Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán
Morelia: preguntas sin respuesta
¿Y si ‘La Familia’ entregó a los culpables y hasta se llevó la recompensa?
¿Por qué el 15, a pesar de la gravedad del ataque, se silenció la televisión?
No parece existir duda de que resultó un alivio a la conciencia colectiva el “golpe de suerte” logrado por el gobierno federal con la captura de los confesos autores materiales del atentado en Morelia.
Algo funciona, dirán algunos, sobre todo si se recuerda que el mismo gobierno ofreció una recompensa de 10 millones de pesos para quien diera pistas sobre los responsables de lanzar granadas a la población indefensa en la plaza de Morelia la noche del 15 de septiembre. Se podría decir que se recurrió al refranero popular: “Para que la cuña apriete..”, y “para combatir veneno, el contraveneno...”.
Es decir, la estrategia del gobierno federal para capturar criminales y terroristas del narcotráfico parece confrontar los extremos de la condición humana: hacer lo que sea por dinero. O, si se quiere, confrontar la ambición desmedida por el dinero que mueve a traficantes y criminales organizados, con la no menos desmedida ambición de los modernos cazarrecompensas que harán todo por llevarse 10 millones de pesos a sus bolsillos, delatar a quien sea, incluso a los autores materiales de los granadazos.
En efecto, parece no existir duda sobre un momentáneo alivio a la conciencia colectiva. Pero, sin ánimo de aguafiestas y menos de ave de mal agüero, debemos reconocer que desde la misma noche del 15 de septiembre, en torno al atentado, son más las preguntas que las respuestas y, más allá del “golpe de suerte”, vivimos bajo los reflectores de un manejo mediático que pareciera ocultar un trasfondo aún más grave de lo que todos percibimos. Vamos por partes y en orden cronológico.
¿Alguien se ha preguntado por qué razón la misma noche del 15 de septiembre, a pesar de la gravedad de lo ocurrido con la explosión de dos granadas en medio de la multitud, ninguna televisora local, regional o nacional abrió sus frecuencias para difundir el primer atentado terrorista en la historia democrática mexicana? ¿Por qué Televisa o TV Azteca no reaccionaron? ¿A poco podemos creernos el cuento de que les pasó de noche? ¿Por qué ninguno de los reporteros de medios electrónicos que cubrían el grito —sea en Morelia, sea en Palacio Nacional— reaccionó a la medianoche ante la emergencia, ante una reunión urgente en Los Pinos con el gabinete de seguridad?.
Nadie puede argumentar incapacidad técnica para abrir en corto tiempo una cobertura desde Morelia, desde Palacio Nacional, para informar sobre lo ocurrido, a pesar de que fuera la madrugada. Y menos si sabemos que desde las 23:30 horas las redacciones de todos los diarios nacionales ya procesaban la información. ¿Por qué no se abrió la televisión la madrugada de ese lunes? Versiones dicen que hubo línea oficial.
¿Alguien se ha preguntado sobre el manejo poco o nada transparente en torno a los mensajes y amenazas recibidos por el gobierno de Leonel Godoy antes, durante y después del ataque con granadas en la capital de Michoacán? Todos o casi todos entienden el concepto y la importancia de la información reservada y de seguridad nacional. Pero lo que no caza con el más elemental sentido común y, sobre todo, con la responsabilidad del ejercicio de gobierno, es el monumental hoyo negro que mostró el gobierno amarillo de Godoy, para evitar los estallidos y las muertes.
Y para muestra, un botón. El pasado viernes 26, el delegado de la PGR en Michoacán, Rolando López Villaseñor, reveló a los medios la existencia de amenazas de sabotaje al desfile cívico-militar a realizarse mañana martes en Morelia, para conmemorar el natalicio de José María Morelos y Pavón. Fue más allá al explicar que, según las amenazas recibidas, los ataques tendrían como objetivo el contingente militar que cerraría el desfile, además de edificios públicos; lanzarían granadas y colocarían bombas.
Bueno, pues la tarde de ese viernes 26, Rolando López Villaseñor ya había sido despedido. ¿Por qué fue despedido? ¿Por difundir a los medios amenazas similares a las recibidas previamente a los ataques de la noche del 15 de septiembre? ¿Quién ordenó el cese? ¿Por qué? Está claro que desde el jueves 25 el gobierno federal ya había detenido e interrogaba a los tres presuntos sicarios de Los Zetas que lanzaron las granadas, a los que presentó a los medios precisamente la tarde del viernes 26. Si ya estaban detenidos, ¿quién entonces hizo las amenazas de las que dio cuenta López Villaseñor? Pero, además, ¿quién golpeó a los sicarios, uno de los cuales apareció con una bata de hospital bajo un abrigo?
¿Alguien se ha preguntado si los jefes de La Familia michoacana no investigaron, detuvieron y entregaron a los autores materiales? ¿No es cierto que La Familia pudo asumir el papel de policía investigadora? ¿No es ese un pacto, en los hechos? Son muchas las preguntas. Al tiempo.
