Revista
Proceso
# 2018, 4 de julio de 2015
Cremoux:
ignorancia, censura y represión/Ernesto Villanueva
Día
con día surgen nuevas acusaciones contra el señor Raúl Cremoux, director del
Canal 22, televisora pública que festeja sus 22 años sumido en la mayor crisis
que un medio con cargo al erario haya vivido en el país. Veamos.
Primero.
Durante décadas los términos “medio público”, “medio de Estado” o “medio del
gobierno” eran sinónimos y padecían una crisis de identidad, sujetos a las
buenas o malas iniciativas de los directores de esos medios y buscando, en el
mejor de los casos, hacer de lo importante algo interesante.
Ahora
hay un referente legal que le da pautas de comportamiento a los denominados
medios públicos. El artículo 86 de la Ley Federal de Telecomunicaciones y
Radiodifusión los define: a) Independencia editorial, b) pluralidad de puntos
de vista; c) defensa de los contenidos editoriales, d) autonomía de gestión
financiera, e) garantías de participación ciudadana y e) reglas claras para la
transparencia y rendición de cuentas.
En
México, que no es un Estado de derecho, estas características se empiezan a
observar en los medios públicos poco a poco. Enriqueta Cabrera, directora del
Canal 11, ha mantenido e incrementado los segmentos en su barra programática
donde se ejercen el principio de pluralidad y la libertad de expresión. Carlos
Lara Sumano, director del Instituto Mexicano de la Radio (Imer), va más allá
que el 11 y ha mantenido mecanismos amplios de participación ciudadana, tanto
en el acceso de la sociedad para proponer programas como en su área de
programación. Alejandro Ramos, director de Notimex, ha hecho cumplir
prácticamente los cinco puntos que caracterizan a un medio público. Antonio
Tenorio, director de Radio Educación, el más emblemático de estos medios
porque, de facto, ya lo era desde tiempo atrás, ha tenido la sensibilidad política
y la inteligencia que le ha permitido coexistir con una comunidad empoderada y
exigente.
Segundo.
El Canal 22 no cumple con ninguno de los rasgos definitorios a que obliga el
artículo 86 de la ya citada ley; antes bien, sucede todo lo contrario. Se puede
observar cómo el señor Cremoux ha saltado a la palestra como represor, censor,
autoritario e ignorante, según se desprende de las cartas públicas de cada vez
más periodistas de la televisora, en las que acusan de censura y acoso laboral
a su director. Ahí está la carta firmada por un número creciente de miembros de
la comunidad intelectual y artística que apoya las denuncias de estos
periodistas y la inminente batalla legal que se va a emprender contra aquél por
varios presuntos delitos e ilícitos.
Esto
último no hará sino tensar más la situación del 22. En este rubro, el director
tiene un historial de juicios perdidos: por ejemplo, el amparo que se promovió
contra la Asamblea Legislativa del Distrito Federal el 5 de marzo de 2009 y que
obra en el expediente judicial 278/2009, donde se señala que “se desecha de
plano la demanda de garantías”. La vida del señor Cremoux indica que es de
mentiras y simulación. Él afirma que es licenciado en comunicación, lo que
puede falso porque no hay datos de su cédula profesional. Cremoux sostiene que
cuenta con un posgrado en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas (Ecole
Pratique des Hautes Etudes), París. Pero al verificar este dato, la institución
reporta que no se ha otorgado grado académico alguno al señor Cremoux.
El
director del 22 aduce también que sus obras son libros de texto en la UNAM y en
la UAM. Al revisar el dato, ninguno de los programas de estudio de licenciatura
tiene como libro de texto obra alguna de este conspicuo personaje.
Tercero.
Por si lo anterior no fuera suficiente, Cremoux es el único titular de los
medios públicos que se ha convertido en pluma lisonjera del gobierno de Peña
Nieto en sus colaboraciones en El Financiero. He aquí un botón de muestra de su
servilismo. Al referirse a las reformas del Pacto por México, sostiene: “Todos,
sin excepción, elogian la habilidad, el tesón y la aguda inteligencia de
Enrique Peña. ¿Podemos regatearle méritos? Lo cierto, lo imposible de negar, es
que hoy en México vivimos una gigantesca mutación donde tenemos que aprender a
adaptarnos al mundo de hoy, aprender a cambiar de ideas, de oficio, objetivos y
también de sociedad. Eso es ganar el porvenir. Hagamos nuestras las reformas”
(http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/congruencia-singular-de-enrique-pena.html).
¿Cómo
puede un personaje de este talante garantizar la mínima independencia
editorial? La estrategia seguida contra casi todos los periodistas,
conductores, camarógrafos y directivos del área de noticias del 22 da cuenta de
que podría haber un problema psiquiátrico de por medio. Por eso estoy
convencido de que los altos funcionarios del Estado mexicano deben pasar por un
examen médico, físico y mental, de idoneidad para el cargo; además, por su
puesto, de que cumplan con el perfil del puesto.
La
conductora estrella del 22, Laura Barrera, a quien le tengo un gran respeto por
su profesionalismo y talento, se ha situado en un complicado punto medio, que
habría que respetar sin descalificarla por su legítima postura. Han llegado a
mi correo electrónico acusaciones sobre el quehacer del ¿todavía? director de
noticias, Juan Jacinto Silva, a quien también reconozco no sólo su calidad
profesional y entrega al trabajo, sino su alta calidad humana. Salvo prueba en
contrario, Juan Jacinto es una víctima del señor Cremoux, paradójicamente, por
observar la ley. Por lo pronto, como diría Goethe: “No hay nada más espantoso
que la ignorancia activa” del director del 22, cuya desaseada conducta debe ser
objeto de una escrupulosa investigación, además de que le sea solicitada su
renuncia a la dirección de la televisora, cargo que jamás debió ocupar.
El
nombramiento de Cremoux en el 22 es, guardadas las proporciones, como el de
Incitatus, el caballo pura sangre que Calígula designó cónsul de Roma. Ver para
creer.
@evillanuevamx
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