Revista Proceso #2192, 4 de noviembre de 20018..
Elecciones intermedias El incierto futuro de Trump/
J. JESÚS ESQUIVEL
Las elecciones de medio término en Estados Unidos, que tendrán lugar este martes 6, definirán el futuro –la aspirada reelección– del presidente Donald Trump; de ahí sus desesperados intentos de politizar y capitalizar en favor de los republicanos el fenómeno migratorio centroamericano. Pero las encuestas apuntan a que el Partido Demócrata recuperará el control de la Cámara de Representantes, lo que tiraría por la borda los sueños del actual habitante de la Casa Blanca.
Washington.- La posibilidad de que los demócratas recuperen el control de una de las dos cámaras del Congreso federal estadunidense en las elecciones de este martes 6 radicalizó la estrategia proselitista del presidente Donald Trump, quien usa la criminalización de la inmigración para fomentar el voto conservador republicano.
Las encuestas electorales de los medios de comunicación apuntan a un 52% de posibilidades de que los demócratas recuperen el control de la Cámara de Representantes. Un resultado así contra los republicanos –quienes también controlan el Senado–, significaría prácticamente la imposibilidad de un segundo periodo presidencial de Trump.
Con una Cámara de Representantes controlada por los demócratas, el mandatario no podría concretar todas las medidas radicales anunciadas contra los inmigrantes: negar la ciudadanía a los nacidos en Estados Unidos si son hijos de extranjeros indocumentados, suspender el proceso de petición de asilo de refugiados centroamericanos, continuar militarizando la frontera con México con el argumento infundado de la amenaza de invasión por parte de caravanas de personas que huyen de la violencia y la pobreza de Centroamérica.
La batalla de Trump frente al proceso electoral de este martes 6 va más allá de su urgencia de que los republicanos retengan el control del Capitolio; quiere que con su voto contra los demócratas, los electores conservadores y racistas le garanticen la plataforma electoral para la reelección en 2020.
Estos comicios son el primer plebiscito a la presidencia de Trump. En ellos están en juego las 435 curules de la Cámara de Representantes y 35 de los 100 escaños del Senado federal.
En la Cámara de Representantes los republicanos tienen 235 puestos, los demócratas 193 y hay siete vacantes.
De acuerdo con los cálculos electorales de Nancy Pelosi, líder de la minoría demócrata en esa ala del Capitolio, su partido tiene 90% de probabilidades de ganar a los republicanos 36 distritos, precisamente los que necesitan para transformarse en mayoría, siempre y cuando retengan los que ya tienen.
En el Senado la pelea está muy cerrada: al cierre de esta edición, las encuestas daban 52% de posibilidades de que los republicanos retengan el control representativo, frente a 47% de que los demócratas se lo arrebaten.
Los republicanos tienen 51 lugares en el Senado, los demócratas 47 y hay dos independientes. De los 35 que estarán en juego el martes 6, 23 son demócratas, 10 republicanos y dos independientes.
La intranquilidad de Trump no es por los senadores.
El fantasma de la inmigración
La retórica del presidente, que propaga el miedo entre la sociedad estadunidense por una aparente crisis de seguridad nacional por las caravanas migrantes en su frontera sur, contrasta con la estrategia proselitista de los demócratas.
El partido de oposición en Washington ha dejado la disputa en materia migratoria a los medios de comunicación y al mismo liderazgo republicano en el Congreso.
Mientras la prensa –señaladamente The Washington Post y The New York Times– expone con reportajes, sustentados en hechos, las mentiras que difunde Trump sobre los inmigrantes indocumentados; y Paul Ryan, líder de la mayoría republicana y presidente de la Cámara de Representantes (quien no busca su reelección) le aclara al presidente que con una orden ejecutiva no puede abolir al artículo 14 de la Constitución, sobre el derecho a la nacionalidad por nacimiento, los demócratas están concentrados en promover asuntos más terrenales.
De acuerdo con la Comisión Nacional Electoral, encargada de vigilar la limpieza, transparencia y equidad de los comicios, de octubre a la fecha, 45% del contenido del mensaje electoral de todos los candidatos demócratas está concentrado en promover legislaciones para mejorar los servicios de salud pública. Incluso la misma autoridad electoral de Estados Unidos sostiene que de entre todos los candidatos republicanos, sólo 9% habla con el mismo fervor que Trump sobre el tema migratorio.
