Revista
Proceso # 2017, 27 de junio de 2015
Las baterías
del Vaticano, contra los solapadores de pederastas/RODRIGO VERA,
reportero.
En
lo que constituye un hecho inusitado, este mes el Papa Francisco ordenó la
creación de un tribunal especial en el Vaticano para juzgar a quienes hayan
protegido a curas pederastas. En México, uno de los hombres que más ha luchado
contra el flagelo de los abusos sexuales perpetrados por sacerdotes es Alberto
Athié. En entrevista, dice ya tener la lista de los jerarcas católicos del país
que caen en ese supuesto: la encabeza el arzobispo primado Norberto Rivera
Carrera, defensor de Marcial Maciel.
Ante
la inminente apertura en El Vaticano de un tribunal para juzgar a los obispos
encubridores de sacerdotes pederastas –hecho inédito en la Iglesia–, en México
ya se tienen la lista y los expedientes de los jerarcas católicos mexicanos
enjuiciables por ese delito y que muy probablemente serán denunciados en la
nueva instancia.
Encabezada
por el cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, dicha
lista también incluye a Jesús Carlos Cabrero Romero, arzobispo de San Luis
Potosí; José Luis Chávez Botello, arzobispo de Oaxaca; Jonás Guerrero, obispo
de Culiacán; Marcelino Hernández, obispo de Colima; y Raúl Vera, obispo de
Saltillo, entre otros.
Uno
de los más combativos luchadores contra la pederastia sacerdotal en México,
Alberto Athié Gallo, comenta a Proceso: “Ahora el Papa Francisco le subió de
nivel al reconocer que no solamente existen sacerdotes pederastas, sino también
obispos que los protegen. Reconoce la necesidad de procesar a estos obispos
encubridores a través de un tribunal exclusivo para ellos. Es algo novedoso,
nunca antes visto”.
–¿Cuál
es aquí la estrategia? ¿Ya se detectó a los jerarcas mexicanos que encubren
pederastas y podrán ser denunciados en ese tribunal?
–Sí,
claro. Nosotros aquí ya tenemos los casos. Tenemos bien identificados a esos
obispos. Incluso toda la información y todas las pruebas de sus encubrimientos.
Yo llevo años de mantener contacto con las víctimas de abuso sexual, así como
con sus abogados y con las organizaciones sociales que llevan cada caso. En ese
aspecto no hay ningún problema.
“Nuestra
estrategia es formar parte de una red de redes internacionales al momento de
interponer nuestras denuncias. Es decir; vamos a denunciar a nuestros obispos,
pero lo haremos acompañados con gente de otros países que harán lo mismo con
los suyos. Ya estamos trabajando en ello”.
Athié
señala que sólo están esperando que Francisco defina “cuáles serán las reglas
del juego del tribunal, pues hasta el momento sólo fue anunciada su creación”.
La
lista mexicana
El
miércoles 10, el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, anunció que durante
una reunión con el consejo de nueve cardenales que lo asesoran en el gobierno
de la Iglesia universal –conocido como el C-9–, el Papa decidió crear el
tribunal, a raíz de una propuesta “de avanzada” hecha por la Pontificia
Comisión para la Tutela de los Menores y presentada en ese encuentro cupular
por el purpurado estadunidense Sean O’Malley.
El
tribunal –dijo Lombardi– dependerá de la Congregación para la Doctrina de la Fe
y tentativamente juzgará a los obispos por dos delitos: “abuso de cargo” y
“negligencia”. Fue toda la información que adelantó.
Athié
externa sus dudas: “¿Los obispos encubridores podrán ser denunciados sólo por
las víctimas o también por terceras personas? ¿Las denuncias se interpondrán
solamente en El Vaticano? ¿Podrán las víctimas participar en el proceso?
¿Cuáles serán los delitos y los castigos? ¿Será considerado delito el hecho de
que un obispo no denuncie a un pederasta ante la justicia civil? En fin, faltan
muchos puntos por definir”.
Por
lo pronto, dice, ya tiene reuniones con algunas víctimas y sus abogados para
preparar una estrategia conjunta y no “pecar de ingenuos”, pues el tribunal
puede ser una maniobra vaticana de simulación que no combatirá a fondo el
problema del encubrimiento episcopal.
–¿Quiénes
son en México los obispos protectores de sacerdotes pederastas? –pregunta
el reportero.
–Para
empezar está el cardenal Norberto Rivera. Sin duda es el prelado mexicano más
implicado en dar protección a sacerdotes pederastas. Ni más ni menos fue el
encargado de defender públicamente a Marcial Maciel, señalando que sus víctimas
no eran más que partícipes de un complot contra la Iglesia. Maciel era un
hombre muy poderoso e influyente en el pontificado de Juan Pablo II. Y la
defensa del cardenal Rivera fue la defensa de un estratega.
“En
cambio, la protección que dio Rivera a sus sacerdotes pederastas Nicolás
Aguilar y Carlos López Valdés ya fue el típico encubrimiento de un jerarca a
sus subalternos. Estos dos casos son muy conocidos y están ampliamente
documentados. Ambos pederastas continúan libres y quizá abusando de menores”.
