29 sept 2008

Renuncia de un militante

No renuncio/Andrés Lajous Loaeza, exmilitante de Alternativa Socialdemócrata.
Alternativa se convirtió en el Partido Socialdemócrata. Ésta es la renuncia de un opositor al grupo que quedó al frente de la organización
Publicado en Enfoque de Reforma (www.reforma.com), 28 de septiembre de 2008;
Renuncio a Alternativa Socialdemócrata (hoy Partido Socialdemócrata) tras haber sido uno de sus fundadores, integrante del Comité Ejecutivo, coordinador de propuestas de campaña de Patricia Mercado y candidato a diputado federal. Las razones de mi renuncia están vinculadas a una serie de hechos, narrados ya por la prensa, que se reducen a una convicción: el camino de oportunismo, exclusión y violencia tomado por la actual dirigencia del partido hace imposible que quienes entendimos el refrendo del registro en las elecciones del 2006 como un compromiso con la ciudadanía lo podamos cumplir. El compromiso lo sostengo, simplemente el Partido Socialdemócrata no es el instrumento para lograrlo.
Nací el año de una de las más profundas crisis en nuestro país, 1982, y cumplí 18 años cuando la mayoría de la ciudadanía refrendó su convicción democrática, el año 2000. La educación política que recibí como integrante de una de las últimas generaciones del siglo XX trataba de la transición democrática, la vía pacífica para lograr grandes cambios, la discusión libre y el establecimiento de reglas para resolver diferencias. Quienes fuimos adolescentes en los noventa vimos cómo la vía armada no solucionaba nada, vimos cómo se establecía una institución republicana, entonces confiable, el IFE, y vimos cómo los más poderosos reconocían el derecho de los menos poderosos para disputar el poder. En aquellos años, nos inspiraron las y los actores principales de lo que se nos dijo sería el establecimiento incontrovertible de la democracia a través de reglas electorales. La transición nos llevó, a millones de jóvenes, a creer que una vez que las instituciones electorales funcionaran no sólo se podía participar en ellas, sino que era nuestro deber ciudadano.
Atendí al llamado participando en la formación de un partido político. Había otros caminos: una carrera en alguno de los partidos ya establecidos con las reglas del pasado, empezar joven en un institución vieja, esperar un turno. Sin embargo, no era sobre esos hombros sobre los que había que pararse. Era en los hombros de gigantes, de quienes habían participado en la transición desde afuera del sistema político, de quienes habían promovido el cambio de reglas y defendido sus derechos desde trincheras asediadas, desde ahí se podía ver mejor el horizonte. Lo importante era compartir la forma de hacer política no sólo con quienes estaban dispuestos a participar en las instituciones democráticas, sino con quienes creen que se necesita hacer una profunda renovación de la clase política tradicional, de sus usos y costumbres.
¿Qué no fue con esa con vicción democrática que enfrentamos al infame doctor Simi? ¿Qué no fue con esa misma convicción que participamos en una elección federal en condiciones de inequidad, y con propuestas que pretendían convencer a nuevos votantes no sólo a complacer viejos intereses? ¿Qué no seguimos el ejemplo de la transición al acordar nuevas reglas cuando se hicieron evidentes las diferencias entre dos grupos del partido? ¿Qué no demostramos que éramos un partido que creía más en el poder de las convicciones que en el poder del dinero?Sin embargo esto dejó de ser así. La competencia interna del partido derivó en las peores prácticas de la política tradicional. El partido que pretendía ser una crítica material a los otros partidos políticos resultó ser igual o peor. Con la compra de clientelas, la venta de votos, el argumentado ataque a la secrecía del voto y la intervención de otros partidos se generó y legitimó la corrupción generalizada, la persecución a disidentes y el ataque a la libertad de expresión por quienes ahora lo dirigen. En su único acto de congruencia reciente, los actuales dirigentes le quitaron el nombre de Alternativa y etiquetaron la franquicia como cualquier otra: PSD.
Frente a una experiencia así, quedan dos opciones. Una, interpretarla como la contundencia del "realismo político", y otra como la evidencia de que debimos haber hecho más para cambiar las cosas. Si se elige la primera interpretación, entonces habría que volverse tolerante a la impunidad en la política nacional, acostumbrarse a malas reglas impuestas por la inercia del pasado. Reconocer que la democracia "funciona" mejor limitada por acuerdos cupulares y amenazas de fuerza.
En cambio, si se elige la segunda, entonces hay que pensar en los errores cometidos, en por qué toleramos y a veces fuimos cómplices de lo intolerable. Aprender de lo vivido para que la respuesta a un desastre político no sea que se necesita menos democracia, sino más democracia. Reinterpretar el llamado que hicieron los reformadores de los noventa, para no reducirlo a reglas electorales, sino para provocar más ciudadanía, más competencia y más deliberación. Imaginar nuevas formas de organización que dependan más de la creatividad de ciudadanos libres que de burocracias construidas artificialmente.
Por elegir esta segunda interpretación es por lo que renuncio a un partido político, pero no renuncio a volver a correr alegremente el riesgo de compartir el reto generacional de construir una Alternativa.
http://andreslajous.blogs.com

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