26 ago 2017

Las cartas autógrafas con la renuncia preventiva de Pablo VI

El vaticanista Andrea Tornielli publicó este sábado 26 de agosto un artículo en el que cuenta que el Beato Papa Pablo VI escribió a mano dos cartas de renuncia al pontificado, que solo debían hacerse públicas en el caso de que perdiera la capacidad de liderar a la Iglesia por un largo periodo de tiempo.

Tornielli, vaticanista del diario italiano La Stampa y director de Vatican Insider, refiere que aunque Pablo VI nunca llegó a presentar las cartas, estas sí existen. La confirmación provino del Cardenal Giovanni Battista Re, Prefecto Emérito de la Congregación para los Obispos.
El Cardenal hizo esta revelación a la revista italiana Araberara donde comentó que las dos misivas “me las enseñó Juan Pablo II”.
En declaraciones a La Stampa, el Cardenal italiano explicó que “eran dos cartas escritas a mano, no recuerdo exactamente la fecha, pero no se trataba del último periodo de vida del Papa Montini. Me parece que eran de finales de los años sesenta o de 1970”.
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Las cartas autógrafas con la renuncia preventiva de Pablo VI
Vatican Insider, Pubblicato il 26/08/2017
ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO

Pablo VI, pensando en la posibilidad de perder habilidades durante un largo periodo y en el peligro de paralizar el gobierno de la Iglesia, preparó dos cartas autógrafas de renuncia. Lo confirmó el cardenal Giovanni Battista Re, Prefecto emérito de la Congregación de los Obispos y Subdecano del colegio cardenalicio, quien fue estrecho colaborador del Papa Wojtyla. El purpurado italiano concedió una entrevista a la revista de Bérgamo «Araberara» en la que explicó que las dos cartas «me las enseñó Juan Pablo II». 
En una conversación telefónica con «La Stampa», el cardenal Re añadió: «Eran dos cartas escritas a mano, no recuerdo exactamente la fecha, pero no se trataba del último periodo de vida del Papa Montini. Me parece que eran de finales de los años sesenta o de 1970. Pablo VI estaba preocupado por una posible futura inhabilidad, de un grave impedimento que no le permitiera desempeñar su ministerio —continuó el purpurado—, y por esto quiso cautelarse».   
Estamos aquí frente a un caso histórico muy diferente del de la renuncia por ancianidad o porque faltan las fuerzas, como sucedió por primera vez en la historia de la Iglesia en febrero de 2013 con el gesto de Benedicto XVI. Desde la Edad Media, Bonifaz VIII, sucesor de Celestino V que renunció, racionalizó la dimisión con un decreto especial. La renuncia del Pontífice después entró al Código de Derecho Canónico en 1917 y continúa en el Código vigente, de 1983. 
 La hipótesis de Montini se relacionaba con un problema diferente: ¿qué hay que hacer si el Papa se enferma y permanece durante un largo periodo inconsciente o afectado por una enfermedad que disminuye sus capacidades mentales? Hay que recordar que Pablo VI en noviembre de 1967 fue sometido a una cirugía de próstata bajo anestesia total. La operación no se llevó a cabo en el hospital, sino en una quirófano improvisado en el aposento papal: ¿qué habría sucedido si, por ejemplo, no se hubiera despertado y hubiera permanecido en coma durante un periodo largo? Para tratar de resolver el dilema, frente a la mayor longevidad de las personas debido a los descubrimientos de la medicina, el Papa decidió cautelarse con dos declaraciones autógrafas, que debían salir a la luz solamente si ya no hubiera sido capaz de hacer presente su voluntad (cosa que hizo claramente Benedicto XVI en 2013, con pleno dominio de sus facultades y de su libertad para decidir, por lo que ambos casos no pueden ser comparables). 
 La de Montini fue una decisión que seguía la huella de Pontificados anteriores: Pío XI meditó sobre la posibilidad de abandonar su ministerio en caso de enfermedad, mientras que Pío XII predispuso algo semejante en caso de deportación por parte de los nazis: «Si me secuestran, tendrán al cardenal Pacelli, no al Papa». 
 Con la carta dirigida a los purpurinos del Colegio cardenalicio, Pablo VI anunció, pues, su renuncia. Con la segunda carta, dirigida, según nos explicó el cardenal Re, al «Secretario de Estado “pro tempore”, es decir a su principal colaborador en ese momento, sin indicar el nombre», el Pontífice le encargaba que insistiera en el Colegio cardenalicio para que aceptara su renuncia. 
