Revista
Proceso # 2017, 27 de junio de 201
Juicio
por feminicidio implica a narcos, policías y soldados/PATRICIA
DÁVILA
Pese
a la conmoción que causaron hace años los feminicidios en Ciudad Juárez,
Chihuahua, apenas en abril pasado se abrió el primer juicio por ese delito en
la entidad. Se acusa a 11 personas por el secuestro y asesinato de igual número
de mujeres de entre 15 y 20 años, con casos bien documentados. Los testimonios
de algunos delincuentes y de sus víctimas que sobrevivieron pueden hundir a los
asesinos. Sin embargo, también ofrecen evidencia de la corrupción que corroe a
las corporaciones policiacas e incluso a militares.
Su
tío, que tiene el rango 66 en La Línea, tenía cómplices: “Trabajaba con Arturo
Adrián Roldan de la Cruz, El Pitufo, conocido también como El Miguelito y Z-1,
quien tenía un rango 16 dentro de Los Aztecas. Operaba en el centro junto con
mi tío y El Alacrán”.
A
los 11 años Ramírez Loera dejó de operar como carnada y se integró a Los
Aztecas: “Ya no soy El León, ora me apodan El Güero. Voy a cumplir tres años
trabajando con Los Aztecas, vendo heroína frente al Wendy’s de la calle 16 de
Septiembre, cerca de la tienda Milano. También recibo dinero y entrego la
mercancía, o sea la heroína, a otros vendedores.
“A
los 13 años empecé a trabajar con Los Aztecas. Mi patrón es una persona a quien
le dicen El Pifas (desconoce su nombre), él maneja todo en el centro. Al jefe
del Pifas no lo conocemos ni sabemos cómo le dicen. Conmigo trabaja El Piwi,
quien se llama Édgar Jesús Regalado Villa, de 19 años, él es halcón, trae
agujerada la oreja derecha y las cejas sacadas como yo.”
También
son de su célula El Patachú, que también es halcón, de 25 años, camina chueco del
pie izquierdo y le dieron un balazo en el derecho; El Koyac, de 37 años, quien
tiene dos hoyos de bala en el brazo derecho y un tatuaje de espinas en la
espalda; y El Yeyo, que viste de negro y no trae tatuajes. Se nombran por el
apodo, pues Los Aztecas les dan una “calentada” o “matan” a quien los llama por
su nombre.
Historias
trágicas
Prosigue
su historia El Güero: “Cuando empecé era halcón y vendía droga. Recuerdo que El
Pifas levantaba muchachas en el centro. Esto fue de 2009 a 2011. Acompañé al Pifas
al hotel Club Verde, que está por la calle Samaniego; allí hacían juntas los de
La Línea y Los Aztecas, pero yo me quedaba afuera del hotel esperándolo.
Cerraban. Nadie entraba ni salía”.
Cuando
la representación social le muestra al joven Ramírez Loera imágenes de las
chicas levantadas y asesinadas, las reconoce.
A
Andrea Guerrero Venzor la identifica como hermana de una muchacha que vendía
heroína en la esquina de los puestos de ropa de Los Quiroz. Andrea se “bañó”
con el dinero. Fue novia de Heri, un azteca a quien ella le ayudaba a vender la
heroína. Después anduvo con El Piwi.
Al
ver la foto de Deisy Ramírez Muñoz, de 16 años, señala que ella es familiar
del Chaparro, quien trabaja con Los
Aztecas. La levantaron El Koyac y El Patachú frente a “la solidaridad”, un
mercadillo, porque “dijo cosas que no tenía que hablar”.
También
identificó a Idalí Juache Laguna: “Era novia del Piwi, aunque yo salí con ella
como tres meses porque se la pasaba dentro de Los Quiroz, con El Patachú,
contando dinero y entregando mercancía. Ella nos ‘puso’ y la desaparecieron. A
Jazmín Salazar Ponce la levantó El Piwi en la zona centro, frente al mercado
Reforma, luego la violó en la vecindad en la que vive El Koyac, ubicada en la
calle 16 de Septiembre esquina con Melchor Ocampo. Después la dsapareció”.
Acerca
de Jessica Leticia Peña García, de 15 años, Ramírez Loera declaró que un hombre
apodado El Chino –que trabaja para Los Aztecas y es dueño de la tienda de botas
El Caporal– se la entregó a El Pifas, pero la fueron a recoger El Patachú y El
Piwi.
Sobre
Jessica Terrazas Ortega, asegura que la levantaron El Pifas y El Koyac, en el
mercado Reforma. Según él, es hermana de Ivonne, una joven que vendía cigarros
y heroína junto con su tía Vero, y Jessica las denunció.
