partidarios del
IS en todo el mundo y desde luego en Oriente Próximo, van a secuestrar
periodistas y a llevarlos ante Baghdadi para que éste los ejecute cuando tenga
necesidad de enviar otro mensaje a alguien. En las prisiones de Baghdadi se van
a amontonar los periodistas y los cooperantes, que serán utilizados como piezas
en el tablero. Y el verdadero peligro es que ya nadie puede protegernos.
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