VATICAN INSIDER, 7/
4/2015
Si
el Papa dice que no existen líderes de por vida en la Iglesia
ANDREA
TORNIELLI
En
julio de 2013, de regreso de Río de Janeiro, Papa Francisco dijo, durante su
conversación con los periodistas, estas palabras sobre su predecesor Benedicto
XVI: “Cuando él renunció, para mí fue un ejemplo… ¡un grande!”. En agosto de
2014, durante el vuelo de regreso de Corea del Sur, añadió: “Creo que el Papa
emérito no es una excepción… Yo creo que el Papa emérito es ya una institución.
Usted podrá decirme: ‘¿Y si un día usted ya no querrá seguir adelante?’ ¡Haría
lo mismo, haría lo mismo! Rezaré mucho, pero haría lo mismo”.
Ayer,
Papa Bergoglio explicó que conviene que todos los servicios en la Iglesia
“tengan una caducidad”, y que “no hay líderes de por vida”, porque “el único
insustituible en la Iglesia es el Espíritu Santo y el único Señor es
Jesucristo”. Habló, en general, sobre los ministerios en la Iglesia y, en
particular, sobre los líderes laicos, recordando que lo que cuenta no son las
capacidades ni los esfuerzos de los hombres, sus habilidades o sus
protagonismos, sino más bien su capacidad para saberse descentrar de sí mismos
para ver y confiar en la verdadera “roca”, que es “el único Señor”.
Habló
como obispo: los obispos tienen la obligación de presentar su renuncia a los 75
años. Habló como jesuita: el encargo de prepósito general no tiene caducidad,
pero el penúltimo “papa negro”, Peter Hans Kolvenbach, renunció. Y habló
también como Pontífice, sucesor del primer Papa en la historia de la iglesia
que renunció por motivos de edad y rompió un tabú con una decisión difícil,
ante la que se habían detenido, después de haber reflexionado, Pablo VI y Juan
Pablo II, Juan XXIII y Pío XII.
Aunque
sus palabras se referían en particular a los líderes laicos de los movimientos
y de las asociaciones, es evidente que Francisco no excluye la posibilidad de
seguir las huellas de Benedicto, en el caso de que se diera cuenta de ya no ser
capaz de desempeñar un servicio cuyos compromisos y actividades se han
multiplicado durante el último siglo, y que ahora incluye también las fatigas
de los viajes internacionales.
Bergoglio,
cuando todavía era cardenal en Buenos Aires, decidió retirarse a una casa de
reposo para sacerdotes cuando dejó la guía de la diócesis. Después llegó el
cónclave y tuvo que cambiar sus planes. Lo que no se puede deducir de sus
palabras es la decisión de una renuncia programada, ni mucho menos la hipótesis
de introducir un papado a tiempo determinado. Si, como Ratringer, sintiera no
poder más, “después de haber rezado mucho”, podría tomar una decisión
semejante. Una posibilidad, no una decisión ya tomada. Mientras tanto, mañana
Francisco parte para su tercer viaje internacional de 2015 (después de Sri
Lanka, Filipinas y Bosnia-Herzegovina), que lo llevará a Ecuador, Bolivia y
Paraguay. Un viaje intenso, durante el que enfrentará la altitud de La Paz
(3640 metros). En septiembre viajará a Cuba y a los Estados Unidos. En
noviembre, después del Sínodo y antes de abrir el Jubileo, volará a África. No
parece la agenda de un Papa que “ya no puede”.
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