Por
encubrir a Aguilar, Rivera fue demandado ante la Corte de Los Ángeles,
California. El proceso sigue abierto en Estados Unidos. Por el caso de López
Valdés, el mismo Papa Francisco reconoció su culpabilidad al grado de que le
envió una carta a una de sus víctimas, Jesús Romero Colín, para pedirle perdón.
En
su momento, el caso López Valdés fue tratado directamente por dos obispos
auxiliares de Rivera: Jonás Guerrero y Marcelino Hernández. Ambos acordaron
sólo darle tratamiento psicológico al abusador; jamás lo denunciaron ante las
autoridades civiles ni tomaron en cuenta a las víctimas. Guerrero es
actualmente obispo de Culiacán; Hernández lo es de Colima (Proceso 2004).
Pederasta
en fuga
Athié
señala que otro caso evidente de encubrimiento es el del arzobispo de San Luis
Potosí, Jesús Carlos Cabrero Romero, quien protegió a Eduardo Córdova Bautista,
cura de su arquidiócesis y actualmente prófugo.
Cuenta:
“Pese a las denuncias en su contra, incluso de adineradas familias católicas
con mucho peso, la arquidiócesis de San Luis Potosí siempre estuvo encubriendo
al padre Córdova y ascendiéndolo de cargo. El pederasta llegó a ser apoderado
legal y encargado de las relaciones Iglesia-Estado de la arquidiócesis. Incluso
tenía posibilidades de ser arzobispo. Era un hombre muy poderoso.
“Pero
a raíz de que el padre Córdova abusó sexualmente de un menor de edad cuando lo
llevó a pasear a la Ciudad de México, y de que este chico dio a conocer el
abuso, la presión social orilló al arzobispo Cabrero a denunciar finalmente a
su protegido ante la justicia civil. No le quedaba de otra. Hasta el
experimentado cardenal Norberto Rivera tuvo que enviar a San Luis Potosí a su abogado,
Armando Martínez, para que asesorara a Cabrero en este espinosísimo caso”.
Athié
asegura que Córdova “durante 30 años” abusó de menores en San Luis Potosí
mientras ejercía su ministerio sacerdotal. “Se calcula que abusó de más de cien
niños”. Agrega que no sólo lo encubrió el actual arzobispo Cabrero, sino
también sus dos antecesores en el cargo: Arturo Szymanski y Luis Morales Reyes,
expresidente del episcopado mexicano.
Cuando
supo que la policía ya buscaba al padre Córdova, Luis Morales giró instrucciones
para que sacaran al sacerdote del país. Morales es el más implicado en el
caso”, afirma Athié.
Otro
prelado a quien debería sentarse en el banquillo de los acusados, agrega Athié,
es José Luis Chávez Botello, arzobispo de Oaxaca.
Y
relata su caso: “El padre Gerardo Silvestre Hernández, muy querido por el
arzobispo, llevaba tiempo abusando impunemente de menores, hasta que un grupo
de sacerdotes recabó pruebas y se las entregó al arzobispo Chávez Botello. Pero
éste inmediatamente descalificó a los sacerdotes, diciéndoles que pertenecían a
la corriente de la teología de la liberación y de la teología india, que tenían
celo del padre Gerardo y sólo querían desestabilizar a la arquidiócesis.
“Así,
Chávez Botello ideologizó la denuncia y protegió a su sacerdote incluso ante El
Vaticano, a donde llegó el asunto. Allá le dieron la razón al arzobispo. Pero
no en Oaxaca, donde las autoridades judiciales hallaron culpable al pederasta
de un solo caso, entre varias denuncias presentadas. Y el padre Gerardo está
actualmente preso por ‘corrupción de menor’, un delito menos grave que el que
en realidad cometió. En cualquier momento pueden dejarlo libre debido a las
gestiones del arzobispado”.
De
igual modo, sigue Athié, debe ser juzgado en el tribunal vaticano Raúl Vera
López, obispo de Saltillo y a quien se acusa en su diócesis de proteger a curas
pederastas, al grado de que la procuraduría estatal ya lo citó a comparecer.
El
22 de enero de 2014, el sacerdote Pedro Pantoja –reconocido por su labor con
migrantes– advirtió que en la diócesis había cuatro curas pederastas que debían
ser denunciados ante las autoridades judiciales. Se reservó sus nombres.
Dos
meses después, el 24 de marzo, la subprocuradora ministerial de la Procuraduría
General de Justicia de Coahuila, Guadalupe Toca Zavala, informó a la prensa
local que se investigaba a dos sacerdotes. Uno de ellos, dijo, ya había sido
identificado, aunque se negó a dar su nombre para no entorpecer la investigación.
“No podemos dar nada que esté dentro de la averiguación”, comentó en aquella
ocasión.
Reveló
que la procuraduría se vio obligada a “actuar de oficio”, pues a los sacerdotes
jamás se les denunció de “manera formal”. Raúl Vera y otros directivos de la
diócesis, dijo Toca, tuvieron que acudir a rendir testimonio.
