INMOVILIZADO, ¡NUNCA! ”/Cuauhtémoc Cárdenas
Publicado en Milenio Diario (www.milenio.com), 21 Noviembre, 2008
Carta al señor ministro Juventino Castro y Castro.
Estimado don Juventino:
Con interés y, a partir de alguna parte de la lectura, con cierta extrañeza leí su artículo Andrés Manuel López Obrador, publicado en MILENIO el pasado día 16.
La extrañeza llegó cuando refiriéndose a mi leí: “No se conforma pero sí se inmoviliza”, en el párrafo que completo dice: “Cárdenas alegó haber sido objeto, también, de una conspiración de las mismas fuerzas de poder que infortunadamente prevalecen en México. Por igual señaladas y condenadas por la mayoría de los mexicanos, Cuauhtémoc también lucha, y el aparato político y judicial lo aplasta. Le desechan sus recursos legales y políticos. Perdió toda instancia posible. No se conforma pero sí se inmoviliza. López Obrador ve con horror que Cuauhtémoc se inmovilice. No quiere ese ejemplo. Trata de superarlo”.
No sé a qué llame usted inmovilizarse. Yo entendería quedarse quieto, no hacer nada. Y puedo decirle, sin riesgo a equivocarme, que no fue ése mi caso en 1988, ni lo ha sido desde entonces hasta el día de hoy, ni políticamente ni en nada de mi vida habitual.
Después de que el sistema electoral se calló y se cayó el 6 de julio, ese mismo día, los candidatos de la oposición, juntos, protestamos por las violaciones a las leyes y a los derechos de los ciudadanos ante la autoridad electoral. No nos paralizamos. No me paralicé.
A raíz de que se dieron a conocer los resultados oficiales de la elección, después de los días de silencio respecto a los números electorales, convoqué, como cabeza en ese momento del Frente Democrático Nacional, a la movilización ciudadana para protestar contra el fraude y tratar de revertirlo, empezando por una gran concentración en el Zócalo de nuestra capital el 16 de julio, que no fue sino la primera de muchas movilizaciones que con el mismo objeto se llevaron a cabo por todo el país en el curso de varias semanas.
En aquel tiempo, como usted recordará, la validez de la elección presidencial la calificaba la Cámara de Diputados, constituida en Colegio Electoral. Era ésa la última instancia prevista por la ley a la que se podía recurrir para revertir el fraude y restituir la legalidad. Ahí, en la cámara, el 9 de septiembre se libró la batalla cívica en una sesión tormentosa que, ante la violencia de la mayoría impuesta, fue abandonada por los legisladores del Frente Democrático después de haber sólidamente argumentado contra el fraude.
El 14 de septiembre se reanudaron las movilizaciones por el país, empezando ese día con una nueva gran concentración en el Zócalo. Las movilizaciones tuvieron lugar durante varios meses.
En ese tiempo, concretamente el 21 de octubre, se convocó a la formación de un partido político, tarea que se empezó de inmediato y que meses después resultó en la constitución del Partido de la Revolución Democrática, que, estará usted de acuerdo, ha sido factor fundamental para los avances democráticos de nuestro sistema político, y de ninguna manera para la inmovilidad, desde luego, entre otras, no para la mía.
Sin la movilización permanente de quienes nos organizábamos y luchábamos por abrir paso a la democracia, sin la participación de esa gente en elecciones locales y federales, absolutamente a contracorriente, sin la lucha constante y tenaz contra el fraude electoral y por el respeto al voto no hubieran sido posibles la elección de un jefe de Gobierno del Distrito Federal en 1997 ni la elección de gobernadores de partidos de oposición antes y después, sobre todo después de esa fecha, ni el que no se hayan elegido, de 1997 para acá, mayorías absolutas de ningún partido político en ninguna de las cámaras del Congreso, ni se hubiera dado la alternancia de partidos políticos en la jefatura del Ejecutivo.
Estimado don Juventino: ni me conformé, como usted bien lo dice, ni me inmovilicé, como usted me parece no lo ve, después del fraude del 88. Ciertamente, no convoqué a bloquear la avenida Madero y el Paseo de la Reforma, ni llamé a tomar las armas o a recurrir a la violencia, como nadie tampoco lo ha hecho después. Convoqué, sí, a formar un partido político, a mantener viva la lucha por la soberanía nacional y por la democracia. En el curso de la formación del partido, y en su vida ya como tal, puedo decirle que no he estado inmóvil, que me he mantenido activo políticamente en campañas electorales, presentando mis posiciones en numerosos y variados foros, escribiendo de tarde en tarde. Ahora bien, si usted considera que haciendo todo esto me he mantenido inmovilizado, simplemente le externaría que lo veo de distinta manera: estoy cierto que no me inmovilicé en 1988, que no lo he estado desde entonces y adelanto que no me voy a desmovilizar.
Escribe usted, por cierto, que “López Obrador ve con horror que Cuauhtémoc se inmovilice”. Difiero de su punto de vista, no creo que Andrés Manuel me vea inmóvil ni que se horrorice por lo que hago. Pero tranquilícelo usted, asegúrele que ni estoy ni estaré políticamente inmovilizado.
En relación, finalmente, al proceso electoral de 1988, puedo asegurarle, con la conciencia tranquila, que el Frente Democrático Nacional, sus legisladores y militantes, yo entre ellos, hicimos todo lo que la ley permitía hacer y todo lo que políticamente tenía que hacerse. No más si usted quiere, pero tampoco menos de lo que otros hayan hecho en otros procesos político electorales posteriores.