 Ya no se trataba de la época de los Papas secuestrados o deportados (Pío VI en 1799 fue el último que murió en el exilio, prisionero de Napoleón, en Valence-sur-Rhône, pero también su sucesor, Pío VII, estuvo en manos del emperador francés), y tampoco era la época en la que los dictadores amenazaban Roma, como hizo Hitler. Los motivos eran diferentes, temía caer en una enfermedad que no le permitiera manifestar libremente su decisión de abandonar el ministerio. «Le preocupaba —contó el jesuita Paolo Dezza, confesor del Papa Montini— pensar en una enfermedad que lo dejara sin habilidad para el trabajo, por el daño que se habría hecho a la Iglesia». 
 Las cartas deberían encontrarse en el archivo de la Secretaría de Estado, pero el secretario particular de Pablo VI, Pasquale Macchi, que falleció en 2006, se quedó con una copia. Es también significativo que Juan Pablo II le haya enseñado estos documentos al cardenal Re, pues el Papa polaco sufrió el Parkinson y, con la degeneración de su salud, tomó en consideración también la posibilidad de renunciar.  
 Monseñor Ettore Malnati (párroco y vicario para la cultura de la diócesis de Trieste, además de amigo de don Pasquale Macchi, el secretario particular del Papa Montini) confirmó la existencia de los dos documentos y el hecho de que su contenido llegara a conocimiento del entonces cardenal Joseph Ratzinger. «Recuerdo que monseñor Macchi una vez también me enseñó las cartas con la renuncia preventiva de Pablo VI, en caso de inhabilidad —nos dijo Malnati. Y una vez habló de ellas en presencia del cardenal Joseph Ratzinger». 
 «Si no me equivoco con las fechas —continuó el prelado—, era octubre de 2003, y con monseñor Macchi me encontraba en la Plaza San Pedro para participar en el Ángelus recitado por san Juan Pablo II. En esa ocasión, el Papa anunció el nombramiento de un consistente número de nuevos cardenales, entre los que había dos lombardos, el Patriarca de Venecia, Angelo Scola, y el presidente de la Apsa, Attilio Nicora. Cerca de nosotros, en la plaza, también estaba escuchando el anuncio del nuevo Consistorio el cardenal Joseph Ratzinger, en esa época Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe». 
 «Recuerdo que después del Ángelus, en compañía de monseñor Macchi —explicó Malnati—, acompañamos al cardenal Ratzinger hacia su habitación en la Plaza de la Ciudad Leonina. Fue durante ese trayecto cuando Macchi le habló al futuro Papa sobre la decisión de Pablo VI y sobre las cartas de renuncia que había preparado en caso de una grave enfermedad y de un impedimento largo». 
 El vicario para la cultura de la diócesis de Trieste también describió cuál fue la reacción del futuro Papa: «Recuerdo que el cardenal Ratzinger dijo algo como: “Esta es una cosa muy sabia, que cada Papa debería hacer”. Era evidente la preocupación de Pablo VI: temía que la pérdida de la lucidez o que alguna enfermedad le impidieran desempeñar como debía su ministerio, y temía que la misma enfermedad, una vez manifestada, le impidiera expresar su libre voluntad de renuncia. Las cartas, cuya existencia fue confirmada también por el cardenal Giovanni Battista Re, debían servir precisamente para obviar este hipotético “impasse”. Como sabemos, no fue necesario, porque el Papa Montini permaneció en su puesto hasta el final de sus días. No es ningún misterio que también Juan Pablo II y algunos de sus más estrechos colaboradores hayan reflexionado sobre la posibilidad de que se retirara mientras iba degenerando su enfermedad. Por este motivo ya se hablaba de ello en 2003. Como se sabe, el Papa después decidió seguir adelante». 
 *Este artículo fue publicado en la edición de hoy del periódico italiano «La Stampa»

La renuncia del Romano Pontífice entró al Código de Derecho Canónico en 1917 y continúa en el Código actual vigente, promulgado en 1983.
Las cartas deberían encontrarse en el archivo de la Secretaría de Estado, pero el secretario particular de Pablo VI, P. Pasquale Macchi, fallecido en 2006, conservó una copia.
Mons. Ettore Malnati, amigo del P. Macchi, confirmó también la existencia de los documentos y contó que las cartas las conoció el entonces Cardenal Joseph Ratzinger.
Mons. Malnati relató que esto sucedió en octubre de 2003 y compartió la reacción de quien en 2005 se convertiría en el Papa Benedicto XVI.

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