Athié
comenta: “El obispo Vera argumenta que los padres de una víctima le pidieron no
denunciar ante las autoridades civiles. Yo personalmente le dije: ‘Tienes la
obligación de denunciar, al margen de lo que te digan las familias de la
víctimas’. Y así es, son delitos muy graves. El Código Penal y la Ley de
Asociaciones Religiosas obligan a denunciar”.
El
jueves 25 se dio a conocer la renuncia –“por causas graves”– del obispo de
Autlán, Gonzalo Galván Castillo; se especula que la dimisión obedece a su
encubrimiento del sacerdote Horacio López, denunciado en 2009 por abuso sexual
y a quien sólo cambiaron de parroquia.
Por
ese motivo la familia de la víctima acusaría después al obispo de negligencia.
Guía
vaticana para encubridores
La
posibilidad de llevar al tribunal vaticano a los prelados encubridores, aclara
Athié, es estudiada por varias organizaciones no gubernamentales que han
llevado algunos casos anteriores, como el Foro Oaxaqueño de la Niñez, la
Iniciativa Ciudadana de San Luis Potosí, la Red de Sobrevivientes de Abusados
por Sacerdotes o el grupo de víctimas de Marcial Maciel.
Por
su experiencia y conocimiento del tema, Athié se ha convertido en uno de sus
principales asesores. Fue un sacerdote que dejó el ministerio para pasarse del
lado de las víctimas. Gestionó denuncias contra Maciel en El Vaticano y
actualmente, entre otras acciones, se dedica a documentar y presentar casos de
abusos en Ginebra ante el Comité de los Derechos del Niño de la ONU.
Entrevistado
en la sala de su casa de Tepepan, el exsacerdote sopesa muy bien los alcances
que puede tener el nuevo tribunal.
Y
comenta receloso: “Con este tribunal, el Papa Francisco pasa del primer nivel,
que es el de los sacerdotes pederastas, y salta a un segundo nivel, el de los
obispos encubridores. Está bien. Sin embargo no toca para nada el tercer nivel,
el de la curia romana y el propio Papa. ¡Es la alta cúpula vaticana! Aquí es
donde se encuentran los principales encubridores, porque son ellos quienes
dictan las directrices a seguir a los dos niveles de abajo”.
–¿Y
cuál es la directriz para tapar los casos de pederastia?
–Es
el documento “Solicitud de cómplice”, elaborado en 1962 por Juan XXIII y
después perfeccionado por Juan Pablo II y Benedicto XVI. Dicho ordenamiento
exige a los obispos llevar los casos con reserva absoluta, sancionar a quien
los divulgue hacia fuera de la institución, proteger la imagen de la Iglesia,
evitar el escándalo y curar al pederasta mediante tratamiento psicológico o
ejercicios espirituales. No toma en cuenta a las víctimas.
“Con
el puro tribunal no se cambia para nada todo este mecanismo de encubrimiento
institucional, que ya fue denunciado por la ONU en una recomendación que le
hizo a la Santa Sede el año pasado. Y así es. Los obispos encubridores no
surgen espontáneamente y sin razón alguna. ¡No! Ya tienen un background que los
orienta en cómo encubrir a los sacerdotes y manipular a las familias de las
víctimas cuando van a quejarse con ellos.
“Cuando
se llevó a juicio al asesino nazi Adolf Eichmann, él se defendió diciendo que
sólo cumplía instrucciones superiores al transportar a los judíos a los campos
de exterminio. Igual, el cardenal Norberto Rivera, en caso de que se le llevé a
juicio, podrá decir que él protegía pederastas por órdenes de arriba y porque
es fiel a la Iglesia. Incluso podrá invitar a sus acusadores a que pasen a
sentarse con él al banquillo de los acusados. Así de simple”.
Hasta
el mismo Papa Francisco, dice Athié, ha sido encubridor de peligrosos
pederastas. Y cita el reciente escándalo del exnuncio en la República
Dominicana, Josef Wesolowski, quien abusaba de menores en ese país y se le
descubrieron 87 mil fotografías y decenas de videos de pornografía infantil,
los cuales al parecer compartía con miembros del ‘lobby gay’ de la curia
romana. Cuando la policía dominicana estaba a punto de arrestarlo, el Papa
ordenó que lo sustrajeran de la isla y se lo llevaran a Roma (Proceso 1930,
1945 y 1982).
“El
caso Wesolowski es gravísimo para el derecho internacional, porque el Papa
Francisco, como jefe de Estado, utilizó todo el mecanismo de Estado para
sustraer a su diplomático del país donde delinquía y traerlo a su
jurisdicción”, comenta Athié.
Son
estos los motivos, dice, los que lo hacen ver con escepticismo el surgimiento
del tribunal. ¿Se sentirán los juzgadores tan libres de pecado como para lanzar
la primera piedra contra los obispos encubridores? Ese es el dilema de fondo.
“Por
lo pronto”, reitera, “en México ya tenemos la lista de nuestros obispos
enjuiciables. Sólo falta que nos digan las reglas del juego”. l
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