En
cuanto a Lizbeth Avilés García, dice que se prostituía frente al mercado
Reforma y vendía heroína, sólo que no reportó el dinero de este último negocio.
El Piwi y El Patachú la levantaron cerca de La Pila de La Chaveña. De María
Guadalupe Pérez Montes, sabe que se juntaba con Lizbeth, las dos andaban con El
Patachú, y cuando quedó mal con la mercancía, El Pifas y El Yeyo la levantaron
frente al mercado Reforma.
Mónica
Liliana Delgado Castillo vendía hamburguesas por la calle, también “la trajo
trabajando” César Félix, El Félix, un tipo canoso. La levantaron El Piwi y El
Patachú.
De
Perla Ivonne Aguirre González, de 15 años, dice El Güero: “Supe que esta chava
se le bañó a Félix con el dinero de la venta de droga, ya que tenía dos meses
trabajando para él, aunque también vendía hamburguesas por la calle. El Pifas,
El Patachú y El Piwi la levantaron afuera de la Econotienda, frente al mercado
Cuauhtémoc, se la llevaron en una Expedition negra y se la entregaron al
Félix”.
Comenta
que El Félix empezó como vendedor de droga, pero después se encargaba de
“ponerles” a las muchachas al Pifas, El Piwi y El Patachú,
Beatriz
Alejandra Hernández Trejo tenía 20 años cuando El Patachú y El Piwi se la llevaron
en una troca cerca del pasaje Plaza Juárez y la pusieron a vender droga. Ella
se ganó la confianza del Pifas, que le soltó 23 huevos de heroína, pero ella
“se bañó” con todo e inventó que la habían asaltado. Nadie le creyó porque
estaba enganchada a la droga.
Voces
que hacen justicia
Cuando
levantaban a una muchacha, mediante el radio les pedían a sus cómplices en el
centro de Juárez que vigilaran si alguien buscaba a la víctima. El Güero iba a
la estación Delicias para entregar una cuota a los municipales a fin de que no
intervinieran.
Dice
Ramírez Loera que iba constantemente al hotel Verde a dejar el dinero de la
venta de droga y a recoger más mercancía. Entonces veía a las jóvenes
retenidas. Llegó a identificar a un hombre que las manoseaba y las besaba
cuando quería: Manuel Vital Anguiano.
Confiesa:
“Yo vi que mataron a algunas”. Da detalles.
Le
muestran una hoja con el folio 347. En ella hay dos imágenes. En una, dos
extremidades inferiores con pantalón de mezclilla; a la altura de los pies se
observa el cuerpo de una mujer con blusa negra, con bolsas azul claro en sus
extremidades.
El
declarante dice que conoce a las dos. La de negro es Marisol: “Yo tenía 15
años, El Koyac, Pifas, Patachú y yo las recogimos en el salón Sauz Sur porque
El Patachú se las iba a llevar de party, sólo que las metieron al hotel
ubicado por la 16, frente al Piscis. De allí las sacamos muertas y embolsadas,
las tiraron por el Viaducto”.
Añade
que, por lo general, a las jóvenes que querían desaparecer las trasladaban al
Valle de Juárez porque los soldados estaban comprados y no les daban problemas
para el traslado. Allá dejaron aproximadamente a 14 muchachas. Ahora las van a
dejar a la colonia Anapra. La más reciente la llevaron hace ocho meses.
Indicó
que “si a las jóvenes les gustaba el trabajo y no representaban riesgo para
ellos (Adrián Arturo Roldán o Chuy, José Gerardo Puentes Alba y César Félix)
las dejaban regresar a casa, de lo contrario las encerraban en el hotel
Mamport, en el Fortuna o en el Verde”.
Algunas
víctimas, quinceañeras que lograron sobrevivir prostituyéndose, atestiguaron
que los inculpados estaban en posesión ilegal de armas, traficaban drogas y
asesinaron a otras jóvenes. Sus testimonios corroboran el de Ramírez Loera y
consolidan la tesis de la fiscalía (Proceso 2012).
Una
de las que rindieron declaración fue Miriam Sánchez, quien posteriormente, en
junio de 2014, fue asesinada. Su testimonio fue leído en la audiencia: “Yo viví
en el hotel Verde en el año 2007-2008. Nos tenían amenazadas, me decían que
matarían a mi familia. El dueño era Márgaro, quien está preso en el Cereso”.
Identificó a todo el personal del hotel.
Norma
Sugey García Guerrero relató su propia historia. En enero de 2011 tuvo
problemas con su familia y abandonó su casa. En el centro de la ciudad conoció
a Alicia, quien le ofreció hospedarla en su domicilio, en la colonia Guadalajara
Izquierda. Alicia vivía con su esposo Beto, cuatro hijas y un hijo. Retenían
ahí, contra su voluntad, a Susana, Estefanía y Karen.
