3 jul 2008

Homofobia en la Iglesia católica


Homofobia con sotana
Rodrigo Vera, reportero.
Publicado en la revista Proceso, No. 1652, 29 de junio de 2008;
El sacerdote Raúl Lugo Rodríguez fue llamado a cuentas por el arzobispo de Yucatán, Emilio Berlié. La causa: haber publicado un libro donde expone que la Iglesia no debe denigrar ni humillar a los homosexuales sino, por el contrario, bendecir las uniones entre personas del mismo sexo. Berlié le advirtió que estaba en contra de sus ideas, le pidió reconsiderarlas y le notificó que su caso ya había sido turnado al Vaticano. Mientras espera los resultados del proceso eclesiástico, el sacerdote refiere a Proceso que fue víctima de censura por parte del Diario de Yucatán.
CHABLEKAL, Yuc.- A finales de diciembre de 2006, el arzobispo de Yucatán, Emilio Berlié Belaunzarán, citó en su casa al sacerdote Raúl Lugo Rodríguez, quien acababa de publicar el libro Iglesia católica y homosexualidad, donde impugna la condena de la Iglesia hacia los homosexuales.
A Berlié lo acompañaban el obispo auxiliar, Rafael Palma Capetillo, y otros directivos de la arquidiócesis, molestos todos por la rebeldía de su párroco, quien publicó su obra en Europa.–Estamos en desacuerdo con su libro, puesto que va en contra de la doctrina de la Iglesia en torno de la homosexualidad –le dijo al sacerdote el corpulento arzobispo.
–¿Esto es el inicio de un juicio canónico? –preguntó el padre Lugo.
–Nosotros vamos a tomar las decisiones pertinentes. Por lo pronto, ya dejamos su libro en el Vaticano –le respondió Berlié. Y le entregó un documento en el que, formalmente, le pide “reconsiderar” las posturas expuestas en su obra, la cual señala que los actos homosexuales no son pecaminosos, por lo que la Iglesia católica no debería “denigrar” y “humillar” más a los homosexuales, sino dar su “bendición” a las uniones entre personas del mismo sexo.
El padre Lugo –cuyos artículos de opinión acaban de ser censurados en el Diario de Yucatán– comenta sobre esa reunión con su arzobispo:“Monseñor Berlié me llamó a su casa para externarme su desacuerdo con el volumen y decirme que lo había dejado en el Vaticano. ¿Lo dejó ante alguna instancia para que se me abriera un juicio? No lo sé.”
–¿Qué puntos de su libro desaprueba el arzobispo?
–Lo ignoro. Sólo me externó su desacuerdo de una manera muy general. Ni él me explicó más ni yo profundicé. También me entregó un documento, firmado por él, donde consta la desaprobación de la arquidiócesis. Ahí tampoco abunda. Es un escueto documento de una sola hoja donde se me pide reconsiderar mi posición.
–¿Que se retracte?–…
Se puede entender así. El padre Lugo supone que su caso lo analizan en Roma, muy probablemente los inquisidores de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el otrora Santo Oficio.
–En caso de abrirse un proceso, ¿esta congregación lo someterá a juicio?
–Podría llevar el caso si considera que mi postura es dañina para el mundo, puesto que es una instancia de carácter internacional. Pero puede decir: ‘El caso compete a las instancias locales y debe ser resuelto por ellas’. Y entonces delegaría el juicio a la Comisión para la Doctrina de la Fe dentro de la Conferencia del Episcopado Mexicano, o a la comisión respectiva de la arquidiócesis de Yucatán. Se tendría que definir primero qué jurisdicción me juzgará.
El padre Lugo señala que, cuando hay sacerdotes acusados de dañar la fe con sus escritos, el Vaticano se rige por la ley Examen de doctrinas, reformada durante el pontificado de Juan Pablo II. Agrega: “Cuando un ministro externa opiniones que puedan dañar la fe de los fieles, esta ley se encarga de regular los procesos, que a veces resultan muy largos: el Vaticano manda una indicación, el acusado responde, el Vaticano contrarresponde… y así se la llevan hasta que se dicta sentencia”.
–¿Y usted está dispuesto a retractarse, como se le pide?
–Estoy dispuesto a hacer una revisión del libro, si me la solicitan. Pero primero deben decirme en qué puntos están en desacuerdo conmigo. Que me den sus razones. Sólo así podré argumentar a mi favor, o retractarme si considero que me equivoqué… puede ser que se lleven tiempo en llamarme.
