Revista
Proceso
# 2018, 4 de julio de 2015
Carta
abierta a los padres de Ayotzinapa/JAVIER SICILIA
Queridos
padres:
Hace
nueve meses, el 26 de septiembre de 2014, vieron, con la esperanza y la alegría
de cualquier padre, partir a sus hijos a sus tareas diarias. Hace cuatro años,
el 27 de marzo de 2011, a 200 kilómetros de Ayotzinapa, yo también vi partir al
mío y a sus amigos. Ni los suyos ni los míos volvieron. A mis muchachos los
secuestraron, los torturaron y los asesinaron con la vileza con la que desde
hace muchos años se asesina en este país. A los suyos, los desaparecieron y,
con la crueldad y el cinismo que desde hace muchos años el Estado y sus
partidocracias estilan ante el horror, construyeron una absurda verdad
histórica que no aceptamos, porque no aceptaremos nunca que se asesine ni se
desaparezca a nadie. Aceptarlo sería aceptar un totalitarismo de nuevo cuño
donde el poder del Estado y el dinero de los grandes capitales del crimen
transforman el país en un rastro humano de altos rendimientos económicos. Por
eso salimos a la calle. Por eso señalamos al Estado como el responsable supremo
de este espanto. Por eso recorrimos el país y el extranjero. Por eso sentamos a
los poderes en una mesa. Por eso llamamos al boicot electoral.
La
desaparición de sus hijos es en sí misma espantosa. No voy a hablar aquí de ese
dolor inmenso e inabarcable que llevamos en nuestra carne, que no tiene
palabras, que hemos compartido en nuestros abrazos y nuestro llanto, que nos
excava diariamente haciéndonos sentir, en medio de nuestra lucha por la justicia,
baldados del alma, seres que traen la muerte y la ausencia consigo. Quiero
hablar de otra cosa que, en sustancia, tiene que ver con eso, y que a nueve
meses de la tragedia puedo, en mi condición de víctima, decir.
Ustedes,
queridos padres, son desde hace nueve meses la punta del iceberg no sólo de
este infierno que no termina, sino de la criminalidad de un Estado y sus
partidocracias que en su proyecto inhumano continúan reproduciéndolo y
administrándolo. Son, por lo mismo, la punta de la flecha que debe convocar
nuevamente a todas las víctimas del país y, a través de ellas, a la creación de
un Frente o Comité de Refundación Nacional que, creando una mínima agenda,
pueda devolvernos no sólo a todos los desaparecidos, sino, junto con ellos, a
la justicia y la democracia que han asesinado en nuestros hijos.
No
se encierren en sí mismos. Es lo que quieren el Estado y los criminales. Saben
que allí radica su debilidad y la posibilidad del olvido al que nos quieren
arrastrar a todos para reinar en un mundo de miedo y de muerte. Su tarea es
inmensa: llamar a la refundación nacional.
Desde
mi dolor, que es el suyo y el del país, los abrazo, y abrazo a sus hijos
siempre.
Además
opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés; detener la guerra; liberar
a José Manuel Mireles, a sus autodefensas, a Nestora Salgado, a Mario Luna y a
todos los presos políticos; hacer justicia a las víctimas de la violencia;
juzgar a gobernadores y funcionarios criminales; boicotear las elecciones, y
devolverle su programa a Carmen Aristegui.
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