¿Y si ‘La Familia’ entregó a los culpables y hasta se llevó la recompensa?
¿Por qué el 15, a pesar de la gravedad del ataque, se silenció la televisión?
No parece existir duda de que resultó un alivio a la conciencia colectiva el “golpe de suerte” logrado por el gobierno federal con la captura de los confesos autores materiales del atentado en Morelia.
Algo funciona, dirán algunos, sobre todo si se recuerda que el mismo gobierno ofreció una recompensa de 10 millones de pesos para quien diera pistas sobre los responsables de lanzar granadas a la población indefensa en la plaza de Morelia la noche del 15 de septiembre. Se podría decir que se recurrió al refranero popular: “Para que la cuña apriete..”, y “para combatir veneno, el contraveneno...”.
Es decir, la estrategia del gobierno federal para capturar criminales y terroristas del narcotráfico parece confrontar los extremos de la condición humana: hacer lo que sea por dinero. O, si se quiere, confrontar la ambición desmedida por el dinero que mueve a traficantes y criminales organizados, con la no menos desmedida ambición de los modernos cazarrecompensas que harán todo por llevarse 10 millones de pesos a sus bolsillos, delatar a quien sea, incluso a los autores materiales de los granadazos.
En efecto, parece no existir duda sobre un momentáneo alivio a la conciencia colectiva. Pero, sin ánimo de aguafiestas y menos de ave de mal agüero, debemos reconocer que desde la misma noche del 15 de septiembre, en torno al atentado, son más las preguntas que las respuestas y, más allá del “golpe de suerte”, vivimos bajo los reflectores de un manejo mediático que pareciera ocultar un trasfondo aún más grave de lo que todos percibimos. Vamos por partes y en orden cronológico.
¿Alguien se ha preguntado por qué razón la misma noche del 15 de septiembre, a pesar de la gravedad de lo ocurrido con la explosión de dos granadas en medio de la multitud, ninguna televisora local, regional o nacional abrió sus frecuencias para difundir el primer atentado terrorista en la historia democrática mexicana? ¿Por qué Televisa o TV Azteca no reaccionaron? ¿A poco podemos creernos el cuento de que les pasó de noche? ¿Por qué ninguno de los reporteros de medios electrónicos que cubrían el grito —sea en Morelia, sea en Palacio Nacional— reaccionó a la medianoche ante la emergencia, ante una reunión urgente en Los Pinos con el gabinete de seguridad?.
Nadie puede argumentar incapacidad técnica para abrir en corto tiempo una cobertura desde Morelia, desde Palacio Nacional, para informar sobre lo ocurrido, a pesar de que fuera la madrugada. Y menos si sabemos que desde las 23:30 horas las redacciones de todos los diarios nacionales ya procesaban la información. ¿Por qué no se abrió la televisión la madrugada de ese lunes? Versiones dicen que hubo línea oficial.
¿Alguien se ha preguntado sobre el manejo poco o nada transparente en torno a los mensajes y amenazas recibidos por el gobierno de Leonel Godoy antes, durante y después del ataque con granadas en la capital de Michoacán? Todos o casi todos entienden el concepto y la importancia de la información reservada y de seguridad nacional. Pero lo que no caza con el más elemental sentido común y, sobre todo, con la responsabilidad del ejercicio de gobierno, es el monumental hoyo negro que mostró el gobierno amarillo de Godoy, para evitar los estallidos y las muertes.
Y para muestra, un botón. El pasado viernes 26, el delegado de la PGR en Michoacán, Rolando López Villaseñor, reveló a los medios la existencia de amenazas de sabotaje al desfile cívico-militar a realizarse mañana martes en Morelia, para conmemorar el natalicio de José María Morelos y Pavón. Fue más allá al explicar que, según las amenazas recibidas, los ataques tendrían como objetivo el contingente militar que cerraría el desfile, además de edificios públicos; lanzarían granadas y colocarían bombas.
Bueno, pues la tarde de ese viernes 26, Rolando López Villaseñor ya había sido despedido. ¿Por qué fue despedido? ¿Por difundir a los medios amenazas similares a las recibidas previamente a los ataques de la noche del 15 de septiembre? ¿Quién ordenó el cese? ¿Por qué? Está claro que desde el jueves 25 el gobierno federal ya había detenido e interrogaba a los tres presuntos sicarios de Los Zetas que lanzaron las granadas, a los que presentó a los medios precisamente la tarde del viernes 26. Si ya estaban detenidos, ¿quién entonces hizo las amenazas de las que dio cuenta López Villaseñor? Pero, además, ¿quién golpeó a los sicarios, uno de los cuales apareció con una bata de hospital bajo un abrigo?
¿Alguien se ha preguntado si los jefes de La Familia michoacana no investigaron, detuvieron y entregaron a los autores materiales? ¿No es cierto que La Familia pudo asumir el papel de policía investigadora? ¿No es ese un pacto, en los hechos? Son muchas las preguntas. Al tiempo.
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