EN
DEFENSA DE CARMEN SALINAS/José
Crespo
En
días recientes, un grupo de ciudadanos recaudó cerca de 124 mil firmas
electrónicas para exigir la destitución de la diputada federal por el PRI, la
comediante Carmen Salinas. El caso no se parece a la exigencia de retirar el
registro al Partido Verde, porque en tal caso ese partido claramente había
incurrido en las causales que justifican la eliminación de su registro, por más
que el INE —un auténtico elefante blanco— se haya sacado de la manga
inverosímiles argumentos para mantenerlo. En cambio con Salinas no hay sustento
legal para deponerla. Cumple con los requisitos para ser votada como
legisladora, el PRI tiene todo el derecho de haberla postulado como candidata
plurinominal —lo hizo para jalar votos—, y los electores que votaron por ese
partido implícitamente lo hicieron también por la comediante. Nada que objetar
jurídicamente.
Nadie forzó a los electores a votar por tal o cual partido (quizá
les compraron su voto, pero eso también es voluntario, aunque ilícito). Quien
voluntaria y conscientemente vota por un partido, lo hace en automático por sus
candidatos plurinominales. Deben atenerse a las consecuencias de su decisión
(no ocurrió así con los pocos que votaron por un independiente; 0.56% en la
federal, pues ahí no hay lista de pluris). No es el PRI el único partido que ha
postulado figuras públicas. Y lo hacen no por la experiencia o preparación que
tengan —que suele ser escasa o inexistente— sino porque cuantiosos ciudadanos
votan por la popularidad del personaje; los partidos conocen de la ignorancia,
desinformación e indolencia política de muchos —muchísimos— ciudadanos, y la
aprovechan en su beneficio. Y por eso en el PRI planearon la boda de Enrique
Peña Nieto con la popular Gaviota, actriz de telenovelas. Ahí está también
Cuauhtémoc Blanco como alcalde de Cuernavaca. Políticamente absurdo. Y el
popular cómico Héctor Suárez ayudó a Encuentro Social a obtener su registro…
aunque ese partido se perfile para ser satélite del PRI. La culpa no es pues
del candidato o partido en cuestión, sino de quienes por ellos votan.
Y
por otro lado, el problema está en la ley, que justo permite que los partidos
decidan el orden de candidatos en las listas plurinominales (listas cerradas).
Lo que podría y debería hacerse no es eliminar los plurinominales, sino queremos
reducir drásticamente el pluralismo, como lo sugiere la elección de este año,
que castigó a los grandes y premió a los chicos (aunque no entiendo qué les
premiaron). La presión debiera orientarse a cambiar la ley a favor de listas
abiertas, en que el ciudadano elija el orden de los candidatos ganadores. Y
también incluir la revocación de mandato legislativa, cuando haya elementos
para ello (termina la impunidad política). Pero sin presión ciudadana, los
partidos no responden (a veces, ni ella).
Es
probable que con listas abiertas Carmen Salinas no sería legisladora… o quizá
sí, porque la popularidad televisiva o deportiva es un criterio más importante
para muchos que la preparación o la experiencia política. Como sociedad nos la
merecemos, y a Blanco, y a muchos otros malos legisladores, alcaldes y
gobernantes. Por ellos votamos (directa o indirectamente). También nos
merecemos a los partidos —incluido el Verde— que se aprovechan de nuestra
tolerancia y docilidad política expresada en las urnas (aunque luego
despotriquemos contra ellos en las encuestas, que poco efecto político tienen).
Profesor
del CIDE.
www.trilogiadelaconquista.com
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