28 jul 2008

¿Exterminio medíatico?

¿Exterminio mediático?/Ernesto Villanueva
Publicado en la revista Proceso (www.proceso.com.mx), No- 1656, 27/07/2008:
A nadie escapa el desencuentro entre W Radio y la periodista Carmen Aristegui que se volvió un asunto de interés público. Se dijo en su oportunidad –sin elementos probatorios, como ya es costumbre– que el hecho de que no se renovara el contrato de trabajo de Aristegui había sido un acto de censura. En realidad lo que ocurrió fue una diferencia de formas de trabajo que terminaba un ciclo entre particulares, donde la libertad de expresión estaba de por medio, pero difícilmente hubiera podido ser invocada legalmente. La prueba palmaria de ello es que hubiera sido prácticamente imposible acreditar en un proceso judicial la existencia de censura; es decir, el acto a través del cual el Estado impide el libre desarrollo de las informaciones y de las ideas, lo cual está claramente prohibido por la Constitución. Me parece que no se integraban los supuestos para ir por buen rumbo a un caso judicial con una sentencia condenatoria para W Radio.
Cabe recordar que en México, hasta ahora, la violación de los derechos fundamentales como la libertad de expresión corre a cargo del Estado y no a cuenta de personas físicas o morales. Acaso por ello Aristegui nunca promovió un juicio para reclamar derechos lesionados. No obstante, acaso sin proponérselo, se convirtió en rehén de los “buenos” que montaron un juicio paralelo en los medios, lo que no requiere satisfacer procedimientos ni aportar pruebas, sólo baterías argumentales. En esa iniciativa metajurídica Aristegui se convirtió en mártir de la libertad de expresión y ganó esa partida. W Radio-Televisa sigue esforzándose por hacer un buen diagnóstico de control de daños para recuperar los niveles de audiencia perdidos.
Esta operación, sin embargo, tuvo un efecto bumerang para la propia Aristegui. Con razón o sin ella, las puertas de la radio comercial se cerraron para la periodista, porque los concesionarios se volvieron explícitos en los márgenes de libertad de expresión que permiten sus políticas editoriales (o sus intereses). Con todo, hay que reconocer un hecho también incuestionable: Carmen Aristegui es una profesional del periodismo que ha logrado un prestigio y niveles de audiencia significativos en la radio mexicana, como sus propios detractores lo han reconocido. Es, pues, un activo periodístico en donde muchos se reflejan y dan por buena la información que reciben a través de su forma de hacer periodismo. Precisamente por ello ha ido adquiriendo sentido una propuesta para que Carmen Aristegui coordine un equipo que permita desde Radio UNAM competir por audiencia en serio y dejar que la radio universitaria sea de autoconsumo. La pertinencia de esta posibilidad ha sido acaso una de las razones para que los “malos” busquen dinamitar la llegada de Carmen. Entre otros dardos, fue conocido un “trascendido” (es decir información que no observa ningún rigor periodístico) del diario Milenio donde presentó a Aristegui como un peligro para las finanzas universitarias (y sobre todo para que Radio UNAM saliera de su marginalidad). Pocos repararon en el desmentido de Sealtiel Alatriste, coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, quien puso las cosas en su sitio. A fines de esta semana, la UNAM regresa de su período vacacional y el rector José Narro Robles tiene frente a sí el reto de decidir si apoya la propuesta de impulsar un proyecto de radio autofinanciable, transparente y ético encabezado por Carmen Aristegui, con quien se identifica la inmensa mayoría de los universitarios, o mirar para otro lado en busca de mejores tiempos que no afecten sus eventuales intereses políticos. Veremos qué decide Narro Robles.
Y en el mismo sentido del exterminio mediático, Santiago Creel Miranda, presidente del Senado, a quien he criticado en este espacio por sus incongruencias, ha salido a dar la cara en una espléndida entrevista de Jenaro Villamil donde reconoce expresamente errores políticos del pasado inmediato, certezas legales de sus actos y su compromiso de hacer suyas banderas ciudadanas. Esa reconocible actitud de Creel ha estado rodeada de un fortísimo ataque por parte especialmente de Televisión Azteca y su revista, que con esa conducta muestra un desprecio por los mínimos estándares éticos, donde la vida privada de las personas –incluyendo menores– no importa y el escrutinio público es el pretexto para una campaña de intimidación. Se presenta esta televisora como un poder fáctico que desafía –hasta ahora sin consecuencias– a uno de los representantes de los Poderes del Estado.
Posdata: El investigador del Colegio de México Primitivo Rodríguez (prodriguezo@yahoo.com.mx) ha hecho un interesante y pionero estudio sobre la opacidad en ONG que predican y exigen transparencia pero no practican lo que reclaman.
Esa veta que ha abierto Rodríguez habrá que seguirla con puntualidad.

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