Cierto es que una mayoría de la sociedad estadunidense (61%, según el último sondeo de la encuestadora Gallup) apoya medidas para fortalecer la vigilancia en la frontera con México y hasta construir el muro que propone Trump; sin embargo, este mismo porcentaje de estadunidenses difiere con el presidente en los otros aspectos, como el de enviar más soldados a la frontera con México para contener a las caravanas de migrantes que a Irak, donde el Pentágono lleva años fracasando en su cruzada contra el “terrorismo internacional”.
Usar todo el poder de la Presidencia de Estados Unidos para criminalizar a la inmigración indocumentada expone, según los analistas políticos y electorales en Washington, el temor de Trump a quedarse sin un Congreso a modo y con ello incrementar el fracaso de sus promesas de campaña en los próximos dos años.
En un ambiente de división partidista en el Congreso federal, Trump quedaría relegado a gobernar con órdenes ejecutivas que serían disputadas en los tribunales, porque los demócratas, como dueños de una de las dos cámaras federales, bloquearían todos sus proyectos de ley.
La presidencia de Trump está en riesgo de emular a la de Barack Obama, quien durante seis de los ocho años de sus dos mandatos, por la oposición republicana, sufrió el fracaso de sus proyectos de ley, aunque logró reelegirse denunciado al bloqueo de un Capitolio conservador.
La moneda está en el aire. Pero si la radicalización de la estrategia antimigratoria de Trump triunfa el martes 6, ayudando a los republicanos a retener el control del Congreso, el electorado conservador, xenófobo y racista que lo llevó a la victoria en 2016 estaría posicionado para darle al presidente la reelección y un cheque en blanco para promulgar leyes que irían incluso contra los preceptos constitucionales.
Además del tema de la inmigración indocumentada, Trump prometió al electorado que antes del martes 6 lograría que el Capitolio aprobara una reducción impositiva de 10% a las personas y familias de clase media que perciben un salario anual máximo de 45 mil dólares.
Este argumento, como muchos de los que defiende Trump en la contienda electoral, es falso. Hasta el cierre de esta edición todo el Congreso federal estaba en campaña fuera de Washington y no estaba calendarizada ninguna sesión –en ninguna de las dos cámaras– para canalizar proyectos de ley destinados a reducir el pago tributario de ningún sector de la sociedad.
Hechos como éste son los que sorprenden a los analistas políticos, porque demuestran que al electorado que venera a Trump no le importa que su presidente les mienta, sino que simplemente les diga lo que les gustaría escuchar por parte de quien ejerce el poder.
Relación bilateral
Los de este martes 6 son comicios tan importantes para el futuro político de Trump como para la relación bilateral que le espera a Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México.
Si a partir del miércoles 7 el control de la Cámara de Representantes queda en manos demócratas, Trump hará hasta lo imposible para cumplir algunas de sus promesas electorales en materia migratoria, que directamente afectarán a México.
Es casi seguro que si los demócratas triunfan, no le darán al presidente los más de 20 mil millones de dólares que requiere para amurallar la frontera sur ni le permitirán mantener indefinidamente la militarización de la frontera y mucho menos abolir el artículo 14 constitucional.
Lo que pese a todo podría cumplir Trump es eliminar el proceso de peticiones de asilo a ciudadanos centroamericanos ubicados en México y fortalecer e incrementar las redadas en todo Estados Unidos para ubicar, capturar y deportar a inmigrantes indocumentados.
En un escenario así, recaería en México la responsabilidad de deportar o dar trato humanitario a los inmigrantes centroamericanos y reubicar a los miles de mexicanos que Trump expulsaría de Estados Unidos. Hasta la amistad que ahora dice profesar el presidente republicano con López Obrador se esfumaría por arte de magia con una victoria demócrata.
Lo positivo para México y los inmigrantes sería la disminución de posibilidades de reelección de Trump, tener en los demócratas a un aliado en el Capitolio y hasta esperar que los legisladores republicanos promuevan reformas migratorias integrales para deslindarse del huésped de la Casa Blanca con miras a su propio futuro en las elecciones de noviembre de 2020
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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