29 sept 2008

Duro reves al Plan Bush

La Bolsas ha recibido un duro golpe como consecuencia del rechazo del plan de rescate financiero orquestado por la Administración Bush.
La Cámara de Representantes de EE UU ha rechazado el plan de rescate presentado por Bush para superar la delicada situación financiera por 225 votos en contra y 208 a favor. La votación se ha congelado, en un momento de gran tensión, cuando se ha agotado el tiempo y registraba 226 votos en contra y 207 a favor. La reanudación sólo ha servido para certificar la derrota de la quienes apoyaban la propuesta. El plan había sido recibido con escepticismo por congresistas de ambos partidos, pero la oposición más recalcitrante se ha producido dentro de las filas del republicanismo más conservador. De hecho, uno de cada dos republicanos ha votado en contra, aunque también hay alrededor de 94 demócratas que tampoco han apoyado el plan.
El presidente, ha asegurado que se encuentra "muy decepcionado" por el rechazo del plan y ha anunciado una reunión inmediata con sus asesores para determinar los próximos pasos a dar, dijo la Casa Blanca.
El Dow Jones se ha hundido durante la votación y ha llegado a perder el 6% en una sesión de alta volatilidad. Las bolsas de tdo el mundo han vivido una jornada de pérdidas ante la posibilidad de que no se aprobase el plan.
Rencillas bipartidistas
El líder de los republicanos, John Boehner, culpa del fracaso del plan a la breve intervención que ha hecho la demócrata Nancy Pelosi antes de la votación, revitalizando ciertas rencillas que se creían desaparecidas.
El presidente de EE UU, George W. Bush, ha declarado que está "muy decepcionado" por el desenlace de un plan diseñado por su Administración y que había sorteado díficiles obstáculos.
Pocas horas antes, Bush afirmó que el plan anticrisis no solucionará todos los problemas y advirtió de que las dificultades persistirán durante "algún tiempo".
Con estas palabras, el presidente Bush no logró restablecer la calma en los mercados y Wall Street abría sus puertas con caídas pronunciadas.
El líder republicano, John Boehner, ha asegurado que "no queda otra que trabajar juntos para encontrar una solución que salve la economía".
Los dos grandes partidos estaban de acuerdo en que era necesaria una acción así para evitar la catástrofe económica, pero los desencuentros fueron constantes en muchos puntos cruciales. La tensión había sido fue tal desde la semana pasada que el secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, se arrodilló
ante Nancy Pelosi, en la Sala Roosevelt de la Casa Blanca.
*Sala Roosevelt de la Casa Blanca, jueves 25 de septiembre por la noche.
Henry Paulson, secretario del Tesoro, pierde la paciencia. Clava una rodilla en el suelo e implora a la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, que salve el proyecto: "No lo echen abajo".
"No sabía que eras católico", observó irónicamente Pelosi en referencia al acto de arrodillarse, según alguien que presenció la escena
"No soy yo quien lo está tirando por tierra, son los republicanos".
Paulson suspiró: "Lo sé, lo sé".
La reunión comenzó con la esperanza de un posible acuerdo, pero acabó con el secretario del Tesoro de rodillas y con el presidente del Gobierno advirtiendo de que "si no se libera el dinero, esto se va a venir abajo".
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Acuerdo vital en EE UU/Editorial, EL PAIS; 29/09/2008;
El compromiso logrado para salvar el sistema financiero espera el refrendo del Congreso
El acuerdo provisional alcanzado ayer entre el Congreso y el Gobierno estadounidense, que deberán refrendar ahora la Cámara de Representantes y el Senado, y que autoriza al Tesoro a inyectar paulatinamente hasta 700.000 millones de dólares con el fin de evitar el colapso de su sistema financiero es una buena noticia. Sobre todo para EE UU, pero también para todas las economías, como la española, muy dependientes de la estabilidad financiera internacional. La apertura hoy de las Bolsas mundiales dará ubilidad.
Nunca EE UU precisó de una intervención pública de esa envergadura y complejidad. Nunca desde la gran depresión un ministro del Tesoro dispuso de tanta discrecionalidad como la que ejercerá Henry Paulson para adquirir por cuenta de los contribuyentes activos infectados, no sólo hipotecas subprime, que, más de un año después del comienzo de la crisis crediticia, siguen gangrenando al sistema financiero. Aunque hay que señalar que el compromiso provisional adoptado por los jefes republicanos y demócratas, tras una maratón negociadora multibandratón negociadora multibanda, altera no poco el plan de rescate inicial de Wall Street propuesto por la Administración de Bush, a la que se otorgaban poderes ilimitados.
El borrador de proyecto de ley incorpora condiciones de ambos partidos, algunas más emblemáticas que significativas, como las limitaciones a las remuneraciones, escandalosas, de los ejecutivos cuyas firmas pidan ayudas. Se acentúa la defensa de los prestatarios ante las ejecuciones hipotecarias por impago y se concreta que el Gobierno reciba acciones de las compañías a las que socorre, para aliviar las aportaciones netas del contribuyente a la gestión de la crisis. Un control de las Cámaras, que se presume riguroso, permitirá ir evaluando los costes y beneficios de esta megaoperación, que según los primeros sondeos resulta muy impopular entre los estadounidenses.
Pese a las serias discrepancias iniciales, es relevante la celeridad con que ha reaccionado la clase política de EE UU al más severo trauma económico en muchas décadas. En plena campaña electoral -McCain y Obama dieron ayer su conformidad provisional- los dos grandes partidos han puesto a los ciudadanos por delante de sus intereses políticos y, en algún caso, de sus principios ideológicos más arraigados. Todos convienen en que la inacción, dejar tan gravísima crisis al arbitrio de unos mercados ineficientes, habría sido una irresponsabilidad histórica.
El acuerdo alcanzado no garantiza la inmediata normalización crediticia en EE UU, y menos en el resto de las economías afectadas, pero era condición imprescindible para no reproducir los errores que condujeron a la gran depresión. Al compromiso estadounidense deberían seguirle iniciativas en Europa para alejar amenazas específicas que, como ilustra la segunda nacionalización en el Reino Unido o las dificultades del mayor banco belga, siguen vivas a este lado del Atlántico.

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