Norma
admite que acompañó a Alicia a poner anuncios de servicios sexuales en el
periódico PM.
Dice
también que siempre las llevaban a prestar servicios sexuales. Les advertían
que si no cooperaban podían hablarle al Z-1, quien le llegó a poner una pistola
en la cabeza. El día que escapó, le pidió su celular a un señor que se bajó de
un autobús y marcó al 060. Acudieron los policías municipales de la estación
Babícora, quienes detuvieron a Alicia y a su esposo.
Cuando
el personal de la Fiscalía Especializada en Atención a Mujeres Víctimas del
Delito por Razones de Género le mostró a Norma un listado de mujeres localizadas
sin vida, ella dijo que llegó a ver con El Z-1 a las identificadas con los
números 3, 7 y 8.
El
testimonio de Francisco Javier Martínez, detenido con El Z-1, y César Alberto
Ramírez Ramos, completa la trama:
“Conocí
al Z-1 en Aguascalientes, el domingo 7 de abril de 2013. Nos invitó a trabajar
en Juárez, en donde tenía mujeres que se prostituían y que le depositaban
dinero en su cuenta del Banco Azteca. Nos trajo a cobrar las cuotas. Al llegar,
recorrimos la ciudad. Ellas le entregaban entre 200 y 500 pesos. Nos dijo que
matáramos a las que no quisieran trabajar y las dejáramos en un lugar de
terracería que bautizó como Panteón Juárez, cerca de Estados Unidos. Dijo que
ahí tiró como a 10, la última hacía apenas dos meses.”
En
el Cereso
A
su vez, la detenida Angélica Pamela Torres Nájera dejó en evidencia el nivel de
infiltración y corrupción en las corporaciones policiacas del estado. Dice que
a su pareja sentimental, el Z-1, “le hablaban para que fuera a dejar el dinero
de las cuotas al Cereso que está en Barranco Azul.
“Una
vez me llevó al Cereso, a un servicio. Íbamos varias. Eran las 9 o10 de la
noche, entramos por la puerta principal, se parqueó en el estacionamiento e
hizo una llamada: ‘Ya están las chicas aquí afuera’, dijo. Salió un hombre con
uniforme y botas negras, radio y una pistola, me escogió.”
Subió
escaleras y atravesó pasillos; llegó a una sala, donde esperó.
“Había
un escritorio, una cama y ropa. Llegó un hombre alto, flaco, moreno claro,
traía bigote y pelo rapado tipo militar. Me dijo que si quería un ‘pase’ y sacó
una bolsa de cocaína. Le dije que no. Él se empezó a drogar por la nariz. Pidió
que me desnudara y que posara con armas que tenía en la habitación para tomarme
fotos. Quería que le hiciera sexo oral, pero se negó a usar condón y no acepté.
Se molestó y me corrió. No quiso a nadie más.”
En
otra ocasión la llamaron para otro servicio. “Pidieron que fuera yo. Cruzamos
pasillos, patios y puertas de reja. Me esperaba un hombre en una celda pero el
guardia no me dejó llegar; le dijo que él saliera. Era un muchacho de 22 años,
güero, flaco, vestía como cholo… Después me enteré que se trataba de Jacobo”.
Jacobo
se llama César Adrián Vázquez Andrade. En su turno señala: “Yo estaba preso en
el Cereso y le rentaba camionetas al Z-1; luego le empecé a marcar para que me
llevara chicas. Yo fui el contacto dentro del Cereso porque me las pedía un
güey que era jefe. Él siempre traía como a 10 personas cuidándolo, vestía de
civil, le apodan El Guasón y era municipal. Me decía que le llevara unas cinco,
y si no le gustaban me ponía una putiza. Ellas no querían ir porque siempre
estaba drogado, las golpeaba, las grababa y tomaba fotos posando con sus
armas”.
Imelda
Marrufo y Santiago González enfatizan que los testimonios de Torres Nájera y de
Ramírez Loera involucran a las autoridades policiacas, a los soldados y hasta
el personal de los penales, lo que demuestra que formaban parte de una red de
corrupción interinstitucional extensa, que al paso de los años dejó más de mil
casos de feminicidios.
Están
seguros de que las madres de las víctimas tendrán justicia, pero indican que
las supervivientes que narraron su historia también lo son, por lo cual deben
abrirse expedientes sobre los delitos cometidos contra ellas y darles el
tratamiento de víctimas.
“Es
parte de este juicio, de lo contrario el proceso no ha dejado ninguna
enseñanza”, concluyen.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario