Revista
Proceso
# 2029, 20 de septiembre de 2015.
"Laco"/Óscar
Oliva.
TUXTLA
GUTIÉRREZ, CHIS.- Yo quisiera, por un rato, que estuviéramos todos juntos
alrededor de la mesa que compartimos tantas veces, pero sé que esto ya no es
posible, cuando hay una silla vacía para siempre.
Laco,
antes de comenzar su libro de cuentos, Benzulul, allá por 1957, ya tenía
concebido el gran proyecto de su obra
literaria, que le llevaría toda la vida. Para eso tenía la fortaleza física,
intelectual y emocional para ir enfrentándose a ella, acompañado de Cervantes,
Gogol, Quevedo, César Vallejo, Benito Pérez Galdós, Juan Rulfo, y la literatura
oral de tantas edades de Chiapas.
Laco
comenzó a hacer muchos trazos en distintos cuadernos cuadriculados, a dejar
palabras en pergaminos ya habitados con pinturas y dibujos extraños, a planear
viajes que lo llevarían a otros mundos con otros idiomas y costumbres. Laco
estaba dispuesto a averiguar otros ríos que no fueran el Leteo ni el
Usumacinta.
Su
literatura sería construida en las nacientes armas milagrosas de la Revolución
Cubana, en las puertas donde nació un potro, en el tren transiberiano, en la
fría península de Kamchatka de Leopoldo Lugones, en los Diez días que
estremecieron el mundo, de John Reed, su hermano.
Laco
vio cómo los árboles del Huitepec, al mecerse, crecían un poco más.
A
veces no podía aguantarle el paso. Aprisa, hermano, me gritaba en la noche
cerrada de san Juan de la Cruz, ya va a aparecer el coyotaje en la Loma del
Venado, ya Tuxtla va a desaparecer, me seguía apurando.
Luego
volvíamos a los poemas de Nazim Hikmet, a su duro oficio de exilio, y
acabábamos llorando.
Yo
iba más lento. Si no llegábamos a tiempo, nos perderíamos tantas cosas. Yo creo
que tú las ganaste.
Laco,
ya no podré enseñarte lo último que estoy escribiendo. Pero sé que te dará
gusto que cada vez más me estoy convirtiendo simplemente en un compilador, en
alguien que nada más organiza y compone. He comprendido que de nadie es el
laboratorio, ya sea bajo tierra o el espacio exterior.
Guardo
en el cajón de mi escritorio uno de tus cuadernos cuadriculados.
Sí,
hemos llegado todos, puntuales, y nos hemos sentado alrededor de la mesa, la
noche va a ser muy larga. Todo va ser como en el comienzo. No hay sillas
vacías.
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