“Heterosexuales defectuosos”
En sandalias y con una camisa a rayas de manga corta, el padre Lugo está sentado tras su mesa de trabajo. Una incipiente barba cana le blanquea las mejillas. El aire penetra por las ventanas abiertas de par en par, mitigando el fuerte calor húmedo. Árboles y plantas circundan las rústicas oficinas de Uay Ja, el centro de derechos humanos donde labora el sacerdote, en este poblado de Chablekal.
Experto biblista –disciplina que estudió en el Pontificio Instituto Bíblico, de Roma, y en el Studium Biblicum Franciscanum, de Jerusalén–, Lugo ha sido profesor en la Universidad Pontificia de México y en el Seminario Conciliar de Yucatán. Es párroco del templo de San José Obrero, en Mérida. Señala que quiere “evitar cualquier signo de victimización personal, pues sigo oficiando misas con toda normalidad”. Si es sometido a juicio, lo aprovecharía para debatir en torno de la postura eclesiástica sobre la homosexualidad: “La doctrina de la Iglesia va a contracorriente con los cambios internacionales –dice–, puesto que todavía sigue viendo a los homosexuales como si fueran heterosexuales defectuosos. Mientras tanto, cada día son más los países que están reconociendo sus derechos humanos, y menos los que consideran como delito las prácticas homosexuales. “Por ejemplo, el país que quiera pertenecer a la Unión Europea debe derogar las leyes que penalizan la homosexualidad. Y la Organización de los Estados Americanos (OEA) ya menciona los derechos humanos de los homosexuales, buscando que no sean discriminados. Incluso, en cinco países ya están aprobados los matrimonios entre personas del mismo sexo.”Respecto de México, menciona al Distrito Federal y a Coahuila, donde, aunque “más imperfectos”, ya hay “pactos civiles” que permiten estas uniones.
Indica que la Iglesia debe abrirse también a las personas que cambian de sexo, los transexuales, quienes intentan que se reconozcan sus derechos y uniones en el Distrito Federal, donde acaba de celebrarse –en mayo pasado– el primer matrimonio civil de una pareja transexual.
La discriminación, una lacra
Rodrigo Vera, reportero
En su libro Iglesia católica y homosexualidad, el sacerdote Raúl Lugo afirma categórico:“Las iglesias cristianas están obligadas a intentar nuevos caminos que culminen en la aceptación y normalización de los homosexuales en la vida eclesial. Y esto no partirá de una decisión cupular, sino de experiencias nuevas que se legitimen desde la base de los cristianos.”
De 224 páginas, el libro señala que “muchos jerarcas de la Iglesia católica” utilizan los textos bíblicos “para denigrar, ofender, humillar a las personas de orientación homosexual, olvidando que el objetivo de la revelación escrita es conseguir vida digna y plena para todos y todas”.Por esto, dice, “la doctrina de la Iglesia ha llegado a un punto ciego… no encontramos avances doctrinales sustanciales con respecto a la homosexualidad”. Las posturas eclesiásticas sobre el tema –agrega– “no se encuentran fundamentadas en la realidad y parten de un prejuicio antihomosexual que culmina en un juicio moral condenatorio”.
Y menciona algunos documentos eclesiásticos que externan esta postura condenatoria, como la Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual, que data de 1975, y la Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, de 1986. Ambos documentos fueron expedidos por la Congregación para la Doctrina de la Fe, el último cuando el actual Papa, Benedicto XVI, estaba a cargo de esa congregación. El libro resume así la postura de la Iglesia: “No hay pecaminosidad en ser homosexual, pero los actos homosexuales sí son pecaminosos”. Esto equivale –dice el sacerdote– a “un papá que le dice a su hijo: ‘No hay nada de malo en que quieras ser músico… pero ¡cuidadito con tocar ningún instrumento!’”.
Así, en la Iglesia “solamente le queda al homosexual el camino de la castidad, entendida ésta como abstinencia de relaciones sexuales”.Es necesario recurrir a la ciencia para hablar sobre la condición homosexual, puesto que “ninguna construcción teológica de tipo moral puede hacerse sin el apoyo de una sólida base científica”. Dice: “Los estudios parecen ir apuntando a la demostración de que cierto factor genético o biológico, y por tanto innato, debe ser considerado en la consolidación de una preferencia sexual”.
Así, “hay un elemento constitutivo involuntario en las personas homosexuales”, por lo que la Iglesia católica tendría que abandonar su postura de considerar como “pecaminosos” a los actos homosexuales. Argumenta: “Si el homosexual no ha sido libre ante lo que siente, sino que lo ha recibido como algo dado, como parte de su naturaleza, entonces la tendencia homosexual no puede ser calificada de pecaminosa”.