Lo saludo con respeto y le reitero mi amistad.
Publicado en Milenio Diario (www.milenio.com), 21 Noviembre, 2008
Carta al señor ministro Juventino Castro y Castro.
Estimado don Juventino:
Con interés y, a partir de alguna parte de la lectura, con cierta extrañeza leí su artículo Andrés Manuel López Obrador, publicado en MILENIO el pasado día 16.
La extrañeza llegó cuando refiriéndose a mi leí: “No se conforma pero sí se inmoviliza”, en el párrafo que completo dice: “Cárdenas alegó haber sido objeto, también, de una conspiración de las mismas fuerzas de poder que infortunadamente prevalecen en México. Por igual señaladas y condenadas por la mayoría de los mexicanos, Cuauhtémoc también lucha, y el aparato político y judicial lo aplasta. Le desechan sus recursos legales y políticos. Perdió toda instancia posible. No se conforma pero sí se inmoviliza. López Obrador ve con horror que Cuauhtémoc se inmovilice. No quiere ese ejemplo. Trata de superarlo”.
No sé a qué llame usted inmovilizarse. Yo entendería quedarse quieto, no hacer nada. Y puedo decirle, sin riesgo a equivocarme, que no fue ése mi caso en 1988, ni lo ha sido desde entonces hasta el día de hoy, ni políticamente ni en nada de mi vida habitual.
Después de que el sistema electoral se calló y se cayó el 6 de julio, ese mismo día, los candidatos de la oposición, juntos, protestamos por las violaciones a las leyes y a los derechos de los ciudadanos ante la autoridad electoral. No nos paralizamos. No me paralicé.
A raíz de que se dieron a conocer los resultados oficiales de la elección, después de los días de silencio respecto a los números electorales, convoqué, como cabeza en ese momento del Frente Democrático Nacional, a la movilización ciudadana para protestar contra el fraude y tratar de revertirlo, empezando por una gran concentración en el Zócalo de nuestra capital el 16 de julio, que no fue sino la primera de muchas movilizaciones que con el mismo objeto se llevaron a cabo por todo el país en el curso de varias semanas.
En aquel tiempo, como usted recordará, la validez de la elección presidencial la calificaba la Cámara de Diputados, constituida en Colegio Electoral. Era ésa la última instancia prevista por la ley a la que se podía recurrir para revertir el fraude y restituir la legalidad. Ahí, en la cámara, el 9 de septiembre se libró la batalla cívica en una sesión tormentosa que, ante la violencia de la mayoría impuesta, fue abandonada por los legisladores del Frente Democrático después de haber sólidamente argumentado contra el fraude.
El 14 de septiembre se reanudaron las movilizaciones por el país, empezando ese día con una nueva gran concentración en el Zócalo. Las movilizaciones tuvieron lugar durante varios meses.
En ese tiempo, concretamente el 21 de octubre, se convocó a la formación de un partido político, tarea que se empezó de inmediato y que meses después resultó en la constitución del Partido de la Revolución Democrática, que, estará usted de acuerdo, ha sido factor fundamental para los avances democráticos de nuestro sistema político, y de ninguna manera para la inmovilidad, desde luego, entre otras, no para la mía.
Sin la movilización permanente de quienes nos organizábamos y luchábamos por abrir paso a la democracia, sin la participación de esa gente en elecciones locales y federales, absolutamente a contracorriente, sin la lucha constante y tenaz contra el fraude electoral y por el respeto al voto no hubieran sido posibles la elección de un jefe de Gobierno del Distrito Federal en 1997 ni la elección de gobernadores de partidos de oposición antes y después, sobre todo después de esa fecha, ni el que no se hayan elegido, de 1997 para acá, mayorías absolutas de ningún partido político en ninguna de las cámaras del Congreso, ni se hubiera dado la alternancia de partidos políticos en la jefatura del Ejecutivo.
Estimado don Juventino: ni me conformé, como usted bien lo dice, ni me inmovilicé, como usted me parece no lo ve, después del fraude del 88. Ciertamente, no convoqué a bloquear la avenida Madero y el Paseo de la Reforma, ni llamé a tomar las armas o a recurrir a la violencia, como nadie tampoco lo ha hecho después. Convoqué, sí, a formar un partido político, a mantener viva la lucha por la soberanía nacional y por la democracia. En el curso de la formación del partido, y en su vida ya como tal, puedo decirle que no he estado inmóvil, que me he mantenido activo políticamente en campañas electorales, presentando mis posiciones en numerosos y variados foros, escribiendo de tarde en tarde. Ahora bien, si usted considera que haciendo todo esto me he mantenido inmovilizado, simplemente le externaría que lo veo de distinta manera: estoy cierto que no me inmovilicé en 1988, que no lo he estado desde entonces y adelanto que no me voy a desmovilizar.
Escribe usted, por cierto, que “López Obrador ve con horror que Cuauhtémoc se inmovilice”. Difiero de su punto de vista, no creo que Andrés Manuel me vea inmóvil ni que se horrorice por lo que hago. Pero tranquilícelo usted, asegúrele que ni estoy ni estaré políticamente inmovilizado.
En relación, finalmente, al proceso electoral de 1988, puedo asegurarle, con la conciencia tranquila, que el Frente Democrático Nacional, sus legisladores y militantes, yo entre ellos, hicimos todo lo que la ley permitía hacer y todo lo que políticamente tenía que hacerse. No más si usted quiere, pero tampoco menos de lo que otros hayan hecho en otros procesos político electorales posteriores.
Lo saludo con respeto y le reitero mi amistad.
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