29 sept 2008

La convivencia rota

La convivencia rota/Jesús Silva-Herzog Márquez
Publicado en Reforma (www.reforma.com), 29(0)/2008;
Me siento obligado a reincidir en el lamento. Quien necesite de optimismo, que cierre los ojos. El drama mexicano es, ni más ni menos, el desvanecimiento de la convivencia. Vidas en riesgo, diálogo imposible, legalidad negada y abdicación de la razón. Ahí están los ingredientes de nuestra penuria pública. México: un país de la discordia, incapaz de conversar y encontrar la columna del acuerdo esencial, un paraíso de la trampa y absurdo.
Era 10 años menor que yo. Lo mataron hace unos días en Villahermosa. Conducía un programa de radio y quería levantar la voz contra la delincuencia. En su espacio pidió a sus escuchas que vieran la película Bichos, de Disney. Los invitaba a detenerse en la decisión de las hormigas de poner un alto al abuso de los saltamontes. En cuanto las hormigas deciden terminar con el atraco y trabajan juntas, logran expulsar a los saltamontes y recuperan su colonia. Fonseca no se quedó con el llamado del micrófono sino que decidió colocar una manta para llamar la atención de quienes cruzaban la esquina de Ruiz Cortines y Paseo Tabasco en la capital del estado. Si los narcotraficantes despliegan sus mensajes en tela, nosotros también lo haremos. Colocó entonces algunas mantas en la calle. "Los secuestradores viven hasta que los ciudadanos quieren", "Gobernador Químico Granier: Viva Tabasco. Estamos con usted. No más miedo". Él quería respaldar a su gobierno pero su gobierno lo dejó solo. Unos sicarios se acercaron tranquilamente a él, trataron de capturarlo, le dieron dos balazos y lo mataron. La estación de radio donde trabajaba informó de la muerte del locutor y punto. No piensan hacer nada más. Tenemos miedo, dicen.
Colocar una manta es jugarse la vida si la pone un mexi- cano indefenso y su mensaje es contrario a los criminales. Ningún riesgo corren, por el contrario, los criminales cuando usan el mismo medio para enviar sus señales de intimidación. Dos países. Diariamente observamos la práctica de moda: una banda criminal coloca en un crucero, debajo de un puente o en una esquina una manta que amenaza a la mafia contraria o que intimida autoridades. Aparecen misteriosamente por la mañana sin que nadie haga nada por impedir su colocación. La manta se expone, la gente la ve, los periódicos la retratan, los medios difunden su contenido. Pero en el momento en que el mensaje viene de otro lado, de un ciudadano que quiere levantar la voz contra el miedo que se esparce, la violencia tiene la última palabra. Las calles que son seguras para unos, son la muerte para otros.
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¿Se puede discutir? Hemos dinamitado con extraordinaria eficacia cada uno de los espacios de la conversación porque seguimos atados a la herencia maldita del pasado reciente. Aquella guerra entre el Presidente frívolo y el caudillo dogmático nos sigue electrizando. Unos contra otros. El anhelo de la derrota del contrario por encima de cualquier otra consideración. Hermetismo de oídos y futilidad de palabras. Estancos de la obsesión. El Congreso mexicano inaugura fórmulas para escenificar la sordera. Se ha impuesto a los funcionarios públicos el compromiso de decir la verdad ante el Congreso. No se asume, sin embargo, ningún deber de escuchar a los legisladores. Sea cual sea la interrogante, el funcionario dirá lo que le da la gana. Sin ambición de convencer, sin expectativa de argumentar persuasivamente una política, secretarios y procuradores se convierten en merolicos repitiendo una cantaleta en la que no parece creer nadie. La institución que debería alojar el gran debate nacional escenifica el agujero de nuestra comunicación. Lejos de representar la controversia, nuestro Congreso es teatro de soliloquios sucesivos.La única coincidencia es la magnitud del reto mexicano. Grandes momentos, grandes desafíos. Una crisis histórica, el Estado en peligro. Un cúmulo de palabras nombra un despeñadero cercano: amenazas, riesgos, alarmas, emergencias. Y frente a la magnitud del reto, la pequeñez de las rutinas. Vivimos una crisis profundísima, dice solemnemente el Presidente con voz grave y severa. Os convoco a la magna tarea de hacer lo mismo. Seguid mi ejemplo: acatad el dictado de la inercia. No se conversa con los otros ni con las circunstancias.
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En el desbarajuste hemos perdido también la cuerda de lo razonable. Creímos que la publicitación de nuestros asuntos serviría para discernir entre lo sensato y lo absurdo. El diálogo como una efectiva expulsora de lo insostenible. Imaginamos al pluralismo por ello como una especie de refinadora de argumentos que depura ideas y que castiga necedades. Pero el desorden todo lo consiente: la arbitrariedad más inadmisible se excusa y se olvida de inmediato; la demanda más grotesca encuentra pronto validación en algún sofisma impune. Al despotismo del abuso, hay que agregar el despotismo del despropósito. Lo inconcebible: la izquierda se atreve a proteger el nido antirrepublicano del sindicalismo. La lindura argumentativa es una defensa de "conquistas históricas". No importa que esos logros cancelen la igualdad, taponen el mérito y lesionen en última instancia las oportunidades de los niños. No hay, pues que esforzarse por construir un argumento: el absurdo se ha vuelto prudente política.http://blogjesussilvaherzogm.typepad.com/

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