Más adelante, reafirma: “La homosexualidad, queda cada vez más claro, no es la desviación de una naturaleza heterosexual que se ha constituido culturalmente como la norma para todos, sino que es otra manera, así sea minoritaria, de vivir la sexualidad, que ha existido siempre y que, a pesar de miles de años de señalamiento y hostigamiento, no ha desaparecido”.Cita estudios de Sigmund Freud en los que afirma que la homosexualidad no es una “enfermedad” ni una “degradación”, sino una “variación de la función sexual”. Incluso señala que Jesucristo jamás condenó a los homosexuales: “No encontramos ningún texto evangélico y ninguna referencia en la praxis de Jesús que lo muestre condenando la homosexualidad… Jesús nunca discriminó a nadie… sus enemigos fueron, precisamente, aquellos que usaban la religión para discriminar y marginar.”
Sostiene que “la fidelidad a la Iglesia no está por encima de la fidelidad al Evangelio. Iglesia y Evangelio no deberían estar nunca en contraposición, pero sinceramente creo que en el caso de la doctrina sobre la homosexualidad sí lo están”. Aclara que, en este punto, “es lícito mantener una posición distinta a la que proclama la Iglesia”. Menciona cuatro “lacras” que deben ser desterradas de la Iglesia: la primera es esa postura eclesiástica que considera a la sexualidad como algo “malo” y “sucio”, la segunda es la idea de que el sexo tiene como única finalidad la procreación, la tercera es la “culpabilización del placer” y la cuarta lacra es enjuiciar a las personas por lo que hacen “en la cama” o de la “cintura para abajo”.
Por último, el padre Lugo hace las siguientes propuestas en su libro:“Hay que ofrecer retiros y momentos de encuentro para las personas homosexuales en nuestras iglesias. Hay que bendecir las casas en las que viven. Hay que invocar la bendición de Dios sobre sus uniones. Hay que acompañarlos en su discernimiento humano y cristiano. Hay que trabajar con los padres y madres de chicos y chicas homosexuales. En fin, hay que responder al reto con algunas acciones que vayan, poco a poco, abriendo espacios para la normalización de los homosexuales dentro de la Iglesia. Aunque hacerlo conlleve dificultades y aun sanciones.”
Una diócesis de vanguardia
Arturo Rodríguez García, reportero.
SALTILLO, COAH.- En la diócesis de Saltillo, los católicos de la comunidad lésbico-gay comienzan a salir del clóset.Aunque en otras jurisdicciones eclesiásticas ellos son condenados, aquí, por el contrario, participan en discusiones teológicas sobre su preferencia sexual e incluso organizan una misa mensual que algunas veces oficia el obispo Raúl Vera López; cuando es así, colocan sin inhibiciones la bandera del arco iris, el emblema adoptado por la comunidad homosexual internacional.
Este grupo lésbico-gay eligió como su santo patrono a San Elredo de Rievaulx, un monje británico del siglo X a quien reivindican también los grupos episcopales gay en Europa por sus reflexiones homofílicas.
La comunidad de San Elredo fue creada hace seis años por iniciativa del sacerdote Robert Coogan y de algunos jóvenes homosexuales, poco después de la llegada del obispo Vera López a esta curia. Con una estructura semejante a la de los grupos de jóvenes católicos, la comunidad se reúne cada semana para discutir sobre temas de salud, derechos humanos, psicología, cultura… Uno de sus logros consiste en haber acercado a lesbianas y homosexuales con sus padres, quienes ahora comparten sus experiencias y se reconcilian con sus hijos.Según Coogan, la comunidad de San Elredo nació como un grupo de iglesia, pero comenzó a integrarse paulatinamente a la estructura de la diócesis. “Jesús nos enseña que cada ser humano es amado por Dios y tiene una dignidad que viene de él, no de la sociedad ni de la Iglesia. Cuando hay rechazo en una sociedad o hay intolerancia dentro de la Iglesia, se va en contra del plan de Jesús y hay que corregir la situación”, sostiene el prelado.
Y señala que eso no significa que la Iglesia acepte por completo las preferencias sexuales diferentes. A su vez, el obispo Vera López asegura que la Iglesia no concibe las relaciones sexuales fuera del matrimonio; quien las tenga, sea heterosexual u homosexual, se encuentra igualmente en pecado. Pero admite que “la Iglesia nunca debe dejar de profundizar junto con las ciencias en el conocimiento del ser humano; cambiar es su obligación”.
En la década pasada, la comunidad lésbico-gay fue perseguida y vapuleada por los cuerpos policiacos en Torreón y Monclova. El año pasado, cuando se discutió la reforma al Código Civil para integrar la figura del Pacto Civil de Solidaridad, que permite la unión entre personas de un mismo sexo, legisladores del PAN y del PRD arguyeron que sus principios religiosos les impedían aprobar la iniciativa; finalmente ésta fue aprobada con el voto mayoritario de los priistas.
Sin embargo, los obispos de Piedras Negras, Alonso Garza, y de Torreón, José Guadalupe Galván, se manifestaron en contra, a diferencia de Vera López, quien declaró que todo ciudadano, cualquiera que sea su preferencia, debe tener garantizados sus derechos, siempre que no se vulnere la figura del matrimonio.
“Hay límites”
En entrevista con Proceso, Raúl Vera admite que su postura ha desatado polémicas dentro y fuera de la Iglesia. “Incluso me han acusado de ser gay”, dice sin inmutarse. Y explica: “Yo me siento más pastor cuidando a la oveja más expuesta y débil, al más pequeño. Jesucristo siempre puso su mirada allí. Mi experiencia ha sido una prueba de la fidelidad al Evangelio, porque nuestra fidelidad la medimos por nuestra capacidad de estar con la gente que sufre”.
–No parece una constante en todas las diócesis en México –se le comenta.
–Bueno, a lo mejor otras diócesis trabajan con la comunidad gay pero les da pena decirlo. Ve tú a saber… pero es nuestro deber llevar el Evangelio a la comunidad lésbico-gay y hacerlos sujetos del Evangelio, que ellos lo transmitan también. Yo considero que si la Iglesia no está atenta a los pobres y a los que sufren, está perdiendo su función.
“Conozco a muchos homosexuales que se manejan con el mejor de los equilibrios en su vida. Igual que como se debe manejar un célibe o un heterosexual. Es como el indígena que es excluido porque es diferente, y muchas veces es precisamente eso lo valioso. Hay mucha gente que sufre horrores y debo estar con ellos.”
Sin embargo, el obispo de Saltillo considera que hay límites, sobre todo en lo que atañe al matrimonio. Dice: “Hay una moral clara respecto de la sexualidad pues los actos de esta índole no se entienden fuera del matrimonio; éstos están ligados a la concepción de la vida y a la reproducción de la especie. Y en el contexto en que se debe hacerse (el acto sexual) es el matrimonio para que garantice la función que el hombre tiene de proteger la vida y conservarla. Esta es una concepción teológica y antropológica de lo que es el matrimonio”.
Según Vera López –quien el sábado 21 declaró al Zócalo de Saltillo que él estuvo enamorado una vez y que incluso fue novio de una joven a la que abandonó para irse al seminario–, en el orden moral, a una persona con preferencias sexuales diferentes la Iglesia le pide una conducta semejante a la de un heterosexual.“La diferencia que hace la Iglesia es muy clara para evitar confusiones. Muchas veces se quiere hacer ver que la Iglesia condena a los homosexuales; eso no es verdad, empezando porque las preferencias sexuales diferentes obedecen a circunstancias que no son manejadas ni siquiera por las personas que las tienen”, dice.Y agrega: “La sexualidad no es una genitalidad, es algo más amplio. Nadie quita el valor de la amistad, el intercambio de los bienes, la amistad de benevolencia”.
Incluso cita a Aristóteles para explicar que existen diferentes tipos de relación: la amistad útil, como instrumento esclavizante; de concupiscencia, que tiene que ver con la satisfacción de la amistad, y de benevolencia, que el concepto que Santo Tomás adopta para asimilarla a la caridad, la amistad del hombre y la mujer, del hombre y el hombre, de la mujer y la mujer.De esa concepción aristotélico-tomista, el obispo de Saltillo pasa a lo divino y concluye: en el cristianismo se cree en la vida eterna, donde ni la genitalidad ni la sexualidad ni la reproducción importan.
Respecto de los célibes, la preferencia heterosexual y homosexual se rige bajo las mismas reglas de equilibrio y responsabilidad, sostiene Vera López.Precisamente el obispo recibirá en los próximos días al teólogo británico James Alison, quien fue uno de sus alumnos y es promotor de la apertura de la Iglesia a la homosexualidad, así como partidario de que se suspenda el celibato. Alison se entrevistará con los integrantes de las comunidades lésbico-gay cercanas a la curia, así como con los sacerdotes de la diócesis de Saltillo.

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